Meditación.
3. Somos templos del Espíritu Santo.
Meditación de 1 COR. 6, 13c-15a. 17-20.
En la Biblia, la relación existente entre Dios y sus creyentes, es equiparada a una relación matrimonial, caracterizada por el amor, el respeto y la fidelidad.
Dado que la fornicación es contraria al matrimonio caracterizado por una relación que podemos considerar vitalicia desde el momento en que se contrae, la misma se asocia con toda clase de pecados, con tal de que los creyentes comprendan el error que cometen quienes mantienen relaciones sexuales sin estar casados.
Nuestro cuerpo no ha sido creado para que nos hundamos en el pozo del pecado, sino para que glorifiquemos a Dios.
Si servimos al Señor, la expresión paulina de que el Señor es para el cuerpo (1 COR. 6, 13), significa que Él nos revestirá de inmortalidad, cuando concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros.
Nuestros cuerpos son miembros de Cristo en términos espirituales. Todos los hijos de la Iglesia formamos un mismo cuerpo espiritual, así pues, esta es la razón por la que quienes pecan, no sólo ofenden a Dios, sino que también ensucian la imagen de la Iglesia. Este es el hecho por el que el Sacramento de la Reconciliación -o Penitencia- nos reconcilia tanto con Dios como con la fundación de Cristo.
No nos pertenecemos, porque, por su Pasión, su muerte y su Resurrección, Cristo nos rescató del mundo del pecado, por lo que somos el pueblo de su propiedad personal, y por ello debemos ambicionar la pureza, porque, ninguna persona ni ninguna cosa que le pertenezca a Dios, puede tener relación alguna con el pecado.
joseportilloperez@gmail.com
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