Meditación.
4. ¿Dónde vive Jesús?
Meditación de JN. 1, 35-42.
La primera lección que nos transmite el texto evangélico que meditamos en la celebración eucarística de hoy, es la humildad ejemplar de San Juan el Bautista, quien no predicaba para aprovecharse de sus conocimientos religiosos para obtener bienes materiales, sino para preparar a sus oyentes a que recibieran a Jesús, una vez que el Hijo de Dios y María comenzara su Ministerio público.
San Juan llamó a Jesús Cordero de Dios, porque Nuestro Salvador es la víctima sacrificial profetizada por Isaías, que, por someterse totalmente a Yahveh, nos obtuvo la filiación divina, por medio de su Pasión, su muerte y su Resurrección.
En un mundo en que hay gente que no tiene escrúpulos a la hora de no respetar los derechos de nadie para intentar destacar, llama la atención la forma tan fina en que hilaba San Juan el Bautista, para conseguir que sus discípulos, gradualmente, se separaran de él, y se vincularan a Jesús, así pues, los Santos Juan y Andrés, embargados por el misterio de conocer al Hombre de quien su maestro les dijo que era el Cordero de Dios, siguieron al Mesías para conocerlo, y, cuando Jesús les demostró su amistad para con ellos, no se separaron de Él.
Cuando Jesús se percató de que los citados discípulos del Bautista lo seguían, les preguntó qué querían, y ellos le respondieron con otra pregunta: ¿Dónde vives?
Obviamente, Juan y Andrés no querían saber dónde moraba aquel misterioso Hombre, sino conocer su pensamiento, Su forma de proceder y los hábitos que lo caracterizaban.
¿Conocemos a Jesús?
¿Sabemos cuál es la opinión del Señor, no sólo de los hechos que acontecían en su tiempo, sino también de los acontecimientos que vivimos en la actualidad?
¿Sabemos lo que haría Jesús si tuviera el poder que muchos tienen en la actualidad, o si fuera víctima del egoísmo que infecta el mundo de miseria?
Jesús respondió la pregunta que le hicieron los discípulos del Bautista, diciéndoles: "Venid a verlo".
¿Sabemos dónde podemos encontrarnos espiritualmente con el Señor?
¿Sabemos que, aunque todos somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, Jesús se manifiesta especialmente en quienes viven la experiencia del efecto del mal, la traición, el hambre y las enfermedades?
¿Qué podemos hacer para saber dónde vive Jesús, es decir, para conocer profundamente a Nuestro Salvador?
Podemos encontrar a Jesús por medio del estudio de la Biblia y los documentos de la Iglesia.
Podemos encontrar a Jesús en las circunstancias sociales que caracterizan el entorno en que vivimos, e incluso en nuestras vivencias cotidianas.
Podemos encontrar a Jesús haciendo el bien, imitando la conducta de Nuestro Señor.
Podemos encontrar a Jesús imitando la forma en que Nuestro Salvador oraba fervientemente, teniendo la plena seguridad de que Nuestro Santo Padre escuchaba sus oraciones.
Si sabemos dónde y cómo podemos encontrar a Jesús, ¿hemos empezado a dar los pasos oportunos para conocer al Señor, con la pretensión de que su ideal de vida caracterice nuestra existencia?
San Juan nunca se olvidó de que se encontró con Jesús a la hora décima, es decir, a las cuatro de la tarde, porque, esa hora, tiene un simbolismo, que vamos a considerar a continuación.
Para los israelitas, el día constaba de doce horas, desde las siete de la mañana, hasta las siete de la tarde, y, en verano, se prolongaba unas horas más.
Las horas del día, tienen su simbolismo, si se relacionan con la historia de la salvación. La hora décima, por ser una de las últimas horas del día, indicaba que se acercaba el día de la fundación de la Iglesia, en que el Cristianismo sería la nueva religión de Dios, y se diferenciaría del Judaísmo, principalmente, en la predicación de la idea de que la salvación, aunque tiene su vinculación con las obras que hacemos, -siempre que las mismas no estén caracterizadas por intereses egoístas-, procede de la fe que tenemos en Dios.
Cuando Andrés se encontró con su hermano Simón, -a quien Jesús llamó Pedro, indicándole la misión que tenía que desempeñar en el futuro-, le dijo que habían encontrado al Mesías, es decir, al Ungido por Dios, para consumar la salvación de su pueblo.
¿Predicamos el Evangelio con entusiasmo, o sólo asistimos a la Eucaristía dominical por costumbre, o por miedo a que nos lleven al infierno?
Para los hermanos de raza de Jesús, su nombre, describía la misión que tenían que llevar a cabo en la vida. El nombre de Pedro, es indicativo de la misión que realizó el primer Papa de la Iglesia Católica, de ser otro Cristo en el mundo, la piedra sobre la que fue edificada la fundación de Nuestro Salvador.
Concluyamos esta meditación, pidiéndole a Nuestro Santo Padre celestial, que nos ayude a ser excelentes seguidores de Jesús, porque, el cumplimiento de su voluntad, es la vía que nos conduce, a alcanzar la plenitud de la felicidad.
joseportilloperez@gmail.com
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