Introduce el texto que quieres buscar.

Meditaciones evangélicas de MC. 6, 7-13, y LC. 9, 1-6. 10, 1-12. (Domingo XV del Tiempo Ordinario del Ciclo B).

   Meditaciones evangélicas de MC. 6, 7-13, y LC. 9, 1-6. 10, 1-12, publicadas en diversos medios de Internet por José Portillo Pérez.

   Si leemos el Evangelio de hoy, podemos percatarnos de que algo no está escrito -o si lo está no lo vivimos en concordancia con la verdad-, así pues, mientras que nuestra vida está orientada a realizar actividades -e incluso favores- para recibir algo a cambio de nuestro esfuerzo, tiempo y dedicación, Jesús nos dice que se nos conozca por poseer el don de la gratuidad.

   Jesús nos envía a todos nuevamente en este día a que convirtamos a los no creyentes a su Evangelio, pero, para llevar a cabo tan magno propósito, no nos queda más remedio que resolver nuestros problemas, al mismo tiempo que se nos plantea la posibilidad de resolver -al menos a nivel personal- nuestras milenarias dudas de fe.

   Desde el pasado mes de febrero, conservo la costumbre de anotar la mayoría de las frases que me llegan a través de cualquier medio, de forma que tengo un fichero creado con un montón de reflexiones breves que he extraído de muchos medios de Internet. Hoy quiero enviaros algunas de dichas frases para que las meditemos juntos.

   No te pido que llegues a la Santidad tú solo, sólo quiero que camines.

   Sólo Dios se satisface a sí mismo, pero Él quiso tener necesidad de ti.

   Fracasar es la oportunidad de comenzar de nuevo con más paciencia.

   El arca de Noé fue construida por aficionados inspirados por Dios, el Titanic, fue construido por profesionales.

   No importa la tormenta, cuando estás con Dios, siempre hay un arco iris esperándote.

   Lo grande y hermoso no es que debo orar, sino que puedo orar.

   Jesús nos dice: No puedo hacer nada sin vosotros, pero, ustedes, no podéis estar sin mí.

   Si eres cristiano, que se te note.

   La santidad hace la diferencia.

   La oración es la bomba atómica del cristiano.

   La Eucaristía es la amorosa locura de Dios.

   Padre mío, ámame tal cual soy, con mis virtudes y defectos.

   El desierto es el lugar de prueba y de encuentro con Dios.

   No fomentes el ateísmo de los demás que no quieren creer en el Dios que te has creado, sino en el Dios verdadero.

   Bienaventurado el que no se decepciona de un Dios distinto del que pensamos.

   Feliz el que apuesta por un Dios que es amor.

   Feliz el que a pesar de todo sigue confiando en un Dios Padre de todos que hace llover sobre justos y pecadores.

   Feliz el que no se decepciona de un Dios que ama a nuestros enemigos.

   Feliz el que con terror se lo juega todo a la carta de un Dios al que no entendemos.

   Dejémosle a Dios ser Dios y no nos decepcionemos de lo que sea.

   Déjale a Jesús un rinconcito en tu corazón para que siembre una semilla.

   El fracaso no significa que me has abandonado, significa que debes tener una mejor idea para mi alma.

   Lo más difícil de la oración no es saber si Dios te escucha, sino saber si tú lo escuchas a Él.

   No reces para complacer a Dios de que haga lo que tú quieres, sino para ver si logras tú acercarte a lo que Él espera de ti.

   No le pidas al Señor que gobierne el mundo y tu vida a fuerza de milagros, pídele más bien el milagro de amar y ver que tu amor transforma el mundo.

   Si tu corazón te aleja de los hombres, no te encontraste con el Dios de los hombres, sino con tu fantasía.

   Los ojos que se cierran para orar, suelen ver con más claridad las cosas.

   Reza ante el Señor como un niño, pero vuelve a tu vida con tu adulta responsabilidad.

   El final de toda oración adulta es el Amén de la aceptación.

   Hablar frente al enemigo, es civismo.

   Callar cuando acusan, es heroísmo.

   Callar cuando insultan, es amor.

   Callar de sí mismo, es humildad.

   Callar cuando hieren, es santidad.

   Jesús nos hace caer en la cuenta si nuestro corazón, arde o no arde, dentro del pecho.

   Jesús nos dice que la comprensión de las Escrituras no es cosa de expertos, sino de apasionados y enamorados.

   La fe, más que creer en algo que no vemos, es creer en alguien que nos ha hablado. (P. Jorge Lorin, "Para salvarte").

   ¿Piensas que se puede ser sacramento de amor sin dolor?

   Vive en Jesús, con Jesús, de acuerdo a Jesús, para Jesús, desde Jesús.

   Sólo Dios basta, pero Él cuenta contigo.

   Sólo Dios puede crear, pero a ti te corresponde dar valor a lo creado.

   Sólo Dios hace crecer, pero a ti te corresponde guiar y orientar lo que crece.

   Sólo Dios puede dar la fe, pero a ti te corresponde ser signo de Dios y creer.

   Sólo Dios es fuente de esperanza, pero a ti te corresponde dar de nuevo la confianza.

   Sólo Dios es el amor, pero a ti te corresponde amar y enseñar a amar.

   Sólo Dios puede dar paz, pero a ti te corresponde colaborar para que haya unión.

   Sólo Dios puede dar la verdadera alegría, pero a ti te corresponde sonreír.

   Sólo Dios es el camino, pero a ti te corresponde recorrerlo y mostrarlo.

   Sólo Dios es luz, pero a ti te corresponde hacerlo brillar.

   Sólo Dios puede hacer lo imposible, pero a ti te corresponde hacer lo posible.

   Sólo Dios es la vida, pero a ti te corresponde revitalizar las ansias de Dios.

   Sólo Dios se satisface a Sí mismo, pero Él quiso tener necesidad de ti.

   Sólo Dios puede hacer el milagro, pero a ti te corresponde traer tus cinco panes y tus dos pescados.

   Doy cuanto tengo -dice el generoso-. Doy cuanto valgo -dice el abnegado-. Doy cuanto soy -dice el héroe-. Me doy a mí mismo -dice el Santo-. (Miguel de Unamuno).

   Cuando la Ley estaba escrita, y pocos hombres tenían dinero, poder y prestigio para afirmar cual era la correcta interpretación de la misma, surgió un Hombre en Nazaret, cuyo pensamiento innovador, cambió el sentido de la vida de muchas personas. Imaginemos que somos judíos contemporáneos de Jesús, o, quizá, pensemos que somos cristianos de a pie de nuestros días. Imaginad que alguien empieza a decir que el terrorismo deja de existir, los cojos saltan como ciervos, según profetizó Isaías, los ciegos ven, los presos abandonan las cárceles para no regresar jamás a las mismas, pues nunca más pecarán... ¿Sería creíble esa realidad? Imaginad que, aquella mujer que fue sorprendida en flagrante adulterio según nos cuenta San Juan en su Evangelio (JN. 8, 1-11), vuelve a vivir su experiencia en nuestros días en Nigeria.

   Cuando tomamos un periódico en nuestras manos y comenzamos a leer el contenido del mismo, podemos percatarnos de que, cuando consideramos algún texto, automáticamente, tenemos la facultad de poder opinar sobre la información que tenemos delante. No somos seres despersonalizados, no debemos aceptar ningún tipo de fanatismo, tenemos que opinar con conocimiento de causa sobre todo lo que acontece en el medio en que vivimos, así pues, la posibilidad de debatir nuestros argumentos, hace posible el hecho de que podamos intentar ayudarnos a corregir los unos los errores de los otros, si  nos dejamos ayudar. Es cierto que San Pablo nos incita a tener el mismo sentir de Cristo (FLP. 2, 5), pero ello no implica que debemos digerir la opinión de quienes deseen manipularnos, pues, según nuestra formación y experiencia, estamos capacitados para discernir lo que es positivo y negativo, tanto para nosotros, como para nuestra sociedad en general.

   El predicador de pensamiento innovador de Nazaret, provocó en su entorno muchos actos y meditaciones, así pues, si Jesús no hubiera provocado ningún pensamiento ni ninguna reacción, no le hubiera quedado a Nuestro Señor más remedio que concienciarse de que pasaba desapercibidamente entre sus hermanos de raza, lo cual hubiera sido muy negativo para la fundación de la primitiva Iglesia de Jerusalén.

   La vocación de los Apóstoles nos incita a pensar en nuestra vocación.

   ¿Somos imitadores de los 'apóstoles?

   ¿Ayudamos a los pobres y enfermos?

   ¿Les damos a los marginados lo que les pertenece según la justicia divina?

   Desde hace varias semanas me repito muchas veces estas palabras del éxodo: (ÉX. 34, 14).

   Dos de las causas por las cuales los cristianos de una misma o de diferentes iglesias no llegamos a ponernos de acuerdo sobre distintos puntos de la doctrina bíblica verdadera, son nuestra costumbre de interpretar la Palabra de Dios según las creencias profesadas por la denominación a que pertenecemos, y la interpretación de las Sagradas Escrituras que hacemos, según nuestros criterios personales, de forma que unos se dedican únicamente al servicio a los pobres, otros oran incesantemente o cuando pueden o quieren hacerlo, otros no hacen nada, y otros sólo se conforman comportándose como lo hacían los fariseos en los años en que Jesús vivió en Palestina.

   Nuestra Religión es muy exigente, así pues, Jesús nos pide que antepongamos el amor a los hombres a nuestro amor propio cuando ello sea factible. Cristo nos pide que renunciemos a nuestro apego a las cosas materiales o perecederas, para que así podamos amar más a nuestros hermanos los hombres.

   ¿Para qué necesitamos dos túnicas si no tenemos a un hermano a quien prestarle una de nuestras preciadas ropas?

   El sentido de la vida cristiana no radica en la posesión de bienes efímeros, sino en la forma en que amamos a nuestro Padre y Dios sirviendo a nuestros hermanos los hombres.

   Jesús les dijo a los oyentes de su discurso misionero las palabras que leemos en MT. 10, 11-14.

   Desgraciadamente no solemos comprender a quienes piensan de distinta forma que  nosotros. Hemos de ser conscientes de que nuestra capacidad de expresarnos y actuar acaba donde nace el derecho a expresarse y actuar de quienes nos rodean. El conocimiento de esta realidad exige por nuestra parte una sensibilización especial, pues no tenemos por qué herir los sentimientos de nuestros prójimos, de igual forma que no debemos callar lo que pensamos, pues ello evitaría la posibilidad que tenemos de ayudar a corregir los unos los errores de los otros.

   Hace poco tiempo comentamos el capítulo diez de la obra de San Mateo, en el cual Jesús envió a sus Apóstoles a predicar el Evangelio. El texto que meditamos en la Eucaristía del presente Domingo, puede ser usado para la celebración del envío de los catequistas que, durante el próximo año litúrgico, se van a encargar de transmitirles la Palabra de Dios a niños y adultos. La voluntad de Jesús se resume en que no cobremos nada a cambio de transmitir lo que hemos recibido gratuitamente de manos del Mesías (MT. 10, 8), quien no desea que busquemos desesperadamente la gratitud humana, debido a que Dios nos agradece más nuestra entrega que los hombres.

   Jesús no quiere que nadie sea obligado a creer en Dios, así pues, este es el hecho por el cual Nuestro Señor nos da oportunas instrucciones para que no exasperemos a quienes, por cualquier circunstancia, no desean conocer su divina Palabra. He aquí, pues, un ejemplo de los pensamientos que podemos tener en tales casos, con tal de no pensar que hemos fracasado: "Si no nos aceptan, con todo, insistamos apenas nos sea posible, en el hecho de que está cerca el Reino de Dios, y por ello estamos dispuestos a predicarles, en cuanto se decidan a oírnos".

   Es oportuno el hecho de que meditemos este Evangelio en un tiempo en que se están constituyendo grupos de Catequesis y meditación en muchas parroquias, tras haber finalizado el largo periodo estival. Un año más, muchos trabajadores de la viña del Señor volvemos a encontrarnos con las alegrías y problemas de siempre, así pues, es difícil en ocasiones llamar la atención de los niños, muchos de los aspirantes a ser confirmados no desean hablar demasiado de Dios, otros desean hacer los cursillos prematrimoniales porque esa es la única forma en que se les permite casarse por la Iglesia...

   Si lo que os pido está en vuestras manos, no permitáis que en vuestros pueblos o ciudades halla templos cerrados. Intentad convencer a vuestros obispos para que os envíen sacerdotes que acepten vuestra colaboración para que podáis ayudar a ser santificados a todos los que os rodean.

   Hubo un momento en el Ministerio público de Jesús en que se reunió mucha gente alrededor del Mesías. Había un gran grupo de voluntarios alrededor de Nuestro Señor, que se encargaban de predicar el Evangelio y de distribuir los bienes de la comunidad apostólica entre los más desfavorecidos de Palestina. En aquel tiempo, llegó el día en que muchos compañeros del Mesías quizá no se esforzaban según las necesidades de los pobres del Señor, lo cual pudo ser una de las razones por las que Jesús escogió a doce de sus colaboradores, para que siempre estuvieran con Él, ayudando a los más necesitados y enfermos, pues los tales son, en cierta forma, la simiente del Reino de Dios anunciado por los Profetas.

   Jesús les dijo a aquellos Doce Apóstoles que sanaran a los enfermos y predicaran el Evangelio, para que los hombres dejaran de cometer errores, así pues, no olvidemos que la Historia nos ayuda a ver los errores que cometieron nuestros antepasados, reflejados en el presente, para que no se vuelvan a cometer en el futuro.

   Conforme avanzamos en el estudio del Evangelio de San Mateo, desde que iniciamos el tiempo de Cuaresma -y con él la creación de este foro-, Jesús nos ha dicho a través de los Santos Evangelistas Marcos y Mateo que el Reino de Dios está cerca de nosotros (MC. 1, 15. MT. 10, 7). Así pues, si reflexionamos sobre el Evangelio de San Lucas, podemos leer que el Reino de Dios está entre nosotros, -es decir, encontramos el mismo mensaje- (LC. 17, 20-21).

   Conforme avanzamos a través del Año litúrgico, nuestra fe aumenta, y podemos constatar la veracidad de estas palabras del Evangelio, por consiguiente, si nosotros somos el Reino de Dios, ¿qué esperamos para empezar a hacer milagros?

   Todos sabemos que Jesús es una Persona real, y queremos dar a conocer nuestras fe y esperanza. Jesús nos invita a liberarnos de todo aquello que nos impide dar a conocer a Nuestro Dios Uno y Trino (MT. 10, 7).

   "Ayer os dije que las personas que no son autosuficientes tienen cierta facilidad para relacionarse con Dios. Nosotros somos los mensajeros del Espíritu Santo, y por ello vamos a evangelizar a todas las personas que deseen acercarse a Nuestro Santo Padre.

   Jesús nos pide que hagamos toda clase de prodigios en su Nombre, pero que no les cobremos nada a quienes evangelicemos. Supongamos que ayudo a una persona mayor en sus tareas domésticas, por lo cual percibo un sueldo. En tal caso, no estoy ayudando al supuesto enfermo, le estoy vendiendo un servicio, pero, si no percibo ganancia alguna a cambio de mi trabajo, obro en virtud del amor de Dios que mora en su Iglesia.

   No podemos predicar a Jesús si nuestra fe es débil, y si no tenemos paz espiritual. En los momentos de oscuridad, necesitamos obrar con mayor convicción bajo la inspiración del Espíritu Santo, pues, en dichas circunstancias, manifestamos nuestro amor con respecto a Dios y a los hombres, de una forma muy grata al Altísimo.

   San Mateo nos transmite las palabras con que Jesús envió a los Doce a predicar el Evangelio. Los futuros Apóstoles podían hacer toda suerte de prodigios, pero no podían salir de Palestina, porque aún no había llegado el tiempo de evangelizar a los gentiles (MT. 10, 5-6).

   El Evangelio que meditamos al celebrar la Eucaristía en este día, también es válido para que lo apliquemos a nuestra vida de cristianos, porque el Reino de Dios no ha sido instaurado plenamente entre los hombres. Aún no ha terminado este tiempo de gracia y salvación, en que Nuestro Señor no cesa de llamarnos a su Reino de amor y paz. Se me ocurre que los cristianos, a la hora de predicar el Evangelio, somos semejantes a quienes venden el cupón de la O. N. C. E., por cuanto se mueven mucho a lo largo del día. Así pues, de la misma manera que los cuponeros empiezan su trabajo recorriendo algunas cafeterías, se van a sus puntos de venta, etcétera, los cristianos podemos hacer mucho por la instauración del Reino de Dios entre los hombres. Un día podemos ir a visitar a algún enfermo, otro día, podemos consolar a alguien que ha perdido a algún ser querido, en otra ocasión, podemos solventar alguna duda que alguien tenga con respecto a nuestro Señor... Dios no nos exige que lo dejemos todo para predicar el Evangelio, pero tampoco es bueno que escondamos el conocimiento que tenemos de Nuestro Padre celestial, argumentando que pasa el tiempo y no nos encontramos a ningún creyente que guste hablar de Nuestro Dios Uno y Trino.

   Nos es imposible predicar eficientemente el Evangelio de Nuestro Señor si no tenemos una formación que nos capacite para este fin. Mientras mayor sea el conocimiento de la Buena Nueva divina que tengamos, más preparados estaremos para responder las preguntas que nuestros posibles interlocutores nos planteen. No obstante, no olvidemos que el Espíritu Santo hablará por nosotros. No tengamos miedo a evangelizar a quienes carecen del conocimiento de las verdades de Nuestro Dios.

   Necesitamos de la oración para evangelizar, porque, si no tenemos fe ni para hablar con Dios, ¿cómo vamos a transmitir nuestro conocimiento del Todopoderoso creyendo que el Espíritu Santo habla por nuestro medio?

   (MT. 10, 21-22). En estos días estamos meditando las palabras con que Nuestro Maestro nos envía a predicar el Evangelio. Todos tenemos constancia de que los crímenes anunciados por Nuestro Hermano Jesús en el Evangelio de hoy se han cometido, se cometen y se seguirán cometiendo, incluso en el Nombre de Dios. Nos acordamos de nuestros hermanos de los países subdesarrollados de África y Sudamérica, porque, a medida que aumentan sus carencias materiales, su fe no sólo se hace más visible, sino que también se hace más palpable.

   Al meditar los grandes ejemplos de fe citados en el párrafo anterior, nos sentimos incómodos al pensar la vergüenza que nos puede dar pensar que no sabemos lo que vamos a responder cuando estemos predicando el Evangelio, y Nuestro Dios o nosotros seamos insultados por alguno de nuestros interlocutores. ¿Qué hacer en esos momentos tan delicados? Si en alguna ocasión nos quedamos callados o enrojecemos, no olvidemos que el Espíritu Santo es el que habla a través de nosotros. Dad a conocer vuestros pensamientos de Dios sin miedo, y evitad preocuparos por lo que diga o piense la gente, porque el Espíritu Santo está con vosotros. Recordad, -pues-, cómo nos preparamos durante la Pascua de Resurrección para recibir al Paráclito el día de Pentecostés. No le falléis ahora al Dios que tanto os ama, y mi esfuerzo será semejante al vuestro. No está bien que yo me cite como gran ejemplo de fe, pero pensad que si a vosotros nadie os cree cuando habléis de Cristo, ¿cómo me van a creer a mí que soy casi ciego total, hecho por el cual me piden que Dios me cure para poder creer en Él?

   Se nos están volviendo difíciles de aceptar las palabras del Jesús cuyo Nacimiento nos llenó de emoción y esperanza cuando le contemplamos en los días de Navidad como el más indefenso de los niños en el portal de Belén. En nuestra sociedad, elogiamos mucho a quienes consiguen destacar en algún campo, exceptuando, -claro está-, la fe. En los medios de comunicación podemos ver, escuchar o leer, noticias sobre sucesos desagradables, actos y palabras de los políticos... En raras ocasiones tenemos noticias de que alguien dedica su vida a predicar el Evangelio o a beneficiar en conformidad con sus muchas o escasas posibilidades a la gente que, por su situación económica, carece de voz y voto.

   Durante los días de Cuaresma -especialmente en Semana Santa-, nos dedicamos a meditar con cierta profundidad la Pasión de Nuestro Señor. Si tuvisteis la oportunidad de leer los breves comentarios que fueron publicados en este foro, pudisteis observar cómo le presté una especial atención al comportamiento de algunos de los personajes que protagonizaron los grandes acontecimientos que dieron origen a nuestra Iglesia universal. El más admirado y menos imitado de los Apóstoles en los días de Semana Santa fue San Juan, quien no escatimó la posibilidad de ser torturado o asesinado, al acompañar a Nuestro Maestro durante sus últimas horas de vida.

   Si comparamos los hechos que le acaecieron a Nuestro Hermano y Señor durante su Pasión, podemos comprobar cómo las palabras pronunciadas por Jesús en el Evangelio de hoy se cumplieron en el Mesías de Dios. Jesús fue asistido por el Espíritu Santo cuando hubo de defenderse ante sus acusadores, pero no fue salvo por ello de morir crucificado.

   No debemos creer que Jesús nos está haciendo masoquistas. Nuestro Señor nos pide en el día de hoy que optemos por los más débiles del mundo, aunque tengamos que ser por ello marginados en algún momento de nuestra vida. Recordemos que Jesús, al hablar de nuestras fiestas, decía que no tenemos mérito si invitamos a los banquetes que celebramos a quienes pueden devolvernos lo que gastamos en agasajarlos. El mérito de los cristianos redunda en colmar de dones por acción del Espíritu Santo a quienes no pueden pagarles lo que reciben (MT. 5, 46).

   No creamos que es difícil seguir a Jesús.

   ¿Qué nos cuesta acompañar a un enfermo una hora a la semana en su dolor?

   ¿Qué nos supone dirigirnos a nuestra sucursal bancaria y donar algún dinero a nombre de alguna persona u organización que trabaje a favor de los sin techo?

   Vivimos en la civilización del poder, el prestigio, el dinero y el ruido. Nosotros nos movemos en nuestro ambiente familiar, social y laboral. Movámonos en el ambiente de nuestra parroquia, y/o unámonos a una comunidad virtual, si no podemos meditar la Palabra de Dios en un grupo de reflexión y oración comunitaria. No seamos egoístas, seamos una sola persona en comunión con nuestros familiares y amigos.

   (MT. 10, 34-36). Resultan paradójicas estas palabras de Jesús, porque, habiendo yo afirmado muchas veces en este foro que nos es necesaria la paz espiritual y mundial, parece ser que Nuestro Señor contradice el deseo que tenemos de vivir en paz. Nuestro Hermano mayor nos dice que no es fácil la vida de quienes optan por los más desposeídos de este mundo, y no se adaptan a una religiosidad que contradice la voluntad de Nuestro Santo Padre. Los cristianos tenemos que estar presentes en todas las actividades que conforman la vida de nuestra sociedad, desde la vida familiar, hasta los actos políticos. No pretendo decir que el mundo es malo, pero, el cristianismo nos propone un ideal de vida que nos exige a los creyentes tantos esfuerzos y donación, que nuestra sociedad hedonista no puede aceptar este hecho sin protestar, porque hasta los mismos seguidores del Hijo de María tenemos dificultades para hacer por los hombres parte de las cosas buenas que hizo Nuestro Hermano y Dios Jesús, así pues, en una sociedad en la cual todos deseamos pertenecer a un status social superior, y hacemos lo posible para aumentar nuestras riquezas y no perder un sólo céntimo de euro, no ha de resultarnos extraño el hecho de que los cristianos seamos mal vistos en algunas ocasiones.

   La gran meta de todo cristiano consiste en permanecer junto a Dios en su Reino de amor, y, aunque por causa de Cristo vivamos sin paz, nuestro amor a Dios ha de ser superior al amor que sentimos por nosotros mismos y nuestros seres más allegados. Tengamos presentes estas palabras del Señor a sus futuros Apóstoles: (MT. 19, 29).

   Terminado su discurso, Jesús siguió evangelizando a los israelitas. Todos sabemos que Nuestro Salvador no podía descansar, pues la gente le seguía a donde iba.

   ¿Nos busca alguien para que le ayudemos a conocer a Cristo?

   Si nadie nos reclama para que le hagamos conocer el Evangelio, ¿qué esperamos para empezar nuestra predicación?

joseportilloperez@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas