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Los jóvenes y la fe. (Meditación para el Domingo XIV del Tiempo Ordinario del Ciclo B).

   Meditación.

   Los jóvenes y la fe.

   Os envío un texto que les escribí a los jóvenes en la década de los 90 en mi primer libro, “Trigo de Dios, pan de vida”, en el que intenté ilustrar los problemas que tienen para abrazar nuestra fe.

   Jóvenes discípulos

   (JN. 7, 1-9). He aquí las palabras de una joven estudiante:

   "Soy cristiana, pero, me da vergüenza ir a Misa. Lo que más me avergüenza, es confesarme. Mis amigos no creen en Dios, y consideran que yo soy rara, porque me gusta asistir a Misa, y leer el Nuevo Testamento, aunque sólo lo haga de vez en cuando. Por otra parte, mis padres no quieren que yo sea seguidora del Señor Jesús."

   Jóvenes condiscípulos del Señor Jesucristo, no debemos dejarnos manipular, -bajo ninguna circunstancia-, por nadie. Por consiguiente, el mundo necesita cristianos, cuyo único interés, sea amar a Dios, en sus prójimos los hombres.

   Quienes son secularistas, rechazan a nuestro Padre y Dios. Consecuencia de ello, es el hecho de vivir una existencia excesivamente materialista. El fenómeno consumista que nos invade, nos induce a considerar al hombre, por lo que tiene, en vez de valorarlo por quién es, y por lo que es.

   La moral, parece extinguirse. Hemos pasado de tener una moral represora, al hecho de que muchos crean, que todo les está permitido. El hedonismo, lleva a la lujuria, a la embriaguez, a no darle importancia a los estudios o al trabajo, a detestar a quienes aconsejan sabiamente, y, a la droga. El dominio de unos hombres sobre otros, -poderosos sobre débiles, traficantes de droga, sobre adolescentes, ignorantes del mal y el sufrimiento-, apoya la injusticia, la esclavitud, y el favoritismo. Los cristianos no hacemos favores, pues, nuestro Amor, nos basta para colmarnos de felicidad, a nosotros y a nuestros prójimos.

   Los jóvenes cristianos, no podemos dejarnos arrastrar por cualquier corriente social, que sea antievangélica. Pensemos qué sería la Iglesia de nuestros días, si nadie quisiera predicar el Evangelio de salvación, de nuestro Hermano Jesús. No podemos permitir, -bajo ninguna circunstancia-, que nadie nos convierta en seres sin voluntad, destinados a enriquecer a aquellos que, sin reparo alguno, nos quieren utilizar, para asesinarnos, -lentamente-, sin que nos percatemos de ello. Nos han encerrado en un ambiente hostil, violento, superfluo.

   Consideremos, -pues-, a nuestros prójimos, por quiénes son, por lo que son, y no por lo que tienen. He aquí, -pues-, el desprecio a los pobres y enfermos. No obstante, yo no me dejo sorprender, por el hecho de que muchos enfermos terminales, quieran, -al menos, según su mentalidad-, morir dignamente, porque son conscientes de que son considerados como animales, como bichos nauseabundos. No me puedo dejar sorprender por el hecho de que los hedonistas, opten por el aborto, porque parece ser que ellos estiman más el placer carnal, que la vida de aquellos inocentes, a quienes asesinan, inescrupulosamente.

   Es inconcebible, el hecho de que muchos padres, quieran arrebatarles a sus hijos la libertad que por justicia les corresponde, convirtiéndoles, de esta forma, -quizá, sin pretenderlo-, en seres fáciles de manipular. La libertad, -pues-, es un excelente don de Nuestro Padre y Dios, del que no debemos privar a nadie, para no atentar contra la Suma Divinidad, intentando entorpecer su plan salvífico. Respetemos, -pues-, la libertad cristiana.

   Ante tanta adversidad, los jóvenes discípulos del Señor, siguiendo el ejemplo de San Juan Evangelista, -el más joven del grupo de los Doce-, debemos consultarle al Señor nuestras dudas con respecto a estos y otros muchos temas, en un ambiente de oración, -recordemos que orar es hablar con Dios, quien es nuestro Padre.

   Nadie puede afirmar, que es suyo, aquello que no posee. Sin embargo, Dios es Nuestro Padre, y podemos demostrarnos a nosotros mismos que creemos en Él, si somos capaces de orar. Para ello, muchas veces utilizamos oraciones, -el Padre nuestro, etcétera-, que tienen un amplísimo significado teológico. No obstante, Dios es nuestro Confidente, y podemos alabarlo con nuestras palabras, -sin utilizar oraciones litúrgicas-, podemos pedirle ayuda, y, sobre todo, queremos darle gracias, por los acaeceres buenos y adversos según nuestra óptica, porque, todo ello, nos es útil, para ser salvos.

   Hay tiempos litúrgicos, -tales como Adviento, Navidad, la Cuaresma, Semana Santa, la Pascua de Resurrección, y algunos días festivos-, en los que, muchos cristianos, oran más, que durante las semanas del Tiempo Ordinario. Sin embargo, si no oramos impulsados por el Amor de Dios, -y, bajo la inspiración del Espíritu Santo-, y por Amor al hombre, nuestras múltiples plegarias, carecen de valor, porque sólo son actos de escenas teatrales. Por consiguiente, más provechoso es rezar el Padre nuestro una sola vez cada día, -percibiendo el amplio significado teológico de ésta oración-, que rezarlo muchas veces, con prisa, por cualquier circunstancia, quizá ajena a nuestra voluntad.

   Es curioso constatar en el pasaje evangélico anteriormente citado, cómo los hermanos de raza de Jesús, se esforzaban, por impulsar al Mesías, hacia el secularismo, porque, -según San Juan-, no creían en Jesús. Sin embargo, creían que Jesús debía disfrutar, al ejercer, su placentero dominio, sobre el resto de Israel, que le creía Enviado de Dios. Pero, a pesar de ello, Jesús, -siendo Rey de reyes-, rehusó ejercer su poder sobre sus hermanos de raza, porque, a Él, sólo le incumbía, amar, y, ser amado. Condiscípulos del Señor, que ninguna corriente anticristiana, nos aparte de Nuestro Padre y Dios.

   Cierto día, hablaba yo con una mujer, que estaba agobiada. a la que le dije:

   "Tú haces muchas cosas, y ello te sería muy grato, si supieras que el trabajo y el estudio, están hechos para nosotros, y que nosotros no hemos nacido para someternos a cualquier ambientación materialista, sino, para vivir, intentando ser felices."

   Al instante, ella reconoció, que era esclava de mil tareas, pero no sabía cómo recuperar la libertad, que tuvo durante los años de su niñez.

   Los movimientos contrapuestos a nuestra fe, no deben disminuir nuestra actividad evangelizadora. Así pues, el olvido de Dios, -que sufre mucha gente-, ha de ser causa alentadora, para que el buen Pastor nos ilumine, de manera que seamos fieles predicadores del Verbo o Palabra de Dios. Muchos pobres, enfermos físicos, y mentales, desean morir, porque creen que sus vidas son sin causa. ¿Habremos de darles a conocer el Evangelio a dichas personas, o permaneceremos impasibles, ante tales desgracias?

   Jóvenes cristianos, condiscípulos del Señor Jesús, los hombres esperan con nosotros, y por nosotros, su redención. Que nada nos haga flaquear, y que siempre obremos en el nombre del Amor de Dios, para que nunca podamos decir que nos sacrificamos en favor de alguien, dando a entender, que no somos plenamente felices, a la hora de hacer alguna buena obra. Así, -pues-, es el Amor.

joseportilloperez@gmail.com

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