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Demostración de la veracidad de la Eucaristía ante las denominaciones cristianas que niegan la existencia de este Sacramento. (Meditación para el Domingo XX del Tiempo Ordinario del Ciclo B).

   Meditación.

   Demostración de la veracidad de la Eucaristía ante las denominaciones cristianas que niegan la existencia de este Sacramento.

   Cuando Jesús se transubstancia en las celebraciones eucarísticas, entendemos que el sacrificio de Nuestro Señor no se repite, sino que se actualiza, es decir, lo recordamos como si acaeciera por primera vez en cada ocasión que celebramos el más importante de los Sacramentos de la Iglesia. Muchos cristianos no católicos intentan utilizar la Biblia para desmentir nuestras creencias relacionadas con este Sacramento, a pesar de que sus argumentos pueden ser rebatidos con gran facilidad, así pues, veamos algunos textos que utilizan a tal fin, e interpretémoslos tal como debemos comprenderlos.

   (HEB. 9, 24-28; 7, 24-27). Quienes no creen en el Sacramento de la Eucaristía, dicen:

   Si el sacrificio de Cristo no hubiera sido perfecto, tendría que repetirse de la misma forma que se repetían anualmente los sacrificios de los sumos sacerdotes en el Templo de Jerusalén.

   Nosotros celebramos el Sacramento de la Eucaristía, pero no lo hacemos porque dicho sacrificio no es perfecto, sino porque, al vivirlo muchas veces, lentamente, nos vamos transformando, de manera que se cumplen en nosotros las palabras del Apóstol: (EF. 4, 23-24).

   (HEB. 10, 10-18). Si nos consideramos católicos, no debemos comparar el sacrificio eucarístico con los sacrificios de los sacerdotes hebreos, que eran símbolos del sacrificio expiatorio de Nuestro Señor, el cual actualizamos en cada ocasión que celebramos la Eucaristía. Como el sacrificio de Cristo fue simbolizado por los sacrificios sacerdotales de los hebreos, es fácil comprender que el sacrificio del Señor es de mayor valor que los sacrificios de los hebreos.

   (HEB. 10, 1-7). Quienes no creen en la Eucaristía, nos dicen:

   Si creéis que el sacrificio del Altar es el sacrificio perfecto de Cristo, ¿por qué lo invalidáis al repetirlo incesantemente, si en la Biblia fue escrito que el mismo sólo se hubo de llevar a cabo una vez?

   Quienes son los ministros del Sacramento de la Eucaristía no hacen que Jesús descienda del cielo para crucificarlo en cada ocasión que celebran la Eucaristía, así pues, por la actualización de la Pasión, la muerte y la Resurrección de Nuestro Señor, esperan que la Iglesia se perfeccione en el amor de la Santísima Trinidad.

   Quienes dicen que a Jesús no se le puede hacer bajar del cielo para sacrificarlo, sin tener en cuenta que Nuestro Señor está presente espiritualmente en la Iglesia, utilizan los siguientes versículos bíblicos para apoyar su razonamiento, los cuales demuestran que Cristo ha sido glorificado por habernos redimido: (HEB. 9, 24. EF. 1, 20-21).

   (LC. 22, 19). Los testigos de Jehová no interpretan este mandato como el deseo de Nuestro Señor de que conmemoremos su última Cena, su Pasión, su muerte y su Resurrección, sino como la orden de celebrar únicamente la muerte del Mesías, ya que, en la citada conmemoración que celebran anualmente, sólo los ungidos pueden recibir los emblemas.

   Como a diferencia del sacrificio del calvario la Eucaristía es un sacrificio incruento (sin derramamiento de sangre), quienes no creen en este Sacramento, afirman que los sacrificios incruentos no nos obtienen el perdón de los pecados, así pues, para afirmarse en esta creencia, utilizan los siguientes textos bíblicos: (HEB. 9, 11-12; 22).

   Es verdad que el sacrificio del Calvario nos obtuvo la redención por causa de su perfección simbólicamente por cuanto aún seguimos sumidos en nuestro estado de miseria, pero, por la asistencia a las celebraciones eucarísticas, al vivir y revivir muchas veces el sacrificio del Mesías, nos iremos fortaleciendo y dejando purificar por el Espíritu Santo de Nuestro Dios, así pues, celebramos este Sacramento por las siguientes cuatro razones:

   1. Adoramos a Dios dignamente. Si Nuestro Padre común nos ha liberado del castigo que merecemos por nuestros pecados y nos ha concedido la vida eterna figurativamente por causa del sacrificio de su Hijo, ¿cómo vamos a dejar de asistir a la Eucaristía demostrándole de esa forma nuestra ingratitud?

   2. Asistimos a la Eucaristía para satisfacer los pecados de toda la humanidad. Ciertamente no tenemos la capacidad de hacer que se nos perdonen los pecados, pero ello lo conseguimos amando a Dios y sirviendo a Nuestro Padre común en la humanidad, pero no se nos concede la salvación porque hacemos el bien, sino porque amamos a Dios, aunque practicamos la caridad por agradecimiento a Nuestro Padre común.

   3. Le damos gracias a Dios por los beneficios que nos ha concedido a todos los hombres de todos los tiempos.

   4. Le pedimos a Dios nuevas dádivas espirituales y materiales.

   En las Biblias de los testigos de Jehová, en los relatos de la última cena, no se dice que el pan y el vino se convirtieron en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús, sino que, ofrecidos por Jesús a sus Apóstoles, significaron su Cuerpo y Sangre. Los testigos también afirman que Jesús no pudo hacerse comulgar por sus Apóstoles, porque, cuando el día siguiente a la última cena fue crucificado, tenía todo su cuerpo y toda su sangre.

   Quienes se niegan a comer sangre afirman que Jesús no pudo hacerse comulgar por sus Apóstoles, ya que el hecho de alimentar a los mismos con su Sangre hubiera sido una transgresión de la Ley de Israel, según el siguiente versículo bíblico: (LV. 17, 10).

   Cuando Jesús murió, el Templo de Jerusalén se partió literalmente, dando por concluida la última Alianza que Dios firmó con los hebreos, una Alianza que concluyó con el sacrificio del Hijo de Yahveh, el cual hubo de interceder por quienes no pudieron santificarse por sus propios medios cumpliendo la Ley de Moisés. El pueblo resultante de quienes creen que se salvarán por tener y ejercer fe en Dios, carece de los prejuicios que los judíos tenían referentes a la sangre, así pues, la Sangre de Cristo, al ser comulgada por nosotros, en vez de hacernos transgredir la Ley de Dios, nos santifica lentamente, según le permitimos al Espíritu Santo que actúe en nosotros.

   Quienes no creen en la Eucaristía, afirman que la Sangre de Jesús fue derramada en el Calvario, no en el cenáculo, y, para justificarse, utilizan los siguientes textos: (LC. 22, 20. JN. 19, 34).

   Si Jesús se hizo comulgar por sus futuros Apóstoles, Él tenía poder para hacerles comulgar su Sangre y para alimentarles con su Cuerpo. Este hecho apoya el razonamiento que he repetido varias veces a lo largo de esta meditación: De la misma manera que los Apóstoles comulgaron y posteriormente todos traicionaron a Jesús exceptuando a San Juan, nosotros también fallamos muchas veces a pesar de que asistimos a las celebraciones eucarísticas, así pues, de la misma manera que los Apóstoles merecieron alcanzar la santidad, nosotros también seremos santos, cuando Nuestro Padre común sienta que hemos concluido el camino de nuestra perfección.

   Después de contactar con muchos católicos dudosos con respecto al Sacramento sobre el que estamos meditando, algunos de los mismos me han pedido que les explique el siguiente versículo de San Mateo: (MT. 26, 29).

   Como vemos, hay denominaciones cristianas que aprovechan el desconocimiento de la Biblia de los católicos para atentar ruinmente contra la Iglesia. Es normal que Jesús les dijera a sus amigos íntimos que no bebería más vino con ellos hasta que se concluyera la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, sin perjuicio de nuestra creencia en la Eucaristía, dado que, los judíos, durante la conmemoración del Pesaj (la Pascua), se tomaban cuatro copas de vino, y Jesús no repartió cuatro copas de vino transubstanciado entre sus amigos, sino una sola copa, concretamente, la de la bendición.

   Concluyamos esta meditación orando por la unidad de los cristianos.

joseportilloperez@gmail.com

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