Meditación.
3. Cumplamos la voluntad de Nuestro Padre celestial.
Meditación de 2 COR. 12, 7-10.
(2 COR. 10, 1-2). San Pablo podía ser muy duro con sus lectores cuando se dirigía a ellos por medio de cartas, pero, delante de los tales, era apocado, tímido. A pesar de su problema, Pablo les dijo a los cristianos de Corinto que estaba dispuesto a superar la debilidad de su carácter independientemente de lo que ello le costara, con tal de reprender con dureza a quienes no se sometieran al cumplimiento de la voluntad de Dios, lo cual no obedecía a su deseo de ejercer poder coercitivo sobre los creyentes, pues su mayor deseo era que los tales alcanzaran la santidad.
(2 COR. 12, 1-5). Con tal de poder ser equiparado a los demás Apóstoles, y de contrarrestar el efecto de la acción de los cristianos judaizantes, que hacían lo humanamente imposible, para acabar con el Ministerio de nuestro Santo, San Pablo recurrió a las revelaciones que le hizo Dios, a quien le oyó "palabras inefables que no le es dado al hombre expresar" (2 COR. 12, 4).
Al mismo tiempo que San Pablo deseaba ser tenido como heraldo de Cristo, no quería presumir de los admirables logros que alcanzó como frutos de su ministerio apostólico, pues sabía que tales frutos no eran suyos, sino del mismo Dios. Esta es la causa por la que nuestro admirado Apóstol cifró su valía personal en su debilidad, lo cual no sucedió porque le gustaba sufrir por sufrir, sino porque descubrió que, cuanto más débil era, y más dificultades tenía que resolver, Dios se manifestaba en su pequeñez, con mayor grandeza.
San Pablo sabía que tenía motivos para regocijarse por causa de todo lo que hizo en el Nombre del Señor, pero no quiso hacerlo, para no incurrir en la soberrbia.
(2 COR. 12, 6-7). Si analizamos las palabras del Santo Apóstol que estamos considerando teniendo en cuenta los conocimientos filosóficos y psicológicos actuales, ¿qué podemos decir que era el aguijón que San Pablo tenía en su carne, del cual se aprovechaba, para que su soberbia no le impidiera ser humilde? ¿Sería tal aguijón una enfermedad, o un vicio difícil de superar? Independientemente de aquello que fuera lo que San Pablo llamaba el aguijón de su carne, el citado Apóstol supo sacarle partido, para evitar perder la humildad cristiana, que tanto amaba.
(2 COR. 12, 8-10). Todos los creyentes que experimentamos dificultades, le pedimos a Dios que nos ayude a superarlas, pero, independientemente de que tarde tiempo en concedernos lo que le pedimos por causas que solo El conoce, o de que tengamos que tener las mismas durante todos los años que se prolongue nuestra vida, las utilizamos para aumentar la fe que tenemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y para imitar la humildad de Jesús y sus fieles Santos. ¿Experimentamos la fortaleza de dios cuando nos sentimos débiles?
joseportilloperez@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas