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Vivamos una Pascua cristiana que nos impulse a ser discípulos de Jesús. (Meditación para el Jueves Santo).

   Meditación.

   Vivamos una Pascua cristiana que nos impulse a ser discípulos de Jesús.

   Hoy terminamos el tiempo de Cuaresma y empezamos a vivir el Santo Triduo preparatorio de la Pascua de Resurrección, una celebración que nos adentrará en la Pascua y concluirá cuando recemos las Vísperas del Domingo de Resurrección, así pues, en las celebraciones eucarísticas de estos días, el sacerdote no nos dirá: "Podéis iros en paz" al final de las mismas, dado que, independientemente de que regresemos a nuestros hogares o de que permanezcamos viviendo un retiro espiritual, permaneceremos en estado de contemplación durante más tiempo del que dedicamos a la oración el resto de días del año, con el fin de adherirnos a la Iglesia en la celebración de los misterios centrales de la fe que nos caracteriza.

   Ya que en las meditaciones del Jueves Santo de los ciclos litúrgicos A y C que tenéis a vuestra disposición en el blog de Trigo de Dios tenéis información sobre el Sacramento de la Eucaristía, deseo dedicar la meditación de este año a intentar que todos nos concienciemos un poco más (yo también debo hacer esto porque no soy perfecto) de que Dios actúa en el mundo haciendo el bien por nuestro medio.

   1. Meditación de EX. 12, 1-11.

   (ÉX. 12, 1-2). Si la celebración de la Navidad es importante porque si Jesús no se hubiera encarnado en el seno virginal de María Santísima no nos hubiera redimido del modo que lo hizo, si Nuestro Señor no nos hubiera salvado, indudablemente la celebración del Nacimiento de Jesús no sería vivida por nosotros del modo que la celebramos. La Liturgia de la Iglesia nos invita a preparar adecuadamente la celebración de la Pascua, de manera que podamos constatar que verdaderamente se han cumplido las siguientes palabras del libro de los Salmos: (SAL. 118, 22-25).

   Jesús es la piedra angular del edificio de nuestra fe, pero muchos de sus hermanos de raza lo rechazaron, de la misma manera que actualmente lo siguen rechazando los que, a pesar de que creen en Él, no lo aceptan con tal de no someterse al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre común.

   Yo os pregunto: ¿Creéis que es posible rechazar a Jesús como Dios, y aceptar a Nuestro Señor como hombre? Si respondemos esta pregunta basándonos en el punto de vista de los antitrinitarios, que no ven en Jesús al mismo Dios, sino a un dios de segunda categoría, a un ángel transformado en hombre que murió y no resucitó con cuerpo humano, sino con cuerpo espiritual, cometemos el error de cambiar el sentido de las Escrituras.

   Si contestamos esta pregunta desde la óptica de quienes piensan que Nuestro Señor solo fue un buen hombre, ¿cómo podrían explicarse el siguiente versículo bíblico y otros que no os menciono por falta de espacio? (JN. 10, 30).

   No podemos ser cristianos a medias, es decir, no podemos decir que somos seguidores de Jesús si únicamente aceptamos la parte del mensaje bíblico que nos conviene, pues San Pablo escribió en su Carta a los Romanos: (ROM. 10, 8).

   (ÉX. 12, 3). Los dos hijos de Jocabed tenían que transmitirles el mensaje divino a todos sus hermanos de raza, del mismo modo que los cristianos tenemos el deber de predicarles con respecto al bien que Dios nos ha hecho a todas las personas que estén dispuestas a escucharnos, independientemente de que decidan creer en Dios, o de que crean que nuestra fe es un conjunto de fábulas con una enseñanza moral que ha de obtenerse a través de las circunstancias históricas en que fueron escritos los libros de la Biblia. Observad que cada familia tenía que tomar para sí un cordero, lo cuál indica que los cristianos hemos de formar parte de la familia de Dios, lo que indica que tenemos a Jesús como nuestro único Salvador.

   (ÉX. 12, 4). El hecho de comer el cordero de manera que no sobre carne nos hace entender que debemos aceptar el mensaje bíblico completo, y no aferrarnos únicamente a las partes del mismo que nos interesen. Este hecho también nos hace comprender la necesidad que tenemos de ser solidarios, dado que todos tenemos carencias, unos de alimentos materiales, otros de bienes espirituales, y otros de afecto humano.

   (ÉX. 12, 6-7). El cordero tenía que estar sano porque Jesús se dejó sacrificar estando limpio de pecados. Si nosotros deseamos ser discípulos del Mesías, tenemos que pedirle a Dios que nos purifique espiritualmente. A este respecto, leemos en la Biblia: (EZ. 11, 17). Este texto se escribió inicialmente para instar a los judíos deportados a Babilonia y a otros lugares a que no perdieran el ánimo, ya que Dios los devolvería a su patria, una vez que se cumplieran 70 años a partir del inicio de su cautividad. Desde el punto de vista de la Iglesia, que nos ayuda a seguir validando las profecías del Antiguo Testamento a pesar de que las mismas tuvieran su aplicación en su tiempo para los judíos, el citado versículo de Ezequiel nos ayuda a perseverar en el cumplimiento de la voluntad de Dios, dado que llegará el día en que podremos ver a Nuestro Padre común personalmente, como veremos a continuación, después de superar nuestras miserias actuales (EZ. 11, 18). Antes de vivir en la presencia de Dios, e incluso antes de iniciar la celebración de la Pascua, seremos purificados de nuestros pecados.

   ¿Para qué necesitamos ser limpiados de nuestros pecados si estamos seguros de haber incumplido la voluntad divina? Necesitamos que se cumplan en nosotros las siguientes palabras proféticas, porque queremos alcanzar la felicidad: (EZ. 11, 19-20). Si Dios nos cambia el corazón herido por el pecado por otro corazón que no esté herido por el mal, podremos cumplir sus Mandamientos, lo cuál nos hará ser plenamente felices.

   El cordero pascual tenía que ser inmolado en el Templo de Jerusalén porque Jesús fue asesinado ante la ciudad santa, pero había de ser comido en los hogares. En la noche de Pascua los judíos tenían terminantemente prohibido salir de Jerusalén, porque ello les hacía conscientes de la importancia que tiene el hecho de que las familias permanezcan unidas entre sí y entre las demás familias de creyentes para seguir siendo el pueblo de Dios, que anualmente se congregaba en la capital de Judea para celebrar la Pascua de Yahveh. A pesar de esta prohibición de salir de Jerusalén, Jesús traspasó el torrente de Cedrón, con el fin de disponerse a vivir sus últimas horas, las cuales fueron de crucial importancia para nuestra redención.

   (EX. 12, 7-11). De la misma manera que los hebreos debían alimentarse apresuradamente indicando que tenían que iniciar un largo viaje y vivir obedeciendo a Dios constantemente, tenemos que estudiar la Palabra de Nuestro Padre común, con el fin de adaptarnos al cumplimiento de su voluntad.

   2. Jesús se entregó a sus enemigos por amor a Dios y a los hombres.

   (EF. 5, 1-2). Cristo es nuestro mayor ejemplo a seguir en la imitación de Dios, pues San Pablo escribió con respecto a nuestro Hermano y Señor: (COL. 1, 15).

   Si queremos ser imitadores del Mesías, tenemos que aplicarnos las siguientes palabras del Primogénito de Dios: (JN. 13, 34).

   San Juan nos habla del ejemplo que Jesús nos ha dejado de una forma muy bella: (JN. 13, 1).

   Jesús mismo le dirigió las siguientes palabras a Nuestro Padre común en su oración sacerdotal, recordando que había amado a los suyos hasta el extremo de dejarse asesinar por ellos: (JN. 17, 11-12).

   Muchos cristianos afirman rotundamente que Nuestro Señor sólo oró por sus Apóstoles en su oración sacerdotal, pero no por los Apóstoles de todos los tiempos, sino por sus Doce compañeros. Esto no es cierto, pues ello se deduce del siguiente versículo bíblico: (JN. 17, 20).

   Jesús sabe lo que implica el hecho de amar a Dios y a los hombres, pues Nuestro Señor les dijo a sus Apóstoles: (JN. 15, 13. 1 COR. 13, 4-8A).

   Dios no nos pide que hagamos el bien dado que ello no es obligatorio para nosotros, sino que basemos nuestras buenas obras en la vivencia de nuestro amor a Él y a nuestros prójimos los hombres, así pues, San Pablo escribió: (1 COR. 13, 1).

   Jesús les demostró su amor de una manera excelente a sus Apóstoles cuando les lavó los pies para que se sirvieran unos a otros de la misma manera que Él los había servido como si fuera su esclavo. San Lucas escribió en su relato de la Cena del Señor: (LC. 22, 24-27).

   De igual manera, cuando Jesús reprendió a los fariseos y a los saduceos en el Templo de Jerusalén, les dijo a sus enemigos que no se obsesionaran con la obtención de bienes caducos, sino que, en lugar de ello, que se esforzaran en amar y ser amados. Jesús dijo en aquella ocasión: (MT. 23, 8-11). Jesús no tiene inconveniente en que llamemos padres a nuestros antepasados ni a los sacerdotes, pero no desea que el citado título sea utilizado bajo la óptica de la idolatría.

   Todos sabemos que a lo largo de la Historia han existido religiones cuyas deidades les han exigido a sus creyentes que lleven a cabo grandes sacrificios con el fin de favorecerlos, en el caso de que les hayan parecido correctos los citados sacrificios a dichos dioses. Para nosotros, si es verdad que es de bien nacidos el ser agradecidos, es decir, si deseamos hacer el bien para agradecerle a Dios su gran amor para con nosotros, si queremos ser redimidos, lo único que tenemos que hacer es tener fe, y confiar en la Trinidad Beatísima.

   Concluyamos esta celebración eucarística disponiéndonos a vivir activamente el Triduo pascual y el inicio de la Resurrección de Nuestro Señor.

joseportilloperez@gmail.com

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