Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor (Jueves o Domingo siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad).
Ciclo C.
Las manos con que Jesús sirve a los necesitados de dones espirituales y materiales, son nuestras.
Ejercicio de lectio divina de LC. 9, 11b-17.
Lectura introductoria: MT. 11, 28-30.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
R. Amén.
Contemplemos a Jesús predicándoles el Evangelio a las multitudes, ayudándoles a resolver sus dificultades, y a convivir con los problemas que tendrían que aprender a sobrellevar, porque eran de larga duración. Para comprender el bien que Jesús le hacía a la gente, pensemos en el trato que nos gustaría recibir de nuestros familiares y amigos, y dispensémoselo, en conformidad con nuestras posibilidades, a la gente con que mantenemos cualquier tipo de relaciones.
Jesús le transmitía a la gente su conocimiento de Dios, la sabiduría que le permitió adaptar su vida perfectamente, al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre celestial.
Contemplemos a los discípulos de Jesús, diciéndole al Mesías, que despidiera a la multitud, porque no tenían comida que ofrecerle. Quizás porque nos sentimos impotentes para ayudar a los desposeídos del mundo, o porque no nos interesa el hecho de ayudarles a superar su situación de miseria, en vez de pensar en los medios de que disponemos para atenderlos en sus carencias, pensamos en lo que no podemos darles, por falta de dinero, y otros bienes materiales.
Cuando rezamos por los carentes de dones espirituales y materiales, Jesús nos dice que, en vez de pensar en lo que no podemos darles, que les demos parte de nuestras dádivas espirituales y materiales. Obviamente, no podemos descuidar a nuestros familiares para atender a otras personas, pero sí podemos dedicar algo de tiempo a consolar a quienes sufren, y algún dinero para apoyar a las organizaciones que se encargan de satisfacer las necesidades más graves, de los carentes de bienes materiales.
Jesús oró antes de alimentar a la multitud. De este hecho deduzco que no debemos actuar al margen de Dios, sino bajo la inspiración del Espíritu Santo. Dado que Dios hace lo que para nosotros es imposible, si actuamos en su Nombre, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, haremos obras admirables, que, aunque quizás no sepamos valorarlas, serán un buen testimonio de fe para quienes sepan de las mismas, y quieran aceptar el valor que tienen.
Jesús les dio los panes y peces a los discípulos para que los repartieran entre la multitud. Sintámonos privilegiados al pensar cómo Jesús quiere exterminar las carencias espirituales y materiales de la humanidad, sirviéndose de sus fieles creyentes, entre quienes nos contamos nosotros.
Jesús y sus discípulos saciaron a la multitud, y les sobraron panes y peces. Ello me induce a pensar que Dios satisface nuestros deseos, por insignificantes que sean los mismos, para nosotros.
Oremos:
"ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO"
Espíritu Santo, hoy quiero hablar contigo. Concédeme la luz y la paz
interior para ir hablándote paso a paso y sentirme escuchado.
Hoy es tiempo de una gran prueba interior, tu purificación para
conmigo. Te siento como el Podador, estás arrancando de cuajo lo que
no sirve y preparas el terreno para que ello suceda: una prueba aquí,
una cruz allá, un disgusto aquí, una resistencia acá. Estás
transparentando la toma de conciencia de mis propias respuestas
interiores para convertirme.
Recuerdo a San Juan de la Cruz cuando dice que al investir esa llama
de amor y de fuego en que consiste la purificación, el Espíritu Santo
nos da la luz a nuestro ojo espiritual, para poder ver con toda
claridad nuestra naturaleza humana: miseria.
Sé que tu forma de amarme es purificarme. ¿pero cuál es hoy mí
respuesta?
En la alternativa, sabes que muchas veces elijo mi propio parecer y
evado la respuesta evangélica que me haría vivir en paz y hasta
soportar con alegría la cruz.
Me doy cuenta que aspiro a pensar y a actuar sobrenaturalmente con
medios y actitudes exclusivamente humanos, apareciendo entonces por
doquier, las contradicciones que frustran, desconsuelan y angustian.
Te estoy escuchando: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos... Sin
mí no podéis hacer nada". En estos momentos quiero comenzar algo
distinto: AYÚDAME, ven con tu hierro candente, cámbiame, transfórmame
y que aprenda a orar incesantemente noche y día contigo.
No quiero contar más conmigo, deseo vencer mi orgullo y dar un paso
de humildad: Sin ti, no puedo hacer nada y nada soy. Espero verte
cara a cara en el misterio, charlar juntos con confianza y fe, sin
miedos y sin culpas.
Tú resucitaste, estás en espíritu y verdad, aquí, ahora, junto a mí.
Acepta mis miserias, te las entrego como lo único que puedo ofrecerte
y háblame al oído con tu delicada dulzura.
AMÉN.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente LC. 9, 11b-17, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 9, 11b-17.
3-1. Jesús le hablaba a la gente del Reino de Dios, y curaba a los que necesitaban ser sanados (LC. 9, 11).
Después de conocer la trágica muerte de San Juan Bautista, -a quien Herodes mandó decapitar-, Jesús se retiró con sus discípulos a un lugar solitario, a fin de refugiarse en la oración para consolarse, y de ayudar a sus discípulos a superar la muerte del citado profeta, porque, entre los seguidores de Jesús, había antiguos discípulos de San Juan.
Cuando Jesús supo que el Bautista fue asesinado, en vez de odiar a Herodes como hubiera hecho mucha gente, acogió a una gran multitud, le habló del Reino de Dios, y sanó a los enfermos. Jesús redobló el ímpetu con que llevaba a cabo su actividad evangelizadora cuando supo cómo murió San Juan, en vez de renunciar a la evangelización, como, seguramente, hubiéramos hecho muchos cristianos, en el caso de haber perdido a uno de nuestros familiares, por causa de su entrega, al cumplimiento de la voluntad de Dios.
¿Por qué les hablaba Jesús a sus oyentes del Reino de Dios? El Reino de Dios fue el centro de la predicación de Jesús, así pues, recordemos las siguientes palabras, de la oración, que nos enseñó el Señor: (MT. 6, 10).
Jesús les explicó a sus seguidores que su Reino, aunque sería plenamente instaurado en la tierra al final de los tiempos, podía ser experimentado por ellos, dado que el Reino divino no es un territorio determinado, pues está materializado, tanto en el Dios Uno y Trino, como en los seguidores del Mesías. Jesús nos enseña que, aunque su Reino será plenamente instaurado al final de los tiempos, no debemos esperar que acontezca la transformación del mundo, para poder experimentarlo. El Reino de Dios se expande a partir de la vivencia de la fe de los cristianos, y pugna por abarcar a toda la humanidad.
¿De qué les hablamos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo?
¿Somos muy puntuales a la hora de orar y celebrar los Sacramentos, pero no actuamos como cristianos fuera de las iglesias en que le tributamos culto a Dios?
¿Somos hiperactivos a la hora de ejercitar la virtud de la caridad, pero nos hemos olvidado de estudiar la Palabra de Dios, y de relacionarnos con Nuestro Padre común, por medio de la oración?
¿Cómo pretenden ser evangelizadores eficaces quienes predican constantemente con sus palabras y buenas obras, y no cultivan su fe, ni le dedican tiempo a la oración?
Jesús curaba, no a todos los enfermos, sino a los que tenían necesidad de ser curados. Dado que la Iglesia cuenta con pocos recursos para destinarlos a ayudar a los carentes de dones espirituales y materiales, es necesario estudiar los casos de quienes necesitan asistencia, para socorrer en primer lugar a quienes tienen problemas que han de resolverse urgentemente, y no desperdiciar medios en ayudar, a quienes están perfectamente capacitados, para resolver sus dificultades, y no lo hacen, porque les gusta que se lo den todo hecho.
3-2. ¿Por qué necesitamos amoldarnos al cumplimiento de la voluntad de Dios? (LC. 9, 12a).
El hecho de que el día empezó a declinar, me hace pensar que, cuando los Apóstoles de Jesús fundaron la Iglesia, empezó el periodo en que la humanidad tendrá la última oportunidad, para abrazar nuestra fe. Dado que solo en Dios radica la plenitud de la felicidad que anhelamos, necesitamos amoldarnos al cumplimiento de su voluntad, porque necesitamos aprender a amar y a ser amados, en su justa medida. Cada día que pasa que no aprovechamos para crecer espiritualmente, ni para demostrarles a nuestros familiares y amigos que los amamos, es una gran oportunidad que perdemos, no solo de hacer felices a los demás, sino de hacernos dichosos, nosotros mismos. En nuestra vida habrá muchos días idénticos al día en que estamos meditando el presente trabajo, pero, este día, no volverá a repetirse. En cuanto nos sea posible, vivamos cada día de nuestra vida, como si fuera el último. No desperdiciemos las oportunidades que tengamos de amar y ser amados, porque, entre otras cosas, a veces nos sucede que encontramos más motivos para sentirnos desdichados, que para gozar de la felicidad que debería caracterizar nuestra vida, simplemente, porque somos hijos de Dios.
3-3. Ayudemos a los necesitados de dones espirituales y materiales a superar sus difíciles situaciones (LC. 9, 12).
Al igual que hiciera el Papa Benedicto XVI, su sucesor tiene previsto escribir una encíclica sobre los pobres, y la atención que deben recibir, por parte de los cristianos. Ello será importante que suceda, por cuanto constituirá un intento, para solidarizarnos, con quienes están en desventaja, con respecto a nosotros. Muchas veces pensamos que no podemos exterminar la pobreza del mundo, y, en otras ocasiones, dado que contamos con pocas monedas para contribuir a la realización de actos benéficos, no las aportamos, porque pensamos que, con tan poco dinero, no puede hacerse nada. En el Evangelio de hoy, la multitud siguió el ejemplo de alguien que le dio a Jesús cinco panes y dos peces, aportaron los alimentos que tenían a la gente, y así comieron todos, e incluso les sobraron alimentos. Si cada cual se hubiera alimentado con las provisiones con que contaba, la mayoría de los que fueron saciados, hubieran pasado hambre.
Hay quienes piensan que los políticos y la Iglesia son los únicos que deben preocuparse de los pobres, y no hacen nada en beneficio de los menesterosos, porque dicen que, parte del dinero que destinan a impuestos, es utilizado a tal fin. Es cierto que algunos gobiernos y ciertas denominaciones religiosas y laicas benefician a los menesterosos, pero, en este caso, en vez de pensar en lo que se hace, debe pensarse también, en lo que queda por hacer.
Llama la atención el hecho de que los Doce le dijeran a Jesús que estaban en un lugar aislado para buscar comida y alojamiento, cuando estaban rodeados por una gran multitud. De igual manera, cuando a veces tenemos bienes suficientes e incluso nos sobran, no pensamos en compartir una pequeña parte de los mismos, con quienes tienen necesidad, no de lujos, sino de satisfacer sus necesidades básicas.
3-4. Jesús quiere solventar los problemas de la humanidad por nuestro medio (LC. 12, 13).
Aunque no podemos extinguir la miseria del mundo, ni resolver los problemas de toda la humanidad, si nos lo proponemos, podremos hacer mucho bien. A modo de ejemplo, quizás no podemos darles dinero a quienes se ocupan de ayudar a los necesitados, pero podremos visitar a los presos, y/o consolar a los enfermos. Si lo pensamos detenidamente, en el mundo no hay alguien tan rico como para no tener necesidades, tan pobre como para no poder compartir nada, ni tan torpe, como para no poder aprender, ni compartir ninguna enseñanza.
3-5. El servicio cristiano debe llevarse a cabo siguiendo un orden prioritario (LC. 9, 14).
La multitud de oyentes de Jesús, estaba compuesta por 5.000 hombres, sin contar a las mujeres ni a los niños, dado que los tales, por ser considerados inferiores a los hombres en todos los aspectos vitales, no fueron contados.
Jesús quiso que la multitud se agrupara en grupos de 50 personas, con el fin de que todos sus oyentes fueran debidamente alimentados. Este hecho me sugiere el pensamiento de que el servicio a los que sufren por sus enfermedades o por la soledad que caracteriza su vida, y la asistencia a los menesterosos, ha de hacerse ordenadamente, con el fin de beneficiar, al mayor número de personas posible. A modo de ejemplo, imaginaos lo que sucedería con mis lectores, si me escriben una media de 2000 correos semanales, y solo me dedico a contestarles a aquellos con los que mantengo mayor amistad. Aunque tengo amigos especiales, al ejercer el oficio de moderador de las listas de correo, los blog y la web de Trigo de Dios, debo contestarles los correos a mis lectores, con la mayor rapidez posible.
3-6. Jesús le agradeció a Dios la oportunidad de servirlo en los hombres, y la cantidad de alimentos que le concedió, y, por medio de los Doce, alimentó a la multitud (LC. 9, 15-16).
Todos los componentes de la multitud fueron acomodados en grupos de cincuenta personas, con tal de que nadie se quedara sin comer. Oremos y trabajemos para que ningún necesitado que le pida ayuda a la Iglesia se quede sin recibir la asistencia necesaria para que pueda solventar sus necesidades básicas.
Antes de darles a sus discípulos los alimentos para que los repartieran entre la multitud, Jesús le dio gracias a Dios, por darle la oportunidad de servirlo en sus hijos los hombres, por los alimentos que le dio para que los distribuyera, y por poder contar con un buen equipo de colaboradores, que le facilitaron su trabajo. Los cristianos podemos orar para que nuestra fe no se reduzca a la consecución de actividades que, aunque nos sacan de nuestra rutina diaria, no pueden hacernos crecer espiritualmente. Necesitamos encontrar tiempo para simultanear las celebraciones cultuales, el estudio de la Palabra de Dios, la práctica de la oración, y el ejercicio constante de la caridad. Las celebraciones de culto, el estudio de la Palabra de Dios, y la práctica de la oración, nos aumentan la fe, y, el ejercicio de la caridad, nos demuestra la autenticidad de nuestra creencia, en el Dios Uno y Trino.
Oremos para que cada día seamos más los laicos que nos insertemos en las actividades de las comunidades parroquiales a que pertenecemos, a fin de que crezcamos espiritualmente, al mismo tiempo que aumentemos la capacidad de servir de la Iglesia, dado que ello puede servirnos para evangelizar a quienes, aunque desconocen la Palabra de Dios, saben distinguir si nuestra profesión de fe es coherente, o se reduce a una práctica teatral.
Al contemplar cómo la multitud fue saciada por Jesús, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Pensamos que Dios nos pediría que hagamos algo que Él no pueda hacer por nuestro medio?
No permitamos que nuestro apego a las riquezas nos separe de Dios ni de nuestros prójimos los hombres, y evitemos dejarnos arrastrar por los "no puedo", y otras expresiones, que pueden convertirnos en pobres apocados, por lo cual podemos perder grandes oportunidades, de amar a nuestros prójimos los hombres, y de ser amados por los tales.
3-7. La multitud fue saciada, y sobraron panes y peces (LC. 9, 17).
¿Por qué el Hijo del Dios Todopoderoso se ocupó de alimentar a una multitud? Para Jesús, nuestras carencias espirituales, son tan importantes, como nuestras carencias materiales. En el versículo lucano que estamos considerando, se contiene una gran lección, tanto para quienes piensan que la espiritualidad es más importante que el materialismo y viceversa. Dado que somos espirituales y corpóreos, debemos situar, al mismo nivel, nuestras carencias espirituales, y nuestras carencias materiales.
Cuando la multitud fue alimentada, sobraron doce cestos de alimentos, en recuerdo de las doce tribus de Israel, y de los Doce Apóstoles del Señor Jesús. Si cada componente de la multitud se hubiera alimentado por sí mismo, muchos habrían pasado hambre. Igualmente, si las riquezas existentes en el mundo se repartieran equitativamente, no existiría la pobreza.
Con respecto a la multiplicación de los panes y peces, unos piensan que fue un milagro de Jesús, y otros piensan que, el milagro que hizo el Hijo de María, fue lograr que la multitud compartiera lo que tenía para alimentarse, lo cual, en este mundo en que hay tantos egoístas, es más difícil de conseguir, que ver un milagro de Dios. Os digo esto porque vivimos en un tiempo en que la mayor parte de la humanidad vive bajo el umbral de la miseria. Si al concluir la celebración de la solemnidad del Corpus Christi aprendemos a trabajar para que nuestro mundo sea más justo y equitativo, habremos llevado a cabo, una de las más grandes y apasionantes, obras de nuestra vida. No podemos exterminar las miserias de la humanidad, pero Dios nos da sus manos, y nos confía su gran poder, para actuar por nuestro medio. Esta es la razón por la que nuestra fe no debe reducirse a esperar la llegada del día en que el Reino de Dios sea plenamente instaurado entre nosotros, pues somos miembros del Reinado divino, y por ello contamos con el poder de Dios, para contribuir a la instauración de dicho Reino en el mundo, predicando el Evangelio, y demostrando la grandeza de nuestra fe, por medio de las buenas obras, que podemos hacer.
3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 9, 11b-17 a nuestra vida.
Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
1. ¿Por qué se retiró Jesús a un lugar apartado con sus discípulos?
2. ¿Por qué dos razones la muerte del Bautista fue un duro golpe para Jesús?
3. ¿Qué hizo Jesús con la multitud que les siguió a los Doce y a Él, después de tener noticia del asesinato de San Juan Bautista? ¿Por qué?
4. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros si fuéramos predicadores y hubiéramos sabido que uno de nuestros familiares ha sido asesinado por serle fiel a Dios con todas las consecuencias que ello implica?
5. ¿De qué le habló Jesús a la multitud?
6. ¿Qué hizo Jesús en beneficio de los enfermos?
7. ¿Por qué les hablaba Jesús a sus oyentes del Reino de Dios?
8. ¿Por qué le pedimos a Dios al rezar el Padre nuestro: Venga a nosotros tu Reino?
9. ¿Qué relación existe entre que se haga la voluntad de Dios y la plena instauración de su Reino en el mundo?
10. ¿Por qué no debemos esperar que Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros al final de los tiempos para sentirnos miembros del citado Reinado?
11. ¿Cómo definirías el Reino de dios?
12. ¿A partir de qué hecho se expande el Reino de Dios, con la pretensión de abarcar a toda la humanidad?
13. ¿Les hablamos a nuestros familiares, amigos y compañeros de Trabajo, del Reino de Dios?
14. ¿Somos conscientes de la necesidad que tenemos de someternos a la realización de un plan de formación, acción y oración, para lograr ser buenos cristianos?
15. ¿Somos muy puntuales a la hora de orar y celebrar los Sacramentos, pero no actuamos como cristianos fuera de las iglesias en que le tributamos culto a Dios?
16. ¿Somos hiperactivos a la hora de ejercitar la virtud de la caridad, pero nos hemos olvidado de estudiar la Palabra de Dios, y de relacionarnos con Nuestro Padre común, por medio de la oración?
17. ¿Cómo pretenden ser evangelizadores eficaces quienes predican constantemente con sus palabras y buenas obras, y no cultivan su fe, ni le dedican tiempo a la oración?
18. ¿Qué podemos aprender del hecho de que Jesús curaba a los que tenían necesidad de ser curados?
19. ¿Por qué deben ser estudiados los casos de quienes necesitan ayuda, en muchas ocasiones, antes de que los tales sean servidos por la Iglesia?
3-2.
20. ¿Por qué necesitamos amoldarnos al cumplimiento de la voluntad de Dios?
21. ¿Qué significa el hecho de que el día empezó a declinar?
22. ¿Qué podemos hacer para aprender a amar y a ser amados en su justa medida?
3-3.
23. ¿Cuáles son las excusas que nos sirven para no socorrer a los menesterosos, y para evitar consolar a los presos y a los enfermos?
24. ¿Cómo logró Jesús que aconteciera la multiplicación de los panes y peces?
25. ¿Qué relación existe entre la multiplicación de los panes y peces y el hecho de que las riquezas del mundo se repartan equitativamente?
3-4.
26. ¿Por qué quiere Jesús que hagamos nuestro mejor esfuerzo a la hora de exterminar el sufrimiento de la humanidad?
27. En el caso de que trabajemos en la viña del Señor, ¿podemos mejorar la calidad de las actividades que llevamos a cabo?
28. En el caso de quienes no trabajan en la viña del Señor, ¿pueden hacer algo para crecer espiritualmente, y servir a quienes tengan carencias espirituales y/o materiales al mismo tiempo?
3-5.
29. ¿Por qué no fueron contadas entre los componentes de la multitud las mujeres ni los niños?
30. ¿Por qué quiso Jesús que la multitud se agrupara en grupos de cincuenta personas?
31. ¿Por qué debe servir la Iglesia a los que sufren por cualquier causa en base a un orden establecido, y debe atender en primer lugar las prioridades más urgentes?
3-6.
32. ¿Qué ha de perseguirse a la hora de servir a quienes nos piden ayuda?
33. ¿Por qué causas oró Jesús antes de darles los panes y peces a sus discípulos para que se los repartieran a la multitud?
34. ¿Por qué son imprescindibles para que podamos crecer espiritualmente la formación religiosa, la práctica de lo que aprendemos en nuestras horas de estudio haciendo el bien, y la práctica de la oración?
35. ¿Qué nos demuestra el ejercicio de la caridad divina?
36. ¿Qué beneficios obtenemos el mundo, la Iglesia y nosotros, cuando vivimos como buenos hijos de Dios?
37. ¿Por qué debemos actuar como buenos hijos de Dios ante los no creyentes?
38. ¿Pensamos que Dios nos pediría que hagamos algo que Él no pueda hacer por nuestro medio?
39. ¿Permitimos que nuestro apego a las riquezas nos separe de Dios y de nuestros prójimos los hombres?
40. ¿Evitamos hacer el bien ante la impotencia de que no podemos eliminar la miseria del mundo?
41. ¿Qué nos sucederá si dejamos de hacer el bien ante el temor de no poder remediar todas las carencias de nuestros prójimos los hombres?
3-7.
42. ¿Por qué el Hijo de dios Todopoderoso se ocupó de alimentar a una multitud?
43. ¿en qué sentido son nuestras carencias espirituales y materiales muy importantes para Jesús?
44. ¿Consideramos que nuestras carencias espirituales son más importantes que las materiales y viceversa?
45. ¿Por qué debemos valorar nuestras carencias espirituales y materiales de igual manera?
46. ¿Por qué les sobró a Jesús y a sus discípulos doce cestos de alimentos?
47. ¿Crees que si las riquezas existentes en el mundo se repartieran equitativamente la humanidad superaría la pobreza?
48. ¿Multiplicó Jesús los panes y peces haciendo un milagro, o convenciendo a los componentes de la multitud, para que compartieran sus alimentos unos con otros?
49. ¿Qué nos sucederá si terminamos la celebración del Corpus Christi comprendiendo que debemos trabajar para que el mundo sea más justo y equitativo?
50. ¿Por qué no debe reducirse nuestra fe a esperar el día en que el Reino de Dios sea plenamente instaurado entre nosotros, para que podamos experimentarlo?
51. ¿Cómo podemos demostrar que somos miembros del Reino de Dios?
5. Lectura relacionada.
Leamos y meditemos 1 RE. 17, 8-16, pensando en el bien que Dios ha hecho en nuestro beneficio.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús predicándole el Evangelio a la multitud. El Señor conoce nuestra ignorancia de su Palabra y las carencias que caracterizan nuestra vida, y por ello sabe cómo debe hablarnos, para que creamos en Él.
Contemplémonos impotentes para lograr que nuestra predicación consiga convertir al Evangelio a quienes amamos. El día que comprendamos que los primeros beneficiarios de nuestro testimonio de fe somos nosotros, habremos dado un pequeño y al mismo tiempo gran paso, para aprender a ser, buenos evangelizadores.
Realicémonos como hijos de Dios e hijos de este mundo. Como hijos de Dios, demos testimonio de fe por medio de nuestras palabras y obras, y, como habitantes de este mundo, cumplamos los deberes que se nos encomienden. Los cristianos solo nos distinguimos de quienes no profesan nuestra fe, en que parte de nuestras creencias son diferentes a las de los tales.
Contemplemos a Jesús curando a los que tenían que ser curados. Hagamos el bien humildemente. Cuando sepamos de alguien que tiene una carencia que le podemos solventar, ofrezcámosle nuestra ayuda sin esperar a que nos la pida, y, si acepta nuestro servicio, prestémoselo desinteresadamente.
Contemplémonos pensando que no podemos eliminar las miserias del mundo, a veces porque sentimos que ello es cierto, y, en otras ocasiones, porque no queremos reconocer, que no deseamos ayudar, a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales.
Visualicemos a Jesús pidiéndonos que, en conformidad con nuestras posibilidades, exterminemos todo tipo de sufrimientos del mundo. El hecho de que nos sea imposible hacer todo lo que debe hacerse, no significa que, el fruto que podamos producir, carezca de valor.
Contemplemos a Jesús orando, antes de que la multitud fuera alimentada. Simultaneemos las celebraciones de culto, el estudio de la Palabra de Dios, la práctica de la oración, y el ejercicio constante de la caridad.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 9, 11b-17.
Si realizamos algún servicio relacionado con la evangelización y la ayuda a quienes sufren por cualquier causa, comprometámonos a mejorar la calidad de dicha actividad, y la calidez de las relaciones que mantenemos, para llevar a cabo la misma.
Si aún no trabajamos en la viña del Señor, comprometámonos a realizar alguna actividad en la misma.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús:
Hazme sentir un amor tan grande por la humanidad como el que sientes por mí, para que aprenda que, sirviendo a quienes tienen carencias espirituales y materiales, podré asemejarme a ti, lo cual significa, que, cuando concluyas la plena instauración de tu Reino en el mundo, alcanzaré la plenitud de la felicidad que anhelo.
9. Oración final.
Leamos y meditemos el Salmo 37.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com
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