Introduce el texto que quieres buscar.

La natividad del Bautista según San Lucas. (Meditación para la solemnidad de la natividad de San Juan Bautista. 24 de junio).

   Meditación.

   La Natividad del Bautista según San Lucas.

   Estimados hermanos y amigos:

   Hoy celebramos la Natividad de San Juan Bautista, el Precursor del Mesías, es decir, el hombre que dispuso el corazón de quienes aceptaron su mensaje, para que estuvieran listos para aceptar a Jesús, una vez que Nuestro Señor comenzó a predicar el Evangelio. En el Evangelio de San Lucas leemos que nada hay imposible para Dios (LC. 1, 37).

   Si Jesús vivió en el mundo en medio de la miseria desechando la oportunidad que pudo haber tenido de ser el hombre más rico de todos los tiempos, y se entregó al cumplimiento de la misión que Dios le encomendó hasta el punto de sacrificarse, no ha de extrañarnos el hecho de que Nuestro señor eligiera como Precursor suyo a un hombre que fue formado por los esenios, y, aun después de haber iniciado la formación de sus discípulos, prefirió seguir alejado del mundo según hacían los esenios, con tal de evitar contagiarse con los pecados mundanos, ya que deseaba ser purificado totalmente por Nuestro Padre común.

   Quizá nos preguntamos:

   ¿Por qué recordamos hoy a un fanático del Judaísmo cuyas creencias son muy discutidas en nuestro tiempo?

   ¿Por qué celebramos el nacimiento de un hombre que no supo comprender que necesitaba vivir en el mundo para salvar al mundo?

   Aunque podemos tener dudas con respecto al comportamiento del Precursor de Jesús, no podemos decir que el hijo de Elisabeth actuó transgrediendo la Ley de Dios, pues debemos reconocer que entre nosotros debiéramos encontrar a muchos imitadores del citado Profeta que estuvieran dispuestos a defender su fe con todas las consecuencias que ello pueda implicar.

   San Lucas nos narra en su Evangelio la Natividad del Santo que hoy conmemoramos.

   (LC. 1, 5-6). Nos encontramos en el texto que estamos meditando a un sacerdote justo y piadoso cuya mujer era estéril, así pues, he aquí un matrimonio amante de la observancia de la Ley, que estaba sufriendo el peso de una enfermedad que en aquel tiempo era una desgracia lamentable para ambos. La prueba de que Nuestro Padre común utilizará la curación de los enfermos al final de los tiempos para convertir a la humanidad al Evangelio, consiste en que Dios fortalece sobremanera a quienes confían en Él cuando son atormentados por el padecimiento. Esta es la razón por la que cuando Nuestro Señor se desangraba y perdía la vida lentamente en su cruz, dijo las dos siguientes palabras: (MT. 27, 46, y LC. 23, 46).

   El mismo Jesús que cargó con el peso de nuestras miserias hasta el punto de sucumbir bajo el poder de la muerte, hubo de conocer el significado de la pérdida de la fe, pues, de la misma manera que tuvo que morir para vencer la muerte y llevar a cabo nuestra resurrección al final de los tiempos, tuvo que perder la fe, con el fin de conducirnos a la presencia de Dios, a quienes en algún momento de nuestra vida no hemos querido o no hemos podido creer plenamente en Nuestro Criador. Pensemos que de los padres del Bautista marcados por el dolor y la desesperación, nació un gran Profeta.

   (LC. 1, 7-12). Quizá pensamos que Zacarías debería de haberse alegrado de ver al mensajero de Dios que le fue enviado por Nuestro Padre común para comunicarle la buena nueva de su paternidad, pero, para comprender el miedo del futuro Padre del Bautista, hemos de tener en cuenta que los judíos tenían miedo de ver a Dios, porque, dado que se consideraban pecadores y por tanto réprobos por Nuestro Criador, pensaban que, si eran vistos en presencia de Nuestro Creador, la justicia divina se ejecutaría implacablemente contra ellos. Esta es la razón por la cuál Adán y Eva, después de haberse alimentado con el fruto prohibido en el Edén, se escondieron de Nuestro Padre común cuando Él se paseaba por el citado jardín paradisíaco, porque ellos, al intentar ascender en su superación, se encontraron con que, al querer alcanzar nuevas metas sin la ayuda de Dios, se sintieron desnudos de Nuestro Padre común, y, por tanto, no aceptados por sí mismos (SAL. 106, 47).

   (LC. 1, 13). Podemos aplicarnos las palabras que el Angel de Dios le dijo a Zacarías, diciéndonos, por ejemplo: No temamos por causa de nuestros problemas familiares, porque Dios nos ayudará a sobrellevarlos, sin que los mismos nos sean muy gravosos, o: No temamos por nuestra carencia de trabajo, porque Nuestro Padre común proveerá todas nuestras necesidades. Necesitamos creer en Dios para no perder la fe en la Santísima Trinidad.

   (LC. 1, 14-15). Hagamos un paréntesis en el relato del anuncio de la natividad del Bautista para recordar lo que habían de hacer los nazareos -o nazires- según lo estipulado en la Ley de Dios y de Israel (Núm. 6, 1-7). Los nazires no podían consumir alcohol porque tenían el deber de permanecer en el cumplimiento de sus obligaciones cúlticas sin perder el juicio y sin distraerse. Ellos debían tener el pelo largo y no debían afeitarse para que el pueblo conociera que eran siervos de Dios, y no podían acercarse a los muertos, porque ello significaba que quedaban impuros desde la óptica de la Ley, y, por otra parte, esta prohibición estaba relacionada con que Dios es Dios de vivos y no de muertos, lo cuál explica que sus siervos no se acercaran a los muertos, dado que la muerte era para ellos un estado semejante a la nada (Núm. 6, 8-21).

   (LC. 1, 16-18; MAL. 4, 5-6).

   Hagamos otro paréntesis en nuestra meditación para comprobar que el espíritu del Bautista era idéntico al espíritu de Elías, por lo cual decimos que ambos son el mismo servidor de Dios, Elías, pues él vino al mundo antes que el Bautista, por lo cual conocemos a los dos con el nombre del vencedor de los profetas baalitas (MT. 11, 11-13; LC. 16, 16; MT. 11, 14. 17, 10-13).

   (LC. 1, 18-19; DAN. 8, 16. 9, 21; LC. 1, 20). Zacarías perdió la voz hasta que se cumplió el octavo día del nacimiento de su hijo, así pues, el mundo no tendrá fe hasta que vea a Dios, y, hasta que no conozca y acepte a Nuestro Padre común, se negará a predicar la palabra que desconoce. Zacarías, a pesar de ser sacerdote, no creyó la revelación que le hizo San Gabriel. Nuestros sacerdotes son tan imperfectos como lo somos nosotros, pero no por eso dejan de ser ministros de Cristo a quienes tenemos que permanecer obedientes, porque viven exclusivamente para santificar a las almas cuyo cuidado espiritual les ha sido encomendado (LC. 1, 21-25).

   (LC. 1, 57-59). Hagamos una nueva interrupción de esta meditación para ver lo que dice la Ley de Israel con respecto a la purificación de las mujeres después de dar a luz, y lo que dice el Génesis con respecto a la circuncisión (LV. 12, 1-8; GN. 17, 9-14).

      Fijaos con qué problema se encontró Elisabeth: Zacarías, el padre del niño, el único que tenía poder para imponerle el nombre a su hijo, estaba mudo, y ella, sin la capacidad que le era necesaria para no llamar a su hijo con el nombre de su suegro o de su marido por respeto a su cónyuge, no les podía explicar, a sus parientes y a sus vecinos, que su hijo tenía que llamarse Juan, por deseo expreso de Dios. En ciertas ocasiones, algunos cristianos, con tal de no renegar de nuestra fe, nos metemos en problemas cuya resolución puede ser desagradable para nosotros, aunque no tanto como puede serlo el hecho de sentirnos lejos de la presencia de Nuestro Padre celestial.

   (LC. 1, 60-66). Fijaos que la gente no pensaba en lo que Dios había hecho en aquella ocasión, sino en el poder que caracterizaba al niño recién nacido, para que el mismo hiciera que su padre hablara. Nosotros solemos utilizar la mediación de los santos y de nuestros seres queridos para acercarnos a Dios, así pues, ello no es pecaminoso, pero a Nuestro Padre le gustaría que le habláramos con confianza, y que no utilicemos a nuestros intermediarios ante Él como el niño pequeño que hace una travesura, y, temiendo que su padre lo abofetee, le pide a su madre que le ayude a salir del paso.

joseportilloperez@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas