Introduce el texto que quieres buscar.

Jesús murió para que comprendamos que nos ama y concedernos la vida eterna. (Ejercicio de Lectio Divina del Evangelio del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor del Ciclo C).

   Misa del día.

   Jesús murió para que comprendamos que nos ama, y concedernos la vida eterna.

   Ejercicio de lectio divina de LC. 22, 14-23, 56.

   Lectura introductoria: FLP. 2, 6-11.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
   R. Amén.

   Estimados hermanos y amigos:

   Dado que el Evangelio de la Misa del Domingo de Ramos es muy largo para ser meditado profundamente, os propongo que lo consideremos, fijándonos en todos los personajes intervinientes en el relato de la Pasión y muerte de Jesús, para que podamos ver a cuál de ellos nos asemejamos, a la hora de actuar.

   Olvidemos nuestras ocupaciones y preocupaciones mientras meditamos la Pasión y muerte de Jesús, y contemplemos al Señor, mientras le agradecemos, el bien que ha hecho, en nuestro beneficio.

   Al participar en la procesión de los ramos, hemos acompañado a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén, recordando que nuestras vidas son una peregrinación, cuya meta, es la consecución, de la purificación, y la santificación.

   Jesús se nos entrega cuando lo recibimos en la Eucaristía, y, cuanto más le manifestamos nuestra fe, más nos posibilita, para que podamos seguirle, por medio del estudio de su Palabra, la aplicación a nuestras vidas de todo lo que aprendemos por medio de la realización de obras de caridad, y la práctica de la oración.

   Jesús no solo se nos entrega en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad para ayudarnos a crecer espiritualmente, pues también lo hace, para que nos entreguemos a Él, sirviéndolo en nuestros prójimos los hombres. Si queremos comprender el valor de la entrega de Jesús a sus enemigos para redimirnos, necesitamos servir a quienes tienen carencias espirituales y materiales, desinteresadamente.

   Acompañemos a Jesús cuando concluya su preparación a padecer para demostrarnos su amor, cuando ore en el monte de los Olivos. Recuperemos la capacidad de asombrarnos, cuando veamos orando, no al Dios justiciero que desea vengarse de sus enemigos, sino al Hombre débil, que tiene miedo de no poder soportar sus padecimientos, y que teme por los padecimientos de sus creyentes de todos los tiempos, y a pesar de ello no se niega a realizar su misión, porque tiene la certeza, de que no es un fracasado, y sabe que, a través del lento paso de los siglos, adquirirá para Sí un pueblo fiel, del que recibirá tanto amor, que se sentirá recompensado, por haber padecido, por la multitud de sus hermanos.

   Detengámonos con Jesús para orar en el monte de los Olivos, pensando en nuestros miedos y debilidades, y en el incumplimiento de los deberes que a veces nos caracteriza.

   Oremos con Jesús en el monte de los Olivos, presentándole al Señor, las diversas dificultades, que caracterizan nuestras vidas.

   Acompañemos a Jesús cuando lo juzguen los judíos. Si no nos duelen las blasfemias que serán pronunciadas contra Nuestro Salvador, ello sucede, porque nuestra fe es débil, y no se la damos a conocer a nuestros prójimos, ni nos importa que parezca estar extinguiéndose de nuestro entorno social. Que el juicio injusto a que fue sometido Nuestro Redentor, nos conciencie de la necesidad existente en el mundo, de que proclamemos nuestra fe universal.

   Jesús sufrió muchas humillaciones antes de morir. Pilato quiso responsabilizar a Herodes de su muerte, -lo cual le sirvió para recuperar la amistad del citado tetrarca-, y Herodes se lo devolvió a Pilato intentando que el Señor se creyera demente, para agradecerle al yerno de Tiberio, el gesto que tuvo con él, de reconocer su poder. Quizás nos parecemos a Herodes y a Pilato, porque hemos reducido la religión a una serie de formalismos sociales, de manera que utilizamos a Nuestro Dios, al mismo tiempo que renegamos de Él.

   Acompañemos a Jesús al monte Calvario, llevando nuestras cruces, y los padecimientos de quienes sufren por cualquier causa, para pedirle al Señor que nos purifique y nos santifique a todos, porque no queremos salvarnos individualmente, sino, en racimo.

   Cuando escenifiquemos mentalmente la crucificción de Jesús, recordemos que en la cruz del Mesías han sido clavados nuestros miedos y pecados, y dispongámonos a morir a nuestras imperfecciones, para que, cuando Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros, podamos resucitar a una vida nueva, en que no exista el mal.

   Cuando Jesús sea sepultado, no pensemos que la misión de Nuestro Salvador ha fracasado, y concienciémonos de que será llevada a cabo por el Espíritu Santo, y por nuestra mediación.

   Oremos:

Consagración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno
de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.
(Desconozco el autor).

   Oración al Espíritu Santo.

   Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo, y que con ellos recibes una misma adoración y gloria:

   Ayúdanos a comprender que necesitamos sentirnos amados y protegidos por Dios, y a comprender que, servir a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales, es la única forma que tenemos, de demostrar que te amamos.

   Espíritu Santo, aliento divino que nos das la vida:

   Quema nuestras impurezas con tu fuego, y haznos imitadores de tu divina caridad.

   Espíritu Santo, amor del Dios ante quien somos pequeños:

   Enséñanos a ser humildes, para que podamos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre.

   Espíritu Santo, amor del dios para quien no hay nada imposible:

   Haz de nuestra tierra un paraíso de luz en que la humanidad pueda encontrar la plenitud de la felicidad, más allá de las razones por las que los hombres sufren. Amén.

   2. Leemos atentamente LC. 22, 14-23,56, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de LC. 22, 14-23, 56.

   3-1. La última Cena de Jesús con sus discípulos.

   3-1-1. La Pascua judía, el Cordero de Dios, y la Pascua cristiana.

   La Pascua judía conmemoraba el episodio bíblico de la liberación de los hebreos de la esclavitud de Egipto. Recordemos que los hebreos cenaron un cordero la noche en que aconteció su liberación, con cuya sangre fueron manchados los dinteles de las puertas de sus casas, lo cual los libró del exterminio de los primogénitos, que padecieron los egipcios.

   Jesús es el Cordero de dios que quita el pecado del mundo (JN. 1, 29). Jesús derramó su Sangre con el fin de que los miembros de su pueblo no fueran condenados por causa de sus pecados. Esta es la causa por la que los cristianos celebramos la Pascua, ya que Jesús, por medio de su Pasión, su muerte y su Resurrección, nos concedió la vida eterna.

   3-1-2. Jesús deseó cenar con sus amigos antes de padecer (LC. 22, 14-16).

   Jesús deseó celebrar su última Pascua con sus amigos íntimos antes de padecer, no solo para recordar que tal como fueron liberados sus antepasados de la esclavitud de Egipto, Él vencería la muerte, pues también lo hizo, para instaurar la celebración, de la Pascua cristiana. La Pascua judía es un símbolo de la Pascua cristiana. Los seguidores de Jesús, en lugar de celebrar la liberación de los esclavos hebreos, celebramos el hecho de que el Señor, por su Pasión, su muerte y su Resurrección, nos ha hecho hijos de Dios.

   Jesús les dijo a sus futuros Apóstoles que no comería más la Pascua, hasta que halle su cumplimiento, en el Reino de dios. Sin duda alguna, el Señor tenía en mente el banquete escatológico, que será celebrado, cuando concluya la plena instauración, de su Reino, entre nosotros.

   3-1-3. Vivamos haciendo el bien, mientras esperamos que Jesús concluya la plena instauración del Reino de Dios, entre nosotros (LC. 22, 17-18).

   Jesús le dio gracias al Padre por el vino que repartió entre sus fieles seguidores, ya que, esa bebida, debía disponerlos a vivir sirviéndose recíprocamente, al mismo tiempo que fortalecía la fe de quienes apenas creían en el Señor, y evangelizaban a los paganos.

   ¿Son nuestras parroquias casas en las que compartimos alegrías, necesidades y tristezas con nuestros hermanos en la fe, o no conocemos a la gente con que celebramos el culto divino?

   Contagiémosles nuestra alegría y generosidad cristianas a quienes creen en Dios, y a quienes no lo aceptan.

   Compartamos nuestros dones espirituales y materiales con quienes los necesitan, mientras aguardamos la plena instauración del Reino de Dios en el mundo.

   3-1-4. Diversas interpretaciones de las diferentes denominaciones cristianas del gesto que hizo Jesús al repartirles a sus futuros Apóstoles el pan y el vino.

   1. Jesús convirtió el pan y el vino que les dio a sus Apóstoles en su Cuerpo, Sangre, alma y Divinidad. Aunque el pan y el vino permanecen invariables después de ser consagrados en las celebraciones eucarísticas, Jesús se hace presente en las especies eucarísticas, según lo manifiesta la fe católica.

   2. El pan y el vino no se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo, pero representan a Nuestro Señor, y, por tanto, son un recordatorio, de Nuestro Salvador.

   Aunque no es este el momento de recurrir a la Apologética para demostrar la veracidad de que el Señor se nos entrega en las celebraciones eucarísticas como alimento espiritual, todos los cristianos de las diferentes denominaciones existentes, coincidimos en que la última Cena de Jesús con sus futuros Apóstoles, conmemora la muerte de Nuestro Salvador en la cruz por nuestros pecados, y nos recuerda la Parusía -o segunda venida- de Nuestro Salvador, que acontecerá, al final de los tiempos.

   3-1-5. Celebremos la Cena del Señor, para recordar cómo nos redimió Nuestro Salvador (LC. 22, 19).

   Al celebrar la Cena del Señor, recordamos cómo nos redimió Nuestro Salvador, y que aún contamos con su amistad. Aunque Jesús concluyó su tribulación, resucitó de entre los muertos, y ascendió al cielo, Nuestro Señor intercede ante Nuestro Santo Padre, por quienes creemos en Él.

   La celebración de la Cena del Señor, nos recuerda que, tal como Jesús se nos entrega como pan que se parte y se comparte entre los creyentes, podemos servirlo, extinguiendo las carencias espirituales y materiales de creyentes y no creyentes, en conformidad con nuestras posibilidades, pues ello nos ayudará a sentir que, conforme crecemos espiritualmente, experimentamos la vida de la gracia, lo cual nos ayudará, a ser buenos operarios, en la viña del Señor.

   3-1-6. La Eucaristía es el más valioso de todos los sacrificios (LC. 22, 20).

   En el tiempo del Antiguo Testamento, los judíos que querían que les fueran perdonados sus pecados, debían sacrificar animales, en el Templo de Jerusalén. Tales sacrificios, simbolizaban el sacrificio de Jesús, dado que, los pecados solo pueden ser perdonados, por medio del derramamiento, de la Sangre de Jesús, en la cruz.

   Dado que tal como nos sucede a los cristianos, los judíos incurrían con cierta frecuencia en los mismos pecados, debían repetir los citados sacrificios muchas veces, pero, aunque los cristianos cometamos los mismos pecados muchas veces, Jesús no debe volver a sacrificarse por nosotros, porque su expiación por nuestras culpas, tiene valor infinito, porque no fue un hombre cualquiera quien nos redimió, sino el Unigénito de dios.

   3-1-7. La mano del traidor (LC. 22, 21-22).

   Aunque San Lucas no cita el nombre del traidor mencionado por Jesús, los Santos Marcos y Juan sí lo hacen en sus Evangelios. Tal traidor era Judas de Iscariote, -uno de los Doce-. Jesús advirtió a Judas de lo que iba a sufrir por traicionarlo, no porque iba a ser castigado, sino porque, al rechazar al Señor, se despreció a sí mismo. Si después de reflexionar sobre el amor que Dios siente por nosotros, perdemos la fe, también renunciaremos a la consecución de la plenitud de la felicidad.

   ¿Por qué traicionó Judas a Jesús? Es probable que Judas estuviera relacionado con los sicarios que se armaban para luchar contra los romanos para conseguir la independencia de Israel. Judas, sabiendo que Jesús tenía gran facilidad para conmover a las multitudes, quiso que el Señor se viera acosado de muerte, para que reaccionara, y constituyera un ejército, para enfrentarse a los invasores. Si esta hipótesis es cierta, el citado seguidor de Jesús debió sentirse muy frustrado, cuando Jesús, además de no ceder a su pretensión, se dejó asesinar. Esta es la causa por la que intentó comprar su libertad, apelando a la Ley que les permitía recuperar sus propiedades a quienes las vendían, si se arrepentían de ello, un tiempo prudencial después, de haber realizado, las transacciones comerciales.

   ¿Somos seguidores de Jesús porque queremos obligar al Señor a que lleve a cabo nuestras aspiraciones, a cambio de asistir a ciertas celebraciones cultuales, y de realizar sacrificios, que no nos suponen grandes esfuerzos?

   3-1-8. El deseo de poder de los futuros Apóstoles (LC. 22, 23-27).

   Dado que estaba por acontecer el fallecimiento de Jesús, los futuros Apóstoles querían saber cuál de ellos sucedería al Mesías, para gobernar la comunidad de creyentes. Quienes desean ser importantes, deben gozar de poder, riquezas y prestigio. Los cristianos no deseamos dominarnos unos a otros, sino convertir el poder que se nos conceda en autoridad, para servir a nuestros subordinados, y podemos compartir nuestras riquezas, con quienes tienen más necesidad de las mismas. Con respecto a nuestro prestigio, podemos preocuparnos por el hecho de que el mundo vislumbre la iluminación y la acción de dios en nuestras palabras y obras, sin que el hecho de que se nos critique o no se nos comprenda, perjudique la realización de nuestros deberes cristianos.

   Independientemente de que ejerzamos nuestro liderazgo cristiano mediante las actividades administrativas que llevemos a cabo, las relaciones que promovamos, o la pronunciación de bellos y eficientes discursos, no olvidemos que necesitamos tener corazones humildes, con tal de que no troquemos el deber de servir a nuestros subordinados, por el deseo de vivir lujosamente, a costa de los tales.

   Jesús quiere que el mayor entre nosotros sea como el más joven (LC. 22, 26), es decir, que, quienes son poderosos, sean como los más humildes de sus subordinados. La grandeza de los hijos de dios, es la consecuencia directa, de su capacidad de servir a Dios, en sus prójimos los hombres.

   3-1-9. Jesús premia la fidelidad de sus seguidores (LC. 22, 28-30).

   Jesús ha dispuesto un Reino para quienes lo sirven desinteresadamente en sus prójimos los hombres, y les dará potestad a sus Apóstoles, para que juzguen al pueblo de Israel cuando acontezca el Juicio Universal, sentados en doce tronos.

   ¿Creemos en Jesús porque esperamos el cumplimiento de la promesa de vivir en un mundo en que no exista el mal, o solo seguimos al Señor, añorando poder, riquezas y prestigio?

   3-1-10. Pedro fue zarandeado -o cribado- como el trigo (LC. 22, 31-34).

   Pedro era muy impetuoso, y confiaba más en sí mismo, que en Dios. Dado que, al ser un hombre común, dicho Apóstol del Señor era frágil, cuando temió por su vida, se le debilitó la fe.

   Existen situaciones en que el demonio nos zarandea como si fuéramos trigo, porque sabe que en nuestro espíritu, hay mucha paja. La debilidad y el temor a fracasar nos acechan, y tenemos la impresión de no poder liberarnos de la presión que ejercen sobre nosotros, lo cual nos hace olvidar que, tal como le sucedió a Pedro, Jesús ora por nosotros incesantemente, para que nuestra fe no desfallezca (LC. 22, 32).

   Cuando sintamos que nos dejamos liberar por el Señor de nuestros temores, cobardías y pecados, confirmemos a aquellos de nuestros hermanos que tienen una fe más débil que la nuestra. Actuemos como los drogodependientes que, cuando están por terminar el tratamiento de su adicción, reciben la orden de ayudar a quienes inician su tratamiento, para que recuerden lo que les costó superar su situación de adictos, para que ello les sirva, para no volver a drogarse.

   La negación de Pedro fue para Jesús más dolorosa que la traición de Judas, por cuanto el Señor tenía al primero como amigo, y al segundo como enemigo. A pesar de ello, Pedro fue perdonado porque se arrepintió de lo que hizo, y confió en ser digno de recibir el perdón divino. Judas se arrepintió de su pecado, y, en lugar de pensar que Jesús lo podía perdonar, se mortificó pensando en la maldad del acto que llevó a cabo, y por ello tomó la trágica decisión de suicidarse.

   Cuidemos de que los sentimientos de culpa no nos afecten de manera que sintamos que somos pecadores irremisibles, y por ello creamos que no recibiremos el perdón divino, por la obstinación de creer que no lo merecemos.

   3-1-11. Jesús nos insta a no perder la fe cuando vivamos circunstancias dolorosas (LC. 22, 35-38).

   Jesús les dijo a sus amigos que, a partir del día en que iniciaran su actividad de predicación, no debían trabajar sin medios para subsistir y defenderse de posibles peligros, tal como lo hicieron durante los años que se prolongó el Ministerio del Señor, en las ocasiones que hicieron viajes que se prolongaron durante varios días o semanas. Desde el día de Pentecostés en adelante, los predicadores debían proveerse alimentos, ropa, dinero y una espada, para sobrevivir a los ataques y persecuciones, de que serían víctimas.

   Cuando los futuros Apóstoles de Jesús le dijeron al Señor que tenían dos espadas para defenderlo, Jesús les dijo: "¡Basta!" (LC. 22, 38), indicando que las mismas les eran suficientes, o que habían hablado suficientemente de ese tema, en otras ocasiones, y que por ello no debían seguir tratándolo, porque tenían que ir al huerto de los Olivos, a orar, para que pudiera iniciar, las amargas horas de su agonía.

   3-2. Jesús oró en el huerto de los Olivos, y fue arrestado.

   3-2-1. Oremos para no caer en tentación (LC. 22, 39-40).

   Dado que se acercaba el inicio de la Pasión de Jesús, el Maestro les pidió a sus amigos que oraran, para que no cayeran en la tentación de huir, ni en la tentación de negarlo.

   ¿No caerían los amigos del Señor en la tentación de sentirse engañados una vez que aconteciera la prisión y muerte del Mesías?

   Dispongámonos a orar, porque también estamos expuestos a la tentación de perder la fe, cuando pasamos mucho tiempo sin encontrar trabajo, cuando padecemos una enfermedad dolorosa, y cuando se nos muere un ser querido.

   3-2-2. Manifestémosle nuestro dolor al Señor (LC. 22, 41-42).

   ¿Se arrepintió Jesús de querer morir para demostrarnos su amor? Jesús no renunció a su misión. El Señor le dijo al Padre en oración que tenía miedo de no poder soportar las torturas a las que iba a ser sometido. Jesús afirmó su decisión de redimirnos por medio de su Pasión, su muerte y su Resurrección.

   Expresémosle a Dios nuestros verdaderos sentimientos cuando suframos, y no pretendamos hacernos los valientes ante nuestro Padre común, porque Él puede leernos la mente, por lo cual, no podemos mentirle.

   ¿A qué copa hizo Jesús referencia en su oración? Jesús le habló al Padre de la copa de la ira divina, cuyo contenido debía apurar, para cargar con el castigo merecido, por los pecados de la humanidad. Algo peor para Jesús que soportar el castigo merecido por la maldad de los hombres, fue sentirse desprotegido por el Padre, a fin de que pudiera redimirnos.

   Jesús sería contemplado por el Padre durante las horas que se prolongó su agonía, pero no sería socorrido. Existen situaciones en que nos sentimos desamparados por Nuestro Santo Padre, aunque nos diferenciamos de Jesús, en que perdemos la fe.

   ¿Por qué Jesús no perdió la fe sabiendo que era necesario que el Padre no le evitara la muerte, y nosotros, que sabemos que nuestros pecados y debilidades han sido crucificados en la cruz del Señor, y que tenemos abierta la puerta del cielo, tenemos dificultades para creer, en el Dios Uno y Trino?

   3-2-3. Jesús sudó sangre (LC. 22, 43-44).

   Aunque Nuestro Padre celestial no podía socorrer a Jesús con tal que el Mesías cumpliera la misión de redimir a sus creyentes, le envió a un ángel para que lo confortara, y, cuanto mayor era la agonía que vivía el Señor, oraba con más fe y amor.

   ¿Somos capaces de mantener la fe cuando sufrimos, y de aumentar nuestra dedicación a la oración, en conformidad con el aumento de nuestro sufrimiento?

   El sudor de Jesús se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra, lo cual contribuyó a empeorar su estado físico, cuando fue azotado, antes de ser crucificado. Jesús quería demostrarnos el amor del Padre celestial a nosotros, pero, ¿podría soportar las torturas de que iba a ser víctima?

   La hemofilia es una enfermedad caracterizada por la deficiencia en los mecanismos de coagulación de la sangre, lo cual causa el hecho de que las hemorragias sean abundantes y difíciles de detener. Aunque no sabemos si Jesús padeció tales hemorragias en otras ocasiones, lo cierto es que debió sentir un gran pánico, para llegar a padecer las mismas.

   3-2-4. el sueño de los futuros Apóstoles, y la fe fingida de muchos cristianos (LC. 22, 45-46).

   El sueño de los futuros Apóstoles de Jesús estaba justificado, porque pasaban muchas horas sirviendo a la comunidad de creyentes, predicándoles a los incrédulos, aprendiendo la Palabra de Dios, pensando en la Pasión y muerte de Jesús, y sobre cómo afrontarían el futuro, cuando el Señor no estuviera con ellos.

   Quizás muchas veces perdemos el tiempo haciendo cosas intrascendentes, y no nos ocupamos de lo esencial, lo cual es trabajar para crecer espiritualmente, y llevar a cabo nuestras tareas más ineludibles.

   ¿Fingimos estar dormidos cuando se nos presentan oportunidades de servir al Señor, ya sea orando, o extinguiendo las carencias de nuestros prójimos los hombres?

   ¿Somos conscientes de que muchos de nuestros hermanos carecen de la preparación necesaria para servir al Señor, y de que ello los hace insensibles al hecho de aceptar la llamada de Nuestro Dios a la conversión?

   3-2-5. el beso de Judas, y los gestos externos carentes de significado, que realizan muchos cristianos (LC. 22, 47-48).

   Los besos son gestos de saludo y de demostración de afecto en muchos países del mundo, pero, en el caso de Judas, el beso fue, la señal de la traición.

   ¿Se han convertido nuestras prácticas religiosas en gestos vacíos y por tanto carentes de significado?

   Si nuestras prácticas religiosas no denotan una fe sincera o se convierten en un mero espectáculo, traicionamos al Señor.

   3-2-6. Los futuros Apóstoles quisieron tomarse la justicia por sus manos (LC. 22, 49-51).

   Obviamente, si los futuros Apóstoles hubieran intentado defender a Jesús, los guardias del Templo los hubieran reprimido rápidamente. Jesús no deseaba que nadie le impidiera morir para demostrarnos que nos ama, ni que sus amigos fueran heridos. Jesús fue detenido mientras que sus seguidores vieron atónitos cómo el Señor no se defendía de sus detractores, pues les costaba entender, cómo el Unigénito del Dios Todopoderoso, se dejaba maltratar, y se disponía a morir, siendo el Autor de la vida.

   3-2-7. Jesús defendió su inocencia ante los líderes religiosos de Israel (LC. 22, 52-53).

   Los líderes religiosos no arrestaron a Jesús en el Templo de Jerusalén, para evitar que sus seguidores se revelaran contra ellos. Esta fue la razón por la que lo arrestaron a escondidas durante la noche, aprovechándose de que, la mayoría de los seguidores del Mesías, estarían preparando la celebración de Pascua, sin ser conscientes, de lo que le estaba sucediendo a su Maestro.

   ¿Somos conscientes de cómo muchos de nuestros hermanos pierden la fe?

   ¿Hacemos algo para evitar que nuestros hermanos cristianos dejen de creer en Dios, o ello nos es indiferente?

   Llegó la hora de los líderes religiosos de Israel y de Satanás, el príncipe de las tinieblas. No permitamos que la pérdida de fe que caracteriza a mucha gente en nuestro tiempo, invalide el sacrificio del Señor.

   3-3. Jesús fue conducido al palacio de Caifás, el sumo sacerdote (LC. 22, 54).

   La residencia del sumo sacerdote era un palacio con muros exteriores que daban a un patio, en que siervos y soldados, se calentaban, alrededor de un fuego.

   Pedro seguía a Jesús desde lejos, para ver qué sucedía con el Señor. Dado que se quedó en el patio calentándose con los siervos y soldados, podemos suponer que su fe empezaba a debilitarse.

   3-4. Las negaciones de Pedro (LC. 22, 55-62).

   Pedro pasó de ser un seguidor poco entusiasta de Jesús, a actuar como si se hubiera arrepentido de haber seguido al Señor. ¿Se arrepintió Pedro de haber seguido a Jesús? Obviamente, ello no llegó a suceder, pero actuó como si hubiera acontecido, temiendo que lo encarcelaran, o que lo ejecutaran.

   ¿Hemos llevado a cabo alguna acción de la que nos hayamos arrepentido por no haber sabido -o no haber podido- controlar el miedo que nos caracterizó en un determinado momento de nuestras vidas?

   Pedro no lloró amargamente solamente porque negó al Mesías, sino porque traicionó al mejor de sus amigos, quien moldeó su carácter y su conducta, durante tres años.

   ¿Somos autosuficientes, como para pretender prescindir de dios?

   ¿Somos presumidos?

   Pedro aprendió mucho de sus negaciones a Jesús, y ello le sirvió de gran ayuda, para llevar a cabo la responsabilidad de gobernar la Iglesia, que asumió, a partir del día de Pentecostés.

   ¿Hemos aprendido a ser buenos cristianos a partir de nuestras experiencias negativas?

   3-5. Jesús fue juzgado por los líderes religiosos de Israel.

   3-5-1. Jesús fue abofeteado por los soldados, y juzgado por los líderes religiosos de Israel (LC. 22, 63-69).

   Cuando Jesús dijo de Sí que es el Hijo del hombre, hizo referencia al siguiente extracto, de la Profecía de Daniel: DN. 7, 13-14.

   Los versículos de la Profecía de Daniel que estamos recordando, hacen referencia, a la plena instauración del Reino de dios, en el mundo. el Profeta afirmó que el Hijo del hombre (Jesús) apareció entre las nubes, porque las tales son símbolos de la presencia de Dios, así pues, recordemos cómo Dios condujo a los israelitas a través del desierto en una columna de nube, y cómo Nuestro Santo Padre se manifestó en la Transfiguración de Jesús, por medio de una nube.

   El anciano de días mencionado por Daniel, es Dios Padre, pues la ancianidad representa en la Biblia una gran sabiduría.

   3-5-2. Jesús es Dios (LC. 22, 70).

   Cuando Jesús dijo: "Yo soy", sus enemigos recordaron, el siguiente versículo del Éxodo, en que Dios le manifestó su Nombre a Moisés: ÉX. 3, 15.

   3-5-3. Jesús fue condenado acusado de blasfemia (LC. 22, 71).

   Dado que Dios es espiritual, los judíos consideraban que no podía tener descendientes. La blasfemia es un pecado que cometen quienes pretenden ser Dios, o atacan, de cualquier forma, su autoridad y Majestad. Los judíos castigaban la blasfemia con la pena de muerte, y Jesús les dio la evidencia que estaban buscando para ejecutarlo, dado que no creían que el Mesías es Hijo de dios, y que, por ello, también es Dios.

   3-6. Las autoridades judías quisieron que Pilato confirmara la sentencia de Jesús a muerte.

   3-6-1. Las falsas acusaciones que fueron presentadas ante Pilato respecto de Jesús (LC. 23, 1-5).

   A la mayoría de los líderes religiosos que juzgaron a Jesús les bastaba el hecho de suponer que el Mesías era un blasfemo para condenarlo a muerte, pero Israel estaba sometido a Roma, y las autoridades imperiales no autorizaban a tales líderes a dictar ninguna condena a muerte, sin que la misma fuera ratificada por las autoridades romanas. Dado que la pronunciación de blasfemias contra el Dios de los judíos no era un hecho merecedor de la pena capital para los romanos, los enemigos del Señor, tuvieron que inventar excusas, las cuales justificaran, la ejecución de su víctima. Tales excusas fueron la falsa incitación de Jesús al pueblo para que se negara a pagarles impuestos a sus dominadores, y su proclamación, no como Rey mesiánico, sino como rey de Israel, pues los detractores de Jesús sabían que, cualquiera que se proclamara rey sin que el Emperador le concediera tal dignidad, era merecedor de la pena de muerte.

   Pilato sabía perfectamente que Jesús era una víctima inocente de la envidia de sus enemigos, pero como abusó del hostigamiento a los judíos instalando imágenes en el Templo de Jerusalén, y adueñándose del dinero del Templo para construir un acueducto, terminó dictando la sentencia a muerte del Señor, con tal de que los jueces de Israel, no se quejaran ante sus superiores por causa de su gobierno, y terminara siendo destituido del cargo que ocupaba.

   ¿Hemos abusado de quienes son más débiles que nosotros o los tenemos en desventaja por cualquier circunstancia, para mantener la posición social que ocupamos, o para mejorarla?

   3-6-2. Pilato le remitió a Jesús a Herodes (LC. 23, 6-7).

   Pilato tenía la costumbre de liberar a los falsos mesías que los jueces de Israel le presentaban para que los sentenciara a muerte, dejándolos escapar por la parte de atrás del pretorio. El citado gobernador era consciente de que Jesús era inocente de las acusaciones que fueron vertidas contra Él, y, en lugar de liberarlo, decidió remitírselo a Herodes, pensando que así no dictaría la sentencia de un inocente, y que el pueblo vería al tetrarca de Galilea, como responsable de lo que sucediera con el Nazareno.

   3-7. Jesús le fue presentado a Herodes para que lo juzgara.

   3-7-1. Herodes se burló de Jesús (LC. 23, 8-11).

   Herodes, además de burlarse de Jesús, sometió al Señor a una gran humillación al vestirlo elegantemente, demostrándole al Mesías, que ni siquiera era digno, de ser juzgado por él. Tal burla le sirvió al citado tetrarca para remitirle a Jesús a Pilato, con el veredicto de que encontró que era inocente, sin que, los líderes religiosos de Israel, sospecharan que llegó a tal conclusión.

   ¿Hemos experimentado algún tipo de acoso? Si hemos contestado la pregunta anterior afirmativamente, ¿cómo hemos reaccionado ante tal situación?

   Herodes y sus soldados se burlaron de Jesús, porque el Señor no les demostró, el poder que sus seguidores le atribuían. El Señor sabía tan bien como sus enemigos que iba a ser crucificado, pero se mantuvo firme hasta el final, con tal de llevar a cabo, nuestra redención.

   Cuando fui catequista de niños de primera Comunión, algunos de ellos me decían: Si Dios existe, te quiere, y sabe que quieres que la gente conozca su Palabra, ¿por qué no te cura los ojos? Yo les respondía que no podemos conocer la razón por la que padecemos enfermedades, pero que podemos aprovecharnos de ellas para aprender a ser mejores cristianos. La anécdota que he recordado, nos hace pensar, que, dado que muchos de nuestros hermanos en la fe dejan de creer en Dios, quienes predicamos el Evangelio insistentemente, tenemos que tener muy claras nuestras creencias, para que, el mundo, no nos haga perder la fe.

   3-7-2. Herodes y Pilato se hicieron amigos (LC. 23, 12).

   Herodes el Grande fue Rey de Israel, y, poco tiempo después de que falleciera, el reino fue repartido entre sus cuatro hijos. Tales descendientes de Herodes, no eran llamados reyes, sino tetrarcas, -es decir, gobernadores de la cuarta parte de una región-. Diez años después de que falleciera Herodes el Grande, su hijo Arquelao perdió su poder, y su territorio fue gobernado por gobernadores romanos, de entre quienes Poncio Pilato fue el quinto. Las ventajas de Herodes sobre Pilato, consistían en que era medio judío y descendiente de un rey designado por Roma, y, las ventajas de Pilato sobre Herodes, consistían en que el poder le fue concedido por Roma, por causa de la ineficacia de Arquelao. Las tensiones entre Herodes y Pilato se disiparon el día en que Pilato sentenció a Jesús a muerte, porque Herodes entendió que Pilato reconocía su poder, cuando, en realidad, lo que pretendió Pilato al remitirle a Jesús a Herodes, no fue reconocerlo como tetrarca, sino quitarse una molesta complicación, que Herodes le devolvió, paradójicamente, como agradecimiento, al reconocimiento de su poder.

   3-8. Pilato quiso librar a Jesús de la muerte. (LC. 23, 13-17).

   Como Pilato sabía que Jesús era víctima de la envidia de sus enemigos, quiso aprovecharse de la costumbre de liberar a un preso durante la fiesta de Pascua, para librar al Mesías de la muerte. El escarmiento que Pilato le dio a Jesús consistió en la flagelación, que San Lucas no describió en su Evangelio, dando por supuesto, que, sus lectores sabían, en qué consistía.

   3-9. Jesús fue torturado.

   Jesús fue desnudado y sus manos fueron atadas a un poste. El Señor fue flagelado con un triple látigo en cuyos extremos tenía pedazos de metal. El número de latigazos que recibían los condenados a la flagelación estaba determinado por la severidad de los crímenes que cometían. No sabemos cuántos latigazos recibió el Señor, pero los Santos Mateo y Marcos describen en sus Evangelios otras torturas que siguieron a la flagelación. Jesús recibió puñetazos y bofetadas, y soportó las burlas de los soldados. Posteriormente, pusieron una corona de espinas en las sienes del Mesías, lo golpearon con una caña, le pusieron la túnica blanca, -lo cual le dañó sus heridas, porque la tela de dicha prenda se adhirió a las mismas-, y lo desnudaron, antes de crucificarlo.

   3-10. Barrabás (LC. 23, 18-25).

   Barrabás fue uno de los instigadores de una rebelión contra las autoridades romanas, los cuales cometieron un asesinato (MC. 14, 7). Barrabás significa "hijo del padre", lo cual nos indica, que no sabemos quién era su predecesor. Barrabás era un hombre desconocido, que participó activamente en una rebelión, y cometió un crimen.

   Tal como Barrabás incumplió la Ley de Roma, nosotros también incumplimos la Ley de dios.

   Barrabás podría haber muerto crucificado si los judíos le hubieran pedido a Pilato que le concediera la libertad a Jesús. Del mismo modo, si Jesús no se hubiera sacrificado para demostrarnos cómo nos ama Nuestro Padre común, no seríamos hijos de dios.

   3-11. Pilato se sintió forzado a dictar la sentencia a muerte de Jesús.

   Pilato parecía disfrutar sembrando hostilidades entre los judíos. Quizás fue esta la causa por la que fue amonestado por sus superiores. Él sabía que Jesús era inocente, pero le convenía calmar a los líderes religiosos, para que los tales hicieran que sus esbirros no provocaran una revuelta en Jerusalén, ya que la ciudad estaba llena de peregrinos de todo el mundo, que fueron a la ciudad santa, a celebrar la Pascua.

   3-12. Camino del monte Calvario.

   3-12-1. Simón de Cirene (LC. 23, 26).

   ¿Cargó Simón de Cirene con la cruz de Jesús porque se compadeció del condenado, o porque los soldados lo obligaron a ello? Aunque no podemos responder esta pregunta, sabemos que Simón y sus hijos, se hicieron cristianos.

   ¿Actuamos como imitadores de Simón de Cirene al ayudar a quienes sufren a cargar con sus cruces?

   ¿Hemos descubierto que el hecho de ayudar y consolar a los que sufren puede ayudarnos a sobrellevar las dificultades que nos caracterizan?

   3-12-2. Las mujeres de Jerusalén (LC. 23, 27-31).

   Antes de narrar la crucificción de Jesús en su Evangelio, San Lucas mencionó el hecho que estamos considerando de que las mujeres de Jerusalén lloraran por el Señor, considerando que, el incendio de Jerusalén provocado por los soldados de Tito y Vespasiano el año 70, fue un castigo divino que recibieron los judíos, por no haber reconocido, a Jesús como Mesías y Salvador.

   Muchos judíos prefirieron morir entre las llamas que calcinaron la ciudad santa, antes que entregarse a sus enemigos. En aquella situación, fueron vistas como bienaventuradas las mujeres estériles que eran consideradas malditas por dios por no haber tenido hijos, porque no tenían que lamentar, la muerte de su prole.

   El leño verde del que nos habla San Lucas, es Jesús, y, sobre el significado del leño seco, se ha debatido mucho, a lo largo de la historia. Para muchos expositores bíblicos, tal leño seco, eran los judíos, que no creyeron en Jesús, y, para otros, somos todos los habitantes de la tierra, que estamos expuestos a sufrir, por cualquier causa. Si Jesús sufrió mucho, ¿cómo tendremos nosotros una vida sin sufrimientos?

   3-13. Jesús fue crucificado.

   3-13-1. Jesús fue crucificado entre dos malhechores (LC. 23, 32-33).

   El monte de La Calavera -o el Gólgota-, era una colina que se hallaba en las afueras de Jerusalén, junto a un camino principal, donde los romanos llevaban a cabo ejecuciones públicas, para escarmiento de la gente.

   3-13-2. Un lugar de honor.

   Recordemos cómo los hijos de Zebedeo, le pidieron a Jesús, que les concediera un lugar de honor a cada uno, en su Reino (MC. 10, 37).

   Si queremos ser fieles seguidores de Jesús, no solo debemos estar preparados para ser alabados por quienes podamos convertir al Señor, pues también necesitamos estar dispuestos a sufrir por la causa del Señor, si con ello podemos dar testimonio, de la fe que profesamos. Esta es la causa por la que San Pablo les escribió, a los cristianos de Galacia, las palabras expuestas en GÁL. 2, 19b-20.

   3-13-3. Jesús le pidió a Nuestro Santo Padre que perdonara a sus detractores (LC. 23, 34).

   Aunque los soldados romanos debieron entender que Jesús le pidió a Nuestro Santo Padre que perdonara la falta de profesionalidad de sus ejecutores, el Señor oró por quienes lo condenaron y lo clavaron en la cruz, porque no sabían que Él es el Enviado de Dios al mundo, para redimir a la humanidad.

   Dios Padre respondió la oración de Jesús. Veamos dos ejemplos de ello (MT. 27, 54; HCH. 6, 7).

   3-13-4. Los soldados que crucificaron al Señor, se repartieron las ropas de Jesús.

   Los soldados romanos acostumbraban repartirse las ropas de quienes crucificaban echándolas a suertes. Ello me induce a pensar que quizás también nosotros nos jugamos la vestidura de Jesús, cuando no respetamos los puntos de vista de nuestros hermanos cristianos que pertenecen a otras denominaciones, cuando no aceptamos a quienes observan conductas diferentes a la nuestra tachándolos de pecadores, y cuando les impedimos el acceso a la fe, a quienes son de una clase social, inferior a la nuestra.

   3-13-5. Los jueces de Israel y los soldados romanos, se burlaron de Jesús (LC. 23, 35-38).

   Jesús fue vencido aparentemente por sus enemigos, los cuales, celebraron su triunfo sobre el Hijo de María, burlándose de Él, con tal de hacer más insoportable su agonía. Los soldados romanos también se burlaron del Señor, al mismo tiempo que le ofrecieron vinagre, con tal de conseguir, atenuar su sed.

   3-13-6. Una inscripción con doble significado (LC. 23, 38).

   Era obvio pensar que Jesús, después de haber sido desnudado y ejecutado públicamente, había perdido todo el poder que le concedieron sus seguidores. A pesar de ello, al dejarse asesinar, y disponerse a resucitar de entre los muertos, Jesús estaba iniciando su Reino como Hombre, porque, al ser Dios, nunca dejó de ser Rey. Jesús es el Rey del universo.

   3-13-7. La conversión del malhechor crucificado a la derecha de Jesús (LC. 23, 39-43).

   El malhechor que fue crucificado a la izquierda de Jesús, insultaba al Señor. Quizás todos conocemos gente que es incapaz de superarse a sí misma, que parece gozar intentando desanimar a quienes intentan solventar sus problemas y vencer sus defectos, con tal de que sean reducidos, al estado en que se encuentra.

   El malhechor crucificado a la derecha de Jesús, era consciente de que quien estaba a la izquierda del Señor y él eran merecedores de la pena capital, y de que Jesús no mereció ser crucificado, por causa de su inocencia. Mientras se prolonguen nuestras vidas, nunca es tarde para nosotros, si queremos convertirnos al Señor. El malhechor conocido como San Dimas, antes de morir, reconoció su condición pecadora, aceptó a Jesús como su Salvador personal, y alcanzó la vida eterna. Jesús le dijo que aquel mismo día estarían los dos juntos en el Paraíso, pues, al haberle perdonado todos sus crímenes, lo purificó y santificó, para que gozara de la plenitud de la felicidad, en el cielo.

   Aunque Jesús fue ajusticiado por causa de un delito que jamás cometió, en su condición de miseria, le abrió la puerta del cielo, al malhechor arrepentido de sus pecados y convertido al Evangelio.

   ¿Qué conocimiento de la Palabra de dios tenía San Dimas? Es de suponer que, al ser un malhechor, Dimas vivía lejos de Dios, pero, al abrirle su corazón a Jesús, y creer en Él cuando tenía contadas las horas de vida, le fue abierta, la puerta del cielo. Pensemos que de nada nos sirve memorizar miles de versículos bíblicos, si ello no nos ayuda, a tener más fe en Dios.

   No dejemos pasar el tiempo sin convertirnos al Señor. Pensemos que muchos han sido los que se han arrepentido de haber vivido muchos años sin cultivar su fe en Dios, porque han descubierto que en ello radica, la plenitud de la felicidad, a la que aspiramos.

   Mientras que la fe de los discípulos de Jesús se desvanecía conforme se acercaba la hora de la muerte del Señor, San Dimas, al compartir la misma suerte de su Salvador personal, optó por creer en el Mesías, por más que, sus circunstancias, podían haberle impedido, profesarle su fe, al Redentor de la humanidad.

   ¿Es nuestra fe débil como la fe de los discípulos del Señor cuando supieron que Jesús iba a morir, o es como la de San Dimas, que, cuanto más se extinguía su vida, más se le fortalecía?

   ¿Somos conscientes de que nuestras dificultades, vistas desde la óptica de dios, nos fortalecen la fe?

   3-13-8. La naturaleza se condolió por la muerte de Jesús (LC. 23, 44).

   El sol se oscureció, y la tierra quedó entenebrecida. Jesús, -la luz del mundo-, estaba muriéndose, y por ello, las tinieblas, -símbolos del pecado-, cubrieron la tierra.

   ¿Han cambiado nuestras vidas en algún aspecto desde que creemos en Jesús?

   Si siempre hemos sido cristianos, ¿se llevaría a cabo algún cambio en nuestras vidas, si dejáramos de creer en Jesús?

   3-13-9. Antes de que Jesús expirara, desapareció la barrera que separaba, a Dios de los hombres (LC. 23, 45).

   el Templo de Jerusalén tenía tres partes: los atrios, donde podía entrar toda la gente, el Lugar Santo, que solo era accesible a la clase sacerdotal, y el Santo de los santos, donde solo entraba el Sumo Sacerdote una vez al año, para ofrecer sacrificios por los pecados suyos y del pueblo. En el Santo de los santos se hallaba el Arca de la Alianza, y era el lugar en que se vislumbraba la presencia de Dios en la tierra. La cortina que se rompió impedía que el Santo de los santos estuviera a la vista de la gente. La ruptura de tal cortina indicaba que, la barrera que separaba a dios de los hombres, se rompió. Desde que Jesús murió y resucitó, Él es el medio que tenemos, para llegar a la presencia de dios Padre.

   3-13-10. La muerte de Jesús (LC. 23, 46).

   Jesús gritó antes de morir. Si el Señor se apoyaba sobre los pies, sentía un gran dolor, porque el clavo que le sujetaba los pies a la cruz, parecía clavársele más profundamente. Si, por el contrario, el Señor se apoyaba sobre los riñones, se asfixiaba. Jesús gritó antes de morir, manifestándole su malestar a Nuestro Santo Padre.

   Jesús le encomendó su espíritu a Yahveh antes de morir. El Mesías tenía fe en que iba a resucitar, pero, a pesar de ello, enfrentó el sufrimiento como un hombre común, y le confió su cuidado, al Padre celestial.

   ¿Confiamos en Nuestro Padre y Dios, como lo hizo Jesús?

   3-13-11. Nuestro Padre celestial, escuchó la oración de Jesús (LC. 23, 47-49).

   Jesús oró cuando fue crucificado, diciéndole a Nuestro Santo Padre, las palabras que encontramos, en LC. 23, 34.

   El centurión, según San Lucas, pensó que Jesús había sido un hombre justo (LC. 23, 47), y, según San Mateo, pensó que Jesús era hijo de dios (MT. 27, 54). La multitud se volvió a Jerusalén golpeándose el pecho sintiéndose culpable por no haber creído en Jesús, y los creyentes miraban de lejos el cadáver del Mesías.

   ¿Se hicieron creyentes el centurión y los jerosolimitanos que se fueron a la ciudad santa dándose golpes de pecho?

   ¿Decimos que creemos en el Señor, y no lo demostramos con nuestras obras?

   ¿Somos conscientes de que fingir que tenemos fe es pecado?

   3-14. Jesús fue sepultado (LC. 23, 50-56).

   José de Arimatea era miembro del alto Tribunal de Israel y discípulo oculto de Jesús. Aunque José no siguió a Jesús por los caminos de Israel durante los años que el Señor predicó el Evangelio, cuando lo vio morir, perdió el miedo a ser perjudicado por ser seguidor del Mesías, y le pidió a Pilato el Cuerpo del Nazareno, para darle una digna sepultura.

   La tumba de Jesús era una cueva cavada en la ladera de una de las colinas de piedra caliza que se hallaban alrededor de Jerusalén. Era bastante espaciosa como para caminar en su interior. Las mujeres de Galilea siguieron a José a la tumba, para saber en qué lugar fue puesto Jesús, para poder embalsamarlo, durante la madrugada del domingo.

   Las mujeres de Galilea no pudieron hacer nada por Jesús, pues no se les permitía testificar ante el Sanedrín ni ante el gobernador romano por no ser hombres, pero estuvieron junto a la cruz del Señor cuando la mayoría de los discípulos huyeron, y se prestaron a ungir el cuerpo del Maestro.

   Quizás a veces dejamos pendientes asuntos importantes relativos a nuestras vidas, o no colaboramos en la realización de actividades benéficas, porque pensamos que nuestro trabajo es indeficiente. Sin embargo, el Señor quiere que hagamos lo que buenamente podamos, y que no perdamos el tiempo lamentándonos, por lo que no podemos hacer.

   3-15. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-16. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 22, 14-23, 56 a nuestras vidas.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   3-1-1.

   1. ¿Qué episodio bíblico conmemoraba la Pascua judía?
   2. ¿Por qué mancharon los judíos los dinteles de sus puertas con la sangre de los corderos que cenaron la noche en que fueron liberados de la esclavitud?
   3. ¿Qué relación existe entre el cordero pascual de los judíos y Jesús, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo?

   3-1-2.

   4. ¿Por qué quiso Jesús cenar con sus seguidores antes de ponerse a disposición de sus enemigos?
   5. ¿Por qué celebramos los cristianos la Pascua?
   6. ¿Qué diferencia existe entre la Pascua judía y la Pascua cristiana?
   7. ¿Por qué no comerá más Jesús la Pascua, hasta que halle su pleno cumplimiento, en el Reino de dios?

   3-1-3.

   8. ¿Qué simboliza la copa de vino que Jesús quiso que sus amigos se repartieran entre sí?
   9. ¿Son nuestras parroquias casas en las que compartimos alegrías, necesidades y tristezas con nuestros hermanos en la fe, o no conocemos a la gente con que celebramos el culto divino?

   3-1-4.

   10. ¿Por qué sabemos los católicos que el pan y el vino que Jesús repartió entre sus discípulos eran su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, si los mismos mantuvieron su forma, color y sabor?
   11. ¿Se convierte Jesús en pan y vino cuando celebramos la Eucaristía, o el pan y el vino se convierten en Jesús?
   12. ¿Son las especies eucarísticas el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la divinidad de Jesús, o solo son un recordatorio de Nuestro Salvador?
   13. ¿Qué conmemoramos al celebrar la Cena del Señor?
   14. ¿Qué esperamos que acontezca durante los años que celebramos la Cena del Señor? (Responded esta pregunta leyendo 1 COR. 11, 26).

   3-1-5.

   15. ¿Qué quiere Jesús que recordemos cuando celebremos la Eucaristía?
   16. ¿Qué podemos hacer para entregarnos al servicio de Dios imitando la fidelidad con que Jesús se sacrificó para redimirnos?

   3-1-6.

   17. ¿Podían los judíos obtener el perdón de sus pecados por medio de los sacrificios de animales que llevaban a cabo en el Templo de Jerusalén?
   18. ¿Por qué se nos perdonan los pecados por medio del derramamiento de la Sangre de Jesús en el Gólgota?
   19. ¿Por qué no es necesario que Jesús se sacrifique muchas veces por nosotros, a pesar de que cometemos los mismos pecados asiduamente?

   3-1-7.

   20. ¿Qué quiso decirles Jesús a sus amigos cuando lamentó la suerte que correría el hombre que lo traicionara?
   21. ¿Por qué traicionó Judas a Jesús?
   22. ¿Por qué intentó Judas comprar a Jesús, después de haberlo vendido como si hubiera sido su esclavo?
   23. ¿Somos seguidores de Jesús porque queremos obligar al Señor a que lleve a cabo nuestras aspiraciones, a cambio de asistir a ciertas celebraciones cultuales, y de realizar sacrificios, que no nos suponen grandes esfuerzos?

   3-1-8.

   24. ¿Por qué discutieron los Apóstoles del Señor entre sí, intentando averiguar cuál de ellos sería el sucesor de Jesús?
   25. ¿Qué podemos hacer los cristianos con nuestro poder y las riquezas que tenemos, para que cuya contemplación no nos incite a pecar?
   26. ¿Por qué queremos preocuparnos más de que Dios sea conocido, aceptado, respetado y amado, que de nuestro prestigio?
   27. ¿En qué consiste la grandeza de los hijos de dios?

   3-1-9.

   28. ¿Creemos en Jesús porque esperamos el cumplimiento de la promesa de vivir en un mundo en que no exista el mal, o solo seguimos al Señor, añorando poder, riquezas y prestigio?

   3-1-10.

   29. ¿Por qué se le debilitó la fe a Pedro, cuando temió por su vida?
   30. ¿Qué podemos tener en cuenta cuando la debilidad y el temor nos acechen?
   31. ¿Qué podemos hacer con nuestros hermanos en la fe cuando sintamos que nos dejamos liberar por el Señor de nuestros temores, cobardías y pecados?
   32. ¿Por qué fue para Jesús más dolorosa la negación de Pedro que la traición de Judas?
   33. Aunque Pedro y Judas se arrepintieron de sus pecados, Pedro vivió con la esperanza de ser perdonado desde el momento en que creyó que Jesús había resucitado, y Judas se suicidó. Explica la conducta de ambos seguidores de Jesús.

   3-1-11.

   34. ¿Por qué quería Jesús que sus Apóstoles empezaran a viajar para predicar el Evangelio proveyéndose de alimentos, dinero y espadas, si, cuando predicaron durante los años que se prolongó su Ministerio público, no tuvieron que preocuparse por su subsistencia?

   3-2.

   3-2-1.

   35. ¿Contra qué tentación previno Jesús a sus Apóstoles, y les pidió que oraran fervientemente, para evitar caer en la misma, a partir de la hora en que aconteciera su Pasión y muerte?
   36. ¿Qué situaciones nos exponen a perder la fe?

   3-2-2.

   37. ¿Se arrepintió Jesús de querer morir para demostrarnos su amor?
   38. Explica con tus palabras lo que Jesús le dijo a dios cuando oró.
   39. ¿Por qué queremos expresarle a dios nuestros sentimientos cuando oremos, aunque se deduzca de los mismos que estamos perdiendo la fe, y que por ello empezamos a arrepentirnos de ser seguidores de Jesús?
   40. ¿A qué copa hizo Jesús referencia en su oración?
   41. ¿Qué le sucedió a Jesús cuando padeció, lo cual fue peor que todas las torturas a las que fue sometido?
   42. ¿Por qué no perdió la fe Jesús sabiendo que era necesario que el Padre no le evitara la muerte, y nosotros, que sabemos que nuestros pecados y debilidades han sido crucificados en la cruz del Señor, y que tenemos abierta la puerta del cielo, tenemos dificultades para creer, en el Dios Uno y Trino?

   3-2-3.

   43. ¿Somos capaces de mantener la fe cuando sufrimos, y de aumentar nuestra dedicación a la oración, en conformidad con el aumento de nuestro sufrimiento?

   3-2-4.

   44. ¿Por qué se justificó el sueño de los Apóstoles de Jesús?
   45. ¿Fingimos estar dormidos cuando se nos presentan oportunidades de servir al Señor, ya sea orando, o extinguiendo las carencias de nuestros prójimos los hombres?
   46. ¿Somos conscientes de que muchos de nuestros hermanos carecen de la preparación necesaria para servir al Señor, y de que ello los hace insensibles al hecho de aceptar la llamada de Nuestro Dios a la conversión?

   3-2-5.

   47. ¿Se han convertido nuestras prácticas religiosas en gestos vacíos y por tanto carentes de significado?

   3-2-6.

   48. Cita las razones por las que Jesús no quiso que sus Apóstoles lo defendieran.
   49. ¿Por qué no se defendió Jesús de sus enemigos, haciendo una gran demostración de su poder?

   3-2-7.

   50. ¿Por qué no arrestaron los líderes religiosos de Israel a Jesús públicamente?
   51. ¿Somos conscientes de cómo muchos de nuestros hermanos pierden la fe?
   52. ¿Hacemos algo para evitar que nuestros hermanos cristianos dejen de creer en Dios, o ello nos es indiferente?

   3-3.

   53. ¿Por qué siguió Pedro a Jesús desde lejos?
   54. ¿Seguimos a Jesús desde lejos, sin comprometernos a colaborar en la realización de su obra?

   3-4.

   55. ¿Se arrepintió Pedro de haber seguido a Jesús?
   56. ¿Hemos actuado en algunas ocasiones contra nuestros sentimientos?
   57. ¿Hemos llevado a cabo alguna acción de la que nos hayamos arrepentido por no haber sabido -o no haber podido- controlar el miedo que nos caracterizó en un determinado momento de nuestras vidas?
   58. ¿Por qué lloró Pedro amargamente?
   59. ¿Somos excesivamente autosuficientes, como para pretender prescindir de dios?
   60. ¿Somos presumidos?
   61. ¿Hemos aprendido a ser buenos cristianos a partir de nuestras experiencias negativas?

   3-5.

   3-5-1.

   62. Interpreta el texto de DN. 7, 13-14.

   3-5-3.

   63. ¿Qué son las blasfemias?
   64. ¿Por qué condenaron los líderes religiosos judíos a Jesús acusándole de haber blasfemado?

   3-6.

   3-6-1.

   65. ¿Por qué se vieron obligados los líderes religiosos de Israel que condenaron a Jesús a inventar excusas para convencer a Pilato de que dictara la sentencia a muerte de Jesús?
   66. ¿Recordáis las citadas excusas?
   67. ¿Por qué necesitaban los citados líderes que Pilato creyera que Jesús se había autoproclamado Rey de Israel?
   68. ¿Por qué dictó Pilato la sentencia a muerte de Jesús?
   69. ¿Hemos abusado de quienes son más débiles que nosotros o los tenemos en desventaja por cualquier circunstancia, para mantener la posición social que ocupamos, o para mejorarla?

   3-6-2.

   70. ¿Por qué le remitió Pilato a Jesús a Herodes Antipas?

   3-7.

   3-7-1.

   71. ¿Con qué intención se burló Herodes de Jesús?
   72. ¿Hemos experimentado algún tipo de acoso?
   73. Si hemos contestado la pregunta anterior afirmativamente, ¿cómo hemos reaccionado ante tal situación?
   74. ¿Por qué tenemos que conocer y aceptar nuestras creencias firmemente los predicadores?

   3-7-2.

   75. ¿Por qué estaban enemistados Herodes y Pilato, y por qué se hicieron amigos?

   3-8.

   76. ¿Por qué quiso Pilato evitar la muerte de Jesús?
   77. ¿De qué manera escarmentó Pilato a Jesús, para intentar concederle la libertad?

   3-9.

   78. Describe cómo fue flagelado el Señor.
   79. ¿Cuántos latigazos recibió Jesús?
   80. ¿Fue torturado Jesús de alguna manera después de haber sido flagelado?

   3-10.

   81. ¿Quién fue Barrabás?
   82. ¿Existe alguna semejanza entre la conducta de Barrabás y la nuestra?

   3-11.

   83. ¿Por qué cedió Pilato a la presión de los enemigos del Señor para dictar la sentencia a muerte de Jesús?

   3-12.

   3-12-1.

   84. ¿Cargó Simón de Cirene con la cruz de Jesús porque se compadeció del condenado, o porque los soldados lo obligaron a ello?
   85. ¿Actuamos como imitadores de Simón de Cirene al ayudar a quienes sufren a cargar con sus cruces?
   86. ¿Hemos descubierto que el hecho de ayudar y consolar a los que sufren puede ayudarnos a sobrellevar las dificultades que nos caracterizan?

   3-12-2.

   87. ¿Qué relación vio San Lucas cuando escribió su Evangelio hacia el año 85, entre la Pasión y muerte de Jesús, y el incendio de Jerusalén, llevado a cabo por Tito y Vespasiano?
   88. ¿Por qué fueron consideradas dichosas las mujeres que no tuvieron hijos cuando murieron entre las llamas que asolaron Jerusalén?
   89. Describe la simbología del leño verde y del leño seco.

   3-13.

   3-13-2.

   90. ¿Cuál es el lugar de honor junto al Señor al que queremos aspirar según GÁL. 1, 19b-20?

   3-13-3.

   91. ¿Qué era lo que no sabían los victimarios de Jesús cuando el Señor oró para que Nuestro Santo Padre les concediera su perdón, por haberlo ejecutado?
   92. ¿Respondió Dios Padre la oración del Mesías? Si respondes esta pregunta afirmativamente, cita algún ejemplo de cómo la oración de Nuestro Redentor fue respondida.

   3-13-4.

   93. ¿Cómo podemos jugarnos la ropa de Jesús?

   3-13-5.

   94. ¿Cómo reaccionaríamos si nuestros prójimos se burlaran de Dios?
   95. ¿Cuál sería la forma correcta de proceder en tal caso?

   3-13-6.

   96. Explica cómo fue posible que, lo que parecía una derrota irremediable, fue el paso previo a la coronación de Jesús como Rey del universo.

   3-13-7.

   97. ¿Por qué fue digno San Dimas de alcanzar el perdón divino?
   98. Describe el proceso de la conversión del citado malhechor que llegó a ser Santo.
   99. ¿Fue salvado San Dimas por causa de sus conocimientos bíblicos, por las obras que realizó, o por la grandeza de su fe en Jesús?
   100. ¿Es nuestra fe débil como lo fue la fe de los discípulos del Señor cuando supieron que Jesús iba a morir, o es como la de San Dimas, que, cuanto más se extinguía su vida, más se le fortalecía?
   101. ¿Somos conscientes de que nuestras dificultades, vistas desde la óptica de dios, pueden fortalecernos la fe?

   3-13-8.

   102. ¿Han cambiado nuestras vidas en algún aspecto desde que creemos en Jesús?
   103. Si siempre hemos sido cristianos, ¿se llevaría a cabo algún cambio en nuestras vidas, si dejáramos de creer en Jesús?

   3-13-9.

   104. ¿En qué partes se dividía el Templo de Jerusalén?
   105. ¿Por qué era el Sumo Sacerdote el único que podía entrar al Santo de los santos una sola vez al año?
   106. ¿Qué significaba la cortina del Santo de los santos que se rompió?
   107. ¿Cuál es el medio de que disponemos para ser conducidos a la presencia de Nuestro Dios y Padre?

   3-13-10.

   108. ¿Por qué le confió su espíritu a Nuestro Padre celestial Jesús antes de expirar?
   109. ¿Confiamos en Nuestro Padre y Dios, como lo hizo Jesús?

   3-13-11.

   110. ¿Se hicieron creyentes el centurión y los jerosolimitanos que se fueron a la ciudad santa dándose golpes de pecho?
   111. ¿Decimos que creemos en el Señor, y no lo demostramos con nuestras obras?
   112. ¿Somos conscientes de que fingir que tenemos fe es pecado?

   3-14.

   113. ¿Quién era José de Arimatea?
   114. ¿Por qué no se hizo José seguidor de Jesús durante los años que el Señor predicó el Evangelio?
   115. ¿Por qué se atrevió José a sepultar a Jesús, sin importarle las consecuencias que ello tuviera para él?
   116. ¿Por qué siguieron las mujeres de Galilea a José a la tumba en que fue sepultado Jesús?
   117. ¿Por qué quiere el Señor que hagamos lo que podamos, y que no perdamos el tiempo lamentándonos por lo que no podemos hacer?

   5. Lectura relacionada.

   El Salmo 22, además de recordarnos la Pasión de Jesús, es un anticipo del gozo pascual que puede caracterizarnos, mientras meditamos los padecimientos del Hijo de dios y María, pues, si Jesús murió crucificado, no olvidemos, que resucitó de entre los muertos. Leed el Salmo 22 pausadamente, en estado de recogimiento interior.

   6. Contemplación.

   Contemplemos a Nuestro Santo Padre, sufriendo pacientemente mientras Jesús fue maltratado, esperando que llegara el día, en que decidiéramos convertirnos a Él.

   Contemplemos a Jesús en su última Cena con sus discípulos, esforzándose por demostrarles que debían servirse recíprocamente y evangelizar a la humanidad. Quizás nos gusta que Jesús se nos entregue como Sacramento de salvación, pero no añoramos el hecho de servirlo en quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales.

   Contemplemos a Jesús orando en el monte de los Olivos. Contemplemos al Dios humilde que sufrió como hombre débil, e incluso llegó a sangrar, pensando en sus padecimientos, y en el sufrimiento de sus seguidores, de todos los tiempos.

   Contemplemos a Jesús arrestado. Contemplemos las manos amoratadas que tanto amor dispensaron indiscriminadamente.

   Contemplemos a Jesús juzgado y torturado, y llevado de un tribunal a otro.

   Contemplemos a Jesús flagelado, y pensemos que, cada vez que pecamos, dañamos a la Iglesia, pues la misma es el Cuerpo místico de Cristo.

   Visualicemos a Jesús cargando con la cruz caminando hacia el lugar de la Calavera, y veámoslo crucificado junto a dos malhechores. Jesús no murió entre chusma, sino entre quienes pertenecían a la clase de la mayoría de quienes acogieron su Evangelio, y se veían obligados a delinquir, por su difícil situación económica.

   Jesús perdonó a sus ejecutores, y le abrió la puerta del cielo al malhechor arrepentido.

   Cuando el Señor murió, el centurión lo creyó justo, y muchos jerosolimitanos se percataron del error que cometieron, al no haber creído en Él. Oremos para no tener que arrepentirnos, de no haber creído, en Nuestro Redentor.

   Jesús fue sepultado por José de Arimatea, y acompañado por las mujeres que, al no poder hacer nada por Él, le ofrecieron su amor en su agonía, y permanecieron junto a Él, hasta que fue sepultado, y se comprometieron a terminar de ungirlo, en la madrugada del domingo.

   7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 22, 14-23, 56.

   Comprometámonos a vivir las celebraciones litúrgicas del Domingo de Ramos, el Jueves y el Viernes Santo, el Sábado de Gloria, y el Domingo de Resurrección, provechosamente.

   8. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:

   Gracias por morir para vencer mi debilidad, y por hacerme Hijo del mejor de los padres.

   9. Oración final.

   Leemos el Salmo 51 lentamente, y lo meditamos.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas