Domingo de ramos en la Pasión del Señor.
Ciclo C.
Procesión de los Ramos.
Acompañemos a Jesús a Jerusalén.
Ejercicio de lectio divina de LC. 19, 28-40.
Lectura introductoria: SAL. 2, 6-8.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
R. Amén.
Estimados hermanos y amigos:
Hoy iniciamos la Semana en que viviremos la celebración de nuestra Redención. Durante las semanas precedentes del tiempo de Cuaresma, por medio del estudio concienzudo de la Palabra de Dios, la realización de sacrificios que se han adecuado a nuestro crecimiento espiritual, y la práctica de la oración, nos hemos dispuesto a revivir la Pasión, la muerte y la Resurrección, de Nuestro Salvador.
Dado que vivimos sumidos en muchas ocupaciones, quizás nos sucede que nos hemos acostumbrado a celebrar la Semana Santa todos los años, y por ello no nos impresionamos, al contemplar cómo nos redimió Nuestro Salvador. Jesús no solo dedicó su vida a la proclamación del Evangelio por medio de sus palabras y obras, pues también se dejó asesinar por sus enemigos, con tal de demostrarnos, que, el Dios Uno y Trino, nos ama.
Dispongámonos este primer día de la Semana Santa a acompañar a Jesús a Jerusalén. Si nuestro familiar más amado nos pidiera que lo condujéramos a la muerte, porque ha tomado la decisión de suicidarse, y desea que estemos en su presencia cuando se sacrifique, nos causaría un gran dolor. Dado que vamos a revivir la Pasión, la muerte y la Resurrección de Jesús durante toda la Semana Santa, acompañemos a Jesús, con nuestras oraciones, y sirviendo a quienes sufren por cualquier circunstancia, en conformidad con las posibilidades que tengamos, de aliviar su dolor.
Jesús es amor y alegría. Al iniciar la procesión de los ramos fuera de las iglesias en que celebraremos la Eucaristía, demostrémosles a quienes nos vean que somos felices porque nos sentimos amados por Dios, y porque formamos parte de una gran comunidad de hermanos. Alabemos al Señor con nuestros cantos y oraciones, y dispongámonos a acompañar a Jesús en los días de su dolor y gozo, no como meros espectadores, sino adoptando el compromiso de vivir y morir manifestando la fe que caracteriza nuestras vidas.
Oremos:
Espíritu Santo, llévame a Jerusalén, para que pueda fortalecer, mi débil fe.
Espíritu Santo, llévame a Jerusalén, junto a la multitud de seguidores de Jesús.
Espíritu Santo, llévame a Jerusalén, donde quiero actuar, no como mero espectador de la Pasión, la muerte y la Resurrección de Jesús, sino como cristiano comprometido, con la predicación del Evangelio, y la asistencia espiritual y material, a quienes sufren.
Espíritu Santo, ilumíname, porque quiero buscar a Jesús en Belén, en Nazaret, y predicando en la región de Galilea, pero no quiero verlo crucificado, porque temo que, mis aspiraciones, mueran con Él.
Espíritu Santo, ten compasión de mí, porque grito: "¡gloria al Hijo de David!" y: ¡!Hosanna!" entre la multitud de seguidores de Jesús, y me faltan fuerza y voluntad, para imitar la conducta de mi Señor.
Espíritu Santo, ten compasión de mí, porque mi visión del daño que me hicieron en el pasado me hizo reservado, y me falta voluntad para hacer el bien en favor de los necesitados de dádivas espirituales y materiales, porque tengo miedo de que ello signifique, que asumiré nuevos fracasos.
Espíritu Santo, ten compasión de mí, porque vivo pensando constantemente en las causas cuya visión me hace sufrir, y me siento incapaz de superarme a mí mismo.
Espíritu Santo, ten compasión de mí, porque quisiera tener una gran fe, y, cuando me demuestras que he de conseguirla a través de la adquisición de tu conocimiento y de la confianza que deposite en ti cuando sufra, me desanimo, y actúo como los no creyentes.
Espíritu Santo, recuérdame que, después de la gran derrota del Viernes Santo, viviré el gozo del Domingo de Resurrección, y sígueme concediendo tus dones, para que mi debilidad se troque en fortaleza. Que así sea.
2. Leemos atentamente LC. 19, 28-40, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 19, 28-40.
3-1. Jesús camina delante de sus fieles seguidores (LC. 19, 28).
Dado que el Señor desea que inspiremos nuestras vidas en la conducta que observó, dejémosle que camine delante de nosotros, con el fin de que nos conduzca, a la presencia, de Nuestro Padre celestial. Mantengamos nuestros ojos espirituales fijos en Jesús, para que no renunciemos a la fe que nos caracteriza (HB. 12, 1-4).
Jesús nos pide que le sigamos a Jerusalén. ¿Qué cualidades especiales necesitamos para que Jesús nos acepte entre sus seguidores? San Marcos, en su narración de la elección de los Doce Apóstoles, nos dice con respecto a Jesús, que elige a los que quiere (MC. 3, 13).
Antes de llegar a ser grandes predicadores, y de estar dispuestos a sobrevivir a graves contradicciones por la causa del Señor, quienes llegaron a ser los Doce Apóstoles de Jesús, tuvieron que superarse a sí mismos, venciendo sus defectos. Esta es la causa por la que, nosotros, muy a pesar de nuestros defectos, -independientemente de lo graves que sean los mismos-, y por más que nos cueste superar nuestra condición débil, somos dignos de caminar detrás de Jesús, hacia la ciudad donde el Señor fue crucificado, para superarnos a nosotros mismos, enfrentando nuestras dificultades, en la medida que ello nos sea posible, para que seamos dignos de resucitar con Él, para vivir en la presencia, de Nuestro Padre común.
Hermanos que habéis sucumbido bajo la visión de vuestras dificultades: ¿Por qué creéis que sois inútiles? ¿Habéis olvidado que vuestro valor es el de la Sangre que fue derramada para que aprendáis a ser felices superándoos a vosotros mismos?
Caminemos detrás de Jesús. Recorramos con el Señor el camino que nos conduce al estado de purificación y santificación que añoramos (SAL. 23, 1-4).
Cuando nos cansemos de caminar siguiendo a Jesús, porque el camino que queremos recorrer es largo, y nos falten paciencia y voluntad para alcanzar la plenitud de la purificación y la santificación, nos refugiaremos en nuestros hermanos en la fe, pues nos serviremos unos a otros, porque ello obedece a la voluntad del Dios, que no quiere que vivamos solos, sino, en comunidad familiar (HB. 10, 23-25).
3-2. El servicio comunitario y el pollino indómito (LC. 19, 29-30).
Dado que para nosotros no es fácil mantener la fe en un mundo en que nuestros valores parecen extinguirse, Jesús nos pide que no vivamos la fe que profesamos solos. Necesitamos urgentemente estar en contacto con nuestros hermanos en la fe, con tal de que podamos ayudarnos a sobrellevar nuestras dificultades, y de que compartamos el gozo que nos caracteriza.
El pollino que aún no había sido montado por ningún hombre, le fue muy dócil a Jesús. Ello me sugiere el pensamiento de que nos conviene intentar aceptar las enseñanzas de Jesús, aunque nos cueste comprenderlas, y aplicarlas a nuestras vidas. Estamos recorriendo un camino cuyas dificultades no deben impedirnos alcanzar la meta de nuestra purificación y de la santificación que añoramos. No nos revelemos contra Dios, y esperemos que llegue el tiempo, en que comprenderemos sus enseñanzas, para comprobar que, no nos mereció la pena, sino la vida, ser seguidores del Hijo de María.
3-3. ¿Qué te ha pedido Jesús? (LC. 19, 31).
Tal como Jesús necesitó un pollino para entrar humildemente a Jerusalén, nos necesita a ti y a mí para que le sirvamos en sus hermanos los hombres, en el campo pastoral, en que mejor podamos ejercitar, los dones y virtudes, que hemos recibido, del Espíritu Santo.
¿Creemos que Jesús nos fuerza a servirlo contra nuestra voluntad?
¿Nos roba el Señor el tiempo y los medios con que le servimos? (MC. 11, 3).
No perdemos el tiempo ni los medios que consagramos al servicio del Señor, porque Él nos los devuelve centuplicados.
El Señor no nos fuerza a servirlo, pero quiere hacernos plenamente felices.
¿Cómo desobedeceremos a Aquel que renunció a su vida porque no creímos que nos amaba cuando supimos de sus bellas palabras y de sus maravillosos signos?
3-4. Dios cumple sus promesas (LC. 19, 32).
Dios creó el mundo, y puso el Edén a disposición de Adán y Eva. A pesar de que nuestros ancestros cometieron el pecado original, Dios les prometió redimirlos, por medio de un Salvador, que aplastaría la cabeza de la serpiente. Noé y sus familiares fueron salvados del diluvio, por causa de la fe que le profesaron a dios. Posteriormente, Yahveh liberó a los hebreos de la esclavitud de Egipto, y les concedió la tierra prometida, a quienes no perdieron la fe en Él. Recordemos cómo los judíos fueron deportados a Babilonia, y cómo Dios les devolvió su tierra. Recordemos nuevamente que, aunque no estamos recorriendo un camino llano y ancho, Dios está con nosotros, por más que, al contemplar aquellas circunstancias nuestras que erróneamente consideramos adversas, podemos llegar a creer, que, Nuestro Padre común, nos ha desamparado.
Cuando sintamos que se nos debilita la fe, recordemos cómo Dios socorrió a su pueblo leyendo la biblia, lo que hizo Jesús para redimirnos, y cómo el Señor ha obrado en sus Santos, durante los veinte siglos que se ha prolongado, la historia de la Iglesia.
3-5. Obedezcamos al Señor (LC. 19, 33-34).
Dado que la Pascua era la fiesta más importante del año para los judíos, Jerusalén se llenó de peregrinos. Los dueños del pollino, al saber que era Jesús quien necesitaba el animal, no tuvieron inconveniente alguno, en prestárselo, a los seguidores del Señor.
¿Qué vamos a darle al Señor para contribuir a la plena instauración de su Reino en el mundo? (SAL. 119, 4-11).
3-6. Jesús pasa por nuestras vidas humildemente (LC. 19, 35-36).
¿Tienen los no creyentes alguna manera de saber que somos seguidores de Jesús, observando nuestra conducta?
Jesús pasa por nuestras vidas este Domingo de Ramos. Hagamos de nuestros corazones moradas para el Señor. En lugar de alfombrar el suelo por donde pase el Señor con mantos como hicieron los judíos, presentémosle al Señor nuestras obras y oraciones. No dejemos ir la oportunidad de darle gracias a Jesús por todo lo que ha hecho por nosotros, y de pedirle lo que deseamos, para el mundo, para la Iglesia, para nuestros familiares y amigos, y, para nosotros.
3-7. ¿Por qué alabamos al Señor? (LC. 19, 37-38).
Los judíos alababan a Jesús con gran alegría.
¿Alabamos al Señor con alegría?
¿Se nos llena el corazón de gozo cuando oramos, o la prisa nos impide relacionarnos con Nuestro Dios?
¿Nos alegramos tanto cuando alabamos a Dios, que ello se convierte en una necesidad para nosotros?
Los judíos alababan a Dios y a Jesús, porque habían visto al Señor hacer milagros. Cuando comprobaron que Jesús no buscaba el enfrentamiento directo con los romanos, muchos de ellos, se convirtieron en sus enemigos jurados.
¿Alabamos a dios porque creemos en Él y lo amamos, o porque solo estamos interesados en beneficiarnos de los milagros del Mesías?
3-8. Si estos se callan, gritarán las piedras (LC. 19, 39-40).
¿Por qué le pidieron los fariseos a Jesús que impidiera que sus discípulos lo aclamaran como Rey? Por una parte, los fariseos consideraron blasfemas y sacrílegas las palabras con que el Señor fue alabado. Ellos no estaban interesados en que el nuevo Mesías menoscabara su autoridad, haciendo que la gente le siguiera. Por otra parte, dado que los romanos no permitían que nadie se proclamara rey sin que el Emperador le concediera tal dignidad, temieron que el ejército imperial tuviera que reprimir una rebelión. Por su parte, Jesús entró a Jerusalén como Rey humilde para simbolizar la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, y para apresurar su ejecución, pues deseaba concluir el tiempo en que debía vivir el sufrimiento por medio del que quería demostrarnos que dios nos ama.
¿Nos alegramos de que nuestros familiares alaben al Señor públicamente en cualquier lugar donde estén, o nos avergonzamos de que el mundo sepa que somos cristianos?
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 19, 28-40 a nuestras vidas.
Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
1. ¿Qué significa el hecho de que caminamos detrás de Jesús?
2. ¿Por qué nos conviene que el Señor camine delante de nosotros?
3. ¿Por qué es bueno para nosotros el hecho de vivir mirando espiritualmente a Jesús constantemente?
4. ¿Qué cualidades especiales necesitamos para que Jesús nos acepte entre sus seguidores?
5. ¿Qué hubieron de hacer los Apóstoles de Jesús, antes de llegar a ser grandes predicadores, y de estar dispuestos a soportar graves contradicciones, por la causa del Señor?
6. ¿Hemos olvidado en alguna ocasión que nuestro valor es el de la Sangre que fue derramada para que aprendamos a ser felices superándonos a nosotros mismos?
7. ¿Qué podemos hacer cuando se nos debilite la fe y por ello sintamos la tentación de dejar de ser seguidores de Jesús?
3-2.
8. ¿Por qué necesitamos compartir nuestros gozos y sufrimientos con nuestros hermanos en la fe?
9. ¿Qué significa la mansedumbre del pollino que jamás había sido montado por ningún hombre?
10. ¿Por qué es conveniente que aceptemos las enseñanzas de Jesús y las apliquemos a nuestras vidas, aunque no las comprendamos?
3-3.
11. ¿Cuál es tu vocación?
12. ¿Qué te ha pedido Jesús personalmente?
13. ¿Creemos que Jesús nos fuerza a servirlo contra nuestra voluntad?
14. ¿Nos roba el Señor el tiempo y los medios con que le servimos?
15. ¿Por qué no perdemos el tiempo ni los medios que consagramos al servicio del Señor?
16. ¿Cómo desobedeceremos a Aquel que renunció a su vida porque no creímos que nos amaba cuando supimos de sus bellas palabras y de sus maravillosos signos?
3-4.
17. ¿Por qué les confió Dios a Adán y Eva el Edén, si sabía que lo iban a traicionar?
18. ¿Por qué nos perdona Dios nuestros pecados, si es consciente de que cometeremos muchos de los mismos bastantes veces?
19. ¿Por qué fueron salvados de morir ahogados Noé y sus familiares?
20. ¿Por qué no todos los hebreos que salieron de Egipto fueron dignos de entrar en la tierra prometida?
21. Cita tres recuerdos que mantendrán nuestra fe viva, cuando sintamos que se nos empiece a debilitar.
3-5.
22. ¿Qué vamos a darle al Señor para contribuir a la plena instauración de su Reino en el mundo?
3-6.
23. ¿Tienen los no creyentes alguna manera de saber que somos seguidores de Jesús, observando nuestra conducta?
3-7.
24. ¿Por qué alabamos al Señor?
25. ¿Alabamos al Señor con alegría?
26. ¿Se nos llena el corazón de gozo cuando oramos, o la prisa nos impide relacionarnos con Nuestro Dios?
27. ¿Nos alegramos tanto cuando alabamos a Dios, que ello se convierte en una necesidad para nosotros?
28. ¿Por qué alababan los judíos a Dios y a Jesús?
29. ¿Por qué dejaron muchos judíos de seguir a Jesús para convertirse en sus enemigos jurados?
30. ¿Alabamos a dios porque creemos en Él y lo amamos, o porque solo estamos interesados en beneficiarnos de los milagros del Mesías?
3-8.
31. ¿Por qué le pidieron los fariseos a Jesús que impidiera que sus discípulos lo aclamaran como Rey?
32. Cita dos razones por las que Jesús quiso entrar a Jerusalén siendo aclamado como Rey.
33. ¿Nos alegramos de que nuestros familiares alaben al Señor públicamente en cualquier lugar donde estén, o nos avergonzamos de que el mundo sepa que somos cristianos?
5. Lectura relacionada.
Aunque el Salmo 119 es largo, es un texto que nos ayuda a valorar los Mandamientos divinos, no como imposiciones ni como negaciones que se nos hacen para que no podamos ser felices, sino como camino que nos conduce a la presencia de Nuestro Padre celestial. Si os es posible, os pido que lo leáis completo.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. Jesús se dispuso a morir, teniendo la certeza, de que iba a resucitar de entre los muertos. Jesús es un ejemplo a seguir por nosotros, a la hora de afrontar grandes dificultades.
Contemplemos a quienes aclamaban a Jesús como Rey, no porque creían en Él, sino porque querían beneficiarse de sus milagros.
Contemplémonos comprometiéndonos a seguir a Jesús, y fallando muchas veces, en tal empeño. Nuestra falta de voluntad para seguir al Señor, es la consecuencia directa, de la falta de fe, que nos caracteriza.
Contemplemos a los fariseos que querían que Jesús no fuera aclamado por la multitud de los peregrinos que iban a Jerusalén, a celebrar la Pascua, porque ello afectaba negativamente a sus intereses personales, y porque podía provocar la actuación del ejército romano.
Quizás también nosotros hemos actuado en algunas ocasiones como tales fariseos, queriéndoles imponer nuestra voluntad, a nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, y hermanos en la fe que profesamos.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 19, 28-40.
Comprometámonos a escuchar el relato de la Pasión del Señor cuando celebremos la Eucaristía, examinando nuestras vidas, para ver con cuál -o cuáles- de los personajes bíblicos citados por San Lucas, nos identificamos.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús:
Gracias por hacerme digno de vivir en la presencia de Nuestro Padre común, por medio de tu Pasión, tu muerte y tuResurrección.
9. Oración final.
Leamos y meditemos los Salmos 121-128.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com
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