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El Espíritu Santo nos enseñará la verdad de Dios. (Ejercicio de Lectio Divina del Evangelio de la solemnidad de la Santísima Trinidad del Ciclo C).

   Solemnidad de la Santísima Trinidad (Domingo siguiente a la solemnidad de Pentecostés).

   Ciclo C.

   El Espíritu Santo nos enseñará la verdad de Dios.

   Ejercicio de lectio divina de JN. 16, 12-15.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.

   R. amén.

   Estimados hermanos y amigos:

   Todos los días del año celebramos la fe de los Santos, y, en la solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos el día de Dios. En el texto evangélico que consideraremos en esta ocasión, se nos insta a tener una fe profunda en el Espíritu Santo, quien nos revelará la verdad de Dios completa adaptándose a nuestra capacidad de asimilarla y aceptarla. La verdad del Espíritu Santo también les es propia al Padre y al Hijo. El Espíritu Santo también nos anunciará lo que acontecerá en el futuro, no diciéndonos exactamente lo que nos sucederá, sino fortaleciéndonos para que podamos sobrellevar las dificultades características de nuestra vida personal y de la fe que profesamos, a fin de hacernos dignos de vivir en la presencia, del Dios Uno y Trino.

   Dado que el Espíritu Santo nos comunica la verdad de Jesús, Nuestro Redentor se siente glorificado por ello, porque el citado Abogado nos transmite la gloria -o esencia- del Hijo de dios y María. El mensaje que el Espíritu Santo nos comunica es del Padre, quien hace partícipe al Mesías de todo lo que es suyo.

   Oremos pidiéndole a Dios que, a través del estudio de su Palabra, y de la aplicación de la misma a nuestras circunstancias vitales, aprendamos a dejar que el Espíritu Santo nos purifique y santifique, a fin de que seamos dignos, de vivir en su presencia. Es cierto que la salvación se nos concede gratuitamente, pero queremos cumplir la voluntad de Nuestro Padre celestial, porque, es de bien nacidos, el ser agradecidos.

   Oremos:

CONSAGRACIÓN DE LA "OBRA DEL ESPÍRITU SANTO"

¡Oh Amor, centro y vida de la Trinidad Espíritu Santo!, ven a mí con tus dones y con tu Amor; me consagro totalmente a Ti para que obres en mí tu "Misterio
de AMOR", el que empezaste a realizar el día de mi bautismo y que ahora quiero renovar en cada instante de mi vida.

Que tu gracia acompañe siempre todas mis acciones y las transforme en ofrenda permanente para gloria del Padre y bien de todos los hombres mis hermanos. Amén.
(Desconozco el autor).

   2. Leemos atentamente JN. 16, 12-15, intentando abarcar el mensaje que San Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de JN. 16, 12-15.

   3-1. No podemos abarcar la verdad de Dios plenamente (JN. 16, 12).

   El texto evangélico que estamos considerando forma parte del relato de la última Cena de Jesús con sus discípulos y de la oración sacerdotal del Señor, que abarca los capítulos 13-17 del cuarto Evangelio. Los discípulos de Jesús no podían comprender cómo el Hijo del Dios Todopoderoso iba a dejarse asesinar, y tampoco podían creer que su Maestro iba a resucitar de entre los muertos. En tal estado de incredulidad y frustración, les era imposible abarcar las revelaciones que el Señor les hizo, después de su Resurrección, las cuales fueron asimiladas lentamente por ellos, conforme le abrieron sus mentes al Espíritu Santo, quien llevó a cabo en ellos, lo que se dice de Él, en el texto joánico que estamos considerando.

   Al igual que los discípulos del Señor no podían abarcar plenamente la verdad del Mesías, nosotros estamos en una situación parecida, porque nuestra fe es débil, y, dado que nos dejamos absorber por un estresante ritmo de vida, o perdemos mucho tiempo pensando en los problemas que tenemos, no nos ocupamos de nuestro crecimiento espiritual. El hecho de vivir estresados no solo nos afecta a los laicos. Durante los más de diez años que llevo predicando el Evangelio en Internet, he conocido catequistas que han sido muy buenos evangelizadores, cuya calidad de predicadores ha disminuido, porque no han encontrado el tiempo necesario, para fortalecer su fe. También hay muchos padres que se ocupan de que sus hijos adquieran una buena formación cívica para que puedan abrirse puertas en el futuro, que dan por supuesto que sus descendientes serán buenos cristianos, y no se ocupan de la formación religiosa de los tales.

   No podemos abarcar la verdad de Dios plenamente, pero el Espíritu Santo nos la transmite, cuando tenemos probabilidades de aceptarla, pero sin forzarnos a ello. El Espíritu Santo no hace trucos de magia para inculcarnos la verdad divina, pues respeta nuestra libertad, ora para que la aceptemos, ora para que la rechacemos.

   3-2. Las revelaciones extra bíblicas.

   Para los católicos, son transmisores de la fe divina, el texto de la Biblia, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, y las revelaciones de quienes ven al Señor y a sus Santos, siempre que tales manifestaciones, no contradigan las enseñanzas bíblicas. Esta es la causa por la que leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica:

   "“De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo” (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb         1,1-2:
Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929), p. 184.)" (CIC. n. 65).

   Si la Revelación de Dios se ha completado, ¿por qué se aceptan como veraces algunas manifestaciones místicas? En el Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos la siguiente respuesta, a la pregunta que nos hemos planteado:

   "Aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos" (CF. CIC. 66).

   Es importante hacer hincapié en el hecho  de que no podemos comprender la verdad de Dios rápidamente, sino gradualmente, a través de la formación religiosa, y de la aplicación de los conocimientos que adquiramos, a nuestra vida. Los cristianos tenemos la posibilidad de iluminar nuestras vivencias personales y sociales, al juzgarlas desde la óptica de Dios.

   3-3. El Espíritu Santo nos revela la verdad de Dios (JN. 16, 13a).

   El Espíritu Santo nos revela la verdad referente al Dios Uno y Trino. Tal revelación es completa, y se nos hace en conformidad con nuestra capacidad de asimilarla, y de la disposición que tenemos a aceptarla. En cuanto seamos poseedores de la verdad divina, seremos más capaces de discernir el bien del mal, al estar capacitados para amoldarnos, al cumplimiento de la voluntad de Dios.

   Jesús nos dice que el Espíritu Santo nos guiará hasta la verdad completa, a fin de que aprendamos a confiar en Él, ya que es la Persona de la Santísima Trinidad, más ignorada por los cristianos, a pesar de la misión purificadora y santificadora, que desempeña en nuestra vida de formación, acción y oración.

   3-4. El Espíritu Santo no nos comunicará ninguna verdad que le sea propia, que no sea también del Padre y del Hijo (JN. 16, 13b).

   Es importante que no desconfiemos del Espíritu Santo, a fin de que le permitamos llevar a cabo su gran obra en nosotros. Al ser Dios junto al Padre y el Hijo, el Espíritu Santo puede revelarnos la verdad de Dios, la cual les es común, a las tres Personas divinas.

   3-5. El Espíritu Santo nos revelará los acontecimientos del futuro, y nos dispondrá a vivirlos como les corresponde a los buenos hijos de Dios (JN. 16, 13c).

   El Espíritu Santo no actúa como un vidente que predice el futuro. Tal como hizo con los Apóstoles de Jesús a partir del día de pentecostés, nos revela la naturaleza de la misión que desempeñamos al juzgar nuestras vivencias personales y sociales desde la óptica de Dios y al instarnos a servir a nuestros prójimos los hombres en conformidad con nuestras posibilidades, nos hace tener presente la oposición que tendremos que afrontar por causa de quienes no desean que seamos cristianos, y nos manifiesta el resultado que tendrá el hecho de que cumplamos la voluntad de Nuestro Padre común. Tal como les sucedió a los Apóstoles de Jesús, hasta que no tengamos una fe estable, y cierto conocimiento de la verdad divina, no podremos comprender la obra que el Espíritu Santo lleva a cabo en nuestra vida, ni el valor de las revelaciones que nos transmite.

   3-6. El Espíritu Santo glorificará a Jesús, al transmitirnos la verdad divina (JN. 16, 14).

   Dado que el Espíritu Santo nos transmite la verdad de Jesús, el Señor se siente glorificado por ello. Para comprender esta realidad, pensemos en el caso de un profesor que, al constatar que uno de sus alumnos aprovechó las enseñanzas que le transmitió, logró estudiar una carrera y trabajar, se siente orgulloso de que la realización de su actividad laboral, le fuera útil, a quien instruyó en el pasado.

   3-7. La verdad divina les es común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (JN. 16, 15).

   Jesús vuelve a insistir en el hecho de que la verdad que lo caracteriza les es común a las tres Personas divinas, con tal de que confiemos en el Espíritu Santo, porque, tener al Paráclito con nosotros, es como estar con el Hijo de Dios y María, a quien, aunque no podemos verlo personalmente, podemos experimentar su presencia, por nuestra fe, en el mundo, en la Iglesia, y, en nuestra vida.

   3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en JN. 16, 12-15 a nuestra vida.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   1. ¿De qué parte del cuarto Evangelio ha extraído la Iglesia el Evangelio que estamos considerando?
   2. ¿Por qué no podían comprender los discípulos del Señor el hecho de que el Mesías se dejara asesinar?
   3. ¿Por qué no podían creer los amigos de Jesús que su Maestro iba a resucitar de entre los muertos?
   4. ¿Nos parecemos a los amigos de Jesús en la incredulidad que los caracterizó antes de recibir el Espíritu Santo, o en la fe que marcó sus vidas, después del día de Pentecostés?
   5. ¿Cómo asimilaron los amigos del Señor las revelaciones que les hizo el Espíritu Santo?
   6. ¿Qué tuvieron que hacer los amigos de Jesús para asimilar y aceptar las revelaciones divinas?
   7. ¿Por qué no podemos abarcar plenamente la verdad que nos revela el Espíritu Santo?
   8. ¿Qué consecuencias tiene el hecho de que muchos cristianos se nieguen a crecer en gracia y santidad?
   9. ¿Cuándo nos transmite el Espíritu Santo la verdad divina?
   10. ¿Por qué no nos fuerza el Espíritu Santo a aceptar la revelación que nos hace de la verdad divina?
   11. ¿De qué maneras nos instruye el Espíritu Santo?
   12. ¿Por qué respeta el Paráclito nuestra libertad de aceptar o rechazar la verdad divina?

   3-2.

   13. ¿Qué condición considera la Iglesia indispensable para que una revelación divina sea aceptada por el común de los creyentes como veraz?
   14. ¿Por qué la Iglesia no convierte en dogma la creencia en las revelaciones divinas consideradas como ciertas?
   15. ¿Por qué discierne la Iglesia las revelaciones particulares equiparándolas a la Revelación divina antes de decidir si son ciertas?
   16. Interpreta el significado de las siguientes frases con tus palabras.
   "Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta, e insuperable del Padre".
   "en El (en Jesús) lo dice todo (el Padre).
   "Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra".
   "Todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra."
   17. ¿Por qué se aceptan como veraces algunas revelaciones místicas?
   18. ¿A través de qué medios podemos comprender la verdad de Dios gradualmente?
   19. ¿Por qué es bueno para nosotros iluminar nuestras vivencias personales y sociales al juzgarlas desde la óptica de dios?

   3-3.

   20. ¿A qué -o a quiénes- se refiere la verdad que nos revela el Espíritu Santo?
   21. ¿En conformidad a qué circunstancias se nos hace la revelación divina?
   22. ¿Qué podremos hacer cuando sintamos que somos poseedores de la verdad divina?
   23. ¿Por qué nos dice Jesús que el Espíritu Santo nos guiará hasta la verdad completa?
   24. ¿Por qué es el Espíritu Santo ignorado por muchos cristianos?
   25. ¿Qué obra lleva a cabo el Espíritu Santo en nuestra vida?
   26. ¿En qué te basas para creer que el Espíritu Santo mora en ti?

   3-4.

   27. ¿Por qué es importante que no desconfiemos del Espíritu Santo?
   28. ¿Por qué puede el Espíritu Santo revelarnos la verdad divina?

   3-5.

   29. ¿En qué sentido nos revela el Espíritu Santo los acontecimientos del futuro?
   30. ¿En qué consiste la revelación de los acontecimientos del futuro que nos hace el Espíritu Santo?
   31. ¿Qué necesitamos tener para comprender la obra que lleva a cabo el Espíritu Santo en nuestra vida, y el valor de la revelación que nos hace?

   3-6.

   32. ¿En qué sentido se siente Jesús glorificado cuando el Espíritu Santo nos manifiesta la verdad divina?

   3-7.

   33. ¿Por qué dice Jesús que el Espíritu Santo nos revela su verdad?

   5. Lectura relacionada.

   Leamos y meditemos los capítulos 13-16 de JN-, reflexionando sobre el testamento de Jesús, y la acción del Espíritu Santo en el mundo, la Iglesia y nuestra vida.

   6. Contemplación.

   Contemplémonos con múltiples ocupaciones, pensando en nuestros problemas, y con una fe muy pequeña. En tal estado, si no adquirimos una sólida formación religiosa, no estaremos dispuestos a abarcar la verdad divina plenamente.

   Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a disponernos para ser guiados para aceptar la revelación de la verdad divina completa.

   Confiemos plenamente en el Espíritu Santo, para que pueda llevar a cabo su obra en nosotros.

   Pidámosle al Espíritu Santo que nos proporcione los medios para que podamos tener una fe que no se debilite si hemos de vivir periodos de dificultades.

   Contemplemos a Jesús lleno de gozo, al ver cómo nos dejamos amoldar por el Espíritu Santo, al cumplimiento de la voluntad divina.

   Alabemos al Dios Uno y Trino, porque nos ha convertido en el objeto de su amor.

   7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 16, 12-15.

   Comprometámonos a pedirle al Espíritu Santo que haga de nosotros buenos cristianos, y, al mismo tiempo, hagamos cuanto nos sea posible, para ver cumplido nuestro deseo. Tracemos un camino de formación, acción y oración, para poder ser buenos hijos de Nuestro Padre celestial y discípulos de Jesús.

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   8. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:

   Ayúdame a sentir que tu Espíritu mora en mí, me revela tu verdad, me purifica y santifica.

   9. Oración final.

   Leamos y meditemos el Salmo 51, y pidámosle al Espíritu Santo, que renueve nuestra vida, y nos haga semejantes a Jesús.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com

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