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Meditación para el Domingo XXV del Tiempo Ordinario del Ciclo B.

   Meditación.

   El autor del libro de la Sabiduría nos habla minuciosamente en la primera lectura de la forma según la cual la increencia de la gente ha dado pie a que muchos cristianos de todos los tiempos hayan sido asesinados por la incomprensión y muchas injusticias como lo es el afán de poder. Sin llegar al extremo de entregar la vida a través del sometimiento voluntario por nuestra parte a la pena capital, somos muchos los discípulos de Jesús que día a día sufrimos el agravio de quienes en muchas ocasiones involuntariamente hieren nuestra sensibilidad. Para poder vivir concordemente con quienes no aceptan nuestras creencias, debemos asimilar que vivimos en una sociedad con cierta tendencia a hacerse pluralista, es decir, con un gran afán de dar cabida en su seno a una gran diversidad de personas con diferentes creencias que se caracterizan porque comparten comúnmente una serie de derechos y deberes por cuya existencia no podemos decir que somos miembros constituyentes de pequeñas o grandes sociedades o comunidades aisladas en el ámbito pluralista que nos caracteriza actualmente. Por otra parte, no debemos sentirnos acosados si los ateos y otros que tienen una ideología que difiere de nuestra fe universalista nos interrogan con respecto a nuestra forma de actuar y pensar, por consiguiente, imaginaos cuánta pena no sentirán con respecto a nosotros quienes creen que nuestros Sacramentos son ritos estériles y que la vida eterna sólo es para nosotros una especie de antidepresivo que nos ayuda en ciertos momentos a soportar las contrariedades que atañen a nuestra vida. Cuando yo tenía 17 años y empecé a prepararme seriamente para testimoniar mi fe, mi familia se escandalizaba de mí no con la idea de ridiculizarme para que desistiera de mi pretensión, sino porque mis seres queridos carecen de mi fe y creen que mi actividad evangélica carece de sentido.

   La Santa Sede y los Episcopados están contribuyendo involuntariamente al aumento del rechazo de nuestra fe por parte de muchos hermanos nuestros que dicen ser católicos pero que no soportan los largos periodos de Catequesis durante los cuales deben ser instruidos para que sus hijos reciban la primera Comunión. Nuestros pastores me dan la impresión de que quieren enfrentarse a las ópticas no católicas ampliando los periodos catequéticos basándose en la doctrina tradicionalista que la Iglesia siempre ha defendido, un sistema catequético que desgraciadamente carece de fundamentos en ciertos aspectos para satisfacer las necesidades espirituales de la gente de nuestro tiempo que no lo comprende.

   No debe extrañarnos el hecho de que el mundo no comprenda nuestra forma de proceder, así pues, es difícil encontrar a alguna persona que ignore las recomendaciones que Jesús nos hace con respecto a los pobres en los Evangelios, y nosotros, nos dedicamos a orar, tomamos la parte de la Biblia que más nos satisface en determinados momentos, presumimos de ser hombres y mujeres de fe cuando procesionamos nuestras imágenes sagradas, y el trabajo que muy pocos de entre nosotros hacen con los carentes de dádivas espirituales y materiales es desconocido entre otras cosas porque no contribuimos económicamente a extender y ampliar el magnífico proyecto del establecimiento del Reino de Dios entre nosotros. Si nuestro ideal no va más allá de formar una familia, tener un buen coche y algún dinero para aliviar nuestras penas teniendo medios para vivir un rato de ocio, el ideal del Reino consiste en la creación de una sociedad universalista en la cual no existen diferencias marginales de ningún tipo.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com

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