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Dios quiere lo mejor de sus hijos. (Meditación de la I lectura del Domingo II de Cuaresma del Ciclo B).

   Meditación.

   1. Dios quiere lo mejor de sus hijos.

   Meditación de GN. 22, 1-2. 9ª. 15-18.

   Nota: El texto de GN. 22, 1-22, constituye la segunda lectura de la Vigilia pascual de los ciclos A, B y C, por lo que dicha consideración puede leerse en la citada sección del presente trabajo.

   En la primera lectura correspondiente a esta celebración eucarística, se nos informa de que Dios tentó a Abraham, para probar su entereza. Actualmente sabemos que el hecho de que el dolor nos ayude a crecer no significa que Dios nos somete a prueba, pero ello es lo que hemos creído hasta llegar a comprender que no somos víctimas del mal casualmente porque el padecimiento es útil si sabemos aprovecharlo. También es importante recordar que dios no necesita probar la fortaleza de nuestra fe, porque Él nos conoce perfectamente, por causa de su sabiduría.

   Existen situaciones en las que podemos tener la impresión de que dios se contradice. A modo de ejemplo, en el texto que estamos meditando, dios le pide a Abraham que le ofrezca en sacrificio al hijo a través del cual le dijo en el pasado que tendría una gran descendencia. Igualmente, nos choca el hecho de que el Dios del amor no intervenga personalmente a la hora de extinguir el mal del mundo, y les ceda dicha responsabilidad temporalmente a sus creyentes, sabiendo que la mayoría de los tales no están plenamente preparados para llevar a cabo tan ardua misión. Dios escribe recto con renglones torcidos, pero ello nos confunde, y nos induce a verificar nuestras creencias constantemente, con el fin de que nuestra fe crezca y no se debilite.

   Así como Dios le pidió a Abraham que le ofreciera en sacrificio a su primogénito, nos pide que le concedamos lo mejor que tenemos, y que no nos limitemos a servirlo mediocremente, ni a asistir a las ceremonias de culto sin prestarles atención a las mismas. Dios se nos entrega sin reservas, y nos pide que le demos lo mejor que tenemos, porque sabe cómo concedernos la plenitud de la dicha, aunque ello en un principio nos suponga el hecho de pagar el precio de aprender a vivir y valorar las situaciones que erróneamente consideramos adversas.

   Por haberse dispuesto a sacrificarle a su hijo a Yahveh sin comprender la contradicción del Dios que no puede mentir, Abraham mereció ser el padre de una gran muchedumbre. ¿Nos atrevemos a hacer lo que Dios nos pide sin comprender perfectamente su designio respecto de nosotros?

(José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com
).