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¿Hemos sido creados realmente según la imagen física de Jesús y la semejanza espiritual de Dios? (Ejercicio de lectio divina del Evangelio del Domingo II de Cuaresma del Ciclo A).

   Domingo II de Cuaresma del Ciclo A.

   ¿Hemos sido creados realmente según la imagen física de Jesús y la semejanza espiritual de Dios?

   Ejercicio de lectio divina de MT. 17, 1-9.

   Lectura introductoria: ROM. 8, 18.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.

   R. Amén.

   Seguimos recorriendo el itinerario Cuaresmal cuyo fin es la conmemoración de la Pasión, la muerte, la Resurrección y la posterior glorificación de Nuestro Salvador. Jesús como Hombre fue glorificado, pero, para que ello sucediera, tuvo que pagar el precio de enfrentar el dolor y sucumbir durante tres días bajo el poder de la muerte. Recorramos el camino de la Cuaresma sin perder la esperanza respecto de que el dolor característico de nuestras vidas no es inútil, y de que dios nos hará encontrar las respuestas a las preguntas que nos planteamos y no podemos responder cuando menos esperemos que ello suceda.

   Vivimos en un entorno caracterizado por el ruido y las prisas. Es por eso que necesitamos buscar al Señor en una montaña muy alta, en la que podamos entrar en nuestro interior, para ver a Jesús transfigurado, con su cuerpo de vencedor de la muerte y del mal. El Señor nos ayudará a vivir este retiro de conversión, porque somos sus discípulos predilectos. Según vayamos venciendo la triple tentación de poder, riquezas y prestigio, -según aprendemos mediante la lectura de los Evangelios de los primeros Domingos de los ciclos A y C del tiempo de Cuaresma-, iremos ascendiendo al monte de la Transfiguración del Señor, donde permaneceremos en oración de contemplación, y podremos ver a Cristo Resucitado, el vencedor de la muerte y del mal.

   Porque Jesús es la luz del mundo (JN. 9, 4), cuando se transfiguró, su rostro brilló, y su ropa adquirió la blancura característica de su pureza. Porque Jesús es la luz del mundo, necesitamos no permanecer en las tinieblas para poder vincularnos a Él.

   Moisés, -representante del legalismo-, y Elías, -representante del profetismo-, hablaron con el Señor. Los cristianos necesitamos tener una Ley que nos caracterice, la cual no ha de ser cumplida mecánicamente, y también necesitamos mensajeros de Dios, que mantengan viva y activa la fe que profesamos.

   Pedro no quiso descender del monte de la Transfiguración, porque se sintió feliz ante Jesús transfigurado, Moisés y Elías. Él no sabía que aquella visión tenía la misión de fortalecer su fe, a fin de que la misma fuera probada hasta el extremo de que permitiera el sacrificio de su vida por Cristo y su causa redentora.

   Nuestro Santo Padre habló de Jesús desde la nube en que se manifestó. Él nos invita a creer en Jesús y a seguir al Señor por medio de la lectura de las Sagradas Escrituras y de la predicación de los evangelizadores inspirados por el Espíritu Santo.

   Los discípulos de Jesús que contemplaron la Transfiguración del Señor, cayeron a tierra después de oír la voz de Nuestro Santo Padre, porque tenían miedo de ser condenados, por causa de su condición pecadora. El miedo es un obstáculo para muchos que quieren creer en Dios, así como también lo es la indiferencia que nos hace no esforzarnos para alcanzar propósitos que requieren de nosotros grandes esfuerzos, paciencia y constancia, a fin de que no dejemos de llevar a cabo los mismos.

   Jesús no quiere que las circunstancias que erróneamente consideramos adversas si pensamos en la utilidad de las mismas nos hagan ceder bajo el efecto del miedo. El Señor está con nosotros, pero ello no nos impide enfrentar nuestros miedos. Él nos promete que nuestros éxitos y fracasos nos serán útiles, pero, para que ello suceda, necesitamos hacer cuanto esté a nuestro alcance para ser felices, y que los demás alcancen una dicha satisfactoria para ellos.

   Oremos:

   Espíritu Santo, amor incondicional que procedes de nuestro Santo Padre y de Jesús:

   Invádenos con tu presencia, para que podamos orar fervientemente, sin que el ruido y las prisas características de nuestras vidas, nos impidan hablar contigo. Impúlsanos al cielo partiendo de nuestro interior, para que nadie ni nada nos separe de Ti.

   Concédenos tus dones a fin de que lleguemos a ser los discípulos de Jesús en que piensas desde antes de que el Hijo de Dios y María creara el mundo.

   Queremos actuar como lo haría Jesús si viviera nuestras circunstancias actuales, aunque sabemos que eso no es fácil para nosotros, pero no ignoramos que conseguiremos avanzar mucho en el cumplimiento de tan loable propósito, porque contamos con tu ayuda incondicional.

   Ilumínanos con tu luz, a fin de que las tinieblas no nos desvíen del cumplimiento de tu voluntad.

   Concédenos tu pureza, para que podamos alcanzar la santidad que anhelamos.

   Ayúdanos a cumplir tu Ley divina, una Ley que no deseamos cumplir automáticamente, sino bajo la inspiración de tu don de profecía, que siempre nos mantendrá dispuestos a cumplir tu santa voluntad.

   Te pedimos que no utilicemos tu Palabra inspirada y los dones que nos has concedido para evitar cumplir tu voluntad. No queremos ampararnos en tu poder para que nos concedas más riquezas de las que necesitamos, ni pensar que tú eres quien nos inspiras para que actuemos, para no hacer lo que esperas de nosotros, ni para despreciar a quienes no comparten nuestras creencias.

   Para quienes te amamos, la oración no ha de ser un refugio en el que evitaremos enfrentar nuestros miedos, sino la catapulta que nos impulsará a cumplir tu divina voluntad.

   Jesús será nuestro guía durante el presente recorrido cuaresmal penitencial y durante los años que vivamos, a fin de que seamos los cristianos en los que estás pensando desde antes de crear el mundo.

   Gracias por darnos la vida por medio de tu aliento vital, y por llevar a cabo la obra de santificarnos.

   2. Leemos atentamente MT. 17, 1-9, intentando abarcar el mensaje que San Mateo nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de MT. 17, 1-9.

   3-1. Los seguidores preferidos de Jesús (MT. 17, 1).

   Según San Mateo, seis días después de que el Señor instituyera el Primado de Pedro y les anunciara a sus discípulos su Pasión, muerte y Resurrección (MT. 16, 13-28), Jesús llevó consigo a una montaña alta, aquellos de sus seguidores que estaban más capacitados, para contemplarlo transfigurado. Tales seguidores del Señor, eran Pedro, -primer Papa de la Iglesia Católica-, Santiago, -el primer Apóstol mártir-, y Juan, -el cuarto Evangelista, y el Apóstol que tuvo el privilegio de contemplar la revelación de la plena instauración del Reino de dios en el mundo-. Tales discípulos de Jesús, fueron elegidos por su espiritualidad, y no porque eran más amados por el Señor que sus compañeros. Cuando la Iglesia fue fundada, no todos los creyentes e incrédulos podían asistir a la celebración completa de la Eucaristía, a no ser que los primeros tuvieran una fe bien formada. Aún en la actualidad se celebran actos cultuales que no son accesibles a todo el mundo, pero ello no sucede porque los cristianos discriminamos a quienes no comparten con nosotros una misma fe, sino porque consideramos que ha de tenerse cierta formación para comprender y vivir dichos actos.

   ¿Por qué se transfiguró Jesús en una montaña? Ello sucedió porque dicha montaña estaba alejada del ruido y las prisas mundanas, lo cual hacía que los seguidores del Señor estuvieran en un entorno propio para orar sin que su encuentro con la divinidad fuera interrumpido por ninguna causa.

   3-2. La Transfiguración del Señor (MT. 17, 2).

   Cuando Jesús y sus amigos estuvieron en la cima de la montaña, el Señor se transfiguró, por lo que apareció ante sus dos discípulos, con su cuerpo de vencedor de la muerte y el mal. El rostro de Jesús emitía un resplandor cegador, y las ropas del Señor eran blancas, porque ese color simboliza la pureza. Jesús es Dios, y por eso las tinieblas no lo han caracterizado nunca. El Señor se mostró ante sus discípulos como vencedor de la muerte y del mal, para mostrarles que también sus creyentes seremos resucitados al final de los tiempos, y no nos afectará el mal en ninguna de las formas en que ha existido siempre.

   3-3. Moisés y Elías (MT. 17, 3).

   Dios les dio a los hebreos su Ley por medio de Moisés, y Elías llevó a cabo prodigios con el poder de Dios. El legalismo y el profetismo han de ser compatibles para los cristianos, quienes hemos de orar para ser buenos seguidores de Jesús a la hora de cumplir la Ley, y prudentes para evitar el riesgo de confundir las inspiraciones del Espíritu Santo con escenificaciones causadas por nuestra imaginación o el interés de engañar a los incautos. Profetas no sólo son quienes predicen el futuro, pues también lo son quienes cumplen la voluntad de Dios de manera que pasan desapercibidamente ante quienes sin duda alguna vibrarían ante la visión de prodigios espectaculares.

   3-4. El deseo de Pedro (MT. 17, 4).

   El hecho de que Pedro quisiera construir tres tiendas para Moisés, Elías y Jesús, significaba que llegó el tiempo del Mesías. Recordemos que los judíos celebraban la fiesta de las tiendas, las cuales significaban que Dios moraba entre su pueblo, en recuerdo de la vivencia de sus antepasados en el desierto, que se prolongó durante cuatro décadas.

   Pedro consideraba que Jesús era su jefe, y, como buen judío, era consciente de la grandeza de Moisés y de Elías. Pedro quería prolongar aquel momento representativo de la Resurrección de Jesús, pero no era la hora de estancarse ante la visión que contempló, pues se requería de él que actuara como creyente comprometido con el crecimiento espiritual propio y ajeno, la práctica de cuanto aprendió de Jesús, y su disposición a ser alma de oración.

   Tal como les sucedió a los tres amigos de Jesús, necesitamos experiencias de Tabor, para comprobar la fortaleza de nuestra fe. Para que ello suceda, evitemos la tentación de ver la espiritualidad como un refugio, y considerémosla como el desafío que necesitamos, para poder completar nuestra formación humana y cristiana.

   ¡Qué bien se está aquí! -pensó Pedro cuando contempló a Jesús transfigurado, a Moisés y a Elías-. También nosotros podemos sentirnos muy bien cuando oramos, y cuando encontramos en la biblia -o en algún otro libro de espiritualidad- algún texto que nos anima a sentirnos amados por Dios. Esas palabras las utilizan para estancarse en su situación de sufrimiento quienes no quieren enfrentar sus miedos para superarse, y quienes reducen su profesión de fe al ejercicio de ciertas prácticas religiosas, y sólo quieren estar entre quienes comparten sus pensamientos, y muchos de ellos consideran impuros a quienes no piensan igual que ellos.

   También se encuentran muy cómodos quienes profesan su fe limitándose a asistir a celebraciones cultuales y encuentros de oración, y evitan informarse de lo que sucede a su alrededor y en el mundo, porque no quieren comprometerse con ninguna causa justa. Piensan que Dios es quien tiene que solucionar todos los problemas del mundo, y que Nuestro Padre común sólo requiere de ellos que sigan acomodados en su situación de ignorantes de los problemas del mundo y de lo que pueden hacer -que no es poco por cierto- para contribuir a extinguir el sufrimiento de la humanidad.

   También están muy cómodos quienes no manifiestan su opinión para evitar ser criticados amparándose en la excusa de que se esfuerzan para llevarse bien con todo el mundo, quienes se resignan ante una realidad que saben perfectamente que es injusta, y no quieren hacer nada para cambiarla, porque le tienen demasiado miedo al fracaso, y al hecho de que su imagen social se desvalorice ante aquellos a quienes les rinden culto, porque valoran más el poder, las riquezas y el prestigio, que la imitación de Jesús.

   Contemplar a Jesús transfigurado en el Tabor, consiste en vivir una vida de fe plena, en contacto con Dios y sus hijos los hombres. ¡Qué bien se está aquí! -podemos decirle a Jesús en nuestros ratos de Tabor-, pero no menos bien podemos sentirnos acompañando a quienes se sienten solos, y sirviendo al Señor en sus demás hermanos, carentes de dones espirituales y materiales.

   3-5. La manifestación de Nuestro Padre celestial (MT. 17, 5).

   Así como Yahveh se mostró en el desierto ante su pueblo en una nube durante los días y en una columna de fuego durante las noches (ÉX. , 13, 21), Nuestro Santo Padre se manifestó en el episodio de la Transfiguración de Jesús en una nube. Jesús es el Hijo amado de Nuestro Padre celestial, a quien debemos escuchar, si queremos ser los cristianos, en que dios pensó desde la eternidad. Escuchemos a Jesús, y practiquemos todo lo que nos enseña con sus palabras y obras.

   3-6. El miedo de los discípulos de Jesús (MT. 17, 6).

   La creencia de que la justicia de Yahveh habría de ejecutarse automáticamente en la presencia de los pecadores, porque Dios es infinitamente puro y Santo, hizo que los discípulos de Jesús se cayeran, por causa del miedo que los invadió. También a muchos cristianos se nos ha hecho mucho hincapié en que la justicia divina ha de ejecutarse irremediablemente contra los pecadores, hasta el punto de que no se nos ha hablado suficientemente de la grandeza del amor de dios. El miedo a ser condenados, hace que muchos de nuestros hermanos en la fe no gocen de cómo Dios los ama infinitamente, porque se creen indignos de ser amados por la suma divinidad, lo cual los induce a creer que no hay pecado alguno que Dios pueda perdonarles, por causa de la maldad que los caracteriza.

   3-7. Levantaos, no tengáis miedo (MT. 7, 7).

   Jesús instó a sus amigos a que no se dejaran vencer por el miedo, tal como lo hace con nosotros cuando no sabemos cómo vamos a resolver nuestros problemas, y cuando tenemos que enfrentar situaciones que consideramos que son muy difíciles. Necesitamos tener miedo para no correr riesgos innecesarios, pero también necesitamos gestionar el miedo para no perder la fe que hemos recibido del Espíritu Santo.

   3-8. La petición que Jesús les hizo a sus discípulos (MT. 17, 8-9).

   Cuando los amigos de Jesús se levantaron, Moisés y Elías habían desaparecido de su vista. Jesús les mandó que no le dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que Él no resucitara de entre los muertos. Jesús no quería ser contemplado desde el punto de vista del sensacionalismo, y sus amigos necesitaban meditar mucho lo que había sucedido, con el fin de poder asimilarlo. Sólo después de que Jesús venciera la muerte, sus amigos comprenderían que habían tenido el privilegio de ser los primeros en contemplar al Salvador de la humanidad resucitado y por tanto como vencedor del mal y de la muerte.

   3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos     en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en MT. 17, 1-9 a nuestras vidas.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   1. ¿Qué sucedió seis días antes de que Jesús se transfigurara en el monte Tabor?
   2. ¿Por qué no llevó Jesús a todos sus discípulos al monte en que se transfiguró?
   3. ¿Recuerdas los nombres de los discípulos del Señor a quienes Jesús les permitió verlo transfigurado?
   4. ¿Por qué se transfiguró Jesús en una montaña donde sólo pudieron verlo algunos de sus discípulos, y no lo hizo ante una gran multitud?
   5. ¿Por qué eligió Jesús a Pedro, Juan y Santiago para que lo acompañaran al monte de la Transfiguración?
   6. ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de que todas las celebraciones de culto no sean accesibles a todos los creyentes y no creyentes?

   3-2.

   7. ¿Qué significado tiene el resplandor fulgurante del rostro de Jesús transfigurado?
   8. ¿Qué indicó la blancura de las ropas del Señor transfigurado?
   9. ¿Por qué Jesús no pecó nunca?
   10. ¿Por qué se mostró Jesús ante sus discípulos como vencedor de la muerte y del mal?

   3-3.

   11. ¿Quién fue Moisés?
   12. ¿Qué hizo Moisés por su pueblo?
   13. ¿Quién fue Elías?
   14. ¿Qué obra llevó a cabo Elías?
   15. ¿Por qué aparecen Moisés y Elías en el texto evangélico que estamos considerando?
   16. ¿Por qué son importantes para los cristianos el legalismo y el profetismo?
   17. ¿Por qué hemos de orar los cristianos?
   18. ¿Cuáles son las misiones de los profetas?

   3-4.

   19. ¿Cuál es el significado de las tres tiendas que Pedro quiso construir?
   20. ¿Qué significaban las tiendas con que los judíos recordaban la estancia de sus antepasados en el desierto?
   21. ¿Por qué consideraba Pedro que Moisés y Elías eran más importantes que Jesús?
   22. ¿Por qué quería Pedro prolongar el mayor tiempo posible la visión que tuvo el privilegio de contemplar?
   23. ¿Cómo quería Jesús que actuara Pedro a partir de la contemplación del Mesías transfigurado?
   24. ¿Para qué necesitamos las experiencias de Tabor?
   25. ¿Qué necesitamos hacer para que las experiencias de Tabor nos sirvan para probar la calidad de la fe que tenemos en Dios?
   26. ¿Nos servimos de la religión para ser mejores personas cristianas, o la usamos como refugio que nos invita a olvidar nuestros problemas durante cortos espacios de tiempo?
   27. ¿Utilizamos las experiencias de Tabor para equilibrar nuestra formación, nuestras acciones y nuestras oraciones, o nos amparamos en una de las mismas para olvidar las otras dos?
   28. ¿En qué consiste la contemplación de Jesús transfigurado por parte de sus verdaderos Apóstoles y discípulos?

   3-5.

   29. ¿Por qué se manifestó Nuestro Santo Padre en una nube?
   30. ¿Quién es Jesús, y qué espera Nuestro Santo Padre que hagamos respecto de su Enviado?

   3-6.

   31. ¿Por qué cayeron los discípulos de Jesús a tierra vencidos por un miedo atroz?
   32. ¿Debemos tenerle miedo a la justicia divina?
   33. ¿Por qué el miedo a la condenación hace que muchos cristianos piensen que es imposible que Dios perdone sus pecados?

   3-7.

   34. ¿Por qué necesitamos tener miedo?
   35. ¿Por qué nos insta Jesús a que aprendamos a gestionar adecuadamente nuestros miedos?

   3-8.

   36. ¿Por qué les dijo Jesús a sus amigos que no le dijeran a nadie lo que había sucedido hasta que Él resucitara de entre los muertos?

   5. Lectura relacionada.

   Leamos y meditemos la primera Carta de San Pedro, quien nos enseña a mantener viva la fe en tiempos marcados por grandes dificultades, y oremos por los cristianos perseguidos por causa de su fe.

   6. Contemplación.

   Acompañemos a Jesús a un monte alto en que nadie ni nada pueda impedirnos ver al Señor transfigurado. Sabemos que se espera de nosotros que nos formemos en el conocimiento de la voluntad de dios y que lo sirvamos en nuestros prójimos los hombres, pero, porque somos conscientes de la importancia de la oración respecto de nuestra profesión de fe, acompañemos a Jesús a un monte alto, para que nadie ni nada nos impida orar fervientemente.

   Cuando Jesús se transfiguró, su rostro resplandeció porque Él es la luz del mundo (JN. 9, 4), y sus ropas aparecieron totalmente blancas, indicando la pureza del Mesías. Pensemos cómo podemos reconocer a Nuestro Redentor en la actualidad en nuestras vidas, en la Iglesia de que somos miembros y en el mundo.

   Moisés y Elías conversaron con Jesús en el Tabor. Escuchemos a los grandes predicadores y leamos sus libros, con el fin de que Dios nos ayude a fortalecer la fe que hemos recibido del Espíritu Santo, por medio de dichos autores inspirados.

   Oremos para que nuestro tiempo de oración nos disponga a vivir como buenos discípulos de Jesús, y no lo utilicemos para impedir seguir formándonos espiritualmente y para evitar hacer el bien. Equilibremos la formación, la acción y la oración, los tres pilares sobre los que se fundamenta la profesión de la fe cristiana.

   Jesús es el Hijo amado de Dios en quien se complace Nuestro Padre común, y a quien espera que lo escuchemos y obedezcamos. ¿Cumpliremos la voluntad divina a este respecto?

   Los discípulos de Jesús cayeron a tierra por causa del miedo que los invadió respecto de que los exterminara la justicia divina, y nosotros podemos evitar profesar nuestra fe, por miedo a que no se nos comprenda en nuestro entorno social. Jesús nos invita a superar los miedos que nos impiden cumplir la voluntad de Dios, porque Él estará con nosotros hasta el final de los tiempos (MT. 28, 20).

   Así como Jesús no quiso que sus discípulos le hablaran a nadie de su Transfiguración hasta que la comprendieran, formémonos adecuadamente para predicar el Evangelio, para que nuestra falta de instrucción espiritual no coarte la fe de quienes puedan hacerse creyentes por nuestro medio.

   7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de dios, expuesta en MT. 17, 1-9.

   Comprometámonos a iniciarnos en la oración si no tenemos la costumbre de orar, o a aumentar el tiempo en que hablamos con Dios y sus Santos, si tenemos tan loable hábíto.

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   8. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:

   Llévame contigo donde pueda verte, tocarte y abrazarte, y donde la unión con mis prójimos los hombres, me vincule a Ti, para que jamás volvamos a separarnos. Amén.

   9. Oración final.

   Leamos y meditemos el Salmo 5, pensando en el bien que nos ha hecho el Dios que nos ama, el cual desea que todos le aceptemos, le amemos y le adoremos.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com