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Meditación para la Misa del día de la Natividad del Señor.

   Meditación.

   1. Antes de ser traicionado por Judas, Jesús oró en el huerto de José de Arimatea. Jesús sabía que iba a padecer mucho durante las horas sucesivas. El Profeta Isaías nos dice al describirnos la Pasión de Nuestro Señor, las palabras que leemos en IS. 50, 6-7. 53, 2-5.
   Cuando Jesús en su oración en el huerto de Getsemaní alcanzó el punto culminante de su agonía y su dolor parecía convertirse en sequedad espiritual, Nuestro Señor le dijo al Padre tres veces, las palabras escritas en LC. 22, 42.
   Al iniciar la celebración de la octava de Navidad, vamos a pedirle a Nuestro Padre común que nos ayude a disponernos para hacer su voluntad. Todos tenemos una misión que llevar a cabo durante los días de nuestra existencia ((COL. 1, 9).
   Oremos con el Salmista (SAL. 40, 6-12).
   2. Después de invocar a Dios, meditemos el principio del texto correspondiente a la primera lectura (IS. 52, 7). San Lucas nos describe gráficamente la misión del Mesías, diciéndonos que Jesús allanará los montes de la soberbia humana, y elevará a los humildes, convertirá los valles en colinas elevadas (LC. 3, 4-5).
   ¿Cuál es la causa por la que el Profeta nos dice que el mensajero de Dios camina a través de los montes? Unámonos al Señor en el cumplimiento de su misión. Pidámosle a Nuestro Padre común que nos ayude a aplicarnos el anuncio profético. Recorramos junto a Nuestro Señor el mundo, porque Él "anuncia la paz". Recordemos el cántico con que los ángeles les anunciaron a los pastores el misterioso Nacimiento del Emmanuel (LC. 2, 14). Habitualmente, cuando Juan Pablo II nos dirige su tradicional felicitación navideña a los cristianos españoles, pronuncia las siguientes palabras: "Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones" (COL. 3, 15). Pidámosle a Nuestro Padre común que la luz del Espíritu Santo nos ilumine para que podamos transmitirles a quienes nos rodean su paz divina. Unámonos todos en oración para que el Espíritu nos conceda su paz para que el mundo se libre de las miserias causadas por la ausencia del don celestial sobre el que estamos meditando.
   Isaías nos dice también que el Mesías "trae buenas nuevas". Las buenas noticias mesiánicas las hemos meditado detenidamente durante el tiempo de Adviento, por eso, si queremos que el mundo irradie la paz de Cristo, hemos de convertirnos en los portadores de las buenas nuevas que Cristo Jesús predicó en su tiempo en Palestina, para que los valores cristianos que han transformado nuestra vida, no se extingan cuando le entreguemos nuestro espíritu a Dios. Démosle una respuesta positiva al amargo y esperanzador interrogante de Jesús que encontramos en LC. 18, 8B.
   Jesús, cuando vuelvas en tu Parusía, te percatarás de que tu fe universal no se ha extinguido de la tierra, porque, los predicadores de tu Iglesia, jamás se cansarán de transmitir tus buenas nuevas, porque tu pueblo, lleno de esperanza, y consciente de la misión que le encomendaste, siempre se mostrará dispuesto a sacrificar su vida, esforzándose para que Nuestro Padre común tenga más hijos.
   Isaías nos dice que el Mesías "anuncia salvación". Ante estas palabras tan trascendentales, recuerdo las siguientes palabras del Salmista (SAL. 13, 6). Una de las formas que tenemos de agradecerle al Señor nuestra salvación consiste en celebrar activamente la Eucaristía, para que podamos seguir salvando almas, así pues, el Salmista nos insta a orar en los siguientes términos: (SAL. 16, 5).
   Concluyamos esta meditación pidiéndole a Nuestro Padre y Dios que nos afiance en nuestra fe, para que no nos falte la fuerza para vivir cumpliendo su voluntad puntualmente, para que ni la incomprensión ni la ingratitud de quienes intentemos salvar y no nos comprendan, nos hagan desistir de nuestro empeño.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com