Meditación.
1. Dios ha amanecido sobre nosotros en este día de la Epifanía -o manifestación- de Nuestro Señor Jesucristo porque estamos dispuestos a aceptar su Palabra como Verdad Suprema y nos hemos comprometido a cumplir la voluntad de Nuestro Padre común. Isaías nos dice en la primera lectura que Dios es todopoderoso, nuestra fuerza salvadora, la luz que nos guía en medio de las tinieblas en que vivimos cuando no sabemos vencer nuestras dificultades o cuando carecemos de la fuerza que necesitamos para afrontar y confrontar todos los aspectos de la vida que nos hacen sufrir. Quienes no creen en Dios viven en tinieblas, no porque son pecadores, sino porque están privados de la gran alegría que significa para nosotros la seguridad plena de que no estamos solos ante nuestras dificultades. Quienes aprendimos a tener fe siendo adolescentes o adultos, sabemos que la vida que rechaza la luz de Dios está llena de incertidumbres. Dios es Nuestro Salvador, y su poder es infinito. En la primera lectura, el Profeta nos hace entender que Dios irradiará su luz a la humanidad desde Jerusalén, y que todas las naciones le adorarán en la ciudad tres veces santa, según los cultos judío, cristiano y musulmán. Pensemos, queridos hermanos y amigos, que Nuestro Hermano y Señor Jesús, nos redimió a escasos kilómetros de Jerusalén (LC. 13, 33). El día en que acontezca la segunda venida -o la Parusía- de Jesús, todos los habitantes del mundo iremos a la Ciudad santa, portando nuestros tesoros espirituales, así pues, Nuestro Señor nos juzgará, limpiándonos de nuestras imperfecciones e impurezas.
2. El Salmo responsorial constituye una alabanza a Dios que se le puede aplicar a Cristo, -Nuestro Rey-, quien, en actitud suplicante, le pidió al Padre que lo facultara para llevar a cabo la misión que le encomendó sin fracasar. La súplica sobre la que meditamos en el citado Salmo era confiada, así pues, no estaba marcada por la desesperación ni la carencia de fe, sino por el vivo deseo de un Jesús joven, marcado por diversas experiencias vitales, y dispuesto para que el Espíritu Santo le amoldara al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre común, con gran sabiduría, y sin admitir ninguna vacilación. Cristo es el Rey cabal y perfecto que necesitamos, de hecho, sólo Él nos puede salvar.
3. Cuando los magos llegaron a Jerusalén preguntando por el Rey de los judíos, ni siquiera los más instruidos en el conocimiento del Verbo divino, pensaron que se les interrogaba sobre la Natividad del Mesías, así pues, los citados magos fueron conducidos al palacio de Herodes. Para bochorno de Jerusalén y gloria de los magos gentiles, el pueblo que tantas revelaciones de Dios había recibido a lo largo de su Historia, dormía aletargado por la difícil situación de subyugación con respecto a Roma, el terrorismo interno y la manipulación religiosa que padecía. No podemos culpar a todos los habitantes de Jerusalén por carecer de fe, pero, cuando los magos visitaron el palacio del Rey, Yahveh debió sentirse descorazonado al pensar que su pueblo le ignoraba, a pesar de las múltiples formas que se le había manifestado en el pasado. Los magos les señalaron a los israelitas el camino para encontrar al Mesías. Recuerdo el día en que los Príncipes de Asturias celebraron su enlace conyugal. Millones de personas estuvimos pendientes a aquel trascendental evento que sin duda alguna ha marcado la Historia de mi país. Nuestra fe es pequeña, porque aún no hemos tomado la decisión de caminar, mirando al cielo, y con los pies muy firmes sobre la tierra, buscando la estrella de la fe.
¿Por qué no descansamos durante el día y caminamos afectados por el abrazo de las tinieblas buscando la estrella que ha de darles a nuestras vidas un sentido nuevo caracterizado por la eternidad?
Ante el estamento social de los grandes personajes que aparecen en el Evangelio de hoy, Jesús aparece marcado por la debilidad, la ignorancia, el desprecio y la persecución.
¿Cómo puede explicarse el hecho de que Herodes emprendiera una persecución contra un Niño indefenso?
¿Qué sentido tuvo la matanza de los niños de Belén menores de dos años que llevaron a cabo los componentes de una centuria?
¿Cómo pudo ver Herodes a un adversario en medio de la miseria en que aquel tiempo vivía la Sagrada Familia?
Herodes asesinó impasiblemente a los niños de Belén, sin que ninguno de ellos fuera la víctima que más deseaba ejecutar.
Con cuánta naturalidad preguntaron los magos en Jerusalén por el Rey de los judíos, y con qué miedo se les informó con respecto a la Profecía de Miqueas, el cuál afirmó en su tiempo que el Enviado de Dios nacería en la pequeña ciudad de Belén de la región de Judea (MIQ. 5, 2).
¿Qué les decimos a quienes nos preguntan si tenemos fe?
¿Somos capaces de vencer la pereza que nos impide asistir a las celebraciones eucarísticas?
¿Somos conscientes de que al no celebrar la Eucaristía rechazamos el hecho de recibir a Nuestro Señor en la Comunión?
¿Cumplimos la voluntad de Dios?
¿Nos amparamos en un continuo ciclo de formación, acción y oración para vivir en conformidad con el cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre y Dios?
Los magos no intuyeron la pretensión con que Herodes les envió a informarse del lugar exacto en que estaba la Sagrada Familia. El Espíritu Santo quiso que los magos regresaran a su tierra tomando un atajo por el río Jordán, para evitar su improcedente encuentro con Herodes, el cuál, al verse burlado, montó en cólera, y ordenó el cruel asesinato de los niños de Belén (MT. 2, 16).
4. A pesar de que hoy muchos niños han amanecido rodeados de regalos, no olvidemos que, la mayoría de niños del mundo, están padeciendo circunstancias difíciles. El día de los Reyes Magos es un cúmulo de esperanza e ilusión que es mantenido por los regalos y el cariño que los niños reciben de parte de quienes les aman, sus queridos familiares, los cuáles, se hacen pasar por los Magos de Oriente, pues la magia y la posibilidad de no delatar a quienes invierten su dinero, hacen de este día un recuerdo entrañable para los pequeños. Tengamos un recuerdo solidario en virtud de ofrecerles nuestra ayuda a los niños que pasan hambre, a los sin techo, y, si nos es posible, regalémosle un juguete a un niño pobre, para que sean muchos los niños que, al menos un día a lo largo de su vida, puedan ser felices.
5. Hablando de regalos, sus Majestades de Oriente también tuvieron el detalle de ofrendarle a Jesús unas dádivas que le prepararon. No sabemos cuántos eran los magos, pero creemos que eran tres, en consideración de los regalos que le hicieron al Mesías. A estos tres astrólogos los llamamos Melchor, Gaspar y Baltasar. A Melchor le atribuimos los lingotes de oro que le dio a Jesús, con lo cuál quiso afirmar que el Señor es el Hombre más poderoso y prestigioso de todos los tiempos. El segundo mago, -Gaspar-, le ofrendó a Jesús incienso, la ofrenda que sólo se les hace a los dioses, afirmando la Deidad del Hijo de María. Baltasar, -el negro más querido por los niños-, envuelto en un halo de misterio, le ofrendó a Jesús un poco de mirra, la sustancia con que embalsamaban en aquel tiempo a quienes fallecían, indicando que, por su muerte y Resurrección, Nuestro Señor habría de llevar a cabo su misión redentora.
6. El próximo Domingo, con la celebración del Bautismo del Señor, -la segunda Epifanía de Jesús-, concluiremos el tiempo de Navidad, e iniciaremos la primera parte del Tiempo Ordinario, que será interrumpido por el inicio de la Cuaresma, y, después de la celebración de la Ascensión del Señor y Pentecostés, se prolongará hasta la solemnidad de Cristo Rey, para volver a comenzar un nuevo periodo de Adviento.
Todos recordamos las enseñanzas de la Iglesia con respecto al tiempo de Adviento porque aún tenemos muy presentes los textos litúrgicos que meditamos durante las cuatro semanas que precedieron a la Natividad de Jesús. La meditación de las Profecías del Antiguo Testamento nos hizo copartícipes de la Historia de la revelación de Dios a los hombres en presencia de María, reflexionando sobre el dolor de Nuestra Madre común, la Maestra que ayuda con sus oraciones a quienes padecen a vivir las circunstancias difíciles a las que se enfrentan cada día.
El tiempo de Navidad comienza con la celebración de las Vísperas de Navidad y la Natividad de Jesús, y se prolonga hasta el Bautismo del Señor, que se celebra el Domingo siguiente a la Epifanía -o la primera manifestación de Jesucristo-. En este tiempo nos estamos concienciando de que el Verbo de Dios se ha hecho Hombre, y se ha puesto a nuestro servicio para redimirnos, -es decir, para cumplir la voluntad de Dios-
En sus dos partes, el Tiempo Ordinario es una sucesión de treinta y cuatro semanas, durante las cuales, como peregrinos que recorren el mundo buscando la fuente que extinga su sed, meditaremos rápida y eficazmente la Palabra de Dios, pues no deseamos que nuestra fe se debilite en el tiempo en que viviremos escasas celebraciones.
La Cuaresma es un periodo de cuarenta días que finaliza el Jueves Santo, y es sucedido por el Santo Triduo de Pascua, los tres días en que meditamos la Pasión, la muerte y la Resurrección de Cristo, para celebrar el más jubiloso de todos los acontecimientos históricos durante cuarenta días. La Cuaresma es tiempo de conversión y penitencia, tiempo de desandar los caminos inciertos, tiempo de reconstruir lo que hemos destruido en cuanto ello nos sea posible, y tiempo en que se nos insta a mejorar como personas cristianas.
La Semana Santa es el periodo en que finaliza la Cuaresma y comenzamos la Pascua. Durante la citada semana meditamos los misterios centrales de nuestra fe: la institución de la Eucaristía, el Sacerdocio y la Penitencia, y la Pasión, la muerte y la Resurrección del Señor.
La Pascua se prolonga durante los cuarenta días siguientes al Domingo de Pascua o Resurrección. En ese tiempo nos esforzamos por seguir perfeccionándonos como si no hubiera finalizado la Cuaresma, con la alegría de saber que Jesús nos espera en el cielo, y de que el Espíritu Santo nos guía en nuestro camino, según recordamos este hecho en las celebraciones de la Ascensión y Pentecostés, antes de iniciar la segunda parte del Tiempo Ordinario, celebrando a la Santísima Trinidad, el Corpus Christi, y los Sagrados Corazones de Jesús y María.
El Tiempo Ordinario concluirá con la solemnidad de Cristo Rey, para que comprendamos que el Señor concluyó la obra que el Padre le encomendó, y que desea que nos dejemos santificar, para concluir la plena instauración del Reino de Nuestro Padre común entre nosotros.
Queridos hermanos y amigos que no tenéis la costumbre de celebrar la Eucaristía dominical pero que habéis compartido la alegría de las fiestas navideñas con nosotros, os invito a no alejaros de la Iglesia, y me pongo a vuestra disposición, para fortalecer vuestra fe.
Pidámosles a Dios y a María Santísima, antes de finalizar esta meditación, que la luz de Cristo irradie sobre nuestras vidas, el ambiente en que nos perfeccionamos, la Iglesia, nuestros hermanos cristianos de otras denominaciones, y los no creyentes.
José Portillo Pérez.
joseportilloperez@gmail.com