3. Meditación de JN. 1, 1-18.
1. La Iglesia, al comenzar el nuevo año, nos invita a meditar los primeros 18 versículos del Evangelio de San Juan, para infundirnos el conocimiento de la Persona de Jesús y su obra redentora, a fin de que nos dispongamos a imitar las virtudes de Nuestro Señor. Jesús mismo, en el libro del Apocalipsis, dice de Sí: (AP. 1, 8). Nuestro Señor se define a Sí mismo como el principio de nuestra existencia y el fin con que Dios nos ha creado. San Juan Bautista dijo cuando testimonió su experiencia del bautismo del Mesías: (JN. 1, 29).
Siempre que iniciamos un nuevo año lo hacemos con la esperanza de renovar nuestras vidas en todos los aspectos, y, el recuerdo de la misión redentora de Nuestro Señor, nos insta a llevar a cabo todos nuestros propósitos.
2. Jesús es la segunda Persona de la Santísima Trinidad, así pues, aunque Nuestro Señor tuvo un comienzo existencial como Hombre al encarnarse en Santa María Virgen, ha existido siempre (COL. 1, 15). Jesús es un reflejo de Nuestro Padre común. Muchos cristianos valoran a las personas según el comportamiento que observan en las mismas. San Pablo les escribió a los cristianos de la comunidad de Colosas: (COL. 1, 13-14).
El Evangelista nos dice: (JN. 1, 1). El Apóstol nos dice que, cuando Dios comenzó la obra de la creación, ya existía Jesús, la imagen de Nuestro Criador, la Palabra de Nuestro Dios. Cuando observamos que un hijo imita a su padre o tiene algún rasgo físico que le es común a su antecesor, decimos con respecto al mismo: de tal palo, tal astilla. Dios es incorpóreo, y, nosotros, al no estar capacitados para creer lo que no podemos ver con nuestros ojos y no nos es posible tocar con las manos, necesitamos que Jesús, la Palabra de Dios, se nos manifieste, para poder creer las realidades divinas.
A quienes sentimos que Cristo se nos ha dado a conocer, nos llenan el corazón de alegría las palabras del Evangelio, contenidas en JN. 1, 16.
San Juan también nos dice en el Evangelio de hoy: (JN. 1, 1B-2). Dios llamó al universo a la existencia por medio de su Palabra (JN. 1, 3-5). Nosotros fuimos creados por medio de Jesús, y gozaremos de la vida eterna, gracias al sacrificio cruento de Nuestro Hermano. La vida sobrenatural que hemos recibido por obra y gracia del Espíritu Santo es un cúmulo de virtudes, luz y esperanza para quienes creemos en el Mesías, y, quienes no creen en Dios no gozan de la citada riqueza espiritual, porque, aunque el Criador del universo nos concede a todos sus dones y virtudes, nadie puede ejercitar las virtudes que desconoce. Esa luz resplandece en las tinieblas de nuestras vidas, cuando no cedemos a las diversas tentaciones que nos inducen a pecar, a sucumbir ante los fracasos que sufrimos, a incapacitarnos ante la superación de nuestros defectos, a no luchar por ser cada día mejores personas cristianas, y, en último extremo, a perder la fe y la esperanza, no solo en Dios, sino en nuestros prójimos, y en nosotros. Quizás nos lamentamos porque no tenemos a nuestra disposición todo el dinero que deseamos, no tenemos el coche que más nos gusta, no tenemos varias viviendas para alquilarlas y obtener un dinero extra del que podríamos dar buena cuenta, etc., pero debemos sentirnos dichosos por lo que somos y la situación que vivimos, porque, desgraciadamente, hay mucha gente en el mundo que carece de dones terrenos y celestiales. El deseo de prosperar es positivo siempre que no nos induzca a luchar por alcanzar una mayor posición en el campo en que nos movemos a costa de empobrecer a la gente que nos rodea.
3. San Juan nos dice con respecto a la primera venida del Mesías: (JN. 1, 10-11). La mejor descripción de todas las que he leído de la vida de Nuestro Maestro por su brevedad y claridad, fue expuesta por San Pedro ante el centurión Cornelio, sus familiares y sirvientes, en los siguientes términos: (HCH. 10, 38).
¿Por qué no reconocieron los judíos a Jesús en el tiempo en que Nuestro Señor llevó a cabo la redención de la humanidad?
¿Por qué nos invade la pereza al pensar en que debemos asistir a las celebraciones eucarísticas?
¿Por qué se han cometido miles de crímenes en nombre de Jesús de Nazaret?
4. San Juan nos dice con respecto a quienes hemos recibido al Señor en nuestros corazones: (JN. 1, 12-13). Para comprender las palabras del Apóstol que estamos meditando, es preciso que pensemos lo que significa para nosotros el hecho de aceptar a Dios como Padre, así pues, en JN. 1, 13 se nos dice que los hijos de Dios no nacen por deseo de ningún hombre, ni nacen como hijos no deseados, ni nacen para ser predestinados para ser glorificados en conformidad con los deseos de sus progenitores, pues nacen porque a Dios le place tenerlos como hijos, por lo que se deduce que Nuestro Santo Padre les ha creado para colmarles el corazón de gloria. Éstos, pues, son los hijos de Dios que reciben con gran alegría el mensaje del Apóstol, contenido en JN. 1, 14.
José Portillo Pérez.
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