Meditación.
Todos necesitamos a Dios.
Todos conocemos la forma en que el pecado entró en el mundo. Adán y Eva desobedecieron a Dios, pues comieron del fruto del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal. Adán y Eva no necesitaban vivir la experiencia del sufrimiento y la muerte, porque Nuestro Padre común les dijo que, si esperaban que finalizara el tiempo que Él fijó para que le demostraran que lo amaban viviendo en su presencia en el Edén, les llevaría al cielo, pero, Adán y Eva, se enfrentaron a lo que desconocían y temían, con tal de llegar a ser iguales a Nuestro Criador. A partir de este relato que se encuentra en el capítulo 3 del primer volumen de la Biblia, los hombres de todos los tiempos, hemos vivido alejados de Nuestro Padre común.
¿Cuál es la causa de esta separación? (IS. 5, 1-2). Nuestro Padre celestial creó un mundo semiperfecto para que le adoráramos, y viviéramos como hermanos. Dios cercó y despedregó su viña, -es decir, dotó a Adán y a Eva con una serie de dones y virtudes, como la inmortalidad de sus almas, y la imposibilidad de ceder a las enfermedades y de morir-, así pues, a este respecto, podemos entender el hecho de que Nuestro Padre común plantara vides escogidas en su viña. Dios edificó en medio de su viña una torre y un lagar, -es decir, Nuestro Santo Padre estableció su morada en nuestros corazones, quiso vivir entre nosotros, para que le convirtiéramos en el centro de nuestra existencia- Dios esperaba que su viña diese uvas, pero sólo dio uvas agraces. ¿Qué sucedió para que no se llevara a cabo el propósito inicial de Nuestro Padre común de salvarnos sin que conociéramos las miserias que nos afectan a todos de alguna manera? (IS. 5, 3-4).
¿Cometió nuestro Padre común algún error al crearnos?
¿Es Dios culpable de la comisión de los pecados con que muchos hombres marcan su vida?
Podemos decir con toda certeza que Dios es culpable de que mucha gente peque porque nos ha creado libres para que decidamos lo que hemos de hacer en cada momento de nuestra vida, pero, ¿podemos decir que los pecadores hacen el mal porque Dios quiere que ello suceda? Un ejemplo ilustrativo de esta meditación es la traición de Judas, así pues, si el hijo de Iscariote no hubiera vendido a Jesús como si su Maestro hubiera sido un esclavo suyo, ¿cómo hubiera podido llevarse a cabo nuestra redención?
Quizá pensamos que si Dios hablara como lo hacemos nosotros podríamos comprender lo que quiere que hagamos, pero ello no es cierto, dado que tenemos una gran tendencia a ignorar los consejos que nos dan nuestros familiares y amigos más cercanos, las personas en quienes más confiamos.
(IS. 5, 5-6). ¿Interpretaremos los dos últimos versículos del primer Isaías que estamos meditando como la constatación de que hemos sido abandonados por Dios por causa de nuestras transgresiones en el cumplimiento de su Ley? Los creadores de la Terapia Cognitiva de la Depresión, antes de aplicarles a sus clientes técnicas cognitivas yo conductuales para ayudarles a superar sus depresiones, les explicaban a los mismos el fundamento teórico de dichas técnicas terapéuticas, con el fin de que pudieran someter los pensamientos que causaban sus sentimientos a una prueba de realidad. Dios no nos ha abandonado, pero, si Él nos explica las razones por las que hemos de esforzarnos para vivir en su presencia y le ignoramos, lo único que puede hacer para impedir que cometamos graves errores, es privarnos de la libertad que nos concedió inicialmente.
Hoy empezamos a vivir la tercera semana del tiempo de Adviento, así pues, sólo faltan escasos días para que celebremos la primera venida de Nuestro Hermano y Señor a nuestro encuentro. Hoy hemos de preguntarnos: ¿Necesitamos a Dios? Si respondemos la pregunta anterior afirmativamente, hemos de preguntarnos: ¿Qué quiere Dios de nosotros? Si nuestro Criador no quisiera nada de nosotros, es obvio que no se nos hubiera revelado. En el Evangelio de San Juan encontramos unas palabras de Jesús muy reveladoras (JN. 6, 29).
Si Dios quiere que creamos en Jesús, vamos a intentar aumentar nuestra fe durante los días que faltan para que celebremos el tiempo de Navidad.
Ahora bien, ¿de qué forma vamos a preparar la celebración del cumpleaños de Nuestro querido Hermano?
¿Qué podemos hacer para que Dios se sienta acogido en nuestros corazones? Por una parte, prepararemos la celebración de la Navidad a nivel material, -es decir, cenaremos con nuestros familiares y amigos la noche en la que celebraremos la Natividad del Hijo de María, podemos demostrarles a nuestros seres queridos que les amamos haciéndoles algunos regalos-, asistiremos a la celebración de la Eucaristía de la media noche de Navidad, etcétera. Nuestro Señor quiere que vivamos una Navidad cargada de emociones positivas, pero este hecho no ha de hacernos olvidar el texto bíblico expuesto en LC. 3, 11.
Si Jesús vendrá a nuestro encuentro durante el tiempo de Navidad, nosotros, durante las fiestas que se avecinan, vamos a ir al encuentro de nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo. No vamos a privarnos de ir a algunos centros comerciales para comprar las cosas que necesitamos para celebrar la Navidad ni de ver la TV, pero sería muy constructivo el hecho de que les dediquemos bastante tiempo a nuestros niños, pues los tales necesitan que juguemos con ellos, y que conozcamos sus problemas. Vamos a dedicarles tiempo a nuestros padres y abuelos, vamos a hacer que se sientan amados, que vean que, aunque pasamos mucho tiempo lejos de ellos por causa de nuestro trabajo, no les olvidamos.
Concluyamos esta meditación pidiéndole a Nuestra Santa Madre que nos ayude a sensibilizarnos del dolor de nuestros prójimos, pues Ella, a pesar de que estaba en estado de gestación, no desestimó la posibilidad de servir a la madre de San Juan Bautista, ya que la mujer de Zacarías dio a luz a su hijo en una edad bastante avanzada.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com