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Recibamos a Jesús, portador de la Buena Nueva de la salvación de los hijos de Dios. (Ejercicio de lectio divina del Evangelio del Domingo II de Adviento del Ciclo B).

   Domingo II de Adviento del Ciclo B.

   Recibamos a Jesús, portador de la Buena Nueva de la salvación de los hijos de Dios.

   Ejercicio de lectio divina de MC. 1, 1-8.

   Lectura introductoria: 1 COR. 10, 23.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del espíritu Santo.
   R. Amén.

   Orar es aceptar a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, enviado al mundo para ser el Camino, la Verdad y la vida, para quienes creemos en Él (JN. 14, 6).
   Orar es hacer nuestra la misión de San Juan Bautista, en el sentido de que hemos de disponernos y preparar a la humanidad, para recibir a Jesús el día de Navidad, y al final de los tiempos, cuando acontezca la Parusía del Señor.
   Orar es conocer la Palabra de Dios y aplicarla a nuestra profesión de fe, con el fin de que podamos preparar el camino del Señor enderezando sus sendas para que encuentre a la humanidad dispuesta a recibirlo cuando acontezca su Parusía.
   Orar es desear la purificación de nuestros pecados, pedirle perdón a Dios en el caso de los católicos por medio del Sacramento de la Penitencia, y vivir en conformidad con el acatamiento de nuestros compromisos bautismales.
   Orar es actuar como hemos de hacerlo los cristianos, aunque ello suponga que necesitamos diferenciarnos de la gente que nos rodea.
   Orar es predicar a Jesús por medio de nuestras palabras y obras, y no anunciarnos a nosotros. Tal como dijo San Juan Bautista, Jesús es más fuerte que nosotros, y no tenemos poder sobre Él, pues hemos de ser nosotros quienes nos adaptemos al cumplimiento de su voluntad, dado que la misma consiste en que alcancemos la plenitud de la felicidad.
   Orar es pedirle al Espíritu Santo que nos bautice, de manera que lleguemos a ser los cristianos en los que Dios está pensando desde la eternidad.

   Oremos:

   Espíritu Santo, amor que vinculas al Padre y al Hijo desde la eternidad:
   Un año más, estamos disponiéndonos a recibir a Jesús, tanto el día de Navidad, como al final de los tiempos, cuando acontezca su segunda venida. Respecto de mí, no deseo que este Adviento sea igual a tantos que he vivido, en el sentido de que quiero prestarle atención a la Palabra divina escrita en la Biblia, para aplicarla a mi profesión de fe, y orarla.
   En este nuevo año litúrgico que hemos empezado a vivir recientemente, quiero acoger a Jesús, de manera que sea para mí la Buena Noticia que transforme mi vida. Así como me he preparado a vivir muchos acontecimientos que he considerado importantes, quiero disponerme a inspirar mi vida en la manera de ser de mi Señor y Salvador.
   Así como Jesús fue ungido para desempeñar la misión que le encomendó el Padre celestial, sé que me has ungido para que cumpla la voluntad divina, y no deseo defraudar al Dios Uno y Trino, a mis prójimos, ni a mí mismo.
   Si me afecta la visión de las dificultades que tengo y por ello me siento extremadamente débil, y por eso llego a perder el sentido de mi vida, fortalece mi fe recordándome que soy hijo de Dios, para que no me sienta perdido, y pueda vivir plenamente.
   Ayúdame a no olvidar que estoy en el mundo antecediendo a Jesús quien vendrá al final de los tiempos, para disponerme a mí mismo y evangelizar a quienes quieran leer y escuchar mi mensaje y ver mi ejemplo de fe viva, para que, cuando acontezca la Parusía del Señor, seamos muchos los que estemos dispuestos a recibirlo.
   Ayúdame a no ser arrastrado por ninguna tendencia, para que nunca pierda el sentido de mi vida, me sienta fuerte para esforzarme a fin de conseguir lo que deseo, y jamás deje de predicar en el desierto, donde he de fortalecer mi fe, y la humanidad ha de encontrarse con su Padre y Dios.
   Ayúdame a no incumplir tu santa voluntad, para que pueda acatarla llevando a cabo el cumplimiento de mis compromisos adquiridos cuando fui bautizado, los cuales fueron confirmados, el día en que me hiciste testigo del Resucitado, cuando recibí el Sacramento de la Confirmación.
   Deseo profesar mi fe con seriedad y sobriedad, y no convertir los Sacramentos en meros formalismos sociales.
   Deseo cumplir tu voluntad sin dudar, sin dejarme arrastrar por lo que la gente pueda pensar de mí.
   Deseo predicar al Dios Uno y Trino con mis palabras y obras, y no publicitarme a mí, en perjuicio de la difusión de la fe que caracteriza mi vida.

2. Leemos atentamente MC. 2, 1-8, intentando captar el mensaje que San Marcos nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de MC. 1, 1-8.

   3-1. Jesucristo es el Mesías -o Cristo- y el Hijo de Dios (MC. 1, 1).

   Para los griegos la vida de un personaje de la realeza era un evangelio -o buena nueva-, tal como también pensaban lo mismo los romanos respecto de sus emperadores. Esta es la razón por la que San Marcos inició su Evangelio hablando de la Buena Noticia que supuso la venida al mundo de Jesús, el cuál fue ungido por el Espíritu Santo (MT. 3, 15-17) para cumplir la misión que le encomendó Nuestro Padre común (por lo cual lo llamamos "Cristo" o "Mesías"), y también es "Hijo de Dios".
   Para San Pedro, Jesús es el Cristo -o ungido- por el Espíritu Santo, para salvar a sus creyentes (MC. 8, 29). Así como los reyes, profetas y sacerdotes judíos eran ungidos para desempeñar sus cargos, Jesús fue ungido por el Paráclito, para redimir a la humanidad creyente.
   Quienes sacien la sed de quienes pertenecen a Cristo no perderán sus recompensas (MC. 9, 41), porque los auténticos seguidores de Cristo han de estar dispuestos a sufrir mucho, con tal de encontrar a quienes deseen a acatar el cumplimiento de la voluntad divina.
   El Cristo esperado por los hermanos de raza del Señor es hijo de David por cuanto como Hombre pertenece al linaje del citado Rey (MC. 12, 35), pero, respecto de su divinidad, es Hijo de Dios (MC. 15, 39).
   No creamos a quienes nos digan dónde está Cristo profetizando falsamente el fin del mundo y publicitando a quienes quieran vaciarnos los bolsillos (MC. 13, 21), porque las moradas de Cristo son los corazones de sus creyentes (HCH. 17, 28).
   Jesús fue condenado a muerte por los sanedritas que lo detestaban, por afirmar de Sí mismo que es el Cristo de Dios (MC. 14, 61-64).
   ¿Cómo juzgamos al Mesías en nuestro interior?
   Según San Marcos, los saduceos, los fariseos, y los ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, injuriaban al Hijo de Dios y María, porque no lo aceptaban como Mesías (MC. 15, 31-32).
   Dado que Jesús no quería publicitarse como Hijo de Dios para no ser buscado exclusivamente en atención a los beneficios característicos de los prodigios que realizaba, sus enemigos lo delataban en público (MC. 3, 11. 5, 7).
   Jesús es el Hijo del Bendito (MC. 14, 61), -es decir, el Hijo de Dios (MC. 15, 39)-.
   Cuando un acontecimiento nos emociona, sentimos la necesidad de compartir los sentimientos que nos produce la vivencia del mismo. Esta es la razón por la que San Marcos escribió su Evangelio, y por la que los cristianos viviremos inspirados en la fe del Señor, si es que verdaderamente creemos en Jesús y en Nuestro Padre celestial. Ello sucede porque, el hecho de recordar un suceso, nos ayuda a volver a vivir la experiencia del mismo. Así como San Marcos revivió sus recuerdos de Jesús y les añadió los datos que recabó de diversas fuentes orales y escritas para componer su obra, quienes nos decimos cristianos tendríamos que volver a vivir nuestra experiencia del Señor, con tal de profesar la fe que nos caracteriza, como Nuestro Padre celestial, espera que lo hagamos.
   ¿Es importante para nosotros la fe que profesamos?
   ¿Recordamos el día en que fuimos vautizados?
   ¿Consideramos que el día de nuestro bautismo fuimos engendrados a la vida de la fe y la gracia divinas?
   La Buena Noticia de Jesús iluminó la vida de muchos hermanos de raza del Señor, y ha sido una bendición para muchos cristianos durante veinte siglos. Es por eso que los cristianos de nuestro tiempo necesitamos imaginarnos entre las multitudes a las que el Señor les predicaba, pensar en los necesitados a quienes socorría, y predicar con nuestro ejemplo de fe viva y palabras inteligibles para la gente de nuestro tiempo, para que el Evangelio no deje de ser un mensaje útil para quienes desean alcanzar la plenitud de la dicha a partir de sus circunstancias actuales, y proyectarla a la eternidad.
   San Marcos escribió su Evangelio como si se tratara de una novela, en la que presentó a Jesús como un Hombre que demostraba con sus hechos la veracidad de las palabras que pronunciaba. ¿Nos parecemos en ello al Hijo de Dios y María?
   Las palabras y obras de Jesús recopiladas por San Marcos, demuestran que el Señor es el Hijo de Dios.
   San Marcos escribió su Evangelio pensando en los cristianos de Roma, una ciudad politeísta y cosmopolita, ante la que tenía que demostrar que Jesús es el único Dios verdadero existente. Los cristianos necesitamos ser conscientes de que estamos rodeados de personas, costumbres y cosas a las que erróneamente podemos convertir en dioses, que pueden suplantar en nuestros corazones al Dios Uno y Trino, lo cual se convierte en fuente de contradicciones y sufrimiento, en cada ocasión que sucede.
   Oremos para que, si el mundo reniega de Jesús como Dios y se refugia en otros dioses, no lo haga defraudado por causa de la contemplación de nuestro pésimo ejemplo de demostración de fe.

   3-2. Preparemos el camino del Señor y enderecemos sus sendas (MC. 1, 2-3; IS. 40, 3; MAL. 3, 1).

   Durante cuatrocientos años aproximadamente, Israel no tuvo profetas que alentaran al pueblo a creer en Yahveh. A pesar de que el Judaísmo se dividió en diferentes ramas tal como sucede con el Cristianismo, el pueblo humilde estaba listo para serle fiel al Mesías, a pesar de que muchos israelitas, al ser desconocedores de la Palabra del Dios protector de los pobres, se dejaban embaucar por falsos mesías con pretensiones de gobernar su país. La carencia de profetas en la tierra de Jesús, aumentaba la expectación referente a la aparición de un gran profeta e incluso del mismo ungido por el Espíritu Santo.
   Dado que en el siglo I de la era cristiana el Imperio romano gozó de una paz relativa, esta circunstancia fue aprovechada por los evangelizadores cristianos, para difundir el Evangelio por los principales territorios conquistados por los colonizadores europeos. Ello nos induce a pensar si nos servimos de las circunstancias sociales que vivimos para evangelizar a nuestros familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, y hermanos en la fe que profesamos.
   Isaías fue uno de los Profetas más importantes del Antiguo Testamento. Su Profecía se ha dividido en tres partes, cada una de las cuales fue compuesta en tiempos diferentes y por autores diversos pertenecientes a la escuela de Isaías, así pues, en la primera anunció la cautividad babilónica (capítulos 1-40), en la segunda vaticinó la liberación y glorificación del pueblo oprimido -el Siervo sufriente y glorificado del que puede deducirse que eran los israelitas esclavizados o un gran Profeta, ha sido equiparado a Jesús por los lectores de la segunda parte de la biblia- (capítulos 41-55), y en la tercera parte, teniendo en cuenta que cuando los israelitas volvieron a ocupar su tierra hubieron de empezar a vivir desde la pobreza y no fueron glorificados tal como se les prometió en el segundo Isaías, se sigue anunciando la salvación divina, la cual acontecerá, aunque se desconoce el tiempo en que se llevará a cabo (capítulos 56-66).
   Dado que Jesús es el Siervo sufriente y glorificado por Dios en la Profecía isaiana desde el punto de vista profético de los lectores del Nuevo Testamento, deducimos que en la citada Profecía se habla de San Juan Bautista, -el Precursor del Mesías-, y del Señor.
   Aunque los predicadores tenemos la misión de preparar el camino del Señor y enderezar sus sendas a fin de que la humanidad se disponga a recibirlo, ello también nos compete a nosotros por cuanto también optamos a ser salvos, así pues, nos compete dejar de pecar en el caso de que incumplamos los mandamientos divinos, pedirle perdón a Dios si sabemos que lo hemos ofendido, y tener fe en Nuestro Padre común y obedecerlo (IS. 1, 18-19. 57, 15).

   3-3. San Juan Bautista, el Precursor -o Heraldo- del Mesías (MC. 1, 4).

   ¿Por qué San Marcos no narró en su obra ningún hecho relacionado con la Infancia de Jesús y en cambio describió brevemente el ministerio profético de San Juan Bautista? Dado que en aquel tiempo los oficiales más importantes eran precedidos por anunciadores de sus visitas en los lugares a que iban a ir, los cristianos romanos le hubieran restado importancia a Jesús, si no hubiera sido precedido por el hijo del sacerdote Zacarías. Respecto de la Infancia de Jesús, San Marcos no la narró por la brevedad de su Evangelio, en el que se limitó a anunciar el kerigma, dado que el mismo constituye la mayor parte del mensaje esencial referente a Nuestro Salvador.
   ¿Por qué vivió San Juan Bautista en el desierto, si por ser levita e hijo de un sacerdote, podría haber vivido en el Templo de Jerusalén, e incluso habría podido tener familia, siguiendo el ejemplo de su antecesor? Parece ser que el citado Profeta fue educado a nivel espiritual por los esenios, quienes vivían alejados del mundo, para evitar pecar. Por otra parte, dado que Juan necesitaba cultivar su espíritu para desempeñar su difícil misión, deseaba estar alejado de todo lo que podía distraerlo a la hora de realizar su propósito. Al vivir apartado del mundo, el hijo de Isabel logró llamar la atención de sus oyentes, ya que los esenios tenían prohibido relacionarse con quienes no pertenecían a su comunidad, lo cual les suponía la expulsión de la misma. Por otra parte, al vivir austeramente, Juan provocó a los líderes religiosos de Israel, quienes vivían en la opulencia, a pesar de la miseria que caracterizaba a la inmensa mayoría de sus hermanos de raza. En último lugar, al vivir en el desierto, Juan se applicó el texto de IS. 40, 3, y lo cumplió cabalmente.
   Quienes eran bautizados por San Juan, simbolizaban su deseo de no volver a incumplir la voluntad divina, y de acatar la misma. Los judíos bautizaban a los paganos que convertían a su fe, pero, el hecho de ser bautizados ellos mismos, era una desviación radical de la costumbre de los hermanos de raza de Jesús, con la excepción de los esenios, quienes bautizaban a sus hermanos de raza.

   3-4. La confesión de los pecados y el bautismo de San Juan (MC. 1, 5).

   Si tal como se ve en los primeros siete versículos de HCH. 19 las creencias de San Juan Bautista se siguieron profesando después de que aconteciera su muerte, el propósito de su predicación consistió en preparar a sus hermanos de raza a aceptar a Jesús como Mesías de Dios. Esta es la razón por la que muchos oyentes del citado Profeta aprendieron que no podían aceptar el perdón divino hasta que no comprendieran que lo necesitaban, ya que entendían que el verdadero arrepentimiento se produce en el interior de los creyentes, según los mismos cultivan una fe auténtica en el Hijo de Dios y María. A los cristianos se nos ha enseñado también que, para aceptar a Cristo, debemos renunciar a todo lo que nos separa del Señor, por cuanto, el hecho de no renunciar a ello, implica que no deseamos cumplir la voluntad divina.

   3-5. La manera de vestir y actuar de San Juan Bautista fue una provocación para los líderes religiosos de Israel, dado que dicho Profeta era humilde, y ellos vivían en la opulencia (MC. 1, 6).

   San Juan Bautista se vistió humildemente tal como lo hizo en su tiempo el Profeta Elías (2 RE. 1, 8), de manera que se distinguió de los líderes religiosos que, usando túnicas largas, se regodeaban por haber alcanzado una alta posición social. La apariencia del Profeta del Jordán reflejaba la fuerza de su extraordinario mensaje de fe y obediencia respecto de  Yahveh.
   ¿Saben quienes nos conocen que somos cristianos ateniéndose a nuestra manera de hacer el bien?

   3-6. La humildad de San Juan Bautista (MC. 1, 7).

   ¿Somos humildes los cristianos hasta llegar a poner nuestras riquezas al servicio de los hijos de Dios?
   San Juan Bautista sabía que Jesús es muy superior a él, y por ello se consideró indigno de desatarle las sandalias al Mesías, porque creía que el Hijo de Dios era su dueño. Respecto de los líderes cristianos, ojalá sean más los conocidos por su deseo de servir a Jesús en sus hermanos carentes de dádivas espirituales y materiales, que los que se dejan arrastrar por el deseo de caracterizarse por un gran poder fáctico, la acumulación de riquezas materiales, y un prestigio social que los ayude a alcanzar las citadas metas, aunque prediquen la humildad, a fin de vivir holgadamente, a costa de sus fieles seguidores.

   3-7. El bautismo de San Juan y el Bautismo de Jesús (MC. 1, 8).

   Quienes eran bautizados por San Juan, simbolizaban su deseo de amoldarse al cumplimiento de la voluntad divina esforzándose para no volver a pecar, lo cual era el comienzo de su nueva vida espiritual.
   Quienes reciben el Bautismo de Jesús, llegan a ser hijos de Dios, y, mediante la acción del Espíritu Santo y su profesión de fe, llegan a ser nuevas criaturas, en conformidad con su crecimiento espiritual.

   3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en MC. 1, 1-8 a nuestra vida.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   ¿Qué era un evangelio tanto para los griegos como para los romanos?
   ¿Qué significa la palabra Evangelio en español?
   ¿Cuántos Evangelios canónicos contiene la Biblia?
   ¿Es Jesús el Evangelio en que creemos, o solo fue el predicador del mismo?
   ¿Para qué fue ungido Jesús por el Espíritu Santo?
   ¿Qué significan las palabras "Cristo" y "Mesías"?
   ¿Quién es Jesús para San Pedro según el texto de MC. 8, 29?
   ¿Por qué les prometió ser recompensados Jesús a quienes saciaran la sed de sus predicadores?
   ¿Por qué tienen que sufrir los predicadores que desean aumentar el número de quienes quieran cumplir la voluntad divina?
   ¿En qué sentido es Jesús Hijo de David según MC. 12, 35, e Hijo de Dios, según MC. 1, 1?
   ¿Por qué se nos alerta en MC. 13, 21 para que no creamos en falsos mesías?
   ¿Qué significado tiene  el texto de HCH. 17, 28?
   ¿Por qué fue condenado Jesús a muerte según el texto de MC. 14, 61-64?
   ¿Cómo juzgamos al Mesías en nuestro interior?
   ¿Por qué fue injuriado Jesús según el texto de MC. 15, 31-32?
   ¿Por qué se abstuvo Jesús de anunciarse a Sí mismo como Mesías e Hijo de Dios hasta que se sirvió de tales realidades para procurar que lo asesinaran?
   ¿Por qué se espera que los cristianos vivamos inspirados en la fe del Señor?
   ¿Es importante para nosotros la fe que profesamos?
   ¿Recordamos el día en que fuimos bautizados?
   ¿Consideramos que el día de nuestro bautismo fuimos engendrados a la vida de la fe y la gracia divinas?
   ¿En qué sentido iluminó la Buena Noticia de Jesús la vida de sus hermanos de raza, y ha sido una bendición para muchos cristianos de los últimos veinte siglos?
   ¿Cómo se espera que los cristianos del siglo XXI prediquemos el EVangelio? ¿Por qué?
   ¿Nos parecemos a Jesús en que demostramos con nuestros hechos la veracidad de las palabras que pronunciamos?
   ¿Qué falsos dioses pueden inducirnos a despreciar al Dios Uno y Trino?

   3-2.

   ¿Por qué se han dividido el Judaísmo y el Cristianismo en diferentes ramas a lo largo de su historia?
   ¿Por qué se dejaban embaucar muchos israelitas por falsos mesías?
   ¿Por qué se han dejado arrastrar muchos cristianos por falsos profetas de calamidades que han fallado estrepitosamente al predecir el fin del mundo?
   ¿Qué consecuencia tenía la ausencia de profetas en Israel en el siglo I?
   ¿Para qué les sirvió a los evangelizadores la paz relativa de que gozó el Imperio romano durante el siglo I?
   ¿Sabemos servirnos de las circunstancias sociales que vivimos para predicarles el Evangelio a nuestros prójimos?
   ¿En cuántas partes ha sido dividida la Profecía de Isaías?
   ¿Cuáles son los principales anuncios proféticos característicos de las partes en que se divide el libro de Isaías?
   ¿Quién pudo ser el siervo sufriente y glorificado de Yahveh?
   ¿A quién se equipara al citado siervo en el Nuevo Testamento?
   ¿Qué podemos hacer para preparar el camino del Señor y enderezar sus sendas para que sea aceptado por nuestros prójimos?

   3-3.

   ¿Por qué prescindió San Marcos en su Evangelio de los hechos relativos a la infancia de Jesús?
   ¿Por qué describió San Marcos en su Evangelio brevemente el ministerio profético de San Juan Bautista?
   ¿Qué es el kerigma?
   ¿Cuál es la importancia que tiene el kerigma?
   ¿Por qué vivió San Juan Bautista en el desierto, si por ser levita e hijo de un sacerdote, podría haber vivido en el Templo de Jerusalén, e incluso habría podido tener familia, siguiendo el ejemplo de su antecesor?
   ¿Quiénes eran los esenios?
   ¿Por qué vivían los esenios evitando relacionarse con quienes no imitaban perfectamente su conducta?
   ¿Es correcto el hecho de que los cristianos pensemos que nos consagramos a cumplir la voluntad de Dios alejándonos del mundo cuya evangelización depende de nuestra predicación y del ejemplo de fe viva que le dejemos?
   ¿Qué hizo San Juan Bautista a fin de cultivar su espíritu para poder desempeñar su difícil misión profética?
   ¿Por qué provocó San Juan Bautista a los líderes religiosos de Israel al vivir austeramente?
   ¿Qué simbolizaban quienes eran bautizados por San Juan Bautista?

   3-4.

   ¿Cuál fue el propósito de la predicación de San Juan Bautista?
   ¿Podemos aceptar el perdón divino sin comprender que lo necesitamos? ¿Por qué?
   ¿Cuándo nos arrepentimos de transgredir el cumplimiento de la voluntad divina?
   ¿Por qué se nos ha enseñado a los cristianos que para aceptar a Cristo necesitamos renunciar a todo lo que se opone al Señor?

   3-5.

   ¿Qué reflejaba la manera de vestir de San Juan Bautista?
   ¿Saben quienes nos conocen que somos cristianos ateniéndose a nuestra manera de hacer el bien?

   3-6.

   ¿Somos humildes los cristianos hasta llegar a poner nuestras riquezas al servicio de los hijos de Dios?
   ¿Por qué se consideró San Juan Bautista indigno de desatarle las sandalias al Mesías?
   ¿Destacan los líderes cristianos por su humildad, o por su deseo de acumular poder, riquezas y prestigio?
   ¿Son creíbles los predicadores que obligan a sus oyentes y lectores a ser humildes a pesar de que viven en la opulencia? ¿Por qué?

   3-7.

   ¿Cómo simbolizaban muchos seguidores de San Juan el comienzo de su vida espiritual?
   ¿Qué relación existe entre el bautismo y la confesión de pecados?
   ¿Cómo llegan a ser los receptores del Bautismo de Jesús hijos de Dios y nuevas criaturas?

   5. Lectura relacionada.

   Leemos y meditamos HCH. 19, 1-7, diferenciando el bautismo de San Juan Bautista, del Bautismo de Jesús.

   6. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en MC. 1, 1-8.

   Comprometámonos a llevar a cabo durante la próxima semana al menos una buena obra que contribuya a preparar el camino del Señor y enderezar sus sendas, a fin de que alguno de nuestros prójimos los hombres pueda dar un paso más a la hora de conocerlo, y, si nos es posible, creer en Él.

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   7. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Padre bueno:
   Inspírame el deseo, la necesidad y la constancia, que necesito, para cumplir tu voluntad.

   8. Oración final.

   Leemos y meditamos el Salmo 1, pero no lo hagamos pensando en el castigo que podamos creer que merezcan los pecadores, sino pensando en la dicha que significa para nosotros, el hecho de cumplir la voluntad divina.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com