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Hagamos de nuestra tierra el cielo de Dios. (Meditación de la segunda lectura del Domingo I de Adviento del Ciclo C).

   Meditación.

   2. Hagamos de nuestra tierra el cielo de Dios.

   Meditación de 1 TES. 3, 12-4, 2.

   Cuando acontezca la Parusía -o segunda venida- de Jesús, Nuestro Señor reunirá a sus creyentes de todos los tiempos, y constituirá con ellos una sociedad, en la que reinará.
   Quienes queremos formar parte de esa sociedad, actuaremos como si estuviéramos viviendo en la misma, así pues, no olvidemos que la Iglesia es el Reino de Dios. Cuantos más seamos los que imitemos la conducta de Jesús, y más aumentemos la generosidad con que servimos a Dios en sus hijos los hombres, contribuiremos mejor a hacer de nuestra tierra el Reino de Nuestro Santo Padre. No es bueno que nos conformemos al hacer algunas obras de caridad y asistiendo a la Eucaristía dominical, pues es de esperar que cumplamos, lo mejor que podamos, la voluntad divina. Nuestro mundo necesita que progresemos a pasos agigantados a la hora de demostrarnos que nos amamos y por ello estamos dispuestos a ser colaboradores de Jesús, para extinguir el sufrimiento de la tierra. Tal como fue el amor a Dios y a sus hijos los hombres de San Pablo y de aquellos de sus colaboradores a quienes no les importó padecer para contribuir a la realización de la obra de Jesús en el mundo, será el amor que queremos manifestarnos, si verdaderamente deseamos que nuestra tierra sea el cielo de Dios.
   Quizás tenemos la tentación de orar mucho y no hacer el bien porque pensamos que no vamos a ganar nada al beneficiar a la gente, o de hacer el bien constantemente, y no orar, por considerar que no hay tiempo para meditar, teniendo presentes las necesidades que caracterizan a los pobres, enfermos y desamparados. Es conveniente que no seamos extremistas. Nuestras oraciones indican que creemos en Dios y que Nuestro Santo Padre nos fortalece para que podamos servirlo en nuestros prójimos los hombres. Las oraciones sin caridad hacen de la profesión de nuestra fe una representación teatral, y, el ejercicio de la solidaridad sin oraciones, nos descristianiza, aunque nos hace solidarios (no caritativos) con quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales.
   ¿Se estanca nuestra vida en una rutina de oraciones y/o caridad, y no sentimos que nuestro amor a Dios y a sus hijos aumenta? Con las prácticas religiosas puede sucedernos lo mismo que les acaece a los vendedores que hacen de su trabajo una pesada rutina y no consideran la posibilidad de superarse a sí mismos, lo cual los hace ineficaces, y puede conducirlos a ser obligados a no realizar su actividad laboral, porque se hacen totalmente incompetentes. Si nuestro amor a Dios y a sus hijos no crece, las prácticas religiosas pueden llegar a ser tediosas, podemos caer en la tentación de no llevar a cabo las mismas, y también podemos caer en la tentación de dejar de ayudar a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales.
   Este primer día de Adviento, es una estupenda ocasión, para renovar nuestros compromisos bautismales. Si nuestra fe y nuestro amor a Dios y a sus hijos se han estancado, pidámosle a Nuestro Padre celestial que nos llene el corazón de fe y amor, y busquemos ocasiones propicias para demostrarnos que somos cristianos activos, que esperan la Parusía del Salvador de la humanidad.

   Apliquemos la Palabra de Dios a nuestra vida.

   ¿Intentamos cumplir la voluntad de Dios?
   ¿Intentamos ser imitadores de Jesús, o reducimos la fe que profesamos a llevar a cabo algunas prácticas religiosas y/o a ser solidarios en algunas ocasiones?
   ¿Nos percatamos de que nuestra fe y nuestro amor crecen porque buscamos constantemente nuevas formas de servir a Dios cubriendo las carencias de sus hijos los hombres?
   ¿Nos hemos comprometido a meditar la Palabra de Dios diariamente, para llegar a ser imitadores de la conducta de Jesús?
   ¿Hacemos el bien por amor a Dios y a sus hijos pobres, enfermos y desamparados, o actuamos esperando que nuestras obras nos compren una buena posición en el Reino de Dios?
   ¿Quiénes son nuestros ejemplos de fe a seguir? ¿Por qué?
   ¿En nombre de quién oraremos y haremos el bien? ¿Por qué?

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com