Meditación.
2. El misterio escondido durante siglos.
Meditación de ROM. 16, 25-27.
Las profecías bíblicas tuvieron validez tanto en el tiempo que se escribieron, como en el transcurso de la historia. A modo de ejemplos, el Emmanuel profetizado en IS. 7, 10-14, pudo ser un hijo de una de las doncellas del Rey Acaz, o un hijo de una segunda esposa del Profeta Isaías. Desde el siglo I después de Cristo, el citado personaje es Jesús, quien ya no es visto como libertador de Judá, sino como Redentor de la humanidad. El siervo sufriente y glorificado de Yahveh que aparece en IS. 52, 13-53, 12, pudo ser el pueblo fiel de Dios deportado a Babilonia y otras naciones, o un mensajero de Dios torturado por cumplir la voluntad divina. A partir del siglo I después de Cristo, el citado Siervo es Nuestro Señor, quien sufrió inmensamente, para llevar a cabo, la redención de la humanidad.
Desde el punto de vista de los autores del Nuevo Testamento, existen muchas profecías que se hicieron a lo largo de siglos eternos -según palabras de San Pablo (ROM. 16, 25)-, las cuales predecían la vida, la obra, la Pasión, la muerte y la Resurrección, de Nuestro Señor Jesucristo. Cuando Jesús nació, vivió, llevó a cabo su obra, murió, resucitó y fue glorificado, se cumplieron las citadas profecías. Dios dispuso que ello sucediera, y que el Evangelio le fuera publicado a toda la humanidad, de la que quiso que fuera su pueblo, sin que ello diera lugar a que dejara de amar al pueblo de Israel.
Celebremos el Nacimiento de Jesús, pensando en lo que el Señor le aporta a nuestra vida, y en cómo lo serviremos, extinguiendo nuestras carencias, y beneficiando a nuestros prójimos los hombres.
José Portillo Pérez
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