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el Mesías purificará y santificará a sus elegidos. (Meditación de la primera lectura del Domingo IV de Adviento del Ciclo C).

   Meditación.

   1. El Mesías purificará y santificará a sus elegidos.

   Meditación de MIQ. 5, 2-5A.

   El Profeta Miqueas nació en el Reino de Judá y fue contemporáneo de los Profetas Isaías y Oseas. Vivió el trágico episodio de la conquista de Samaria por parte de los asirios el año 721 antes de Cristo, y la terrible deportación de los habitantes en masa. El Rey Ezequías, -quien reinó en el Reino de Judá entre los años 727 y 698 antes de Cristo-, se sublevó contra Senakerib el año 701 antes de Cristo, lo cual le condujo a fracasar, y a tener que pagar un tributo. Dado que los poderosos de Judá incumplieron la voluntad de Yahveh por lo cual atentaron contra la fraternidad nacional deseada por Dios, merecieron ser juzgados y castigados por la Divinidad Suprema (capítulos 1-3). Dado que el castigo divino hubo de ser purificador, porque Dios no odia a su pueblo, y se aprovecha del mismo para santificarlo, Miqueas caracterizó los dos últimos capítulos de su obra, teniendo presentes, las promesas divinas, descriptivas de la paz deseada por los habitantes del Reino de Judá.
   Mientras que Senaquerib confiaba en la fuerza de sus armas para liberar a sus hermanos de raza del poder asirio, el texto correspondiente a la primera lectura de la Eucaristía del presente Domingo IV de Adviento que estamos considerando, anuncia el nacimiento del Mesías, quien reinará con el poder de Dios.
   Miqueas anunció el Nacimiento del Mesías Salvador de la humanidad. Tal como le sucedió a Senakerib, quizás también nosotros confiamos en nuestro poder, en las riquezas y el prestigio que tenemos, y no pensamos que nuestra salvación proviene de Dios. Ello se deduce teniendo en cuenta que, en el extracto bíblico que estamos considerando, se nos habla de un niño no nacido, cuya debilidad era extrema, que estaba destinado a llegar a ser grande, no por causa de su poder, riquezas y prestigio, sino por vivir cumpliendo, la voluntad de Yahveh.
   El Salvador no nacería en Jerusalén, -muchos judíos esperaban que surgiera de la realeza-, sino en un pequeño pueblo perdido, llamado Belén Efrata. No olvidemos que Dios lleva a cabo nuestra redención, eligiendo personas y circunstancias que no están relacionadas con nuestros puntos de vista. Es por ello que San Pablo les dijo a los cristianos de Corinto, las palabras que encontramos en 1 COR. 1, 26-29. Miqueas era campesino, y profetizó que el Salvador, un Niño débil y carente de poder, nacería de una mujer marginada por sus hermanos de raza, porque no era hombre, y salvaría a su pueblo. Dios rompe nuestros esquemas humanos marginales, y actúa sorprendentemente, creando un mundo en que, entre sus hijos, no existan diferencias marginales.
   Dejémonos purificar y santificar por Dios, amoldándonos a su manera de actuar. No olvidemos que nuestra manera de pensar y actuar no siempre se corresponde con la forma de pensar y proceder de Nuestro Padre celestial.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com