Introduce el texto que quieres buscar.

¿Quién es Jesús para nosotros? (Ejercicio de Lectio Divina del Evangelio del Domingo XII del Tiempo Ordinario del Ciclo C).

   Domingo XII del Tiempo Ordinario del Ciclo C.

   ¿Quién es Jesús para nosotros?

   Ejercicio de lectio divina de LC. 9, 18-24.

   Lectura introductoria: FLP. 3, 7-11.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.

   R. Amén.

   Conozcamos a Nuestro Dios por medio del estudio de su Palabra, experimentemos su amor y su poder por medio de nuestras vivencias ordinarias, y cultivemos nuestra relación con Él, por medio de la oración.

   Evitemos que nuestras ocupaciones y preocupaciones nos distraigan durante los próximos minutos, en que intentaremos conocer un poco mejor a Nuestro Dios, con el fin de apreciar más la relación que mantenemos con Él.

   ¿Existen signos que indiquen que nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe profesan la fe cristiana?

   ¿Qué piensan los tales de Jesús?

   ¿Quién pensamos que es el Hijo de Dios y María?

   ¿Se refleja en nuestra vida lo que pensamos de Jesús, en la manera que tenemos de cumplir su voluntad, o de rechazar al Mesías?

   Jesús no quería que sus seguidores revelaran el hecho de que Él es el Mesías, porque no comprendían que tipo de enviado de Dios fue el Hijo de María, quien, además de gozar de la plenitud del poder divino, se sumergió en el pozo profundo del dolor, para demostrarles a quienes padecen que no solo se solidarizó con ellos de palabra, sino experimentando circunstancias difíciles, las cuales han de servirles a quienes padecen, para fortalecerse espiritualmente.

   Jesús les dijo a sus amigos que les iba a demostrar su mesianismo, siendo odiado por los líderes religiosos judíos, dejándose torturar y asesinar, y resucitando de entre los muertos. Jesús fue coronado Rey como Hombre resucitado cuando ascendió al cielo, y ganó tal galardón, no al estilo humano, sino sumergiéndose en el pozo del padecimiento, para ser elevado, nuevamente, al cielo. Jesús experimentó el más profundo dolor, para gozar de la plenitud de la dicha.

   Orar es mostrarnos dispuestos a negarnos a nosotros mismos respecto de nuestra imperfección cuando tenemos que vencer la tentación de rechazar a Dios considerándonos superiores a Él.

   Orar no se reduce a pronunciar palabras que se lleva el viento, sino a cargar nuestra cruz, no para sucumbir bajo el peso de la misma, sino para seguir los pasos de Jesús (FLP. 3, 10-11).

   No podemos salvarnos por nuestros medios sin contar con Dios. Tal como no podemos alcanzar la plenitud de la dicha sin Jesús, no podemos alcanzar la vida eterna, sin dejarnos redimir por Nuestro Salvador.

   Renunciar a placeres y diversiones para servir a Dios en sus hijos los hombres, nos supone ganar la plenitud de la dicha, y la vida eterna.

   Oremos:

   Espíritu Santo:

   Porque cedo a la tentación de pensar que la humanidad no cree en Dios, y no me formo adecuadamente para fortalecer mi débil fe, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte, a fin de que aprenda a dejarte purificarme y santificarme.

   Porque, aunque pienso que Jesús es el Dios hecho Hombre, mi Salvador, y el Libertador de la humanidad, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte, para que, por tu medio, pueda conocer a Jesús, y desear experimentar su Pasión y muerte en las dificultades que deba vivir, para, por medio de la fe que me caracteriza, gozar de su Resurrección de entre los muertos.

   Porque no me formo espiritualmente para testimoniar mi fe predicando el Evangelio y haciendo el bien, o porque he tomado la decisión de no manifestar mi creencia en Dios, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte, para que, al experimentar tu presencia iluminadora en mi vida, sienta el deseo de ser predicador, y dé testimonio de mi fe, predicando el Evangelio, y, haciendo el bien.

   Porque me es difícil vivir sin que mis familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe me alaben constantemente, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte, para que no deje de dar testimonio de fe, aunque me suceda lo mismo que a Jesús, cuando sintió el rechazo de sus hermanos de raza, animados por muchos líderes religiosos judíos.

   Porque pienso mucho en mis dificultades, y no he aprendido que me quieres ayudar a resucitar de las mismas, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para que, según acepte tus revelaciones e inspiraciones, aprenda a resolver mis problemas, y ello me ayude a ser un fiel discípulo de Jesús.

   Porque necesito que mis actos sean aprobados por quienes me conocen constantemente para sentirme valorado, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, a fin de que aprenda que negarme a mí mismo no consiste en sumirme en una depresión estéril y vivir esperando la muerte sin producir frutos de santidad, sino en amoldarme al cumplimiento de la voluntad divina, para que puedas purificarme y santificarme, y para que pueda ser un útil instrumento en tus manos para evangelizar a quienes se percaten de mi ejemplo, predicando el Evangelio, y haciendo el bien.

   Porque rechazo el dolor dado que soy incapaz de aceptarlo como instrumento purificador y santificador, y lo concibo como ocasión de hacerme infeliz, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para que pueda comprender que mi cruz no es una concatenación de desgracias, sino un sinfín de oportunidades de vivir en la presencia de mi Padre celestial.

   Porque no dejo de ceder a la tentación de buscar la vida fácil aunque ello me suponga seguir a quienes me prometen mucho, no me dan nada y me aíslan, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para que siempre actúe tal como lo haría Jesús, si viviera las circunstancias que caracterizan mi vida.

   Porque quiero salvar mi vida recorriendo el camino fácil de no asumir el compromiso de ser un fiel seguidor de Jesús, ya que mi egoísmo me impide servir a Dios en sus hijos adecuadamente, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para que pueda comprender que, para alcanzar la felicidad que ansío, quiero perder la vida fácil que deseo ganar por causa de mi falta de fe, con tal de ganar la vida que verdaderamente lo es.

   2. Leemos atentamente LC. 9, 18-24, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de LC. 9, 18-24.

   3-1. Jesús consideraba que la oración era muy importante para Él (LC. 9, 18a).

   Jesús aprendió desde los años de su infancia a dedicarle tiempo a la oración. Esta es la causa por la que oraba mucho durante las noches, y cuando tenía que tomar decisiones importantes. A modo de ejemplos, recordemos que Jesús pasó orando toda la noche anterior al día en que escogió a doce de sus discípulos para que lo ayudaran a realizar su actividad evangelizadora (LC. 6, 12), y, antes de ser entregado por Judas a sus detractores, Nuestro Salvador, oró en el monte de los Olivos (LC. 22, 41-44).

   Recordemos un ejemplo de cómo Jesús oró en público (LC. 10, 21).

   Jesús no contabilizaba el tiempo que se prolongaban sus oraciones, pues el mismo lo fortalecía para llevar a cabo su Ministerio. Recibo muchas cartas de lectores que me dicen que quieren aprender a orar, pues no se sienten fortalecidos cuando lo intentan. No se puede aprender a orar en un día, pues ello es un proceso que debe vivirse, en conformidad con la constatación del aumento de la fe, que debe iluminar nuestras vivencias ordinarias. El hecho de aprender a orar, nos ayuda a apreciar más las celebraciones de los Sacramentos, y nos da la impresión de que disminuye el peso de nuestras dificultades.

   3-2. ¿Qué piensan de Jesús nuestros prójimos? (LC. 9, 18b-19).

   ¿Quién piensan nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe, que es Jesús?

   ¿Están influenciados por Jesús algunos de nuestros prójimos, como para que inspiren su vida en el cumplimiento de la voluntad del Señor?

   Para mis lectores, Jesús es "Hijo de dios", "Salvador de la humanidad", "Maestro de espiritualidad oriental", "predicador del amor sin intención de crear instituciones humanas"... Para los cristianos, Jesús es la Palabra pronunciada por Dios, de la que se nos habla en la Profecía de Isaías (IS. 55, 10-11).

   3-3. ¿Quién es Jesús para nosotros? (LC. 9, 20a).

   Nuestra fe cristiana va más allá de lo que la gente cree del Dios Uno y Trino. Jesús espera que sepamos responder la pregunta que nos ha planteado en el versículo del tercer Evangelio que estamos considerando.

   Para recordar quién es Jesús para nosotros, hagamos un ejercicio de oración y meditación, y pensemos cómo hemos sentido la presencia del Señor en nuestra vida.

   ¿Hemos sentido la presencia del Señor en nuestros tiempos de gozo y dolor?

   ¿Nos sentimos alegres cuando pensamos que nuestra dicha es un regalo celestial?

   ¿Nos sentimos consolados cuando el hecho de pensar que Jesús no nos ha desamparado parece hacer más liviano el peso de nuestras dificultades, aunque el mismo solo sea disminuido por el recuerdo de que el Señor siempre está con nosotros?

   ¿De qué circunstancias de pecado, pobreza, enfermedad o aislamiento, nos ha salvado el Señor, para que pensemos que tenemos una gran deuda con Él?

   3-4. Jesús es el Cristo de Dios (LC. 9, 20b).

   Los sacerdotes, reyes y profetas judíos, eran ungidos con aceite, para que llevaran a cabo los trabajos que se les encomendaban. Jesús no fue ungido con aceite, sino con el poder del Espíritu Santo. La palabra hebrea "mashiaj", se traduce al castellano como "Ungido", "Cristo". Saber esto nos ayuda a comprender que Jesús fue ungido con el poder del Espíritu Santo, para que redimiera a la humanidad.

   ¿Creemos y sentimos que Jesucristo fue ungido por Dios para posibilitarnos y facilitarnos el acceso al cielo, -es decir, la consecución de la plenitud de la felicidad-?

   3-5. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento de Dios, tendremos la posibilidad de ser mejores predicadores del Evangelio (LC. 9, 21).

   Dado que los amigos de Jesús equiparaban el mesianismo del Señor con el poder que ansían los líderes a quienes no les importa hacer lo que sea con tal de alcanzar una posición alta, no debían difundir el hecho de que Jesús es el Mesías hasta que comprendieran qué tipo de Mesías es el Hijo de Dios y María, con tal de evitar difundir errores que dificultaran el conocimiento de Nuestro Salvador. Tal como los amigos de Jesús podrían haber cometido un grave error al difundir la idea de que Jesús era un Mesías con pretensiones mundanas, nosotros podemos hacer lo mismo, si predicamos ideas más relacionadas con nuestros deseos de grandeza, que con la realidad de Nuestro Redentor.

   ¿Dejamos que Dios sea Dios, o queremos adaptarlo a nuestras pretensiones?

   3-6. ¿Cómo demostró Jesús su mesianismo? (LC. 9, 22).

   Antes de ser considerado como el Mesías glorioso añorado por muchos de sus seguidores, Jesús quiso identificarse con el padecimiento de los hombres, a fin de que, cuando fuera glorificado, la humanidad pudiera experimentar la plenitud de su gloria.

   3-7. ¿Nos identificamos con la Pasión, la muerte y la Resurrección de Jesús? (LC. 9, 23).

   ¿Cómo es posible que Jesús nos pida que nos neguemos a nosotros mismos? Negarnos no significa que debemos despreciarnos, dado que, al haber sido creados por Dios, si nos rechazamos, también rechazamos a Nuestro Padre común, acusándolo de haber creado seres incorregibles. Negarnos significa que deseamos evitar separarnos de Dios, por más atractivo que se nos demuestre el hecho de vivir alejados de Él.

   Para caminar detrás de Jesús, -evitemos caminar delante del Mesías-, necesitamos cargar nuestra cruz. Para Jesús lo importante no es que fuéramos pecadores en el pasado ni que nos sintamos incapaces de seguirlo, sino el esfuerzo que hacemos, para ser fieles seguidores suyos. Lo inadecuado para Jesús no es el hecho de que nos equivoquemos porque ello es normal que nos suceda, sino que nos neguemos a crecer espiritualmente, que nos conformemos con una fe mediocre, y que despreciemos al Dios Uno y Trino.

   ¿Cada cuánto tiempo deseamos tomar nuestra cruz, y qué quiere Jesús que hagamos con ella?

   Tomemos nuestra cruz todos los días, para seguir al Señor.

   No perdamos tiempo pensando en el tamaño ni en el peso de nuestra cruz, sino en cómo la vamos a usar, para ser mejores cristianos.

   No permitamos que el peso de nuestra cruz nos tire al suelo, y elevémonos con ella hasta el cielo.

   3-8. ¿Qué vida queremos salvar, para experimentar la verdadera salvación? (LC. 9, 24).

   La vida es muy importante para nosotros. Somos capaces de hacer grandes esfuerzos con tal de tener salud, seguridad y comodidad. Muchos seguidores de Jesús han arriesgado su salud, su seguridad y su comodidad, con tal de no renunciar a su fe.

   Los bienes materiales no compensan la pérdida de la vida eterna. El amor a la vida fácil salva la felicidad pasajera de este mundo, pero dificulta las relaciones que tenemos, tanto con Dios, como con sus hijos los hombres. Por el contrario, aunque el seguimiento de Jesús nos atrae dificultades, fortalece nuestras relaciones con Dios y sus hijos, y nos concede la vida eterna. No olvidemos que los discípulos de Jesús que renuncian a los placeres mundanos para servir a Dios en sus hijos, alcanzan el heroísmo.

   3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 9, 18-24 a nuestra vida.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   1. ¿De qué le sirvió a Jesús aprender a orar en los más tiernos años de su infancia?
   2. ¿Nos sirve de algo a los cristianos la instrucción religiosa que recibimos cuando éramos niños?
   3. ¿Nos es suficiente la instrucción religiosa que recibimos cuando éramos niños para ser cristianos, o necesitamos aumentar nuestros conocimientos, para tener más fe, y ser mejores discípulos de Jesús? Razona tu respuesta.
   4. ¿En qué casos oraba Jesús?
   5. ¿En qué casos oramos?
   6. ¿Cómo es posible que Jesús actuara como si perdiera la noción del tiempo cuando oraba?
   7. ¿Por qué nos cuesta un gran esfuerzo alcanzar el nivel de concentración necesario para orar?
   8. ¿Por qué puede sernos difícil el hecho de orar?
   9. ¿Oraba Jesús a solas y en público?
   10. ¿Manifestamos nuestra fe públicamente, o solo la reducimos al ámbito privado?
   11. ¿Por qué nos piden muchos no creyentes que vivamos nuestras creencias privadamente?
   12. ¿Quiénes son los sabios e inteligentes y los pequeños mencionados en LC. 10, 21?
   13. ¿Cómo es posible que Jesús se sintiera fortalecido cuando oraba, y que nosotros difícilmente consigamos que ello nos suceda?
   14. ¿Cuántos años tardaste en aprender a orar?
   15. ¿Cuáles deberían ser, -según tus propios criterios-, las cualidades -o virtudes- de quienes desean aprender a orar?
   16. ¿De qué dependen la lentitud o la rapidez con que aprendemos a orar?
   17. ¿Qué relación existe entre el hecho de que se nos aumente la fe y el hecho de aprender a orar?
   18. ¿Qué ventajas tiene el hecho de aprender a orar?

   3-2.

   19. ¿Quién piensan nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe, que es Jesús?
   20. ¿Están influenciados por Jesús algunos de nuestros prójimos, como para que inspiren su vida en el cumplimiento de la voluntad del Señor?
   21. ¿Por qué decimos que Jesús es la "Palabra de Dios"?

   3-3.

   22. ¿Por qué va más allá nuestra fe cristiana de lo que la gente cree del Dios Uno y Trino?
   23. ¿Por qué necesitamos tener experiencias que nos ayuden a crecer espiritualmente para no perder la fe que nos caracteriza?
   24. ¿Por qué necesitamos saber quién es Jesús para nosotros, si queremos amoldarnos al cumplimiento de la voluntad de Dios?
   25. ¿Hemos sentido la presencia del Señor en nuestros tiempos de gozo y dolor?
   26. ¿Nos sentimos alegres cuando pensamos que nuestra dicha es un regalo celestial?
   27. ¿Nos sentimos consolados cuando el hecho de pensar que Jesús no nos ha desamparado parece hacer más liviano el peso de nuestras dificultades, aunque el mismo solo sea disminuido por el recuerdo de que el Mesías siempre está con nosotros?
   28. ¿De qué circunstancias de pecado, pobreza, enfermedad o aislamiento, nos ha salvado el Señor, para que pensemos que tenemos una gran deuda con Él?

   3-4.

   29. ¿Por qué eran ungidos los sacerdotes, profetas y reyes judíos, para desempeñar los trabajos que les eran propios?
   30. ¿Qué significa el hecho de que Jesús fue ungido por el Espíritu Santo?
   31. ¿Sabes cuáles son los Sacramentos que se celebran para ungir a los católicos para que sean seguidores de Jesús?
   32. ¿Creemos y sentimos que Jesucristo fue ungido por Dios para posibilitarnos y facilitarnos el acceso al cielo, -es decir, la consecución de la plenitud de la felicidad-?

   3-5.

   33. ¿Por qué nos enseña la Iglesia que, cuanto mayor sea nuestro conocimiento de Dios, tendremos la posibilidad de ser mejores cristianos?
   34. ¿Por qué quiso Jesús que sus seguidores mantuvieran en secreto el hecho de que Él es el Mesías -o Cristo-?
   35. ¿Dejamos que Dios sea Dios, o queremos adaptarlo a nuestras pretensiones?

   3-6.

   36. ¿Por qué se identificó Jesús con quienes más sufren antes de ser glorificado como Hombre perfecto y resucitado de entre los muertos?
   37. ¿Por qué no se contraponen el sufrimiento y la glorificación según la mentalidad cristiana, y nos son útiles para poder crecer espiritualmente?

   3-7.

   38. ¿En qué sentido debemos negarnos los cristianos?
   39. ¿Por qué es preciso que los cristianos no asociemos nuestra negación personal con el hecho de despreciarnos?
   40. ¿En qué sentido es un pecado contra Dios el hecho de rechazarnos y negarnos a crecer espiritualmente intentando solventar nuestras dificultades?
   41. ¿En qué sentido es alentador el hecho de caminar detrás de Jesús portando una cruz?
   42. ¿Por qué no existe para los católicos un cristianismo light -es decir, sin cruz-?
   43. ¿Por qué es esperanzador el hecho de saber que Jesús valora más los esfuerzos que hacemos para superarnos que la eficacia de nuestros actos?
   44. ¿Por qué cometemos un grave error si nos negamos a crecer espiritualmente?
   45. ¿En qué sentido nos perjudica el hecho de conformarnos con nuestra escasa fe sin desear cultivarla?
   46. ¿Por qué es despreciado Dios por mucha gente?
   47. ¿Cada cuánto tiempo debemos tomar nuestra cruz, y qué quiere Jesús que hagamos con ella?
   48. ¿Nos afecta el hecho de pensar en el tamaño y el peso de la cruz que portamos?
   49. ¿Cómo podemos usar nuestra cruz para llegar a ser cristianos?
   50. ¿Cómo podemos hacer que el peso de nuestra cruz nos eleve al cielo, en lugar de aplastarnos en el suelo?

   3-8.

   51. ¿Qué somos capaces de hacer para vivir en las mejores condiciones características de nuestro status social?
   52. ¿Qué podemos hacer para superarnos y alcanzar un nivel de vida superior al que tenemos actualmente?
   53. ¿Estamos haciendo algo para mejorar la calidad y la calidez de nuestra espiritualidad?
   54. ¿Por qué sacrifican muchos cristianos su salud, su seguridad y su comodidad, con tal de no renunciar a su profesión de fe?
   55. ¿Has sacrificado algo para poder caminar en pos de Jesús sin ataduras?
   56. ¿Son compatibles la obtención de bienes materiales y la consecución de la vida eterna?
   57. ¿En qué casos se excluyen nuestra superación a nivel material y nuestro crecimiento espiritual?
   58. ¿Por qué el excesivo disfrute de los bienes materiales debilita nuestra conducta cuando se nos presenta la oportunidad de alcanzar grandes metas, y dificulta nuestro crecimiento espiritual?
   59. ¿Por qué pueden afianzarse nuestras relaciones con Dios y sus hijos más cuando sufrimos que cuando no tenemos carencias materiales?
   60. ¿Cuáles son los beneficios e inconvenientes que nos aporta el seguimiento de Jesús?

   5. Lectura relacionada.

   Leamos y meditemos el capítulo 13 de 1 COR., pensando en cómo demostró Jesús su mesianismo, y en qué medida mostramos nuestro cristianismo, viviendo el ejemplo que nos dejó Nuestro Salvador.

   6. Contemplación.

   Contemplemos a Jesús orando. A pesar de que el Mesías vivió situaciones difíciles de sobrellevar, parecía perder la noción del tiempo cuando oraba, porque ello lo mantenía capacitado para concluir la realización del propósito de hacer de sus seguidores hijos de Dios. Cuanto mayores eran las dificultades del Señor, mayor era su dedicación a la oración. El hecho de tener que afrontar dificultades para conseguir lo que quería desde los más tiernos años de su infancia, hizo que Jesús aprendiera a no perder la fe, cuando, lo que le sucedía, parecía indicarle, que, Nuestro Padre común, lo había desamparado.

   Pensemos en lo que creen nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos en la fe con respecto a Jesús, y en cómo influyen tales pensamientos en su vida.

   ¿Quién es Jesús para nosotros?

   ¿Comprendemos el significado de la unción de Jesús por parte del Espíritu Santo?

   ¿Nos sentimos ungidos por el Espíritu Santo para realizarnos como cristianos, cumpliendo nuestras obligaciones personales y sociales, y dándole al mundo testimonio de la fe que profesamos, predicando el Evangelio, y haciendo el bien?

   Jesús quiso que sus amigos no revelaran el hecho de que es el Mesías, hasta que no comprendieran su relación con el padecimiento de los hombres, y su glorificación divina.

   ¿Nos formamos adecuadamente para testimoniar nuestra fe evitando la comisión de errores que deformen la creencia de Jesús de quienes valoren nuestro ejemplo de profesión de fe?

   Jesús no solo fue rechazado por algunos de sus hermanos de raza, pues fue despreciado por parte de las autoridades religiosas de los judíos. Para intentar comprender cómo debió sentirse el Señor en tal situación, imaginemos cómo se sentirían los cristianos practicantes, si fuesen expulsados de las denominaciones a que pertenecen, entre cuyos miembros profesan su fe. Para Jesús, el hecho de pertenecer a una comunidad de fe, significaba pertenecer a una familia, y, el hecho de ser excomulgado, significaba ser rechazado, no solo por sus hermanos de fe, sino, por su familia. En la actualidad, las comunidades cristianas que expulsan a aquellos de sus miembros a quienes tachan de pecadores incorregibles (apóstatas), son tenidas como sectas, por causa del desamparo y del daño que les causan a tales infieles.

   Jesús fue torturado y asesinado, y resucitó al tercer día de su crucificción. ¿Nos enseña este hecho que, si nos esforzamos en resolver nuestros problemas en la medida que ello nos sea posible, resucitaremos?

   Oremos y esforcémonos para que nuestra negación personal nos identifique con Jesús, con tal que al tomar nuestra cruz no nos dejemos derribar por el peso de la misma, y para que, el seguimiento del Señor, le conceda un sentido especial a nuestra vida.

   Contemplémonos perdiendo la vida, porque nos falta voluntad para renunciar al consumo de tabaco y alcohol, o quizás porque, el hecho de considerar nuestros problemas como si se trataran de desgracias insuperables, nos ha hecho dependientes, del consumo de analgésicos antidepresivos.

   Contemplémonos buscando alcanzar la plenitud de la felicidad por medio de la consecución de bienes materiales, y sintiéndonos contrariados al mismo tiempo, porque la felicidad que nos promete el Señor, radica en el hecho de que nos sintamos amados por Dios, y de que correspondamos el citado amor, sirviendo a Nuestro Santo Padre, en sus hijos.

   El hecho de perder la vida fácil y de sacrificarnos sirviendo a los hombres, significa aceptar el reto de ganar la vida que nos promete el Señor.

   ¿Aceptaremos el desafío que nos propone Jesús?

   7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 9, 18-24.

   Comprometámonos a hacer algo que demuestre nuestra fe ante Dios, la Iglesia, los no creyentes, y nosotros. ¿Aceptamos este apasionante desafío?

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   8. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:

   Ayúdame a tener una fe estable, porque quiero ser para mis prójimos los hombres, lo que Túú eres para mí, para contribuir a que todos formemos parte de la familia divina.

   9. Oración final.

   Leamos y meditemos el Salmo 110, valorando el mesianismo de Jesús, e imaginándonos glorificados en la presencia del Dios Uno y Trino.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas