Meditación.
1. Jesús nos dice por mediación del Apóstol y Evangelista Juan: (JN. 10, 11).
Podemos decir en términos simbólicos que nosotros constituimos el rebaño del Señor, así pues, el Salmista escribió: (SAL. 23, 1).
Las citadas palabras del libro de los Salmos nos instan a sentirnos protegidos por Nuestro Padre común en los días en que vivimos estados que erróneamente denominamos adversos, pero también nos recuerdan la responsabilidad que significa para nosotros el hecho de ser ovejas del rebaño divino (SAL. 74, 1).
Dios se responsabiliza de nuestro cuidado concediéndonos sus numerosos dones y virtudes para que crezcamos en los órdenes material y espiritual, por consiguiente, el Salmista afirmó en su tiempo en estado de contemplación: (SAL. 80, 2).
Isaías profetizó certeramente con respecto a Jesús, el siervo de Yahveh: (Is. 40, 11).
Los corderos y las ovejas paridas de los que nos habla Isaías son los más indefensos de nuestro entorno social. Si Dios provee para que crezcamos espiritualmente, nosotros tenemos la responsabilidad de cumplir los Mandamientos de su Ley. En este punto, a veces por no tener toda la fe que necesitamos para renunciar a ciertas actividades para obedecer a Dios, o quizá por la carencia del amor que debe caracterizarnos a todos los que afirmamos rotundamente que somos cristianos, fallamos todos. Jesús, en el Evangelio de hoy, deja a su rebaño en sitio seguro, y se dispone a buscar su oveja perdida, la que más ama.
¿Cuál es la oveja perdida por la que Nuestro Hermano mayor se desvive? San Juan responde esta pregunta con palabras muy concisas: (1 JN. 1, 8).
Todos nosotros somos la encarnación de la oveja perdida por la que Jesús derrama gustosamente su Sangre y nos entrega su vida en cada ocasión que celebramos el Sacramento de la Eucaristía. Gracias a los filósofos y a los psicólogos sabemos que muchas de las acciones que siempre hemos denominado como actos pecaminosos sólo son consecuencias de nuestra fragilidad humana. Jesús deja a los Santos difuntos en el cielo que próximamente se convertirá en nuestra tierra, deja a quienes se creen justos sin excepción para que se percaten de que alabar su falsa bondad no les sirve para nada, y se dispone a buscar a los humildes, a quienes aspiran a alcanzar encumbradas metas en los campos en que se desarrollan como personas, a quienes son plenamente conscientes de que todo lo que son y lo que han logrado se lo deben a Nuestro Padre y Dios.
Jesús es un Pastor muy paciente porque sabe que "las ovejas le conocen por su voz" (JN. 10, 3). Nosotros, por nuestra parte, cuando conocemos a nuestro buen Pastor, dejamos que él nos coloque sobre sus hombros, y se alegre junto a sus siervos fieles y prudentes (LC. 12, 42-43).
Si aceptamos el hecho de que somos ovejas perdidas, ¿qué tenemos que hacer para que Nuestro buen Pastor nos encuentre? Para que el Señor nos encuentre tenemos que hacer tres cosas, a saber:
1. Adquirir el conocimiento de la Palabra de Dios escrita en la Biblia, al mismo tiempo que nos dejaremos inspirar por el Espíritu Santo que nos dispondrá a recibir también las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.
2. Si adquirimos el conocimiento de la Palabra de Dios, no podemos permanecer impasibles en nuestra vida, así pues, hemos de cumplir los Mandamientos de Dios y de su Santa Iglesia, cuya misión consiste en hacer de nosotros un pueblo santo (IS. 62, 12).
3. La meditación diaria de la Palabra de Dios y la vivencia del cumplimiento de los Mandamientos de Dios y de su Santa Iglesia han de estar coronadas por la oración, así pues, si no nos comunicamos con Nuestro Padre común, no tendremos fe para pedirle a Nuestro buen Pastor que venga a nuestro encuentro, porque no estaremos capacitados para reconocer que somos sus ovejas perdidas.
De la misma forma que Jesús deja muchas de sus ovejas en sitio seguro para venir a nuestro encuentro, cuando formemos parte del rebaño divino, Nuestro Jesús nos dejará en el desierto, afrontando las dificultades que atañen a nuestra vida temporalmente, y se dispondrá a buscar otras ovejas perdidas que aún no se han convertido al Evangelio. No seamos hipócritas, no imitemos al hijo mayor del Dios del que Jesús nos habla en su parábola del hijo pródigo, y no hagamos el bien con la intención de ser recompensados, porque, si actuamos de esa forma, cuando el Señor juzgue a la humanidad, nos dirigirá unas palabras muy duras: "No os conozco".
¿De qué nos sirve hacer milagros si actuamos más por la conveniencia de salvarnos que por la belleza de la gratuidad amorosa?
El hijo menor de la tercera parábola que hemos extraído del capítulo 15 del Evangelio de San Lucas no era tan pecador como su hermano, así pues, mientras que él dilapidó la fortuna que heredó de su padre por su desconocimiento vital, su hermano actuó en conciencia pensando que él tenía más derecho que su hermano a heredar las riquezas de su padre, porque para eso jamás se negó a obedecer a su progenitor. El señor de la parábola trataba con cierta dureza a su hijo mayor, así pues, no le permitía matar un cabrito para hacer una fiesta con sus amigos, pero, ojalá los padres de nuestro tiempo fuesen tan exigentes con sus hijos, para evitar que siga creciendo el número de irresponsables que hay en nuestra sociedad. Cada día me percato más de que aumenta considerablemente el número de jóvenes que no saben apreciar quiénes son, lo que son ni lo que les ha sido concedido por sus progenitores. El hermano del hijo pródigo era avaricioso, y había luchado toda la vida para alcanzar una buena posición social, pero cometió el error de ambicionar lo que no era suyo, y, en ese preciso momento en el que no controló su deseo de poseer todas las riquezas de su padre, cayó en pecado, a pesar de que el deseo de crecer en todos los aspectos nos es necesario en cierta forma para que el hecho de desarrollarnos sea para nosotros un aliciente que nos inste a vivir la alegría que hemos recibido de Nuestro Padre común.
Dios acogió al hijo pródigo celebrando un gran banquete eucarístico de la misma forma que lo hace cuando le pedimos que perdone nuestras transgresiones en el cumplimiento de su Ley, pero, cuando salimos del templo, nos impone un camino duro para que lo recorramos, pues, es necesario que tengamos dificultades para que no olvidemos que tenemos que madurar a lo largo de nuestra vida, porque estamos sujetos a un proceso evolutivo y aún nos queda mucho camino que recorrer para alcanzar la máxima perfección.
Antes de finalizar esta breve meditación, no pasemos por alto la aptitud del hijo pródigo, porque todos conocemos el amor misericordioso de Dios. El hijo pródigo era semejante al niño que ahorra dinero para ir al circo que se ha instalado en su pueblo, y le da todo su dinero a un payaso que desfila junto a sus compañeros antes de empezar el espectáculo para publicitarse creyendo que la actuación ha comenzado, y pierde la oportunidad de realizar su sueño. Cada día los adolescentes sueñan con alcanzar la mayoría de edad para no vivir sometidos a sus padres pero, como muchos de ellos no están formados convenientemente para afrontar vicisitudes importantes, son las víctimas preferidas de los promotores de ciertos vicios, y jamás dejan de tener problemas. Sufren mucho las chicas que buscan a sus madres para confesarles en su soledad con los ojos llenos de lágrimas que están embarazadas, y que sus amantes les han dicho que aborten porque ellos no quieren asumir responsabilidades de ningún tipo con respecto a sus futuros hijos. Esas chicas que se creían autosuficientes o eran demasiado inocentes para ser adolescentes en nuestra sociedad se percatan de que, aunque no han alcanzado un estado de madurez acorde con su edad, han de crecer espiritualmente de una forma notable en muy pocos meses, y han de hacerlo ayudadas por sus progenitores, unos padres de los que muchas de ellas desconfiaban porque los tachaban de anticuados. Benditos sean, pues, los hijos pródigos que buscan el amor y el consuelo de sus familiares, de sus hermanos de la Iglesia, y de su Padre celestial.
En el día en que celebramos el Dulce Nombre de María, vamos a pedirle a Nuestra Santa Madre que los hijos pródigos de Dios pidamos ayuda cuando la necesitemos sin pena ni vergüenza, y que quienes necesitan que el mundo gire al son que ellos no cesan de marcar aprendan a ser humildes.
joseportilloperez@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas