Meditación.
Estimados hermanos y amigos:
Por tercera vez consecutiva vamos a meditar la multiplicación de los siete panes y los dos peces con que Nuestro Señor alimentó a 5000 personas, sin contar a las mujeres ni a los niños que había entre aquella multitud, así pues, el año 2005 meditamos brevemente el capítulo seis del Evangelio de San Juan, el año pasado meditamos el relato correspondiente al Evangelio de hoy según San Juan, y vamos a culminar las celebraciones del Corpus Christi meditando el citado relato según los Evangelios Sinópticos.
Los Evangelistas Sinópticos sitúan el relato que vamos a meditar después de que aconteciera la muerte de San Juan el Bautista. Dado que el citado Profeta era miembro de la familia de Nuestro Señor, y dado también el caso de que el hijo de Elisabeth era Profeta como Jesús, podemos comprender perfectamente que su fallecimiento afectó en gran manera al Hijo de María (MC. 6, 30). Los futuros Apóstoles se unieron a Nuestro Señor después de llevar un tiempo cumpliendo la misión que Él les encomendó de evangelizar a sus hermanos de raza. En algunos de mis escritos me gusta referir una anécdota que me sucedió cuando era catequista de niños de primera Comunión. Hubo un día en el que les pedí a un grupo de niños que me hicieran todas las preguntas que quisieran con respecto a la Catequesis, y, como en aquél tiempo se emitían con mucha frecuencia debates televisivos en los que se dejaban en evidencia a los sanadores y a los religiosos dado que la mayoría de los participantes en los mismos no creían en los milagros y tenían que ridiculizar a quienes aceptaban la existencia de los mismos, una niña bastante avanzada en sus estudios y por tanto muy inteligente me dijo: ¿Te ofendes si te hago una pregunta? Yo sabía que aquella niña no creía en Dios porque sus padres carecían de fe, así pues, no dudé en contestarle: Tú sabes que nosotros confiamos el uno en el otro para hablar de todo. Aquella niña me preguntó: ¿Por qué trabajas para Dios? Después de guardar silencio durante un momento, aquella niña prosiguió diciéndome: La gente normalmente ayuda a quien le ayuda, pero parece que, en tu caso, no recibes ninguna ayuda. Tú pasas muchas horas trabajando para Dios, y, en vez de estar muy protegido por El, te ves ciego y sólo, y encima defendiendo unas creencias que a veces tengo la impresión de que no las acepta ni el cura. Los Apóstoles de Nuestro Señor comenzaron a cumplir la misión que Jesús les encomendó con mucha ilusión, pero debieron recibir un golpe enorme cuando supieron que el Bautista había sido asesinado por denunciar la relación ilegal que mantenían Herodes y su cuñada Herodías. Sabemos que Jesús advirtió a sus seguidores de las persecuciones que habían de sufrir por causa de la predicación del Evangelio, pero, aún así, la muerte de los compañeros de misión, siempre es muy dolorosa. Ciertamente los seguidores de Jesús y el Bautista no seguían la misma ideología, pero compartían la misión de trabajar para Nuestro Padre común. A veces ni nosotros, los que trabajamos por la extensión del Reino de Dios, podemos explicarnos cuál es la razón de la que Nuestro Criador se vale para permitir que sus hijos sean perseguidos, especialmente cuando somos nosotros los que sufrimos algún revés con tal de no renunciar a la vivencia de nuestra fe.
Dado que Jesús y sus compañeros sufrieron mucho por causa de la muerte de san Juan el Bautista, San Marcos escribió en su Evangelio: (MC. 6, 31). Jesús les dijo a sus compañeros que le siguieran a un lugar desierto para descansar, pero aquél descanso al que Nuestro señor les invitaba no estaba relacionado con unas vacaciones, pues se trataba de vivir junto a ellos unos ejercicios espirituales, con el fin de resolver las dudas de fe que la muerte del Bautista y sus experiencias desagradables hubieran creado en ellos, con el fin de que se fortalecieran, y de que siguieran predicando la Palabra de Dios. Al meditar este Evangelio, no hemos de pasar por alto la necesidad que tenemos de descansar, de comunicarnos con nuestros familiares y amigos, y de no abusar de la vivencia excesiva de nuestra ambición.
(MC. 6, 32-33). Me ha llamado la atención el hecho de que muchos componentes de la multitud que fueron alimentados por Nuestro Señor conocieron al Mesías. Pienso que hoy tenemos una nueva y maravillosa oportunidad de examinar nuestra fe, con el propósito de considerar la posibilidad de aumentar nuestra dedicación al trabajo en la viña del Señor y la cantidad de servicios con que trabajamos para Nuestro Criador sirviendo a nuestros prójimos los hombres. Hoy tenemos la oportunidad de pensar si hemos aprovechado los momentos en que Nuestro señor se ha acercado a nosotros para preguntarnos si queremos ser sus seguidores, independientemente de que le sirvamos como laicos o como religiosos consagrados al servicio de la Santísima Trinidad.
(MC. 6, 34). Paradójicamente, aunque vivimos en una sociedad en que hemos avanzado mucho a la hora de facilitar el uso y el alcance de las formas de comunicarnos de que disponemos, somos presas fáciles del aislamiento. La gran mayoría de los trabajadores no disponemos del tiempo que necesitamos para relacionarnos con nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, de la misma manera que también carecemos del tiempo que nos es necesario para satisfacer nuestros quehaceres convenientemente. Muchos niños y jóvenes pasan demasiado tiempo frente a la TV y el ordenador, de manera que no se relacionan con mucha gente tanto dentro como fuera de sus hogares. Recuerdo que hace algún tiempo uno de mis lectores me escribió diciéndome que, a pesar de que había estudiado durante tres años en una Universidad en la que también estudiaba su prometida, no conoció a su novia en el citado centro de estudios, sino chateando. Nuestros mayores también son víctimas del aislamiento, pues necesitan más calor humano del que reciben, que les tengamos paciencia aunque nos cuenten las mismas anécdotas muchas veces, y, sobre todo, necesitan sentir que nos son útiles, aunque no ejercen ningún trabajo.
(MC. 6, 35-38). Todo lo que puedo decir con respecto al Evangelio de hoy está contenido en las meditaciones del Corpus Christi que publiqué en los años anteriores, pero me gustaría concluir esta meditación haciendo hincapié en el hecho de que Jesús contó con los panes y peces que le fueron entregados para multiplicarlos y así saciar a la multitud de sus seguidores. Aunque creamos que nuestro trabajo no tiene importancia para el Señor, no debemos olvidarnos de que Dios cuenta con nosotros para evangelizar al mundo. Quienes me conocéis desde hace varios años sabéis que cuando hablo de que la Iglesia dice que somos los instrumentos de que Dios se sirve para predicar el Evangelio os recuerdo mis comienzos en la red como predicador, en un tiempo en que mis conocimientos de informática eran muy escasos, y mis publicaciones sólo eran leídas por un buen amigo que encontré en un foro católico y por mí. En aquel tiempo yo escribía mucho, aunque a veces no podía evitar el hecho de pensar que mi trabajo en la red no valía la pena, ya que mis textos no eran muy leídos, pero, a pesar de la tentación de abandonar lo que hacía por el Señor, Él me ayudaba a seguir escribiendo. La semana pasada vi que mi weblog ya ha superado los 17000 visitantes desde que lo creé, y que las citadas visitas aumentan aproximadamente en unas 1000 por semana, aunque se disparan en los días solemnes que son muy amados por nosotros, como lo son los días del Santo Triduo pascual.
Yo sé lo que significa el hecho de trabajar como predicador en una parroquia pequeña inculcándoles nuestra fe a varios grupos de niños que después de abandonar el templo son convencidos por sus padres de que no deben abrazar nuestra fe. Yo sé lo que es sentir la soledad y la incomprensión que nos han caracterizado a muchos predicadores, ya sea porque no hemos sabido llegar a nuestros oyentes o lectores, o porque los mismos nos han rechazado al no aceptar nuestra fe, porque no han sido capaces de valorarnos como creyentes aunque ello no les obligue a aceptar nuestro ideal cristiano. En el peor de los casos en que no seamos comprendidos como cristianos, es importante que no olvidemos que somos importantes para el Dios que trabaja incesantemente para que todos le aceptemos, incluyendo a quienes rechazan nuestras creencias.
joseportilloperez@gmail.com
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