Meditación.
1. El júbilo de la Solemnidad de todos los Santos se contrasta con la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos. Nuestra Santa Madre Iglesia ha establecido que, todos los años, el día 2 de noviembre, -el llamado mes del Reino-, todos los católicos oremos por la salvación de nuestros difuntos. Según la fe que profesa la Iglesia, está establecido que, según nuestra fe y nuestras acciones, después de que acontezca nuestra muerte, se nos premie con la eterna permanencia en el cielo, se nos castigue con las penas temporales de las llamas del purgatorio, o se nos condene eternamente en el infierno. Desde Trigo de Dios os incito a que compartáis mi creencia con respecto a que el purgatorio y el infierno lo vivimos en el tiempo en que somos atribulados en esta vida. La muerte es un misterio inaccesible para nosotros, de hecho, sólo sabemos por nuestra fe que, en el momento en que nuestro corazón deje de latir, se nos desgarrará el alma del cuerpo, y se elevará a la presencia de Nuestro Padre y Dios, esperando que Cristo venga por segunda vez a nuestra tierra, para que resucite nuestro cuerpo uniéndolo a nuestra alma nuevamente, dotándonos del apreciado don de la inmortalidad.
Jesús, siendo Dios, resucitó y no quiso abandonar su tabernáculo humano, así pues, el Señor no quiso dejar de ser Hombre, lo cual no significó que renegara de su Ser y su naturaleza divinos. La Conmemoración de todos los Fieles Difuntos nos insta a recordar que todos podemos ser Santos, y que la permanencia en el Reino de Dios no depende de nuestras aptitudes, sino del gran amor con que Dios se ha compadecido de nuestra fragilidad. Hoy recordamos con un halo de tristeza a nuestros seres queridos que tienen la dicha de ver a Jesús y a María Santísima cara a cara. No tiene sentido llegar a creer que nuestra tristeza coarta nuestra fe, pues la melancolía es un claro indicio de amor y de esperanza.
2. Vamos a pedirle a Nuestro Padre y Dios que la meditación de las lecturas correspondientes a la Eucaristía que estamos celebrando nos ayude a desear que Nuestro Señor venga a nuestro encuentro muy a pesar de las calamidades que están precediendo a la Parusía de Nuestro Hermano y Dios Jesús. A pesar de que la gran mayoría de las calamidades apocalípticas sólo son escenificaciones teatrales que describen el sufrimiento de los hombres de todos los tiempos, deseamos reconocer en nuestro dolor la cercanía del día en que Jesús venga nuevamente a nuestro encuentro.
El Evangelista Lucas nos dice con respecto a la segunda venida de Jesús: (LC. 9, 27). No pretendo decir con estas palabras evangélicas que Jesús está al venir a nuestro encuentro, pues el Autor Sagrado nos dice: (MT. 24, 36)
3. En la Biblia no se satisface nuestra curiosidad con respecto al Reino de Dios, así pues, ignoramos cuándo vendrá Jesús a nuestro encuentro, y otros muchos detalles que podrían ayudarnos a imaginarnos lo que será de nuestra vida eterna. No obstante, el autor del Apocalipsis nos dice que la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén redimida, medirá 12000 estadios (AP. 21, 16) Esta y otras medidas nos ayudan a imaginarnos la grandeza del Reino de Dios, un Reino en el que no existirá discriminación de ningún tipo.
joseportilloperez@gmail.com
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