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Meditación para el Domingo de ramos en la Pasión del Señor del Ciclo C.

   Meditación.

   Estimados hermanos y amigos que os disponéis a celebrar la Pasión, la muerte y la resurrección de Nuestro Señor después de haberos preparado para ello intensamente durante las cinco semanas anteriores:

   Hermanos y amigos que os unís a nosotros sin haber vivido intensamente la Cuaresma, pero deseáis llenar vuestro espíritu con la vivencia de la celebración de los misterios centrales de nuestra fe universal:

   Os agradezco el esfuerzo que hacéis al leer esta meditación, por lo cuál espero que mi humilde y confiado trabajo os ayude a crecer en términos espirituales.

   1. La enseñanza del pollino indómito.

   Quienes seguís mis textos dominicales desde que comencé mi andadura en la red en Trigo de Dios en la Navidad del año 2001, sabéis que, algunos años, al celebrar el Domingo de Ramos en la Pasión del señor, me gusta dedicar parte de mi reflexión al burro de Betfagé que Nuestro señor utilizó para entrar en la ciudad santa. Aquél pollino nunca había sido montado, pero, sin embargo, fue muy dócil cuando Jesús lo montó. Los burros son muy tercos. A muchos les ha servido el pasaje que estamos recordando para compararse al pollino sobre el que Jesús montó, pues han pasado de la rebeldía de la incredulidad, a la aceptación de los misterios centrales de nuestra fe.

   (LC. 19, 28). Jesús partió desde Betania a Jerusalén, y era seguido por su Santa Madre y por sus amigos íntimos Lázaro a quien resucitó de entre los muertos (JN. 11, 1-45), Marta, la hermana de Lázaro que aprendió del Mesías que la espiritualidad es tan importante como la realización de las actividades mundanas (LC. 10, 38-42), María de Magdala, aquella a la que Jesús le extrajo siete demonios (MC. 16, 9), y los Apóstoles, aquellos a los que no eligió por sus cualidades pastorales para que fueran sus seguidores, sino "porque Él quiso" (MC. 3, 13).

   Entre nosotros hay religiosos y laicos muy bien formados para predicar el Evangelio. Yo, cuando pienso dónde he llegado gracias a la ayuda de hermanos y amigos que disponen de medios de comunicación católicos muy conocidos y a los patrocinadores de mis websytes, aún me cuesta creer que miles de hermanos y amigos reciben mis meditaciones semanalmente en sus casillas de correo, y que desconozco el número de los lectores de los portales que leen mis meditaciones todas las semanas. Yo empecé a trabajar para el señor con miedo al fracaso de ser un desconocido en la red, pero inicié mi trabajo pidiéndole a Jesús que caminara delante de mí, con el fin de que fuera capaz de proclamar fielmente su Evangelio. Hoy he leído con una gran satisfacción en el Evangelio anteriormente citado que Jesús caminaba delante de los suyos a Jerusalén, la ciudad en que había de ser inmolado para redimirnos, así pues, yo quiero ser uno de los mensajeros que no se cansan de decirle al mundo que Jesús sigue muriendo y resucitando por nosotros en cada ocasión que celebramos la Eucaristía. Yo deseo que Jesús siga caminando delante de mí para hacer lo que quiero hacer adecuadamente y para poder seros útil a quienes recibís mis meditaciones semanales.

   (LC. 19, 29-30). Recuerdo que hace varios años, antes de comenzar a evangelizar a través de la red de redes, tuve un compañero que me ayudaba en la impartición de catequesis infantil que les temía mucho a algunas madres de los niños a los que adoctrinaba que no eran creyentes, y le hacían la vida imposible planteándole dudas que no podía resolver. En ciertas circunstancias, los más difíciles para aceptar nuestra fe, son los que más fácilmente, acogen nuestra doctrina cristiana. Jesús apuesta firmemente a través de sus predicadores por quienes rebaten nuestros argumentos diariamente (LC. 19, 31). Al leer las Confesiones de San Agustín, nos percatamos de que todos los esfuerzos que hizo el futuro Obispo de Hipona para no aceptar la predicación de Santa Mónica, acabaron convirtiéndose en esfuerzos para cumplir a rajatabla la voluntad de Nuestro Criador.

   2. El gozo se convertirá en tristeza, y la tristeza se convertirá en gozo.

   Hoy hemos ido a celebrar la Eucaristía al templo portando ramas de olivo, hojas de laurel o ramas de palmera en las manos para vivir la entrada triunfal de Nuestro señor a Jerusalén. En cierta forma podemos decir que esta celebración es alegre, porque, con nuestros cantos y oraciones silenciosos que brotan de nuestro interior, estamos aceptando a Jesús como Hermano, como guía espiritual y como Rey, pero, al mismo tiempo, esta celebración es triste, porque supone el inicio de los últimos días de vida de Jesús entre sus contemporáneos. Para comprender la razón por la cuál nuestro gozo se convertirá en tristeza y viceversa, hemos de saber que Nuestro señor fue asesinado por muchas causas, de entre las cuales no era la principal el hecho de que dijo que es el Hijo de Dios, sino el temor que los fariseos y los saduceos tenían de que hubiera sido proclamado rey por los marginados de Palestina, no porque ello hubiera significado que Pilato y Herodes hubieran entendido que habrían de castigar mortalmente a la que sin duda alguna era la colonia más rebelde del Imperio, sino porque deseaban seguir manteniendo el liderazgo espiritual de su país. Los miembros de ambas tendencias religiosas eran contrarios entre sí, pero se pusieron de acuerdo para eliminar a Jesús porque, dado que tenían que ser al mismo tiempo amigos de las autoridades romanas y pacificadores del pueblo, ello les situaba en una situación bastante delicada (JN. 16, 20-24).

   3. El Jueves Santo.

   Aunque el Jueves Santo no es un día preceptual, es importante que asistamos a la celebración vespertina, en la que recordaremos la institución de los Sacramentos de la eucaristía y el Orden de los sacerdotes. Cristo, el sacerdote eterno, nos dará el Mandamiento nuevo que no deroga la Ley, pero nos hace comprender que el amor es más importante que la aplicación de la justicia por sí misma.

   Muchos de nuestros hermanos vivirán toda la semana o algunos de los días de estas celebraciones un periodo vacacional, así pues, les recomiendo que no dejen de asistir al templo más cercano a su lugar de residencia, para celebrar los misterios más relevantes de nuestra fe católica.

   Durante la noche del Jueves Santo viviremos una hora de oración, durante la cuál reflexionaremos sobre la eucaristía, y recordaremos los hechos que acaecieron durante la noche que Jesús pasó en manos de sus enemigos.

   El día en que celebraremos el amor fraterno es el de la víspera del Triduo pascual, así pues, es conveniente que nos hayamos confesado para iniciar la celebración de la cincuentena de nuestra redención limpios de toda mácula. No le tengamos miedo a la posibilidad de no ser absueltos de nuestros pecados ni pensemos que nuestro confesor va a divulgar nuestros secretos, pues lo más importante que podemos hacer al respecto de las excusas que tenemos para no recibir el sacramento de la Penitencia, es pensar en sentirnos perdonados por dios, por nuestros prójimos y nosotros mismos.

    4. El viernes Santo.

   Son varias las prácticas habituales entre los católicos el día en que celebramos la Pasión de Nuestro señor, la celebración más importante del día en que no celebramos la Eucaristía, porque Jesús muere a manos de sus enemigos, luego, al estar muerto, no puede transubstanciarse. Aunque Jesús ha resucitado de entre los muertos, el viernes Santo no celebramos la Eucaristía, para recordar su muerte.

   En muchos lugares, a las doce del medio día, -la hora en que Jesús fue crucificado-, se pronunciará el llamado "Sermón de las Siete Palabras", es decir, una meditación exhaustiva de las siete frases que Nuestro Señor pronunció en la cruz antes de expirar.

   A las tres de la tarde, -la hora en que falleció el Mesías-, se celebra la Pasión del señor, la celebración más importante del día.

   Transcurrida la celebración de la Pasión del Señor, se rezan "el Vía crucis" y "el vía Matrix".

   5. el Sábado Santo o de Gloria.

   Cuando concluyen las celebraciones del viernes Santo, se inicia la vivencia de un silencio, un tiempo de oración y meditación que se interrumpirá en la media noche del Domingo de Resurrección, el momento en que comenzaremos a celebrar la preparación de la resurrección de nuestro Señor, que viviremos intensamente en la celebración eucarística del próximo Domingo de Resurrección.

   Quiero pediros que leáis los Evangelios, y que, si os es posible, veáis en estos días películas de la vida de Nuestro señor, pues es importante que todos comprendamos el bien que Jesús hizo por nosotros al morir y resucitar para redimirnos.

joseportilloperez@gmail.com

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