Domingo VI del Tiempo Ordinario del Ciclo C.
Dios es el Padre Nuestro a quien amamos, y en cuyos hijos queremos servirlo. Meditemos la oración que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo.
Ejercicio de lectio divina de LC. 6, 17. 20-26.
Lectura introductoria: LC. 2, 34.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
R. Amén.
El Evangelio que meditamos en esta ocasión, inicia hablándonos de la muchedumbre que escuchaba la Palabra de Jesús, era curada de sus enfermedades por el Señor, y era liberada de sus espíritus impuros, -es decir, dejaba de ser marcada a nivel social, como gente indeseable-. Para comprender esto, es conveniente leer LC. 6, 17-19, aunque, los dos últimos versículos citados, no forman parte del Evangelio, que meditamos el Domingo VI del Tiempo Ordinario del Ciclo C.
Mientras que San Mateo alabó en su Evangelio a los pobres de espíritu, -es decir, los que se hacen pobres en muchos casos sin serlo-, (MT. 5, 3), San Lucas nos habla de todos los pobres en general (LC. 6, 20B). Aunque el presente trabajo está basado en la redacción de las bienaventuranzas que nos ofrece San Lucas en su primera obra, también se hará referencia al texto de MT. 5, 3-6. 10-12, buscando la manera de hacer que, las diferencias existentes entre ambos relatos, no nos hagan llegar a la conclusión, de que debemos considerarlos separadamente, porque nos ofrecen puntos de vista distintos.
San Lucas llama bienaventurados a los que tienen hambre, y les promete que llegará el día en que serán saciados (LC. 6, 21A). San Mateo les promete en su Evangelio que serán saciados, a los hambrientos y sedientos de justicia (MT. 5, 6).
San Lucas les promete la dicha futura a quienes lloran por causa de sus circunstancias actuales o pasadas (LC. 6, 21B), tal como también lo hace MT. 5, 5, aunque, por el hecho de que San Mateo espiritualizó las bienaventuranzas, dándoles a entender a sus lectores que los pobres que tienen mérito ante Dios son los espirituales, y prometiéndoles la saciedad a quienes ansían que se extingan las desigualdades que hacen sufrir a la mayor parte de la humanidad, podemos entender que, no se les promete el consuelo a quienes lloran por cualquier causa, sino a quienes hacen su mejor esfuerzo, para colaborar en la plena instauración del Reino de Dios, en el mundo.
San Lucas indica en su Evangelio que Jesús alaba a aquellos de sus seguidores que soportan todo tipo de vejaciones, y les insta a que no se desanimen porque su recompensa será grande en el cielo, al mismo tiempo que les recuerda que, los Profetas del pasado, recibieron el mismo trato. Para San Lucas, todos los perseguidos del mundo, son bienaventurados, independientemente de la causa que genere su persecución (LC. 6, 22-23). Para San Mateo, los perseguidos que serán debidamente recompensados por Dios, son aquellos que sufrieron, por causa del Señor, y de la implantación de la justicia divina en el mundo (MT. 5, 10-12).
Aunque parece razonable la espiritualización de las bienaventuranzas que hizo San Mateo, si consideramos que los perseguidos por causa de la fe en Jesús tienen derecho a ser recompensados, el hecho de alabar a los héroes de la profesión de la fe cristiana, es peligroso. Es necesario no enseñar a los cristianos a ser seguidores de Jesús esperando ser recompensados, pues bueno será para ellos hacer el bien desinteresadamente sin preocuparse del premio que recibirán. Los cristianos que deseen ser seguidores de Jesús, harán el bien por amor a Dios, a sus prójimos los hombres, y, a sí mismos. El hecho de espiritualizar las bienaventuranzas, además de ser peligroso porque puede inducirnos a vivir una religiosidad egoísta, inspirada en la espiritualidad de los saduceos y fariseos que hicieron todo lo posible para que Jesús fuera crucificado, aunque tiene por meta la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, la visión errónea y acomodaticia de tal espiritualización de las Bienaventuranzas, puede hacernos vivir una religiosidad basada en el cumplimiento exhaustivo de normas cultuales, y sin esforzarnos en hacer el bien, lo cual ha de caracterizar la conducta, de los fieles seguidores, del Hijo de Dios y María.
Dicen los exegetas que las Bienaventuranzas que aparecen en el tercer Evangelio fueron pronunciadas por Jesús, y que San Mateo las espiritualizó, para acomodarlas a sus lectores judíos, entre los cuales existía la creencia de que, los pobres, los desamparados, los enfermos, y todos los que sufrían por cualquier causa, pagaban las consecuencias, de su conducta pecadora, o del mal que hicieron, sus ancestros (EX. 34, 6-7).
A diferencia de San Mateo, San Lucas es muy claro en su obra, por lo que, en lugar de espiritualizar las bienaventuranzas, a fin de que las acepten todos los estamentos sociales, arremete contra quienes hacen posible que, los bienes de la tierra, no sean distribuidos equitativamente, por lo que, en consecuencia, generan una gran pobreza. Los ayes que aparecen en LC. 6, 24-26, no han de ser vistos como maldiciones, sino como los anuncios que hacían los Profetas del Antiguo Testamento de calamidades muy dolorosas, que pudieran haber sido evitadas, si, los destinatarios de sus mensajes divinos, hubieran cambiado su conducta pecadora, por la sumisión a Yahveh.
San Lucas se lamenta, porque los ricos han recibido su propio consuelo (LC. 6, 24). Tal consuelo consiste en la acumulación de bienes y en todas las ventajas que les aportan su poder, riquezas y prestigio. Para el tercer Evangelista, los ricos prescinden de Dios, y no lo necesitan, y por ello los tales son rechazados por el Creador del Universo, tal como se deduce de la lectura de LC. 1, 51-53.
San Lucas recurre al estilo de Profetas del Antiguo Testamento como Jeremías, para denunciar la hartura de aquellos que generan una gran pobreza en el mundo, ríen sin esforzarse por evitar el sufrimiento de la mayor parte de la humanidad, y son dignos de recibir las alabanzas de muchos hombres, a pesar de que no son aceptos por Dios, por causa de su conducta egoísta (LC. 6, 25-26).
Oremos:
Invoquemos al Espíritu Santo, y pidámosle que nos enseñe a ser pobres.
Oremos y esforcémonos para no aislarnos si somos ricos contemplando nuestras posesiones.
Si somos pobres, oremos para no vivir odiando a quienes son ricos.
Independientemente de que seamos pobres o ricos, cumplamos la voluntad del Dios, cuyo Reino nos ha sido dado en posesión, según Jesús (LC. 6, 20B).
Oremos para que el hecho de pertenecer a una clase social alta, no nos aísle, impidiéndonos tener nuevas relaciones.
Oremos por quienes padecen por cualquier causa, y, en cuanto nos sea posible, no ignoremos el sufrimiento de la humanidad.
Si nos acontece que tengamos la experiencia de la persecución, oremos y procuremos que no sea por incumplir la Ley.
Si el cielo es la meta que esperamos alcanzar, no olvidemos que seremos dignos de la misma por ser amados por Dios, y no por causa de nuestro cumplimiento de preceptos religiosos. Hagamos el bien, no por egoísmo, sino por amor a Dios, a nuestros prójimos los hombres, y a nosotros.
Que nuestro consuelo sea la riqueza de vivir en un mundo en que amemos y seamos amados.
Que nuestra hartura sea el gozo producido por cumplir la voluntad de Dios.
Que nuestra risa esté causada por dicha satisfacción.
2. Leemos atentamente LC. 6, 17. 20-26, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 6, 17. 20-26.
3-1. Jesús les dirigió sus Bienaventuranzas a sus discípulos (LC. 6, 17).
Al iniciar la lectura del Evangelio que meditamos en esta ocasión, vemos cómo una gran muchedumbre de discípulos de Jesús, se dispuso a escuchar las palabras del Mesías, y fue testigo y beneficiaria, de los signos que llevó a cabo Nuestro Salvador, en su favor (LC. 6, 18-19).
¿Meditamos las palabras de Jesús contenidas en los cuatro Evangelios, y las aplicamos a nuestra vida?
¿Creemos que Jesús hace algo para favorecernos?
Mucha gente buscaba a Jesús para que el Señor solventara sus carencias. Tal como les sucedía a tales oyentes del Señor, entre los cristianos también hay quienes creen que Jesús es un mago, no se sirven de la oración para adaptarse al cumplimiento de la voluntad divina, y la utilizan para someterse a Dios.
3-2. Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios (LC. 6, 20B, y MT. 5, 3).
3-2-1. Los pobres en la Biblia.
Dado que San Lucas habla en el Evangelio que estamos considerando de todos los pobres sin hacer matizaciones, y San Mateo se refiere a quienes abrazan la humildad al hacerse seguidores de Jesús, aceptando todas las consecuencias que implica el hecho de vivir la pobreza teniendo riquezas a las que muchos de los tales renuncian, es conveniente que veamos qué se dice en la biblia, con respecto a los pobres.
En ÉX. 22, 24, se indica que, cuando se les preste dinero a los pobres, y los tales lo devuelvan, no se les cobre intereses.
Al acabar de recolectar el fruto de sus vides, los hebreos debían dejar las últimas uvas, para que les sirvieran de alimento a los pobres (LV. 19, 10). Este hecho nos invita a los lectores de la Biblia, a socorrer a los menesterosos.
Si bien el estado de pobreza puede aportarles enseñanzas útiles a los pobres que no pierden la esperanza de superarlo, Dios no lo quiere por el sufrimiento que supone la vivencia del mismo, y por ello, antes de que los hebreos entraran en la Tierra prometida, les manifestó que no quería que hubiera pobres entre ellos (DT. 15, 4. 7-8).).
¿Qué pensamos los cristianos respecto de la pobreza, y qué hacemos para extinguirla del mundo, en conformidad con nuestras posibilidades?
Los hebreos, a pesar de su carácter nacionalista, no debían explotar a sus trabajadores pobres, ni aun en el caso de que los tales fuesen extranjeros (LV. 24, 14-15).
Dios ama a los pobres. Es por ello que los tales no serán olvidados por Él eternamente, y la esperanza de los desdichados, no se perderá para siempre (SAL. 9, 19).
Dios se manifiesta en favor de los pobres (SAL. 12, 6).
Dios quiere que los pobres sean saciados (SAL. 22, 27).
Además de tener cubiertas sus necesidades básicas, los pobres pueden ser invitados, a conocer el sendero de Dios (SAL. 25, 9).
Dios les promete la liberación de sus desgracias, a quienes luchan en favor de la causa de los pobres (SAL. 41, 2).
¿Cuál es la realidad social de los pobres? En los Proverbios de Salomón vemos a los pobres rechazados por sus vecinos, hermanos y amigos, y vemos a los ricos con muchos amigos (PR. 14, 20, y 19, 7).
3-2-2. Los pobres en el Evangelio de San Lucas.
Jesús vino al mundo a anunciarles a los pobres el Evangelio, a proclamar la liberación de los presos, a devolverles la vista a los ciegos físicos y a encaminar a los ciegos espirituales por la senda de Dios, y a liberar a los oprimidos por las diferentes esclavitudes existentes (LC. 4, 18). Dado que tanto los saduceos como los fariseos consideraban gente indigna de Dios a aquellos a quienes Jesús vino a dignificar, porque entre los primeros destacaban los grandes terratenientes causantes de la pobreza nacional, y los segundos adaptaron el Judaísmo a su mentalidad, ya que no les convenía anteponer los derechos de los pobres a la consecución de sus intereses personales, se hicieron enemigos jurados del Mesías, según constataron que el Señor llevaba a cabo, el cumplimiento de su misión.
¿Qué pensamos respecto de la gente por la que Jesús llevó a cabo una labor que le costó la vida?
Cuando San Juan Bautista desde la Torre Antonia envió a algunos de sus seguidores a que le preguntaran a Jesús si era el Mesías esperado, el Señor les mandó que le respondieran cómo habían sido testigos de que se estaban realizando las señales características de la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, las cuales eran que los ciegos veían, los cojos caminaban, los leprosos eran sanados, los sordos oían, los muertos recuperaban la vida o corregían sus vidas rotas por los errores que cometieron en el pasado, y se anunciaba la Buena Nueva a los pobres (LC. 7, 22).
¿Llevamos a cabo dichos signos en nuestro tiempo en las comunidades de fe a las que pertenecemos?
Jesús nos dice que, cuando demos un banquete, que invitemos a quienes no puedan correspondernos, pues no quiere que busquemos exclusivamente el hecho de ser recompensados por quienes puedan pagarnos sobradamente lo que les demos, sino que nos esforcemos para contribuir a la plena instauración del Reino divino en el mundo (LC. 14, 13-14).
Si queremos alcanzar la perfección evangélica, desprendámonos de los bienes que nos esclavizan, y repartamos el producto de la venta de los mismos entre los pobres. Dado que no es fácil hacer esto, Jesús les promete a quienes lo hagan un tesoro en el cielo (LC. 18, 22).
Jesús admira a los pobres que, aunque lo tienen todo perdido, e incluso les es difícil tener la esperanza de superar su dolorosa situación, le dan a Dios todo lo que tienen (LC. 21, 1-4).
3-2-3. Los pobres en el Evangelio de San Mateo.
Al igual que lo hizo San Lucas en LC. 7, 22, San Mateo subrayó la importancia de enseñarles la Buena Nueva a los pobres (MT. 11, 5), y la necesidad de vender los bienes efímeros repartiendo el producto de los mismos entre los pobres, para alcanzar un tesoro en el cielo (MT. 19, 21).
3-2-4. ¿A qué pobres hace referencia la primera Bienaventuranza de Jesús?
Mucho se ha escrito con respecto a las Bienaventuranzas de los Evangelistas Lucas y Mateo, y a los católicos concretamente, se nos hizo memorizar el texto de San Mateo, cuando nos dispusimos a recibir al Señor eucaristizado la primera vez.
Si el hecho de espiritualizar las bienaventuranzas puede sumirnos en una vivencia religiosa consagrada a la oración y a las celebraciones de culto, y hacernos olvidar el deber que tenemos de hacer nuestro mejor esfuerzo para contribuir a la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, el texto de San Mateo no debe ser despreciado, sino aplicado a nuestra vida, en su justa medida. En el Santoral de la Iglesia Católica encontramos ejemplos de ricos que se hicieron pobres, y se consagraron al cumplimiento de la voluntad divina, partiendo de su humildad. Igualmente, si generalmente los pobres tienen más fe en Dios que muchos ricos, no todos los ricos carecen de fe, y hay pobres avaros, al igual que también los hay que no han podido -o no han querido- aprovechar los recursos que han sido puestos a su disposición, para que puedan superarse a sí mismos.
Como sabemos, hay ricos que, independientemente de que se hayan empobrecido total o parcialmente, han renunciado a una parte estimable de sus bienes, con el fin de satisfacer las carencias de los menos favorecidos socialmente. Aún podría hacerse por los pobres más de lo que se hace, y muchos menesterosos podrían ayudarse a sí mismos más de lo que lo vienen haciendo. Si es necesario fomentar el ejercicio de la solidaridad, no menos necesario es el hecho de enseñar a los menos favorecidos a sacarle el máximo provecho a sus propios recursos y a la ayuda que ocasionalmente se les pueda brindar. Si los pobres han de ser alimentados en casos excepcionales en que no pueden subsistir sin ayuda, deben aprender a utilizar los medios de que disponen adecuadamente, a la resolución de sus problemas económicos.
¿Cómo tratamos a los pobres? Recordemos que los menesterosos son nuestros hermanos, y que por ello no podemos conformarnos, prestándoles un servicio social.
3-3. Bienaventurados los que ahora pasáis hambre, porque seréis saciados (LC. 6, 21A, y MT. 5, 6).
Mientras que San Lucas bendice a los pobres en general intentando animarlos para que no se dejen arrastrar por la desesperación, San Mateo bendice a los hambrientos y sedientos de justicia divina, una justicia que en la biblia es sinónimo de fe en Dios, y de práctica de la caridad, a fin de que nadie carezca de los bienes necesarios para vivir. Si pensamos que el hecho de desear que los pobres del mundo vivan dignamente es tener hambre y sed de justicia, y buscamos la manera de hacer tal utopía realidad, nos encontramos con que los textos de ambos Evangelistas son coincidentes, pues, si dos textos bíblicos que contienen una misma perícopa -o fragmento- contienen mensajes que se contradicen entre sí, la biblia deja de contener la Palabra del Dios perfecto, que no puede cometer errores.
3-4. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis (LC. 6, 21B, y MT. 5, 6).
Cuando los Evangelistas Lucas y Mateo escribieron sus Evangelios, muchos cristianos habían sido víctimas de persecuciones, así pues, unos habían sido maltratados, otros azotados, otros encarcelados, y otros desprovistos de sus posesiones. Esta es la razón por la que los dos autores, hablan en sus Bienaventuranzas de un día en que la miseria desaparecerá de la haz de la tierra, pues esa fue la manera que concibieron, de animar a sus hermanos de fe, que sufrían mucho, con tal de no renegar de Jesucristo Resucitado de entre los muertos.
La promesa de vivir en un mundo mejor que el que les tocó, fue muy útil para los cristianos de las primeras generaciones, porque muchos llegaron a creer que estaba por llegar el día en que Jesús iba a concluir la plena instauración de su Reino en el mundo. Ellos pensaban que sus sufrimientos se acabarían de un momento a otro, y por eso los soportaban estoicamente.
Después de que han transcurrido veinte siglos desde que fue fundada la Iglesia madre de Jerusalén, ¿de qué nos sirve la promesa de vivir en un mundo en que no existan las injusticias, si el Señor no ha regresado a salvarnos, tal como prometió que lo haría? Aunque no sabemos cuándo vendrá Jesús a nuestro encuentro, sus promesas de hacernos habitar en un mundo más humano que el nuestro tienen sentido, si cambiamos nuestra manera de ser, para que el mundo, gradualmente, vaya cambiando, y vaya convirtiéndose, en el Reino de Dios.
3-5. Bienaventurados los perseguidos por causa de Jesús y la justicia divina (LC. 5, 22-23, y MT. 5, 10-12).
Aunque Jesús instó a sus misioneros a que huyeran de las ciudades en que fueran perseguidos (MT. 10, 23), llegó para los primeros cristianos el tiempo de la persecución, y, aunque entre ellos no faltaron quienes renunciaron a profesar su fe para mantener su posición social y salvar la vida, otros huyeron con la idea de no morir, y otros decidieron ser martirizados, porque pensaron que, el hecho de refugiarse en cualquier parte del mundo en la que pudieran vivir tranquilos, les suponía convertirse en traidores a Dios. Los dos autores cuyos textos estamos considerando, animaron a sus lectores a resistir las persecuciones, como también lo hizo el considerado por los católicos como su primer Papa, en 1 PE. 4, 15-16.
3-6. Los ayes de Jesús (LC. 6, 24-26).
San Lucas actúa como uno de los Profetas del Antiguo Testamento, que veían desesperados cómo los receptores de sus anuncios se disponían a afrontar terribles calamidades, porque no se amoldaban al cumplimiento de la voluntad divina, que les era comunicada por ellos. San Lucas ve detrás del consuelo de los ricos, consistente en su hartura, en su risa placentera, y en su manera de ser honrados, la carencia de hambre de justicia, la despreocupación por quienes empobrecen conscientemente, y el fracaso de no haber vivido plenamente, siendo amados por Dios y sus hijos los hombres, y dejándose amar.
3-7. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
3-8. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 6, 17. 20-26 a nuestra vida.
Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
1. ¿A quiénes les dirigió Jesús sus Bienaventuranzas?
2. ¿De qué maneras benefició Jesús a los oyentes de su discurso?
3. ¿Meditamos las palabras de Jesús contenidas en los cuatro Evangelios, y las aplicamos a nuestra vida?
4. ¿Creemos que Jesús hace algo para favorecernos?
5. ¿Hemos convertido a Jesús en objeto de superstición?
6. ¿Nos servimos de la oración para cumplir la voluntad divina, o para someternos a Dios?
3-2.
3-2-1.
7. ¿Qué pobres son mencionados por San Lucas en LC. 6, 20B?
8. ¿A qué pobres se refiere San Mateo en MT. 5, 3?
9. ¿Por qué es conveniente buscar información en la Biblia referente al concepto que tiene Dios respecto de los pobres para analizar las versiones de las Bienaventuranzas que nos presentan los Evangelistas Lucas y Mateo en sus respectivas obras?
10. ¿Por qué no quería Yahveh que se les cobrara intereses a los pobres que se les prestara dinero?
11. ¿Por qué estaban los hebreos obligados a renunciar a una parte de sus cosechas para alimentar a los menesterosos?
12. ¿Quiere Dios que sus hijos seamos pobres? ¿Por qué?
13. ¿Puede aportar el estado de pobreza enseñanzas útiles? ¿Por qué? ¿Cuáles?
14. ¿Qué pensamos los cristianos respecto de la pobreza, y qué hacemos para extinguirla del mundo, en conformidad con nuestras posibilidades?
15. ¿Por qué los hebreos que tenían trabajadores contratados tenían que respetar los derechos de los tales sin excluir de tal trato a los extranjeros?
16. ¿Por qué no olvida Dios a los pobres, y por ello la esperanza de los tales no desaparecerá para siempre?
17. ¿Por qué se manifiesta Dios en favor de los pobres?
18. ¿En qué sentidos quiere Dios que los pobres sean saciados?
19. ¿A qué quiere Dios que sean invitados los pobres mientras son saciados?
20. ¿Qué les promete Dios a quienes luchan en favor de la causa de los pobres?
21. ¿Cuál es la realidad social de los pobres?
3-2-2.
22. ¿A qué vino Jesús al mundo según el texto que leemos en LC. 4, 18?
23. ¿Por qué se granjeó Jesús la enemistad de los saduceos y fariseos?
24. ¿Qué pensamos respecto de la gente por la que Jesús llevó a cabo una labor que le costó la vida?
25. ¿Qué señales características de la plena instauración del Reino de Dios en el mundo quiso Jesús que le fueran manifestadas a San Juan Bautista por sus discípulos, según LC. 7, 22?
26. ¿Llevamos a cabo dichos signos en nuestro tiempo en las comunidades de fe a que pertenecemos?
27. ¿Nos exige Jesús que no nos relacionemos con nuestros iguales cuando celebremos fiestas, o que, en tales ocasiones, no olvidemos a los pobres, y ejercitemos la caridad con ellos?
28. ¿Por qué nos es imposible alcanzar la plenitud de la perfección cristiana si no nos desprendemos de los bienes cuya contemplación nos impide mantener relaciones plenas con nuestros prójimos los hombres?
29. ¿Por qué admira Jesús a los pobres que lo tienen todo perdido y viven por causa de la fe que tienen en Dios?
3-2-3.
30. ¿Por qué es importante para San Mateo el hecho de que los pobres sean evangelizados?
31. ¿En qué sentido merecerán tener un tesoro en el cielo quienes renuncien al egoísmo para favorecer a sus prójimos los hombres?
3-2-4.
32. ¿Por qué hemos memorizado los católicos durante muchos años las Bienaventuranzas recopiladas por San Mateo antes de recibir al Señor eucaristizado la primera vez?
33. ¿Qué riesgos corremos al aplicar a nuestra vida las Bienaventuranzas escritas por San Mateo?
34. ¿Qué sucederá con nuestra vida de oración si nos aplicamos la versión de las Bienaventuranzas de San Lucas, y obviamos el texto de San Mateo?
35. ¿Hay en nuestro medio alguien que se haya empobrecido para favorecer a los menesterosos, o que haya renunciado a parte de su hacienda, para lograr tal fin?
36. ¿Conocemos casos de pobres que no han aprovechado los medios que han sido puestos a su disposición para que superen su difícil situación?
37. ¿Por qué es necesario potenciar la solidaridad y enseñar a los pobres a sacarle el máximo partido a sus recursos?
38. ¿Cómo tratamos a los pobres?
39. ¿Les prestamos a los pobres un servicio social, o los acogemos como miembros de nuestras comunidades de fe?
3-3.
40. ¿A qué pobres hacen referencia los Santos Lucas y Mateo?
41. ¿A qué justicia se refiere San Mateo?
42. ¿En qué consiste tal justicia?
43. ¿Qué sucedería con la Biblia si los textos que estamos considerando no fueran coincidentes?
3-4.
44. ¿Qué persecuciones habían caracterizado a muchos cristianos cuando San Lucas y San Mateo escribieron sus Evangelios?
45. ¿Por qué utilizaron ambos Evangelistas la esperanza escatológica para lograr que sus lectores resistieran estoicamente las persecuciones que hubieran de marcar sus vidas?
46. ¿Por qué soportaron muchos cristianos heroicamente las persecuciones de que fueron víctimas?
47. Después de que han transcurrido veinte siglos desde que fue fundada la Iglesia madre de Jerusalén, ¿de qué nos sirve la promesa de vivir en un mundo en que no existan las injusticias, si el Señor no ha regresado a salvarnos, tal como prometió que lo haría?
3-5.
48. ¿Por qué instó Jesús a sus misioneros a que huyeran cuando se les persiguiera en las ciudades en que predicaban el Evangelio?
49. ¿Cómo reaccionaron los cristianos ante sus persecuciones?
50. ¿Cómo reaccionaríamos nosotros si se nos persiguiera por ser discípulos de Jesús?
3-6.
51. ¿Son los ayes con que finaliza el Evangelio de hoy amenazas? ¿Por qué?
52. ¿Por qué cree San Lucas que la hartura de los ricos se trocará en desgracia irremediable?
5. Lectura relacionada.
Leamos y meditemos MT. 5, 1-12, y comparemos las diferencias existentes, entre dicho texto de San Mateo, y LC. 6, 20-26.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 6, 17. 20-26.
Comprometámonos a hacer una obra de caridad. No hagamos un servicio social. Desprendámonos de algún dinero o de alguna de nuestras posesiones, en favor de alguien que necesite tal dádiva, porque, ante Dios, ese desfavorecido socialmente, es nuestro hermano.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de meditación/oración personal, para animar a quienes sienten que todo lo han hecho mal, y por ello no merecen ninguna consideración.
Cuanto más triste te sientas, alaba a Dios con más ganas, aunque sientas que te faltan.
Tener fe no es estancarnos pensando en los acontecimientos relacionados con el pasado, sino tener la experiencia de dios, diariamente.
Recuerda que el pasado no existe, y que el futuro aún no ha llegado.
Recuerda que, por ahora, solo tienes este preciso instante en que me lees, para vivir plenamente.
Tener fe, es vivir contra corriente.
¿Te sientes triste? Desafía la tristeza con tu alegría.
¿Sientes ganas de tumbarte y cerrar los ojos porque te agota la tristeza? Sal a la calle y busca a quien te ayude, o ve al encuentro de quienes están peor que tú, y descubrirás las razones que tienes, para seguir viviendo.
¿Te faltan ganas de hablar con Dios, porque sientes que no escucha tus oraciones?
¿Recuerdas cuando tuviste novio/a la ilusión que te hacía encontrarlo/a?
Alaba y adora a Dios, con la ilusión de encontrarte cada día, con quien más puede amarte.
Cuando sientas que nada vale la pena, piensa que eres semejante a un barco, navegando contra corriente, burlando la adversidad, que puede hacerte, perder la felicidad.
Porque Dios es bueno y te creó para que seas feliz, y porque te mereces lo mejor, navega contra corriente, ríe cuando desees llorar, sal a la calle cuando desees ocultarte para lamentarte, relaciónate cuando desees buscar la soledad, y ábrete a Dios y a quienes te aman, cuando quieras centrarte en tus problemas.
¿Por qué dices que no vales nada, si vales la Sangre de todo un Dios?
¿Cómo dices que no tienes valor, si vales más que todas las riquezas del mundo?
¿Cómo pretendes que tu valoración personal dependa de lo que los demás sienten por ti, ignorando que si te alaban y no les crees, no podrás ser feliz?
9. Oración final.
Leamos y meditemos el Salmo 32, recordando cómo hemos sido liberados de muchas cargas, con la ayuda de Dios y nuestros prójimos, y nuestro esfuerzo personal.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
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En este blog encontraréis meditaciones para crecer a los niveles personal, social y espiritual.
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