Meditación.
¿De dónde proviene la veneración que los católicos le profesamos a María?
Introducción.
Estimados hermanos y amigos:
La Iglesia nos invita a reflexionar sobre la Anunciación del Señor en este día de Cuaresma, porque el tiempo litúrgico que estamos conmemorando culmina en el Sacro Triduo preparatorio de la Pascua, -la fiesta de las fiestas-, y, la solemnidad que hoy celebramos (LC. 1, 26-38), nos recuerda el momento en que Jesús se encarnó en el seno virginal de María Santísima, con la pretensión de purificarnos de nuestros pecados y concedernos la vida eterna. El recuerdo del Nacimiento de Jesús que vivimos en el tiempo de Navidad, y la Pasión, la muerte y la Resurrección del Mesías, que viviremos en los días del Triduo de Pascua, constituyen un mensaje antiguo porque se está predicando desde hace veinte siglos, pero no deja de ser nuevo, porque, la invitación que Dios nos hace a vivir en su presencia, nos posibilita para que alcancemos la plenitud de la felicidad.
La meditación que os expongo en este día es de carácter apologético, porque, de la misma manera que la Biblia, -el libro del amor-, es un signo de contradicción que separa a los hijos de las diferentes iglesias o congregaciones cristianas, el culto que los católicos le tributamos a María, -la Madre de Jesús y de la Iglesia-, también contribuye a mantenernos separados a los hijos de Dios de todas las denominaciones cristianas.
Antes de continuar exponiéndoos el pensamiento de la Iglesia Católica referente al culto mariano, -pensamiento que he hecho mío, porque se me ha demostrado su veracidad con la Biblia en la mano-, quiero deciros que, por respeto a mis lectores no católicos, -y muy a pesar de que este hecho me es inútil con respecto a los protestantes y los miembros de muchas sectas-, voy a ser parcial en mi exposición, la cual no me es favorable porque soy católico y por ello manipulo la Palabra de Dios, pues es la Biblia la que me insta a sostener dicha creencia en la veracidad del culto mariano, lo cual me hace exponer, en este trabajo, las bases escriturales, que me hacen comprobar, que no peco al venerar a la Madre de Nuestro Salvador.
Quienes rechazan el culto mariano, nos dicen: "No existe ninguna diferencia entre la adoración y la veneración a María. Al adorar a la Madre de Jesús, cometéis un pecado de idolatría".
Veamos, en el Diccionario de la R. A. E., si existen diferencias entre la adoración y la veneración.
"Adorar.
1. Reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina.
2. Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido.
3. Dicho de un cardenal: Postrarse delante del Papa después de haberle elegido, en señal de reconocerle como legítimo sucesor de San Pedro.
4. Amar con extremo.
5. Gustar de algo extremadamente.
6.
intr.
Orar (ǁ hacer oración).
7. Tener puesta la estima o veneración en una persona o cosa. Adorar en alguien, en algo".
"Venerar.
1. Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda.
2. Dar culto a Dios, a los santos o a las cosas sagradas".
Dado que el Diccionario de la R. A. E. no es una composición católica, -y por tanto, su vocabulario no está adaptado a la ideología de los católicos-, puede ser utilizado para solventar la discusión existente entre católicos y protestantes, con respecto a la clara diferencia existente entre la adoración y la veneración. Una vez hecha la citada aclaración, cada uno de mis lectores, será libre de elegir si acepta o no la veracidad de dicha diferencia entre las palabras adorar y venerar. Tengamos en cuenta que, mientras que existen libros bíblicos como el Apocalipsis de los cuales podemos llegar a conclusiones diferentes a la hora de interpretarlos, porque su lenguaje, al ser simbólico, nos autoriza a pensar muchas cosas que pueden ser significadas por un mismo símbolo, aunque ello no se pueda demostrar si es cierto por medios científicos, esto no sucede con el significado de las palabras, porque nadie gana nada al desmentir la realidad.
Si adorar y venerar son palabras con significados distintos, ¿por qué muchos de quienes rechazan el culto a María y a los Santos insisten en desmentir el citado hecho innegable? Ello sucede porque, de la misma forma que el Catolicismo perdería mucha fuerza al prescindir del culto a la Madre de Dios, las citadas denominaciones cristianas y sectas, al reconocer la diferencia existente entre las palabras adorar y venerar, no tendrían más remedio que aceptar como válido el culto a la Madre de Jesús, lo cual no concuerda con sus creencias.
Al comprender que vivimos en un mundo pluralista en que todos podemos creer aquello que creamos más conveniente, respeto, -e insto a mis lectores a que hagan lo mismo-, a quienes rechazan el culto mariano, aunque no apruebo la campaña que muchos de los tales llevan a cabo en contra de la Iglesia Católica, -aprovechándose del desconocimiento de la Palabra de Dios que caracteriza a la gran mayoría de los católicos-, para arrastrar a sus filas, a aquellos de nuestros hermanos católicos que, aunque conocen algunas partes de la Biblia, no están capacitados para defender coherentemente la fe católica, lo cual tiene el resultado de que los hermanos de otras denominaciones cristianas que viven en pie de guerra contra los católicos, alcancen su propósito.
¿Por qué cada día aumenta el número de católicos que se adhieren a otras denominaciones cristianas? Los predicadores cristianos no católicos están mejor organizados que nosotros para dar a conocer sus creencias, y, al establecer relaciones de amistad -e incluso de familiaridad si vieran que ello es conveniente con tal de alcanzar su propósito- con sus neófitos, consiguen resultados muy interesantes en sus trabajos. Existen circunstancias históricas muy poderosas que han logrado que la inmensa mayoría de católicos del mundo permanezcan al margen de la predicación. Un ejemplo de ello fue la Reforma, un tiempo en que el clero reaccionaba violentamente contra todos los que se atrevieran a interpretar la Biblia en base a sus criterios personales, pues, aunque los mismos fueran católicos, los tachaban de herejes. Tal fue el caso de Galileo Galilei, un científico que fue juzgado por la Santa Inquisición, cuya creencia de que la tierra giraba alrededor del sol, fue interpretada como contraria a la Biblia. Este hecho en nuestros días carece de importancia, pero el Papa Urbano VIII lo consideró muy grave como para no juzgarlo, a pesar de la amistad que le vinculó al citado científico.
Mientras que los clérigos, al no contraer matrimonio, viven al margen de la vida de los laicos, -sabemos que los religiosos no tienen que hacerles frente a las preocupaciones de la vida ordinaria que marcan a los seglares-, existen creencias en que quienes las abrazan son considerados ministros, lo cual, de alguna forma, incrementa el sentimiento de hermandad espiritual que les caracteriza a todos. Esto no significa que en tales denominaciones cristianas no haya superiores que rijan los destinos del común de los creyentes, pero, quienes aceptan esas creencias, no se percatan del citado hecho, en el sentido de que se sienten vinculados a quienes ostentan el poder. Dentro del Catolicismo, cada día es mayor la distancia existente entre el clero y los laicos. Mientras que entre los primeros existen deseos de alcanzar poder político, los segundos cada día sienten una mayor ansiedad por constatar que el gobierno jerárquico de la Iglesia sea sustituido por otro gobierno democrático, con tal de que todos los hijos de la misma, puedan participar en la vida de la fundación de Cristo activamente.
Mientras que los ciclos formativos que vivimos los católicos se llevan a cabo por medio de la impartición de charlas, existen denominaciones cristianas cuyos adeptos son sometidos a un nivel de vida mediante el que se les controlan sus obras y pensamientos, el cual es realizado por expertos en la aplicación de la más inhumana coerción, la cual, aunque es pecaminosa porque tiene la misión de enriquecer a unos pocos por medio del empobrecimiento de muchos, bien llevada a cabo, momentáneamente, les ofrece un breve tiempo de consuelo a quienes la padecen. Un ejemplo de este hecho lo constituyen quienes, cegados por la esperanza de vivir en un mundo mejor que el actual, se desprenden de sus posesiones en beneficio de los superiores de sus denominaciones, porque creen que no necesitan sus bienes, pues consideran que pronto se acabará el mundo.
¿Les tributamos los católicos culto a los Santos, o veneramos a las imágenes de dichos siervos de Dios? Ya que el conocimiento de la Biblia que tienen la gran mayoría de los católicos es muy indeficiente, muchas denominaciones cristianas se aprovechan de esta circunstancia, y llevan a su terreno, a aquellos de nuestros hermanos en la fe, cuya formación bíblica es escasa. Dado que las imágenes de los Santos son la Biblia en que los pobres descubren la Palabra de Dios, -a pesar de que muchos de ellos acaban adorando a las mismas, y utilizándolas como si fuesen amuletos de la suerte-, dichas denominaciones, con tal de que sus adeptos no confundan sus creencias con la profesión de la fe católica, han decidido suprimir el culto a las imágenes, recurriendo para ello a la creencia judía que, en el pasado, sirvió para distinguir al Dios de Israel de las divinidades falsas paganas.
Os presento una de las prohibiciones de imágenes que aparecen en las Sagradas Escrituras (EX. 20, 3-5). En los versículos del segundo libro de la Biblia que hemos recordado, se nos prohíbe adorar a los ídolos falsos, y postrarnos ante los mismos. A pesar de esta prohibición, En el mismo libro de la Biblia, se nos da a entender que las imágenes religiosas pueden ser utilizadas con el fin de que le tributemos culto a Dios (EX. 25, 18).
Con respecto al hecho de que no debemos arrodillarnos ante ninguna persona ni ninguna imagen, en la Biblia, leemos que Cornelio se arrodilló ante San Pedro (HCH. 10, 25-26). San Juan también se postró ante el ángel de su revelación (AP. 22, 8-9). ¿Por qué se arrodillaron ambos cristianos, Cornelio ante San Pedro, y San Juan ante el ángel que le reveló el contenido del Apocalipsis? Ello sucedió, en el primer caso por agradecimiento, y, en el segundo caso, no solo por agradecimiento de tener la dicha de comprender tan importante mensaje, sino por haber sido digno de ser considerado portador de la responsabilidad que suponía la predicación del mismo, en un tiempo en que los creyentes vivían siendo perseguidos por el Imperio Romano.
En la Biblia no se reprueba el hecho de que nos arrodillemos delante de una persona, no para adorarla, sino para venerarla. Veamos, -a modo de ejemplo-, cómo el Rey Salomón, se arrodilló ante su madre, y otros casos de veneración (1 RE. 2, 19. 18, 7; 2 RE. 2, 15; DN. 8, 15-18).
En el Nuevo Testamento, San Lucas nos narra cómo las mujeres que fueron al sepulcro de nuestro Señor para concluir su preparación para el entierro, se postraron ante los ángeles que les dijeron que el Mesías había resucitado de entre los muertos (LC. 24, 1-5).
Hace tiempo, me dijo un cristiano evangélico: "Si los católicos no adoráis a la Madre de Jesús, ¿por qué dice uno de los versos de la salve rociera refiriéndose a María: "Todo el pueblo te adora?". Recordemos el significado número cuatro de la palabra adorar, según el Diccionario de la R. A. E.: "Amar con extremo".
Si no pecamos cuando les manifestamos nuestra adoración a nuestros familiares e incluso a algunos de nuestros amigos, ¿cómo vamos a pecar al decirle a María que la amamos mucho?.
Convencidos de que no existe ninguna diferencia entre la adoración y la veneración, recientemente, un testigo de Jehová y un evangélico, me citaron el siguiente versículo de los Hechos de los Apóstoles, para demostrarme que los primeros cristianos, no utilizaban imágenes religiosas en sus actos de culto (HCH. 17, 29). ¿A qué imágenes hizo referencia San Pablo en su discurso pronunciado en el Areópago de Atenas? Respondamos esta pregunta valiéndonos del citado volumen neotestamentario (HCH. 17, 22-23). Como hemos comprobado, el Apóstol se refirió a las imágenes de los dioses falsos a quienes adoraban los atenienses, y no a las imágenes utilizadas por los cristianos en sus celebraciones cultuales desde el tiempo de las catacumbas, cuyo uso es correcto, según vimos anteriormente, valiéndonos del texto de EX. 25, 18.
Cuando San Juan nos dice las palabras contenidas en 1 JN. 5, 21, hace referencia a la adoración de dioses falsos, los cuales eran imágenes de piedra y otros materiales en tiempos pasados, y actualmente pueden ser imágenes, personas o costumbres contrarias a la fe que profesamos.
Veamos un nuevo ejemplo de cómo Dios aprueba el uso de imágenes religiosas en el culto (NM. 21, 4-9). Cuando la citada serpiente se convirtió en objeto de adoración después de haber cumplido el fin para el que fue creada, Ezequías ordenó la destrucción de la misma (2 RE. 18, 1-5).
Los católicos distinguimos entre Jesucristo, María Santísima, los Santos y las imágenes que representan a los mismos, ya que no adoramos a las imágenes por sí mismas, sino que adoramos y veneramos a quienes son representados mediante imágenes.
¿Pecamos al venerar a María? Muchos de nuestros hermanos separados, dicen que la veneración a María de Nazaret, procede del siguiente pasaje del profeta Jeremías (JER. 44, 16-19). Para saber si la veneración a María procede de la citada perícopa del profeta Jeremías, no hay más que estudiar el capítulo 44 del citado libro, para comprobar que, el texto que hemos recordado, -el cual forma parte de una profecía hecha a los judíos que habitaban en Egipto-, es utilizado con mucha malicia por quienes nos tienen a los católicos como enemigos. ¿Por qué? En el citado texto se describe, indirectamente, la utilización que muchos católicos hacen de las imágenes como si las tales fuesen talismanes o amuletos de la suerte, y, como se nos acusa de utilizar las celebraciones religiosas para enredarnos en toda clase de vicios, ello nos basta para admirarnos de la malicia con que se vende nuestra imagen al mundo.
¿Pensamos los católicos que María se autoproclamó diosa independiente del Dios de los judíos? La Madre de Jesús, dijo en su oración, que podemos leer íntegra, en el pasaje de la Visitación, las palabras expuestas en LC. 1, 49.
Si María reconoció que el Todopoderoso hizo obras admirables en ella, este hecho significa que la Madre de Jesús no se autoproclamó divinidad independiente de Yahveh, lo cual justifica la razón por la que los católicos creemos que Ella es la sierva del Señor, en virtud de las palabras que Nuestra Santa Madre le dijo al Arcángel San Gabriel (LC. 1, 38).
¿De dónde procede nuestra veneración a María? La veneración mariana es el cumplimiento de la siguiente profecía de Nuestra Santa Madre: (LC. 1, 46-48).
Concluyamos esta meditación, pidiéndole a Dios que, el mensaje siempre antiguo y nuevo del Evangelio, haga de nosotros sus hijos santos, y extirpe de la humanidad las contradicciones que nos separan a los cristianos.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
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