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El sermón escatológico de Jesús según San Mateo. (Meditación para el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario del Ciclo B).

   Meditación.

   El sermón escatológico de Jesús según San Mateo.

   Introducción.

   Estimados hermanos y amigos:

   Durante los meses de octubre y noviembre, circulan por Internet, muchos textos de supuestos videntes, que reciben revelaciones, tanto de Dios como de Nuestra Santísima Madre, referentes al fin del mundo. Para saber que el mundo está destinado a ver su fin, no sólo tenemos que leer la Biblia, pues los científicos pueden informarnos de este tema convenientemente. Con respecto a los citados videntes, deseo disculparme ante quienes aceptan las diversas doctrinas que predican, dado que no estoy de acuerdo con dichos predicadores, y no deseo, -bajo ninguna circunstancia-, ofender a sus adeptos.

   Una de las razones que justifica el éxito que muchos visionarios cosechan a la hora de anunciar el fin del mundo, es el desconocimiento que los mismos cristianos tenemos de la Palabra de Dios. Algunos siglos antes de que Nuestro Señor naciera, aparecieron algunos libros de género apocalíptico que en su día la Iglesia no vió conveniente que formaran parte del canon bíblico, los cuales informaban con respecto al tema que nos ocupa, utilizando el lenguaje de los símbolos. Como en la Biblia hay textos que también han de interpretarse averiguando el significado de muchos símbolos, dado que la mayoría de los cristianos no sabemos interpretar los mismos, algunos se aprovechan de esta circunstancia, a veces porque llegan a creerse lo que anuncian y lógicamente desean extender sus creencias por todo el mundo, y, otras veces, porque el miedo de los carentes de sagacidad les brinda la oportunidad de enriquecerse económicamente.

   Lo que yo escribo en Internet no ha de considerarse como si se tratara de dogmas irrebatibles, así pues, os expongo mis creencias, y vosotros sois libres, ora de aceptarlas, ora de rechazarlas. Dado que vivimos en un mundo en que quizás a veces no somos conscientes de la incomunicación que nos caracteriza, muchos son los que no se dan cuenta de que son captados por religiones manipuladas por gente astuta que, aprovechando lo sensibles que algunos son por su tristeza a recibir abrazos y palabras consoladoras, no se dan cuenta de que les aíslan de sus familiares y amigos, sacándoles así de su entorno social, y arruinándoles económicamente. No es mi pretensión obligaros a abrazar mis creencias, pero, por el bien de vuestras familias y vuestro, os pido que tengáis cuidado a la hora de abrazar una creencia, así pues, no os creáis nada de lo que se os diga sin analizarlo tanto desde el punto de vista de la lógica como desde la óptica de la fe.

   Muchos son los cristianos que creen que deben vivir apartados del mundo, como si el mismo fuera enemigo de Dios. Es verdad que en ciertos versículos de la Biblia se habla de ciertas prácticas que sus autores consideraban malas, las cuales no provienen de Dios, pero si el mundo fuera perverso, Nuestro Padre común no nos hubiera dejado en él para que renegáramos de Nuestro criador, echando a perder él mismo su propia obra. La más elemental lógica nos dice que el mundo nos da la oportunidad de crecer a los niveles espiritual y material, de relacionarnos con nuestros prójimos los hombres, y de conocer a Nuestro Criador. Así mismo, cuando en las Sagradas Escrituras se nos informa de que las obras de la carne son pecados, y de que las obras espirituales provienen de Dios, no por ello debemos entender que nuestros cuerpos son malos, dado que por los mismos nos conocemos y tenemos la oportunidad de manifestarnos el amor que sentimos unos por otros.

   En esta ocasión, al estudiar el discurso escatológico de Jesús escrito por San Mateo, quiero demostraros que los anuncios referentes al fin del mundo que aparecen en la Biblia no son aterradores, sino todo lo contrario, dado que Dios a través de su Palabra no nos da a entender que va a destruir el mundo, sino que va a transformarlo, para que podamos vivir en una tierra nueva, más allá de nuestras imperfecciones actuales.

   1. Jesús profetizó la destrucción del Templo de Jerusalén.

   Para los judíos, el Templo de Jerusalén era la sede del poder político y religioso de Israel. Ya que los miembros del primer pueblo de Dios incumplieron la Ley de Moisés, -dado que les era prácticamente imposible cumplir la misma cabalmente-, Jesús profetizó -o predijo- la destrucción del gran edificio que era el centro de adoración nacional de Israel, pues, a partir de que aconteciera su Resurrección, los fieles del Señor, en vez de pensar en adorar al Santo de Israel en la capital de Judea, tenían que pensar en rendirle culto al Todopoderoso en el Templo del cielo, es decir, en la morada de Nuestro Criador. Finalizado el tiempo en que Dios dió por concluida su Alianza (el Antiguo Testamento) con los judíos, el Templo de Jerusalén había de ser destruido, en castigo por la desobediencia al Altísimo del pueblo de Dios.

   San Mateo escribió en su Evangelio lo que ocurrió cuando Jesús expiró (MT. 27, 51). El Hecho de que el Templo se rasgara, significa que Dios dió por concluido su Pacto con los judíos. El temblor de tierra y las hendiduras de las rocas denotan el rechazo de la tierra de la muerte de su Creador. La Resurrección del Mesías, significa la firma de un Nuevo Testamento o Pacto, según el cuál, han de cumplirse en nosotros las siguientes palabras bíblicas: (HCH. 16, 31).

   El hecho de que nuestra salvación provenga de la fe, y no del hecho de cumplir los preceptos de la Ley de Moisés, no significa que podemos olvidarnos de hacer el bien, dado que un refrán español, dice: "Es de bien nacidos el ser agradecidos".

   (MC. 13, 1-2. MT. 24, 3). Los futuros Apóstoles querían que Jesús les instruyera sobre los siguientes temas:

   1. La destrucción del Templo de Jerusalén, dado que Jesús les habló de ello antes de ir al monte de los Olivos.

   2. La Parusía o segunda venida del Señor.

   3. El fin del mundo.

   Era lójico que los futuros Apóstoles estuvieran inquietos por el hecho de que Jesús les informara brevemente de que el centro de adoración nacional iba a ser destruido, ya que muchos judíos estaban expectantes, esperando que, alguno de los líderes político-religiosos que se hacían pasar por el Mesías, fuera el verdadero Enviado de Dios, con el fin de que el mismo les liberara del yugo romano. Seguramente muchos creyentes debieron sufrir bastante cuando, después de llegar a aceptar a Jesús como Redentor de Israel, comprobaron que el Hijo de María no se declinaba por luchar contra el ejército romano, pues lo único que deseaba era crear un Reino espiritual, al cuál se le conoce como Iglesia Católica.

   2. Señales que precedieron a la destrucción del Templo de Jerusalén.

   (MT. 24, 4). Con el deseo de saber lo que le sucederá en un futuro cercano y lejano, mucha gente solicita los servicios de quienes supuestamente tienen el poder de adivinar lo que le sucederá a lo largo de su vida. Es necesario tener cuidado con estos adivinos, ya que, lo único que los tales hacen bien, es cobrar por engañar a sus clientes. Al mismo tiempo que los futurólogos hacen su agosto cuando se les presenta la oportunidad de enriquecerse, algunos líderes religiosos también hacen lo propio, utilizando técnicas psicológicas muy fáciles de descubrir, pero muy aptas para persuadir a quienes padecen por cualquier causa, y necesitan ser consolados. Dichos líderes les hacen creer a sus supuestos hermanos en la fe que han de separarse de sus familiares y amigos, dado que el mundo es malvado, mientras que la gran familia de los adeptos de sus religiones son la verdadera asamblea constituyente del pueblo de Dios, un pueblo que nunca dejará de brindarles el amor ni el apoyo que necesiten por ninguna causa, algo que, en la práctica, nunca es verdad, a menos que ello fomente la imagen de dichas religiones, ante quienes rechazan las mismas, con el fin de convencer a los tales de que son las verdaderas Iglesias -o Congregaciones- de Cristo. Algunas religiones tienen una forma de presionar a sus adeptos tan eficaz, que llegan a despojar a los mismos de todos los bienes que tienen, argumentando que los tales no necesitan sus propiedades, ya que el mundo, -según los citados líderes les hacen creer a sus adeptos-, se acabará de un momento a otro. Casualmente, los citados líderes sí necesitan las propiedades de sus víctimas, porque tienen que correr con los gastos que supone la realización de la obra de Dios, pues la formación de predicadores, el reparto de folletos y  dvds, y la mantención de portales de Internet para aumentar el número de los que han de salvarse, supone un coste muy elevado, al cual se añade el coste de la mantención de su elevado tren de vida.

   La captación de gente por parte de estas religiones es muy sencilla, así pues, por ejemplo, si ven a un ciego, le leen el siguiente pasaje bíblico: (IS. 35, 5). El pobre ciego, acostumbrado a la soledad que caracteriza su vida, acaba creyendo que vivirá en un mundo en el que Dios le permitirá ver, y acaba formando parte de una nueva familia que, al tenerlo todo el día pensando en lo feliz que será cuando pueda ver, le aligera el bolsillo sin que se percate de ello, dado que no le pide todo su dinero directamente, sino favores que ha de hacer donando dinero gradualmente.

   Quienes encuentran a una madre desconsolada por la muerte de su hijo, le leen el siguiente texto del Apocalipsis: (AP. 21, 4). La pobre madre, consumida por el dolor de la gran pérdida sufrida, acaba por creer que verá a su hijo resucitado, no por fe o convicción, sino porque su estado psicológico le impide aceptar la muerte de su descendiente, así pues, le resulta más fácil pensar que volverá a ver al mismo que el hecho de haberlo perdido para siempre, en el caso de que carezca de nuestra fe. La buena señora, a la que se le lee el citado versículo miles de veces, y recibe muchos besos para que se sienta consolada, acaba corriendo la misma suerte que el ciego mencionado anteriormente, con respecto al aislamiento social y su economía.

   Los predicadores de estas religiones no consiguen su objetivo en un día, pero, como no tienen prisa, difícilmente no se salen con la suya, dado que hablan con la gente, y, cuando están a solas, toman datos de todo lo que han visto y oído, de forma que acaban sabiendo cuáles son las causas por las que la gente sufre, por lo que buscan en la Biblia versículos que según sus creencias están relacionados con los problemas de quienes les oyen, de tal forma que, sin que los mismos se den cuenta, los van captando lentamente, y, cuando los tales reaccionan, ven que han cambiado de creencias sin habérselo propuesto previamente.

   (MT. 24, 5). Efectivamente, existen religiones que han sido creadas para enriquecer a sus líderes, los cuales, astutamente, les hacen creer a sus adeptos que han de vivir y trabajar con sus nuevos familiares y relacionarse únicamente con sus hermanos espirituales, para no incurrir en la negación de la verdad. A tales personas se les prohíbe que se relacionen con sus familiares y amigos, para que no se les haga pensar en los errores que han caído, de manera que, al volver a la rutina que nunca debieron abandonar, echen a perder el trabajo de los líderes sectarios que les captaron.

   Por desgracia, una falsa interpretación fundamentalista de los mensajes apocalípticos tanto de la Biblia como de otros libros de género apocalíptico, ha provocado el hecho de que muchos teman que el fin del mundo acontezca de una forma espantosa. ¿Tienen razón los tales en tener miedo con respecto al fin tanto de su vida como al exterminio del mundo?

   (MT. 24, 6-8). Aunque muchos expositores bíblicos de diferentes denominaciones cristianas creen que Jesús aludía con las palabras que hemos recordado al fin del mundo, yo, basándome en el texto de los versículos siguientes, creo que Jesús no se refería al citado tema, sino a la destrucción del Templo de Jerusalén, así pues, no debemos olvidar que Roma, -la capital del mundo conocido-, no dejaba de aumentar sus dominios conquistando nuevos territorios, por lo cual tenía que declararles la guerra a los mismos. No debemos olvidar tampoco que, en Palestina, a partir del año en que Tiberio contó a los habitantes de su Imperio con el fin de cobrarles un impuesto para ejecutar obras públicas, la falta de honradez de los publicanos, -los cuales eran los cobradores de impuestos judíos que trabajaban para los colonizadores-, sumió a la gente humilde de la raza del Hijo de María en un estado de pobreza extremo. El llamado resto de Israel en la Biblia, -es decir, el pequeño grupo de judíos que no malograron su fe dejándose arrastrar por los fariseos, los saduceos ni los zelotes, los cuales utilizaban la religión para conseguir alcanzar sus intereses-, nunca dejó de creer que Dios lo socorrería de su estado actual.

   Las calamidades profetizadas por Jesús no significaron la inmediata destrucción del Templo de Jerusalén ni el exterminio total del Judaísmo, ya que Tito y Vespasiano no quemaron la ciudad santa con los judíos que prefirieron morir antes que someterse a sus dominadores dentro de la misma hasta el año 70 de la era cristiana, y, después de que aconteciera este trágico hecho, los fariseos se encargaron de que su religión no desapareciera.

   Por nuestra parte, debemos ser muy críticos con el pensamiento de quienes difunden la errónea idea de que en el siglo XX la violencia se ha intensificado a nivel mundial, dado que la profecía de las calamidades anteriormente expuesta siempre se ha cumplido, desde que existe el hombre sobre la haz de la tierra, y desde que aconteció la primera catástrofe natural de la historia de nuestro planeta.

   Ayudados del arte de la Hermenéutica, -el cuál nos permite interpretar correctamente toda la Biblia en su conjunto-, podemos deducir, del texto bíblico que estamos meditando, que no hemos de perder la fe, ni por las circunstancias que nos acontecen, ni por las diversas miserias que azotan al mundo, dado que no debemos dejar de creer, que Dios nos salvará, cuando crea oportuno conducirnos a su presencia. Soy consciente de que algunos de quienes carecéis de la fe cristiana podéis decirme que intento engañaros, pero, muy a las malas, no podréis acusarme de que intento ganar dinero al difundir esta idea, dado que nadie puede acusarme, ni de que manipulo su vida como hacen ciertos líderes sectarios con sus adeptos, ni de que le cobro por compartir mi pensamiento con él.

   (MT. 24, 9-18). Meditemos sobre las palabras de Nuestro Hermano y Señor que acabamos de recordar.

   1. De todos es sabido que, poco tiempo después de que los Apóstoles de Nuestro Señor fundaran la Iglesia Universal -o Católica-, en el país en que vivió Jesús, se inició una gran persecución contra los nazarenos -o seguidores de Jesús de Nazaret-. El mismo San Pablo le dijo al Rey Agripa en su declaración: (HCH. 26, 9-11).

   2. La gran persecución contra los cristianos, que no sólo fue llevada a cabo por las autoridades judías, sino que fue apoyada por varios emperadores romanos, tuvo el efecto de que muchos cristianos, temiendo perder la vida, renegaron de su fe, y, para demostrar que se arrepentían firmemente de haber creído en Jesucristo, algunos de ellos, delataron a algunos de sus hermanos espirituales, los cuales fueron encarcelados y asesinados como mártires de nuestra fe.

   3. Antes de que Tito y Vespasiano quemaran la ciudad santa, el cristianismo se vio perjudicado por la aparición de falsos profetas, los cuales, en algunos casos eran hombres deseosos de enriquecerse a costa de manipular a los carentes de sagacidad, y, en otros casos, eran impulsores de creencias contrarias al Cristianismo. Como ejemplo, válganos la acción de los judaizantes, de los cuales habla San Pablo en sus Cartas, dado que hicieron todo lo que estuvo a su alcance, con tal de entorpecer la labor apostólica de este y el trabajo de sus colaboradores.

   Lógicamente, de la misma manera que en nuestro tiempo muchos -aunque sean cristianos- caen en las redes de las sectas existentes, en el siglo I de nuestra era cristiana, otros tantos cayeron en las trampas que les tendieron quienes pretendieron -y lograron- enriquecerse a costa de los mismos.

   4. La persecución desatada contra los cristianos fue tan violenta, que muchos de ellos renegaron de su fe, con tal de conservar, tanto la vida, como sus pertenencias.

   Cuando Jesús hizo alusión a quienes se mantuvieran firmes hasta el fin de las pruebas que sus fieles tenían que afrontar y confrontar, diciendo que quienes perseveraran hasta el fin de las mismas salvarían su alma, quiso hacer que sus creyentes no se desanimaran ante las vivencias amargas que les aguardaban. Aunque este no es el momento de explicar el significado redentor del sufrimiento, es importante recordar que el dolor es una fuente tanto de purificación como de santificación para los católicos, dado que el mismo, -si no permitimos que nos debilite psicológicamente-, nos fortalece espiritualmente.

   5. El Templo de Jerusalén no sería destruido hasta que el Evangelio fuera anunciado en toda la tierra. Aunque todo el planeta no fue evangelizado antes de que Roma quemara la ciudad santa, todo el Imperio romano oyó hablar de Nuestro Señor, pues, en aquel tiempo, se había cumplido la profecía de Jesús que recordamos anteriormente, con respecto al hecho de que hasta los mismos Apóstoles serían maltratados y asesinados, pues, -como es sabido-, los Santos Pedro y Pablo, -columnas de nuestra Santa Madre Iglesia-, habían muerto en defensa de la fe que profesaban, el primero crucificado, y, al segundo, por ser ciudadano romano, no se le pudo clavar en una cruz, pero se le amputó la cabeza, no por las causas que los judíos le apresaron en Jerusalén, sino por haber cristianizado a algunos familiares del Emperador Nerón.

   6. Veamos el texto de la Profecía de Daniel referente a la disposición de los soldados de Tito y Vespasiano que invadieron la ciudad santa, a los que se refirió Jesús, como el ídolo abominable de la devastación (DN. 9, 26-27).

   7. En el año 66, Jerusalén estuvo a punto de ser ocupada por el ejército romano, el cuál, de la noche a la mañana, cuando la ciudad se preparaba para ser derrotada, recibió la orden de llevar a cabo una misión diferente. Los cristianos conocedores del aviso de nuestro Señor con respecto a que los judíos abandonaran la ciudad santa y se refugiaran en las montañas con tal de no perecer, obedecieron ciegamente el consejo mesiánico. Seguramente, cuando el ejército romano abandonó Judea, muchos hermanos de raza de Nuestro Señor volvieron a la ciudad santa, mientras que otros tantos permanecieron en los montes, pues, la seguridad de que las palabras del Señor tenían que cumplirse cabalmente, les salvó la vida cuando la ciudad santa fue arrasada por el fuego en el año 70.

   Jesús les siguió diciendo a sus Apóstoles con respecto a la ocupación de la ciudad santa por parte de Tito y Vespasiano: (MT. 24, 19-22).

   3. Señales que acontecerán antes de que Cristo venga por segunda vez al mundo. La Iglesia Católica es la verdadera fundación de Cristo.

   Dios ha previsto que su Hijo amado venga por segunda vez a nuestro encuentro para juzgarnos según nuestras acciones y para culminar la plena instauración del Reino de Nuestro Padre común entre nosotros, así pues, Nuestro Señor, sabiendo que la esperanza en su retorno sería el caldo de cultivo utilizado por muchas sectas para arruinar tanto la vida material como la espiritualidad de sus adeptos, les dijo a sus Apóstoles nuevamente: (MT. 24, 23).

   Como Jesús fue ascendido al cielo ante la vista de sus Apóstoles cuarenta días después de su Resurrección, tenemos muy claro el hecho de que todos los mesías que desde aquel tiempo han aparecido en la tierra hasta nuestros días, son falsos profetas que han venido al mundo con intenciones dudosas.

   Quienes carecéis de fe, -e incluso muchos católicos desconocedores de nuestras creencias-, seguramente os preguntáis: De tantas religiones que existen, ¿cuál de ellas es la verdadera? La religión verdadera es la Católica, porque los Apóstoles de Jesucristo fueron los fundadores de la misma. Los cristianos que nos denominamos discípulos de Jesucristo, no sólo tenemos la obligación de buscar la verdad y vivir inspirados en la realidad de la misma, sino que también tenemos la obligación de proclamar la misma, pues en el Catecismo de la Iglesia Católica, leemos:

   "Los bautizados "por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (LG 11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del pueblo de Dios (cf LG 17; AG 7,23)"". (CIC. n. 1270).

   Dado que actualmente en el mundo existen más de 20000 sectas, no todas las que se hacen llamar cristianas pueden denominarse la Iglesia de Cristo, -dado que Nuestro Señor sólo fundó una Iglesia-, y, por lo tanto, todas esas sectas pueden tener sus verdades y razones particulares, las cuales no pueden ser denominadas, -sin mentir-, las verdades ni las razones de Dios.

   Las sectas utilizan una serie de trucos muy sencillos de captar por las personas astutas para denominarse falsamente las verdaderas Iglesias de Dios. Para captar estos trucos no es necesario tener conocimientos bíblicos muy avanzados, pues para ello debe bastarnos el hecho de pensar que, el hecho de que seamos buenos, no significa que todo el mundo tiene nuestras mismas intenciones.

   Uno de los citados trucos consiste en buscar en la Biblia algún versículo en el que aparezca el nombre de las sectas, así pues, a modo de ejemplo, los testigos de Jehová dicen que su nombre procede de la Biblia, dado que en la Profecía de Isaías, leemos: (IS. 43, 10). Como al principio del citado texto se puede leer: "Vosotros sois mis testigos", los miembros de esa denominación cristiana aprovechan esta casualidad -que no es casualidad- para decir de sí mismos que son la Congregación de Dios. Ahora bien, ¿se refiere el autor de dicho texto bíblico a los testigos de Jehová en su profecía? Fijaos qué forma tan fina tienen los miembros de esa denominación de manipular las Sagradas Escrituras modificando el contexto de las mismas, así pues, comprobadlo vosotros mismos, leyendo los versículos 8-12 del capítulo 43 de la citada Profecía (IS. 43, 8-12).

   El pueblo ciego y sordo del que se habla en el versículo 8 del texto que estamos meditando, no es otro que el pueblo del Antiguo Testamento, el cuál fue dispersado de la Tierra prometida a Babilonia, a Egipto y a otros países, por causa de su negativa a vivir sometido a la voluntad de Yahveh. A continuación, -en el versículo 9-, el autor hace constar que ningún pueblo de la tierra fue testigo de los prodigios que Dios hizo en su beneficio, con la excepción de los hebreos. En el versículo 10, cuando Dios dice: "Vosotros sois mis testigos -esta es la revelación de Yahveh- y el siervo a quien elegí", está claro que se refiere al pueblo de Israel, pues no tiene sentido el hecho de que, en un texto en el que se da a entender que Dios favorecerá a los receptores inmediatos del citado mensaje, -que no eran otros que los hebreos-, se haga referencia a una denominación cristiana, que apareció muchos siglos después de que se escribieran los tres rollos de Isaías.

   Siguiendo este ejemplo, -y con la intención de clarificar el citado truco de la utilización de los nombres de las sectas para que las mismas puedan afirmar que son las verdaderas iglesias de Cristo-, como Jesús le dijo a San Mateo en su vocación: "Sígueme" (MT. 9, 9), puede suceder que aparezca alguien que cree una secta llamada Sígueme, argumentando que el nombre de la misma está inspirado en el citado versículo bíblico, así pues, el hecho de que el citado nombre aparezca en dicho Evangelio, debe ser un argumento lo bastante convincente como para que los ingenuos desconocedores de la Palabra de Dios caigan en la trampa de creer que dicha secta es la verdadera fundación de Cristo, aunque la misma apareciera hace quince días.

   A veces me sucede que mis lectores me riñen ante la insistencia que os pido que seáis astutos, dado que los mismos me dicen que Dios quiere que nos amemos y que por lo tanto confiemos unos en otros, pero, a pesar de ello, fue Jesús, -y no José Portillo Pérez-, quien les dijo a sus Apóstoles: (MT. 10, 16).

   Otro truco que utilizan las sectas para engañar a sus adeptos, ha sido descrito en esta meditación, el cuál consiste en confundir las emociones con la verdad, así pues, la verdad de Dios no consiste para los tales en vivir inspirados en las palabras de Jesús, sino en sentir una alegría inmensa, de tal manera que, cuando algunos dejan de sentirse muy contentos en una iglesia pentecostal, se van a otra esotérica donde la novedad del cambio de culto les hace recuperar su falsa alegría, y así sucesivamente van cambiando de iglesia en iglesia, hasta que se quedan en alguna denominación, o renuncian a la creencia en Dios.

   Es frecuente escuchar a los pentecostales, a los evangélicos, a los testigos de Jehová y a muchos otros, decir frases como:

   -"¡Aquí sí que nos sentimos poseídos por la verdad!".

   "La Iglesia Católica jamás proclamó la resurrección de los muertos, de hecho, no conocimos esta verdad tan importante, hasta que nos cambiamos a la religión verdadera".

   -"Desde que Dios me bendijo permitiendo que dejara de ser católico, siento una gran alegría, porque ahora sí que sé que Cristo ha resucitado, y que vive dentro de mí. Yo antes iba a Misa todos los Domingos, pero no me enteraba de nada de lo que decía el cura, pero ¡ahora sí que estoy aprendiendo de la Biblia!".

   "¡Aquí sí que entran ganas hasta de bailar porque el Espíritu Santo nos llena de su alegría!".

   Para estas personas, lo importante, no es el conocimiento y la difusión de la verdad, sino sentirse muy alegres, como si hubieran ingerido alguna droga que les hiciera sentir una felicidad que les permitiera olvidar la gran acumulación de problemas que tienen.

   Debemos  ser conscientes de que vivimos en un mundo caracterizado por el sufrimiento, así pues, el hecho de no querer enfrentarnos  a nuestros problemas para resolverlos en la medida que ello nos sea posible, nos perjudicará, aunque nos neguemos a percatarnos de ello, dado que no hay peor ciego, que el que no quiere ver.

   Yo les pregunto a tales cristianos: ¿SE dejó crucificar Jesucristo porque se arrastró por un sentimentalismo momentáneo y estéril, o porque sintió que debía cumplir la voluntad de su Padre, aunque ello le costó la vida? (MT. 10, 38).

   La Iglesia de Cristo no es masoquista, pero los hijos de la misma tienen que ser valientes para enfrentarse al sufrimiento cuando tengan que hacerlo, con tal de fortalecerse espiritualmente, pues San Pablo escribió en su primera Epístola a los cristianos de Corinto: (1 COR. 10, 13).

   Son muchos los evangélicos que piensan que las iglesias no nos pueden salvar (es cierto que nuestro Salvador es Jesucristo y no la Iglesia, pero no es menos cierto que es muy difícil -pero no imposible- alcanzar la salvación lejos de la fundación de Cristo), indicando que lo verdaderamente importante es creer que Jesucristo es Nuestro Señor y Salvador personal. El hecho de que tales cristianos opinan que la Iglesia de Cristo es espiritual -y por tanto invisible-, capacita a cualquier amante de las riquezas materiales que no sienta ni una pizca de respeto por la humanidad, para que funde su propia iglesia -o congregación-, para que así empiece la aventura de enriquecerse a costa de un negocio en el que todos los ingresos son bienes gananciales que no habrá de declarar ante muchos estados, ya que, al actuar teóricamente como una O. N. G., estará exenta de pagar impuestos.

   No es cierto el hecho de que la Iglesia es totalmente invisible, dado que los cristianos que estamos en este mundo somos miembros de la verdadera Iglesia -o pueblo de Dios-. La Iglesia es humana y divina al mismo tiempo, dado que Dios nos da la oportunidad de perfeccionarnos al ser miembros activos de la misma.

   Veamos algunos consejos sabios que San Pablo les daba a sus lectores, para que los mismos no se apartaran de la Iglesia: (TT. 3, 10-11. 1 COR. 12, 12-13. JN. 13, 20. HEB. 10, 23-25. EF. 1, 22-23; 4, 1-6).

   Jesucristo fundó una sola Iglesia, pues Nuestro Señor le dijo al primer Papa de la misma, cuando éste le reconoció como Mesías, bajo la inspiración del Espíritu Santo: (MT. 16, 18).

   La Iglesia de Cristo, -la cuál es el fundamento del Reino de Dios en la tierra-, nunca será exterminada, pues Jesús les dijo a sus Apóstoles antes de ser ascendido al cielo: (MT. 28, 19-20).

   La Historia es testigo de que la Iglesia Católica es la verdadera fundación de Cristo, dado que es la más antigua de todas las que existen, así pues, os presento un listado de denominaciones cristianas, junto a los nombres de sus creadores/as y el año de fundación de las mismas, ordenado según la antigüedad de cada una:

   La denominación de la Iglesia Católica fue fundada por Jesucristo en Galilea en el día de Pentecostés del año 33.

   La denominación de los Luteranos fue fundada por Martín Lutero en el año 1531.

   La denominación de los Calvinistas fue fundada por Juan Calvino en el año 1533.

   La denominación de los Anglicanos fue fundada por Enrique VIII en el año 1534.

   La denominación de los Presbiterianos fue fundada por John Knox en el año 1560.

   La denominación de los Bautistas fue fundada por John Smith en el año 1611.

   La denominación de los Rosacruces fue fundada por Valentín Andrea en el año 1614, y fue especialmente impulsada en Alemania por Max H. en el año 1880.

   La denominación de los Metodistas fue fundada por John Wessley en el año 1791. En esta denominación fue instruido Charles Taze Rusel, quien fundó la denominación de los Testigos de Jehová, después de que un ateo le hiciera perder la fe.

   La denominación de los Adventistas fue fundada por William Miller en Usa en el año 1818.

   La denominación de los Mormones fue fundada por Joseph Smith en el año 1830, y su nombre oficial es: Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

   La denominación del Espiritismo fue fundada por la familia Fox en el año 1848.

   La denominación de los Sabatistas fue fundada por Hellen G. White en el año 1863.

   La denominación de los Adventistas del Séptimo Día fue fundada por Elena White en el año 1863.

   La denominación de los Testigos de Jehová fue fundada por Charles Taze Russel en el año 1876.

   La denominación del Ejército de Salvación fue fundada por William Booth en el año 1878.

   La denominación Ciencia Cristiana fue fundada por Mary Baker en el año 1879. (No hay que tener muchos conocimientos de Historia Sagrada para saber que Cristo no les permitió a sus seguidoras que predicaran ni les concedió ningún privilegio a las mujeres que les servían con sus bienes tanto a Él como a sus Apóstoles y discípulos, según creo, para evitar que fueran maltratadas por la sociedad machista de los judíos, así pues, las religiones fundadas por mujeres, tienen una enorme garantía de que son falsas, no sólo desde el punto de vista católico, sino hasta desde la óptica de la Historia de un modo demasiado evidente para ser disimulado).

   La denominación de los Pentecostales fue fundada por varios personajes en el año 1901, y fue promovida en Usa en el año 1905.

   La denominación Asamblea de Dios fue fundada por varios personajes en el año 1915.

   La denominación Evangélica fue fundada por varios personajes en Panamá quienes unieron dos iglesias decadentes en el año 1916. (No hace falta tener nociones de Historia considerables para no ignorar que la verdadera Iglesia de Cristo se fundó en Palestina).

   La denominación Luz del mundo fue fundada por Joaquín Aaron en el año 1926.

   La denominación de los Niños de Dios fue fundada por David Berg en el año 1950.

   La denominación de la Iglesia de la Unificación fue fundada por Sun Myung Moon en el año 1954.

   La denominación Iglesia Universal fue fundada por Edir Macedo en el año 1970.

   San Ignacio, -un célebre Obispo de Antioquía-, aproximadamente, hacia el año 100, les escribió una carta a los cristianos de Esmirna, en la cuál, puede comprobarse, que, este santo, fue uno de los primeros personajes de la Historia de la Iglesia de Jesucristo, que dijo que la misma es Católica.

   Veamos algunos de los nombres con que inicialmente se conoció a los cristianos, tanto entre los judíos como entre los paganos: (HCH. 11, 25-26).

   San Pablo dijo en cierta ocasión que la Iglesia era llamada "Camino del Señor" (HCH. 22, 4).

   En Hch. 24, 5, se dice de San Pablo que éste Apóstol de nuestro Señor llegó a "ser el cabecilla de la "secta de los nazarenos", otro de los nombres con el que se conocía a los seguidores de Jesús el Nazareno.

   A pesar de la utilización de los citados nombres con que se conocía a los cristianos y de otras denominaciones, el término Católico fue más estimado que los demás, dado que pretende unificar las creencias de todos los habitantes de la tierra de todos los tiempos.

   La última prueba que os puedo dar de la autenticidad de la Iglesia Católica es la sucesión apostólica, dado que en la misma no se tiene la costumbre de romper los escritos ni de olvidar a los dirigentes anteriores como se hace en muchas religiones. Desde que San Pedro murió, -a pesar de las dificultades que nunca le han faltado a la fundación de Nuestro Señor-, hasta nuestros días, nunca le ha faltado a ésta un sucesor de San Pedro que la guíe inspirado por el cumplimiento de la voluntad de Dios, muy a pesar de los errores que algunos de los mismos hayan podido cometer, dado que han sido tan humanos e imperfectos como lo somos nosotros.

   (MT. 24, 24). ¿Puede deducirse del texto del primer Evangelio que estamos meditando que Dios no ha dispuesto que todos los hombres de todos los tiempos se salven? (ROM. 1, 19-21).

   ¿Quiénes son más malvados, los transgresores de la Ley de Moisés que conociendo la misma la incumplen, o quienes, sabiendo que hacen lo que no es correcto según su conciencia, no evitan el pecado? (ROM. 2, 14-15).

   Dios quiere que todos nos salvemos, pero a nosotros nos corresponde el hecho de tomar la decisión de estar de su parte o de rechazarle. Es cierto que no podemos comprender claramente ni los misterios ni la forma de proceder de Dios siempre que lo intentamos, pero, si sabemos que Él nos ama y que no nos hace sufrir con tal de divertirse a costa de nuestra impotencia, ello nos bastará, tanto para conocerle mejor, como para gozar de la salvación.

   (MT. 24, 25-27). Los judíos partidarios de quienes utilizaban la religión para conseguir alcanzar sus intereses nunca aceptaron a Jesús como Mesías, no sólo porque Nuestro Señor contradijo sus creencias consiguiendo así que los mismos le ejecutaran, sino porque estos creían que el Mesías no tenía que nacer de una mujer, sino que había de aparecer repentinamente en Palestina, para liberar a su pueblo del yugo romano.

   Jesús nos ha dicho que sólo una señal es indicativa de su Parusía o segunda venida, la cuál consiste en que muchos cristianos conocedores en gran manera del Evangelio, apostatarán conscientemente, creando religiones falsas, y haciendo que los fieles de Dios abandonen su Iglesia. La culpa de quienes abandonen el rebaño del Buen Pastor, será pagada, tanto por quienes les engañaron, como por los hijos de la Iglesia que nunca les demostraron cómo han de portarse los cristianos veraces. Sin embargo, aquellos que son conscientes de que utilizan la fe cristiana con intereses particulares, -y, muy especialmente, quienes son muy conscientes de lo que hacen, dado que manipulan el Evangelio sin haber sido engañados-, vivirán el dicho del Mesías: (MT. 24, 28).

   Cuando Jesús juzgue a la tierra en el tiempo que un relámpago tarda en cruzar el planeta del Oriente al Occidente del mismo, todos seremos recompensados en conformidad con nuestras acciones.

   4. El tiempo de la segunda venida de Jesús.

   (MT. 24, 29). Jesús hace referencia al hecho de que el universo saludará a su Creador cuando acontezca la venida de Nuestro Señor, y se le entregará al mismo para ser transformado, dado que, -simbólicamente-, la maldad de los hombres marcó al mundo con su pecado, y el Hijo de Dios purificará a éste, por medio de la transformación del mismo, simbolizada por la mencionada catástrofe.

   (MT. 24, 30). Aunque estamos prescindiendo del estudio de la relación de perícopas que nos sería necesario llevar a cabo para aprender todo lo que Nuestro Señor transmitió en su sermón escatológico, -dado que en esta ocasión el mensaje principal que deseo transmitiros consiste en que no os traicionéis a vosotros mismos volviéndoles la espalda a Dios, a Jesús, a María santísima, a la Iglesia, a vuestros familiares y a vosotros mismos negándoos la oportunidad de ser felices sirviendo a gente inteligente pero carente de bondad-, para comprender el significado del símbolo del Hijo del hombre, nos es imprescindible consultar nuevamente la Profecía de Daniel, en la cuál, leemos: (DN. 7, 13-14).

   Si la venida del Hijo del hombre ha de ser vista como un signo de alegría, si tenemos en cuenta que Cristo vendrá nuevamente al mundo a eliminar las miserias que caracterizan nuestra vida, ¿cuál es la razón por la que los habitantes del mundo prorrumpirán en llanto inconsolable? Aunque demasiado tarde -si consideramos que los enemigos de Cristo no podrán remediar lo que hicieron al asesinar al Creador de la vida-, todos los que hicieron el mal de alguna forma a lo largo de su existencia, se darán cuenta de la gravedad de sus pecados, y sentirán que son insignificantes ante la grandeza del Dios de la gloria.

   (MT. 24, 31). Imitando la costumbre de los antiguos hebreos que al son de la trompeta convocaban al pueblo para reunirlo en asamblea, y también a la semejanza de la actuación de los antiguos Jueces de Israel que al son de la trompeta anunciaban que iban a dictar sus sentencias, Jesucristo reunirá a sus elegidos para conducirlos a la presencia de Nuestro Padre común, antes de castigar a quienes merezcan ser purificados, pues, dado que considero que el infierno es la contradicción de Dios, no puedo creer que Nuestro Padre común rechazará a nadie, aunque, -por otra parte-, sé que muchos no creerían en Él, ni aunque lo tuvieran delante corporalmente, los cuales no se dejarán glorificar.

   Aunque el mensaje principal de este breve estudio bíblico consiste en insistiros para que os cuidéis de las prácticas sectarias que se extienden por el mundo, a todos nos gustaría saber cómo será la segunda venida de Nuestro Hermano y Señor, así pues, atendamos, -nuevamente-, a San Pablo: (1 TES. 4, 13-14).

   (ECL. 9, 5). A pesar de que la creencia en la resurrección de los muertos aparece manifiesta en los dos Testamentos en que se divide la Biblia, existen líderes de denominaciones que se hacen llamar cristianas, que les hacen creer a sus adeptos que el alma humana no existe, y que cuando la gente fallece, desaparece cuando su cuerpo se corrompe en el sepulcro, de manera que de los tales sólo queda el recuerdo en la mente de Dios, el cuál les resucitará, -al final de los tiempos-, para juzgarles, y premiarles, no según sus obras, sino si aceptan serles sumisos a los líderes de dichas denominaciones.

   Por si les enseñáis este texto a algunos líderes sectarios, -aunque ello no les servirá de nada a los tales, porque tienen preparada una enorme relación de textos para embaucaros, que haría de este estudio un texto muy pesado-, os dejo una prueba de la creencia en la resurrección de los muertos y de la existencia del alma humana, no de un judío, sino de un gentil llamado Job, -para que no os engañe nadie-, el cuál reflexionó en los siguientes términos, mientras le hablaba a Nuestro Padre común (JOB. 14, 13-15).

   Si en el texto paulino que estamos meditando hemos leído que Dios ha de llevarse consigo a los que han muerto creyendo en Jesús, entendemos que cuando morimos no dejamos de existir, por más que nuestra razón sea incapaz, primero de aceptar la existencia del alma humana -dado que este hecho no es demostrable científicamente-, y de explicar la existencia de la misma fuera del cuerpo, con el que, -según nuestra fe universal-, forma un todo.

   Antes de seguir meditando el fragmento de la primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses que nos ocupa, hemos de recordar que, el citado Apóstol, vivió cierto tiempo creyendo que el mundo estaba a punto de ser transformado, así pues, San Pablo les escribió a los citados cristianos: (1 TES. 4, 15-18. 1 COR. 15, 51-52).

   ¿Qué significa la expresión: "SE acerca el tiempo del fin?" Esta expresión no significa que estamos a punto de ser transformados a la imagen y semejanza de Dios, así pues, según los científicos, a nuestro planeta le quedan cuatro mil quinientos millones de años de vida antes de que el sol lo arrase, lo cuál os digo como dato curioso, pues no sabemos cuándo vendrá Jesús a juzgarnos, si lo hará hoy mismo, o si lo hará cuando el sol arrase nuestro mundo, aunque este hecho contradeciría a San Pablo, dado que, de suceder esto, no quedaría nadie vivo en el mundo para ser transformado en un abrir y cerrar de ojos, para salir por los aires al encuentro del Señor como un resucitado perfecto, una vez superada su humana imperfección.

   El mensaje contenido en la primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses que hemos meditado, -en contra de la voluntad del autor de la misma-, provocó que algunos cristianos dejaran de desempeñar sus obligaciones, y vivieran ociosamente, pensando que el mundo estaba a punto de acabarse. De esta forma también viven actualmente los creyentes de muchas sectas, los cuales olvidan sus obligaciones y a sus seres queridos, y viven obsesionados con la lectura de la Biblia completa -por más que la mayoría de ellos no se enteran de lo que leen-, por lo cuál siempre viven dándoles vueltas a un reducido número de textos bíblicos, sobre los cuales fundan sus escasas creencias, olvidando que lo importante no es que se sepan la Biblia de memoria, sino que sepan interpretar el contenido de la misma, y que lo apliquen a sus vivencias ordinarias, haciendo todo el bien que esté a su alcance.

   No quiero ser yo quien extienda la idea de que debemos abandonar nuestros trabajos pensando que el mundo no es eterno, así pues, San Pablo les escribió a los Tesalonicenses en la segunda Carta que les envió: (2 TES. 3, 10-11).

   5. Consejos útiles, tanto para quienes vivieron en el tiempo anterior a la destrucción del Templo de Jerusalén, como para quienes vivimos en el llamado "tiempo del fin de este siglo".

   5-1. El tiempo de la ruina del Templo de Jerusalén.

   (MT. 24, 32-34). Aunque Jesús no predijo el año exacto en que aconteció la ruina de Jerusalén, sí dijo que la misma acontecería en el siglo I de la era cristiana, dado que, si suponemos que una generación puede durar cien años, las palabras del Hijo de María son aceptables, dado que Jerusalén fue ocupada por el ejército romano, 37 años después de que aconteciera la muerte del Hijo del hombre.

   5-2. El tiempo del fin del mundo.

   (MT. 24, 35-39). Al igual que sucede en nuestro tiempo y ocurrió en el tiempo de la ruina del Templo de Jerusalén, en el tiempo de Noé, la gente vivía sin obedecer a Dios. San Pedro escribió en su segunda Carta: (2 PE. 2, 5). No se puede decir que la gente del tiempo de Noé era desconocedora del designio salvífico de Dios, dado que San Pedro nos hace entender que Noé, al mismo tiempo que construyó el arca en la que se salvaron sus familiares y él de la muerte, se dedicó a prevenir a la humanidad, con el fin de que, al arrepentirse de sus pecados, no pereciera ahogada por causa del diluvio universal. No podemos acusar a Dios de que es tan asesino como podemos serlo nosotros, pues El no puede (mejor dicho, no quiere) obligarnos a aceptar lo que deseamos rechazar, con el fin de no privarnos de la libertad de decidir lo que queremos que nos dotó en el tiempo de nuestra creación.

   (MT. 24, 40-45). Jesús nos dice que, antes de que acontezca su venida, nos ocupemos de alimentar, -tanto a nivel material como a nivel espiritual-, tanto a los pobres, como a quienes deseen conocer nuestra fe. Esta petición de Nuestro Señor, es tan válida para los religiosos, como para los laicos, dado que todos somos hijos de un mismo Padre (MT. 24, 46-51).

   Conclusión.

   Tanto la Biblia como los científicos nos informan de que el mundo no permanecerá siempre como está en nuestros días. Por nuestra fe, sabemos que el mundo va a ser transformado por Dios, quien convertirá todo nuestro planeta en su Reino. El hecho de que el mundo va a ser transformado, no ha de producirnos miedo, sino que, al contrario, es esperanzador para nosotros, lo cuál no indica que hemos de vivir mirando al cielo, dejando de cumplir nuestras obligaciones, pues es preciso, -tanto para nuestros familiares como para nosotros-, que no vivamos ociosamente, ya que, como cristianos, tenemos mucho que hacer en nuestro entorno social, y algunos en muchos lugares.

   Que Dios os colme de bendiciones.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com

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