Meditación.
Aceptemos a Cristo Rey, y permitámosle a Nuestro Señor que nos santifique.
Estimados hermanos y amigos:
A pesar de que empecé a leer la Biblia cuando contaba 12 años (actualmente tengo 29 años), y de que empecé a trabajar como catequista cuando tenía 19, y de que he trabajado alrededor de 5 años en la red intentando hacer que mis lectores se acerquen más a Jesús, cuando se me interroga con respecto al Hijo de María, no sé con qué palabras puedo describir a Nuestro Hermano Jesús, porque tengo la sensación de que desconozco las palabras con las que puedo describir el amor y el poder que caracterizan a Aquél que es la Palabra de Dios. Para todos nosotros es muy fácil decir que Jesús es el Hijo de Dios que se hizo hombre hace 2000 años para librarnos de las cadenas del pecado, para librarnos de nuestras miserias actuales, y para concedernos la vida eterna, así pues, hemos de preguntarnos si nuestro conocimiento del Mesías ha marcado nuestra vida, -es decir, si Nuestro Hermano y Señor, con su ejemplo de amor con respecto a Dios y a nosotros, ha logrado que nos estemos esforzando con la intención de ser semejantes a Él en términos espirituales-.
Recordemos aquella ocasión en la que Jesús les preguntó a sus futuros Apóstoles: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Cuando los amigos del Hijo de María le transmitieron a Jesús lo que le habían oído a la gente con respecto al Mesías, el Hijo del carpintero les preguntó: -¿Quién decís vosotros que soy yo?
De Jesús podemos decir que es Nuestro Salvador, Nuestro Libertador, el Hijo de Dios y María, el Emmanuel (Dios con nosotros) del que Isaías nos habla en su Profecía... A pesar de la descripción que podamos hacer de nuestro Hermano y Señor, yo quisiera que, cuando concluyamos la celebración eucarística de la Solemnidad de Cristo, Rey del universo que hoy estamos celebrando, podamos decir que el Hijo de Dios es nuestro ejemplo de fe y de entrega generosa al servicio de Dios en nosotros y nuestros prójimos conocidos y que aún no hemos tenido la oportunidad de conocer.
Al leer el Evangelio de hoy, podemos constatar cómo Jesús y Pilato definían la realeza de formas muy diferenciadas, así pues, mientras que para Pilato un Rey era un político y militar, para Jesús, un Rey es un Hijo de Dios, un Profeta encargado de evangelizar a quienes le quieran escuchar, un Maestro capaz de enseñar a sus discípulos a vivir bajo la perspectiva del Amor de Nuestro Padre común, un Camino que nos conduce a la presencia de Nuestro Padre amado, una Verdad capaz de vencer nuestro resentimiento y nuestras hostilidades, y una Vida que merece ser prolongada eternamente, porque procede de la misma fuente de la vida sin ocaso... Sabemos que un Rey así, no merece la pena, sino la vida.
Según recordamos en la celebración eucarística del Domingo anterior, no somos de este mundo, es decir, vivimos en la tierra de paso, como emigrantes que tienen la esperanza de volver a su lugar de procedencia, y, a pesar de las vicisitudes que tengan que confrontar, no les importa la cantidad de sufrimiento que tienen que soportar, con tal de ver realizado su propósito. Vamos a pedirle a Nuestro Padre común que, cuando Jesús vuelva a la tierra -si es que podemos decir que no está entre nosotros Aquél a quien recibiremos en la celebración eucarística de hoy-, que nuestro corazón esté preparado a recibirle, que deseemos vivir en su Reino de amor, y que anhelemos el hecho de formar parte de la sociedad divina y humana en que no existirán estamentos sociales, porque todos seremos hijos de Dios.
Hoy vamos a culminar un año litúrgico que ha sido muy importante para nosotros, así pues, aunque no he tenido la oportunidad de enviaros mis meditaciones dominicales durante todo este ciclo por circunstancias ajenas a mi voluntad, desde mi experiencia, puedo deciros que en cierta forma la celebración de esta Solemnidad me entristece, porque en cierta forma significa la constatación de que el tiempo pasa, y de que todos tenemos defectos que parecen insuperables, problemas que quizá no podemos resolver porque o no los hemos ocasionado nosotros o porque no nos atrevemos a solventarlos a pesar de que sabemos cómo hacerlo... A pesar de la alegría y del dolor que caracterizan nuestra vida, sabemos que Jesús sigue con nosotros, dándosenos como alimento en cada ocasión que celebramos la Eucaristía, consolándonos en nuestros ratos de oración, haciéndonos sentir que somos felices cuando le servimos en nuestros familiares y amigos... Démosle gracias a Jesús porque, a pesar de lo pequeña que es nuestra fe, él nunca nos olvida, al contrario, sigue con nosotros, alentándonos a alcanzar la felicidad en lo que para muchos hermanos nuestros es un valle de lágrimas.
Recuerdo que, cuando comenzamos a celebrar este ciclo el Domingo I de Adviento, le pedí a Nuestro Padre común que me diera la oportunidad de volver a estar pronto con vosotros. En aquél tiempo, como sucede todos los años en las semanas anteriores al tiempo de Navidad, la Iglesia comenzó a recordarnos su eterna instrucción con respecto a las 2 venidas de Nuestro Hermano Jesús a nuestro encuentro. Recordamos con gran amor la celebración de Nuestra Madre Inmaculada el 8 de diciembre, así como también permanecerán en nuestro recuerdo las celebraciones navideñas, la realización de nuestras esperanzas en su Creador, un Niño que, sin dejar de ser Dios, vino a nuestro encuentro, con la intención de sacrificarse, para que comprendamos que Dios nos ama a pesar de nuestros defectos, y para que le tomemos como ejemplo en la vivencia y profesión de nuestra fe. La estrella que condujo a los Magos de Oriente al encuentro de María y del Niño de Belén significa para nosotros la fe, pues vivimos manifestando nuestra creencia en un Dios que no hemos visto físicamente, así pues, le percibimos en nuestro corazón, como quien observa una imagen en un espejo, como captamos el sol cuando vemos su reflejo en el agua...
Cuando finalizó la Navidad, iniciamos la primera parte del Tiempo Ordinario, en la que, antes de iniciar la Cuaresma, recordamos cómo comenzó Nuestro Hermano y Dios Jesús su Ministerio público, cómo reunió a sus futuros Apóstoles, y cómo empezó a tener problemas con los fariseos y saduceos, apenas los mismos constataron que el Evangelio no concordaba con su forma de vislumbrar la Palabra de Yahveh.
Durante la Cuaresma, nos preparamos a celebrar los misterios centrales de nuestra fe, y se nos dio la oportunidad de seguir a Jesús radicalmente. Jesús no quiere que vivamos lejos de nuestros prójimos ni que nos neguemos a participar en las actividades que han de caracterizar nuestra vida forzosamente, pero quiere que le convirtamos en el centro de nuestra existencia, porque Él es el único capaz de realizar nuestras aspiraciones, de alimentarnos en las celebraciones de la Eucaristía, y de darnos la vida eterna.
Durante la Semana Santa vimos que Jesús murió para salvarnos de las miserias que caracterizan nuestra vida. Nosotros, como fieles discípulos del Hijo de María, celebramos la entrada triunfal de Nuestro Hermano a Jerusalén iniciando la celebración eucarística del Domingo de Ramos con hojas de olivo, de palmera o laurel en nuestras manos gritando: Hosanna al Hijo de David. Le pedimos a Jesús que viniera a salvarnos y, al tercer día a partir de que le vimos entre la tierra y el cielo como lazo que une a Dios con el hombre y viceversa, celebramos la Vigilia pascual llenos de gozo, porque Jesús había alcanzado lo que esperamos vislumbrar a través de nuestra fe.
Después de vivir la Pascua con gran alegría y de celebrar la Santísima Trinidad y el Corpus Christi, comenzamos a celebrar la segunda parte del Tiempo Ordinario, y, durante los últimos meses, hemos intentado asemejar nuestra conducta a la conducta de Nuestro Dios Jesús.
Finalicemos esta última meditación de este ciclo litúrgico diciéndole al Dios Trinidad sinceramente: Te amo. No olvidemos darle las más sinceras gracias a Nuestra Santa Madre, pues Ella nos trajo a Jesús al mundo, y, gracias a Ella, hoy podemos decir que hemos sido salvos en lenguaje figurativo, pues Ella nos permitió alimentarnos del Dios Uno y Trino.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com
En este blog encontraréis meditaciones para crecer a los niveles personal, social y espiritual.
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