Domingo I de Cuaresma del Ciclo A.
Oremos para que Dios nos ayude a superar las tentaciones que nos impulsen a no cumplir su voluntad.
Ejercicio de lectio divina de MT. 4, 1-11.
Lectura introductoria: ST. 1, 13-16.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
R. Amén.
Orar es dejarnos conducir por el Espíritu Santo, tal como el Paráclito llevó a Jesús al desierto, para exponerlo a las tentaciones diabólicas. El Espíritu Santo no nos evita las dificultades características de nuestras vidas, sino que nos empuja a vivirlas para que adquiramos una gran fortaleza. El hecho de superar unas dificultades a veces no significa que se termina el tiempo de nuestras luchas, sino que nos disponemos a resolver problemas aún más graves que los que superamos anteriormente.
Busquemos la paz divina cuando oremos, pero no ignoremos que la paz cristiana no es la total ausencia de conflictos, sino la seguridad de que superaremos grandes dificultades, si no consentimos que se nos debilite -ni se nos extinga- la fe en Dios. La Cuaresma no es el tiempo del cansancio que nos produce la acumulación de sacrificios y de ayunos, pues es el tiempo del combate, el tiempo de contraponer las pérdidas después de aceptarlas a las ganancias, y el tiempo de sumirnos en nuestra debilidad, para descubrir el amor y el poder de Dios, en nuestra vivencia personal del desierto.
Orar es recordar que ningún suceso de nuestras vidas es inútil. El Espíritu Santo expuso a Jesús a las tentaciones de Satanás porque sabía que las iba a superar satisfactoriamente. Oremos para que Dios nos ayude a aprender lecciones a partir de nuestros sucesos vitales cuyo sentido aún no logramos comprender.
Orar es ayunar de aquello que nos impida crecer espiritualmente y ayudar a quienes tienen carencias al mismo tiempo. A este respecto, bueno será que quienes tengan dinero donen una cantidad significativa que no sea simbólica para que no dejen de hacerse obras de caridad en favor de los menesterosos, y que los pobres inviertan su tiempo en hacer el bien, porque todos tenemos algo que hacer en la viña del Señor, y somos válidos para servir a Dios en nuestros prójimos los hombres.
Orar es comprender que la vida no siempre es fácil, y que necesitamos vivir el dolor que nos produce nuestra visión de las situaciones que consideramos adversas, con el fin de poder madurar.
Orar es comprender que las carencias han de ser cubiertas en su justa medida. Es justo alimentar a los pobres cuando los tales no puedan ganarse el sustento, pero no estará de más enseñarles a sembrar, y a producir su propia riqueza. El reparto equitativo de los recursos de la tierra no extinguiría la pobreza del mundo, si los menesterosos no aprendieran a invertir el dinero inteligentemente y a lograr que el dinero trabajara para ellos, en lugar de trabajar ellos para ganar dinero.
Orar es aprender a vivir nuestro cristianismo en silencio, evitando lucirnos ante tanta gente que parece vibrar ante actuaciones sensacionalistas.
Orar es rechazar la intención de probar el amor y la fidelidad de dios para con nosotros, porque sabemos que Nuestro Padre común nos ama, y confiamos plenamente en Él.
Orar es comprender que los cristianos no debemos sobornar a nadie ni evitar profesar nuestra fe a cambio de obtener beneficio alguno.
Orar es tener presente que, así como los ángeles sirvieron a Jesús, Dios buscará la manera de socorrernos cuando tengamos dificultades.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo desde la eternidad:
Aunque te pido que me evites el hecho de ser tentado, Tú llevaste a Jesús al desierto después de que fuera bautizado, para exponerlo a las tentaciones de Satanás. Ello me induce a no pedirte que me evites las tentaciones, sino a pedirte que me ayudes a superar las mismas tal como debe hacerlo un buen hijo de Dios, que es consciente de que su Padre celestial jamás lo abandonará.
Jesús sintió hambre después de ayunar durante cuarenta días con sus respectivas noches. Jesús aprovechó su carencia de alimentos y bienes materiales para llenarse de tu presencia, y a mí me es difícil aceptar los problemas que tengo. Ayúdame a comprender que mis dificultades no son inútiles, porque pueden aportarme enseñanzas que necesito aceptar, para poder ser el cristiano en que pensaste antes de crear el mundo.
Mientras que la vida fácil me puede volver ocioso, las dificultades, las carencias y el aprendizaje vital y de la Palabra de Dios, pueden hacer de mí un gran cristiano, si cuento con tu inspiración, para alcanzar tan loable meta.
El poder, las riquezas y el prestigio tienen su utilidad, pero no quiero olvidar la importancia que tiene la Palabra de Dios.
Tal como les sucedía a los fariseos, los cristianos necesitamos vencer la tentación de aparentar una bondad y una fe que no nos caracterizan. ¿Nos atreveremos a ser nosotros mismos evitando así el miedo a que nos juzgue la gente?
Tú estás dispuesto a ayudarnos, pero nosotros corremos el peligro de pedirte que hagas lo que está en nuestras manos y podemos llevarlo a cabo perfectamente. La quietud es buena para quienes oran, pero el quietismo es una plaga que nos induce a desinteresarnos de nuestras responsabilidades y a no solidarizarnos del padecimiento de la humanidad.
Ayúdame a tener el valor de evitar hacer todo lo que puede impedirme el hecho de cumplir tu voluntad, que consiste en que yo alcance la plenitud de la felicidad.
Si acepto que me ayudes cuando te necesito, ayúdame a comprender que ello debe servirme para ser un buen siervo de Dios.
2. Leemos atentamente MT. 4, 1-11, intentando abarcar el mensaje que San Mateo nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de MT. 4, 1-11.
3-1. ¿Por qué necesitamos ser tentados?
Al superar la triple tentación a la que lo sometió el demonio -el ángel que gobierna las fuerzas del mal según la biblia-, Jesús demostró que es el Unigénito de Dios, y que, así como venció a su enemigo, nosotros, amparados en su amor y su poder, también podremos vencer las tentaciones de dejar de cumplir la voluntad divina. Nadie tiene la oportunidad de demostrar si ama sinceramente, si jamás ha tenido razones para odiar. Los matrimonios que conviven durante muchos años saben que las dificultades les sirven para fortalecer y afianzar sus relaciones. El bien y el mal están dentro de nosotros, y sólo depende de nosotros el hecho de que el primero o el segundo gobiernen nuestras vidas. Estamos capacitados para hacer grandes obras de amor, y para cometer los mayores crímenes. Para comprender la grandeza del bien, necesitamos tener la experiencia del mal. Para valorar la luz, necesitamos vivir en tinieblas.
En DT. 8, 2, se nos informa de que Dios condujo a los hebreos al desierto, con el fin de probar si realmente le eran fieles. Lógicamente, Dios sabía lo que iba a suceder de antemano, pero quiso que los miembros de su pueblo se conocieran a sí mismos. Dios no necesita probarnos, pero nosotros necesitamos las tentaciones para conocernos. Dado que seremos tentados cuando menos esperemos que ello suceda, necesitamos formarnos espiritualmente, vivir sirviendo a dios y tener el hábito de orar, con el fin de superar dichas pruebas exitosamente. No sabemos si se nos probará con desavenencias económicas, la pérdida de la salud, el fallecimiento de alguno de nuestros familiares o amigos queridos, o con alguna otra situación que consideremos adversa, pero conviene que no olvidemos que Dios nunca nos desamparará (SAL. 27, 10. 37, 25).
Aunque en MT. 26, 41 se nos induce a entender que somos débiles, si nuestras convicciones son estables, podremos resistir grandes presiones, consecuentes de nuestra visión de las situaciones dolorosas que hayamos de vivir.
Si Jesús hubiera sucumbido a las seducciones de su adversario, no hubiera podido llevar a cabo el propósito con que Dios lo envió a Israel. Nuestra felicidad es una responsabilidad que sólo nos atañe a nosotros. Nadie podrá hacer por nosotros lo que necesitamos hacer para potenciar nuestro crecimiento personal, y, por consiguiente, nuestro desarrollo a nivel social, y nuestra formación espiritual. No olvidemos que Dios ha creado el trigo, el campo y el agua de la lluvia, pero a nosotros nos corresponde sembrar el trigo, y esperar el día de la siega para posteriormente poder hacer el pan que mañana nos comeremos.
¿Por qué tenemos hermanos que se sienten sucios cuando son tentados? Hemos visto que las tentaciones no son pecaminosas, y que las necesitamos para probarnos a nosotros mismos la fe, el amor y la fortaleza que hemos adquirido, y lo que nos falta para completar nuestro crecimiento. Quienes se sienten sucios cuando son tentados, valoran negativamente sus pensamientos, sus sentimientos y sus acciones, y, cuanto más se castigan, con más fuerza aparecen en sus mentes los pensamientos que desean rechazar. Si queremos que Dios nos ayude a vencer las tentaciones que tenemos, necesitamos esforzarnos para que ello suceda. En JER. 1, 7, vemos cómo Dios le dijo a Jeremías que no se creyera insignificante para cumplir la misión que le encomendó por causa de su juventud. Si creemos que nuestro valor personal es ínfimo, consecuentemente creeremos que somos unos fracasados, y abandonaremos nuestro crecimiento, aunque se lo confiemos a Dios. Recordemos también cómo Isaías sintió miedo de estar en presencia de dios porque se creía pecador, y cómo fue purificado, y deseó ardientemente servir a Yahveh (IS. 6, 5-8).
Las tentaciones no están relacionadas con el pecado, pero si cedemos a las mismas, pecamos porque desobedecemos a Dios. Recordar este hecho nos ayudará a examinar lo que queremos hacer para evitar caer en las tentaciones que pueden inducirnos a descuidar nuestras responsabilidades, a no solidarizarnos de nuestros prójimos los hombres que sufren, y a olvidarnos del cumplimiento de la voluntad divina.
Jesús no fue tentado cuando fue bautizado (MT. 3, 16-17), sino en el desierto, cuando padeció el cansancio, y fue presa del aislamiento y el hambre. Para valorar la fortaleza, necesitamos tener la experiencia de la vulnerabilidad, y, cuando somos débiles, podemos sentir la tentación de abandonar el combate de nuestra superación personal y social. El aislamiento, las carencias, algunas decisiones que tenemos que tomar y las incertidumbres, son estados en que nos sobrevienen las tentaciones, y necesitamos buscar la manera de no ceder a las mismas.
Si somos tentados cuando vivimos situaciones que consideramos adversas, también el hecho de no tener carencias puede inducirnos a prescindir de dios y del amor a nuestros prójimos los hombres, y la soberbia puede tentarnos a sentirnos superiores a los demás. Recordemos que el narcisismo es tener baja la autoestima.
3-2. ¿Cómo tentó el demonio a Jesús?
1. Satanás intentó conseguir que Jesús dejara de cumplir la voluntad de Dios (MT. 4, 3). El hecho de alimentarse no era pecaminoso para el Señor, pero sí lo era la posibilidad de desviarse de su camino. No es contraproducente el hecho de que muchos padres deseen que sus hijos tengan todo lo que a ellos les faltó cuando sus progenitores tenían pocos recursos, pero, si sus descendientes no aprenden a valorar lo que tienen, no disfrutarán de sus posesiones, y su deseo de ser más y tener más, será insaciable.
El verdadero camino para un cristiano consiste en aplicar la Palabra de Dios a su vida y depender de su Padre celestial en todas sus circunstancias vitales.
2. La segunda tentación contenida en el Evangelio de San Mateo, consistió en lograr que Jesús pusiera a prueba la fidelidad de Dios a la hora de cumplir su Palabra, intentando que los ángeles lo protegieran al arrojarse desde el pináculo del Templo de la ciudad santa (MT. 4, 6). Satanás fue astuto al citar el texto del SAL. 91, 11-12, pues omitió la frase relativa a que los ángeles guardarían al Mesías en todos sus caminos. La tentación consistía en que Jesús se desvinculara del Padre y del Espíritu Santo, y se constituyera en divinidad independiente.
3. Ya que Jesús no quiso rechazar a Nuestro Padre común ni constituirse en divinidad distinta, Satanás le ofreció convertirse en su dios por un instante, a cambio de hacerlo rey de la humanidad (MT. 4, 8-9). Esta tentación es muy sutil, porque supone adquirir poder, riquezas y prestigio, pero también supone el sacrificio de sí mismo. La tentación política es muy frustrante cuando las promesas de que se es objeto no se cumplen, y hace un daño irreparable. Dios nos ha creado para que seamos sociables, y por eso se genera mucho sufrimiento cuando alguien intenta crecer aplastando a los más débiles, y cuando muchos lo sacrifican todo, a cambio de terminar tirados en la cuneta. La tentación política nos dispone a tenerlo todo o a perderlo todo en la vida, y por eso es un juego muy peligroso, en el que difícilmente no se genera sufrimiento inútil.
3-3. Jesús se dejó llevar por el Espíritu Santo al desierto (MT. 4, 1).
Cuando Jesús fue bautizado, se abrió el cielo manifestándose el espíritu profético que permaneció en silencio durante cuatro siglos, el Espíritu Santo ungió a Jesús como Profeta, Sacerdote y Rey, y la voz del Padre reconoció al Señor públicamente como su Hijo amado, en quien se complace (MT. 3, 16-17). Después de ser bautizado, Jesús fue impulsado por el Espíritu Santo al desierto, para que el demonio probara su integridad.
Después de demostrar que Yahveh es el Dios de Israel (I RE. 18, 20-40), Elías debería haber sido tratado como un gran Profeta del Altísimo, pero se encontró con que su integridad fue puesta a prueba durante cuarenta días, porque la reina Jezabel quiso quitarle la vida, por haber mandado asesinar a sus 450 profetas (I RE. 19, 1-14). En su peregrinación a través del desierto, Elías descubrió que Dios le ayudó a vencer sus dificultades.
¿Por qué no distingue Dios a sus siervos del mundo tratándolos de una manera especial? Difícil sería creer en Dios y amarlo si los creyentes persiguiéramos la plenitud del poder, las riquezas y el prestigio. Toda la humanidad podría unirse a dios, pero no amaríamos a Dios, ni a nuestros prójimos los hombres.
Seamos seguidores de Jesús cuando nos sonría la vida, y cuando el dolor nos ayude a ser purificados y santificados.
3-4. La vulnerabilidad de Jesús (MT. 4, 2).
Jesús no actuaba como quienes se sienten superiores a quienes les rodean. Esta fue la razón por la que el demonio no le tentó cuando fue bautizado, pero le expuso a la soledad, a la sed, al calor y al hambre, para probar su integridad. Dado que el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto, parece ser que se puso de acuerdo con el tentador para probar al Señor, pero eso no tiene sentido, dado que la vivencia del Señor en el desierto desde el punto de vista humano es irreal, porque nadie puede pasar cuarenta días sin comer, y porque no existe ningún monte desde el que se vea todo el país de Israel. Cuando no se podía justificar la existencia de la adversidad desde el punto de vista científico, muchos culparon a los dioses de la existencia del mal, y los judíos y los cristianos intentaron buscarle alguna utilidad a lo que consideraban que era el mal, para no acusar a su Creador de ser pecador y de que no se interesaba por ellos (1 Pé. 3, 5-7). Las tentaciones de Jesús en el desierto son un resumen del Ministerio público del Hijo de Dios y María, pues el Mesías debió tener la tentación de facilitarles la existencia a sus seguidores para ganárselos de la misma manera que los colonizadores se ganaron a los saduceos concediéndoles beneficios a cambio de que les ayudaran a someterse a los rebeldes, quizás pensó en llevar a cabo un gran prodigio para ganarse la admiración de sus hermanos de raza, y quizás pudo pensar en venderle su alma al tentador, a cambio de obtener el poder necesario para llevar a cabo su obra de exterminio de la miseria, las riquezas necesarias para exterminar la pobreza, y el prestigio indispensable para que todo el pueblo le siguiera. El exterminio de la pobreza no consiste en empobrecer a los actuales ricos para enriquecer a los que tienen carencias económicas.
3-5. La primera tentación (MT. 4, 3-4).
Tener hambre no es un pecado, pero no todas las maneras de conseguir alimentos son lícitas. Jesús no quiso utilizar su poder en su beneficio, sino en favor de aquellos en cuyo beneficio llevó a cabo prodigios. Si el Señor quería experimentar su humanidad plenamente, tenía que hacer el sacrificio de rehusar al ejercicio de su poder.
Nuestros deseos deben satisfacerse correctamente y cuando sea oportuno.
Jesús fue capaz de superar las tentaciones porque conocía la Palabra de Dios y la obedecía. En EF. 6, 17, se nos dice que la Palabra de dios es la espada del Espíritu Santo, y en HEB. 4, 12, también se nos habla de la Palabra de Dios, diciéndosenos que es una espada de doble filo. Así como el bien y el mal habitan en nosotros, podemos usar la Palabra de Dios para hacer el bien, y para incumplir la voluntad divina. El hecho de sabernos y aplicarnos versículos bíblicos puede ayudarnos a ser los hijos en que Dios está pensando desde la eternidad.
Jesús tenía hambre, y el hecho de alimentarse no es pecaminoso. La mayor parte de la humanidad tiene carencias que tendrían que ser solventadas urgentemente, y sabemos que hacer el bien no es pecar. Jesús tenía el poder para evitarnos las carencias que caracterizan nuestras vidas, pero, ¿en qué sentido es conveniente que se nos resuelvan los problemas? Recuerdo a una señora que me contó la siguiente historia:
"Eduqué a mi hija de manera que no le faltó nada, pero, desde que llegó a la adolescencia, es muy vaga. No quiere hacer trabajos humildes y sólo vive a expensas de sus amantes. Esa manera de ser de mi hija perjudicará mucho a mi nieto de siete años."
Sería positivo el hecho de curar las enfermedades graves y no es pecaminoso el hecho de alimentar a los pobres cuando no pueden conseguir sustentarse por sí mismos, pero hay problemas que tenemos que resolver por nuestros propios medios, con el fin de crecer, aprendiendo a valorar quiénes somos, y lo que hemos conseguido.
Cuando San Juan Bautista mandó a algunos de sus discípulos a que interrogaran a Jesús respecto de su mesianismo desde la cárcel, el Señor no le dijo que su prioridad era alimentar a los pobres, sino anunciarles el Evangelio a los menesterosos (MT. 11, 5). Esta conducta de Jesús parece ilógica e inhumana si pensamos en quienes mueren sin que nadie los socorra, pero es necesario que los pobres aprendan a trabajar por sí mismos, a crear sus propias fuentes de riqueza, y que contribuyan al sostenimiento de las sociedades que han de ampararlos.
El materialismo no es pecaminoso, pero el hecho de tener demasiadas posesiones puede inducirnos a no esforzarnos para madurar ni para ayudar a quienes necesiten nuestras dádivas espirituales y materiales.
No sólo de pan vive el hombre. Necesitamos alimentarnos física y espiritualmente, y relacionarnos con quienes nos rodean.
No sólo de riquezas vive el hombre. La mayor riqueza es el amor que se da y recibe. Si hay pobres que mueren de hambre, hay ricos que sufren porque viven aislados.
No sólo de prestigio vive el hombre. Hay quienes intentan ocultar su soledad fingiendo que son muy conocidos y queridos por gente famosa.
Jesús no nos dice que podemos vivir de algunas palabras de dios, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. No aceptemos solamente lo que nos gusta de nuestra fe, sino toda la Palabra de Dios en su conjunto.
3-6. La segunda tentación (MT. 4, 5-7).
El Templo de Jerusalén era el centro religioso-político de Israel en que se esperaba que apareciera el Mesías milagrosamente, según se deduce del texto de MAL. 3, 1. Satanás subió al Señor a una pared desde la que veía varios kilómetros de tierra, y lo tentó con el hecho de hacerlo poderoso, a cambio de que diera un espectáculo.
Se nos tienta mucho para que compremos determinados productos, haciéndosenos creer que por tener los mismos seremos personas ideales. Una persona madura jamás se enamorará de nadie que use un determinado perfume, pero en el campo de la publicidad casi cualquier juego es válido para aumentar las ventas, y es un deber nuestro no ser incautos.
¿Qué somos capaces de hacer para tener una mejor posición social?
¿A quiénes nos atrevemos a sacrificar para tener más poder, riquezas y prestigio?
Dios quiere que vivamos por fe, no porque vemos milagros. Dios no se deja manipular por nadie, y, si lo aceptamos como Padre, creeremos en Él. Además, si Dios no nos prueba, tampoco es justo que lo probemos nosotros.
Recuerdo un programa de televisión en que los presentadores intentaron sorprender a un pederasta intentando abusar de una joven periodista que se hizo pasar por una adolescente. El pederasta tentaba a su víctima con ropa que ella no podía comprar con el dinero que supuestamente le daban sus padres. En la vida todo lo que intentamos conseguir tiene un precio, pero necesitamos pensar si lo que vamos a sacrificar es más valioso que lo que deseamos conseguir, aunque en un principio no lo parezca.
3-7. La tercera tentación (MT. 4, 8-10).
Por causa de la crisis económica que nos afecta a los españoles, muchas veces vemos productos a la venta con descuentos superiores al cincuenta por ciento de su precio inicial, y yo me pregunto: ¿Se están vendiendo los mismos productos que se vendían antes de rebajar su precio, o serán otros similares y de peor calidad? Con no poca razón, en mi pueblo dicen que nadie cambia un duro por cuatro pesetas. Muchos hombres quieren conseguir poder, riquezas y prestigio de cualquier manera, y son insaciables. Los pobres sufren porque no tienen dinero, y los ricos, ni aunque tengan miles de millones de dólares, no pueden evitar el miedo a perderlo todo, pero ese miedo no impide que muchos adinerados no reduzcan sus gastos, para evitar la experiencia de la pobreza. La codicia es muy mala consejera. Necesitamos aprender a amarnos tal como somos, a superarnos y a valorar adecuadamente lo que tenemos.
¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para mejorar nuestra posición social, y qué consecuencias tendrá ello para nosotros a corto, medio y largo plazo?
Dado que en la Biblia las relaciones matrimoniales simbolizan nuestra relación con Dios, cuando el pueblo de Israel desobedecía a Yahveh, se decía que adulteraba contra Dios.
¿Conocemos casos de gente que se ha prostituido para conseguir trabajo? ¿Se ha prostituido esa gente por necesidad, o por la comodidad de no buscar otro trabajo y de ganar una buena suma de dinero en poco tiempo?
¿Qué será de nosotros si no tenemos poder, riquezas ni prestigio? Si tenemos fe, nuestro poder es el de Dios, quien es nuestra riqueza. Respecto de nuestro prestigio, será bueno ante el Señor, si hacemos el bien.
Satanás no tenía el control sobre el mundo según le dijo a Jesús, pero fingía que lo tenía. Si intentamos contratar los servicios de un profesional que presume mucho de sus logros, mejor será para nosotros rehusar nuestra pretensión, porque dicho personaje nos está engañando. Quien conoce su profesión no tiene tiempo para presumir, porque actúa durante su tiempo de trabajo como sabe que debe hacerlo.
3-8. Jesús fue servido por los ángeles después de ser tentado (MT. 4, 11).
Dado que el demonio no pudo hacer pecar a Jesús, lo dejó, quedando a la espera de que el Señor se encontrara vulnerable, para seguir tentándolo. Unos ángeles sirvieron a Jesús, pues, después de hacer un ayuno tan largo, y de haber reflexionado sobre el estado de una gran parte de la humanidad, el Señor debió sentirse muy débil. Si los ángeles son servidores de quienes serán salvos (HEB. 1, 14), ¿cómo no iban a servir a Jesús, quien es el autor de nuestra salvación?
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en MT. 4, 11-11 a nuestras vidas.
Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
1. ¿Quién es el demonio?
2. ¿Qué demostró Jesús cuando superó la triple tentación a la que lo sometió el demonio?
3. ¿En qué sentido podremos superar las tentaciones que nos caracterizan porque Jesús venció al tentador?
4. ¿En qué sentido habitan el bien y el mal en nuestro interior?
5. ¿En qué sentido nos sirven las dificultades características de nuestras vidas para crecer?
6. ¿De qué depende el hecho de que el bien o el mal gobiernen nuestras vidas?
7. ¿Por qué necesitamos tener la experiencia del mal para comprender la grandeza del bien?
8. ¿Por qué no necesita Dios someternos a prueba?
9. ¿En qué sentido necesitamos ser tentados?
10. ¿Para qué necesitamos conocer la Palabra de Dios, aplicarla a nuestras vidas de fe y orar frecuentemente?
11. ¿De qué maneras podemos ser probados?
12. ¿Qué aprenderemos de las tentaciones a las que no hemos de ceder?
13. ¿Qué aprenderemos de la vivencia de nuestras dificultades?
14. ¿Cómo podremos resistir fuertes presiones si somos débiles?
15. ¿Qué hubiera sucedido si Jesús se hubiera dejado seducir por el diablo?
16. ¿Es cierto que nuestra felicidad es plenamente dependiente de nosotros y que sólo nosotros podemos conquistarla? ¿Por qué?
17. ¿Por qué tenemos hermanos que se sienten sucios cuando son tentados?
18. ¿Por qué es real el texto de ROM. 7, 15?
19. ¿Qué tenemos que hacer para que Dios nos ayude a vencer tentaciones?
20. ¿Por qué no podremos vencer tentaciones ni con la ayuda de Dios si no nos amamos?
21. Explica la transformación que se llevó a cabo en Isaías, según el texto de IS. 6, 5-8.
22. Si las tentaciones no están relacionadas con el pecado, ¿por qué pecamos cuando cedemos a las mismas?
23. ¿Qué consecuencias tiene tanto para nosotros como para nuestros prójimos los hombres el hecho de que nos dejemos seducir por el diablo?
24. ¿Qué puede sucedernos cuando somos débiles?
25. ¿En qué estados nos tienta el demonio? ¿Por qué?
26. ¿Por qué puede hacernos caer en la soberbia el hecho de no tener carencias?
27. ¿En qué sentido son sinónimos el desprecio de sí mismo y el narcisismo?
3-2.
28. ¿Por qué no cedió Jesús a la tentación de convertir unas piedras en pan para saciar su hambre?
29. ¿Qué les sucede a los niños y adultos que no aprenden a valorar lo que tienen?
30. ¿En qué consiste el verdadero camino para los cristianos?
31. ¿En qué consistió la segunda tentación a la que el diablo sometió a Jesús?
32. ¿Qué le ofreció Satanás a Jesús para que lo adorara?
33. ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de la tentación política?
34. ¿En qué sentido es la tentación política un juego muy peligroso?
3-3.
35. ¿Qué ocurrió Cuando San Juan Bautista bautizó a Jesús?
36. ¿Para qué impulsó el Espíritu Santo a Jesús al desierto?
37. ¿Por qué no le evitó Dios a Elías el sufrimiento, teniendo en cuenta que demostró que Él es el único Dios verdadero?
38. ¿Qué descubrió Elías en su peregrinación a través del desierto?
39. ¿Por qué no distingue Dios a sus siervos del mundo tratándolos de una manera especial?
40. ¿Nos parecemos a Elías en que hemos descubierto que Dios está con nosotros en nuestras dificultades, o las mismas nos demuestran que no existe o que no le interesamos?
3-4.
41. ¿Por qué no tentó el demonio a Jesús cuando fue bautizado?
42. ¿Por qué expuso el demonio a Jesús al calor, la soledad y el hambre?
43. ¿Por qué es irreal el episodio de las tentaciones de Jesús tal como se narra en los Evangelios, y concebimos el mismo como un resumen del Ministerio público de Jesús?
44. ¿De qué maneras hemos justificado los judíos y los cristianos la existencia de la adversidad? ¿Con qué propósitos lo hemos hecho?
45. ¿De qué maneras pudo tener Jesús tentaciones de ganarse a sus seguidores?
46. ¿Qué hubiera conseguido Jesús si hubiera adorado a Satanás?
47. ¿Por qué no consiste el exterminio de la pobreza exclusivamente en hacer que los ricos sean solidarios?
3-5.
48. Nuestros deseos pueden ser lícitos, pero no todas las maneras de realizarlos son legales. Pon ejemplos de ello.
49. ¿Por qué Jesús no se benefició del uso de su poder?
50. ¿Por qué pudo Jesús superar las tentaciones diabólicas?
51. ¿En qué sentido es la Palabra de Dios la espada de doble filo del Espíritu Santo?
52. ¿Por qué podemos usar la Palabra de dios para hacer el bien y para incumplir la voluntad divina?
53. ¿Para qué nos es útil el hecho de saber versículos bíblicos y aplicárnoslos?
54. ¿En qué sentido es conveniente que se nos resuelvan los problemas?
55. ¿Por qué el hecho de resolvernos nuestros problemas es la única manera que tenemos de conocernos a nosotros mismos y de valorar lo que hemos conseguido?
56. ¿Por qué era para Jesús más importante la evangelización de los pobres que el hecho de sustentar a los mismos?
57. ¿Qué puede sucedernos si tenemos muchas posesiones?
58. ¿En qué aspectos necesitamos potenciar nuestro desarrollo?
59. ¿Cuál es la mayor riqueza?
60. ¿En qué consiste la pobreza de muchos ricos?
61. ¿Aceptamos toda la Palabra de dios en su conjunto?
3-6.
62. ¿Por qué esperaban muchos judíos que apareciera milagrosamente el Mesías en el Templo de Jerusalén?
63. ¿Son lícitas todas las prácticas marketinianas para los cristianos? ¿Por qué?
64. ¿Por qué tenemos el deber de no ser incautos?
65. ¿Qué somos capaces de hacer para tener una mejor posición social?
66. ¿A quiénes nos atrevemos a sacrificar para tener más poder, riquezas y prestigio?
67. ¿Por qué quiere Dios que vivamos por fe?
68. ¿Por qué no es justo el hecho de que sometamos a Dios a prueba?
3-7.
69. ¿Por qué no nos conviene ser codiciosos?
70. ¿Por qué necesitamos amarnos tal como somos, superarnos y valorar adecuadamente lo que tenemos?
71. ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para mejorar nuestra posición social, y qué consecuencias tendrá ello para nosotros a corto, medio y largo plazo?
72. ¿Qué será de nosotros si no tenemos poder, riquezas ni prestigio?
3-8.
73. ¿Por qué debió Jesús sentirse muy débil?
74. ¿Por qué fue servido Jesús por ángeles?
5. Lectura relacionada.
Leamos y meditemos 1 PE. 4, 7-11, para recordar resumidamente, cuál ha de ser el comportamiento de los cristianos, según la predicación del primer Pontícife de la Iglesia Católica.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús dejándose llevar por el Espíritu Santo al desierto, y observémonos nosotros, pidiendo en oración que se nos eviten las tentaciones y el sufrimiento.
Jesús estuvo cuarenta días con sus respectivas noches orando, meditando y ayunando. ¿Cuánto tiempo le dedicamos al servicio de Dios en sus hijos los hombres?
Mientras que Jesús no quiso convertir piedras en panes para comer, nosotros no dejamos de pedirle a dios que nos facilite la vida. Es más fácil creer que el Espíritu Santo nos inspira nuestras palabras y obras, que actuar intentando no pecar. No evitemos hacer el bien amparándonos en la excusa de que dios es el que nos indica todo lo que tenemos que decir y hacer por medio del Espíritu Santo.
¿Realmente vivimos los cristianos de la aplicación de la Palabra de Dios a nuestras vidas?
Los líderes católicos organizan actos multitudinarios, para hacernos comprender a los creyentes de base que no estamos solos. ¿Sirven esos eventos para aumentar el número de hijos de dios y para que los cristianos de siempre seamos mejores seguidores de Jesús?
¿Nos mezclamos los cristianos con quienes no profesan nuestra fe e intentamos vivir en paz y armonía, o queremos imponer nuestras creencias por medio de la aplicación de leyes?
Cuidémonos de utilizar el servicio a Dios como excusa que justifique nuestro deseo de obtener poder, riquezas y prestigio.
José Portillo Pérez.
joseportilloperez@gmail.com
En este blog encontraréis meditaciones para crecer a los niveles personal, social y espiritual.