4. Nuestro Santo Padre quiere que creamos en su Primogénito y que cumplamos el Mandamiento que nos dio Jesús de amarnos unos a otros como Él nos ama.
Meditación de 1 JN. 3, 1-2. 21-24.
Nuestro mérito personal no radica en la exactitud con que cumplimos mandamientos religiosos ni en el bien que hacemos, sino en que somos hijos de Dios. Somos hijos de Dios desde que existimos, y no lo seremos exclusivamente en un futuro lejano. Este hecho nos anima a vivir como buenos seguidores de Jesús, cumpliendo la voluntad del Dios Uno y Trino. San Juan nos informa de que, si nuestros prójimos los hombres rechazan la fe que profesamos, ello sucede porque ignoran al Dios Uno y Trino, lo cual provoca el hecho de que seamos rechazados en ciertos ambientes.
Si nos asemejamos al Señor, al final de los tiempos, cuando concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros, lo veremos cara a cara. Ello significa que no creeremos eternamente en un Dios invisible, pues lo veremos y lo sentiremos plenamente en nuestro ser de hijos redimidos.
Si nuestra conciencia está tranquila, podremos acercarnos a Dios sin miedo, convencidos de que escuchará nuestras peticiones, y de que nos concederá todo lo que le pidamos, que no atente contra nuestra salvación, y que tampoco evite nuestro crecimiento espiritual.
San Juan nos dice que Dios nos concederá lo que le pidamos, si cumplimos su voluntad. A pesar de ello, no cumplamos la voluntad divina para ser premiados, sino por amor al Dios Uno y Trino y a sus hijos amados.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com