Solemnidad de Santa María Madre de Dios de los Ciclos A, B y C (1 de enero).
Adoremos al Señor, y consagrémosle nuestra vida.
Ejercicio de lectio divina de LC. 2, 8-21.
Nota: El Evangelio de la presente solemnidad es LC. 2, 16-21, pero lo amplío en el presente estudio bíblico, a fin de que podamos recordar, cómo los pastores betlemitas, adoraron a Nuestro Redentor.
Lectura introductoria: SAL. 7, 18.
1. Oración inicial.
Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
R. Amén.
Orar es permanecer alerta mientras nos preparamos a recibir a Nuestro Salvador en su Parusía -o segunda venida-, de la misma manera que los pastores de que se nos habla en el Evangelio de hoy, permanecían en vela, vigilando el rebaño que cuidaban.
Orar es comprender que no nos conbiene trabajar en la viña del Señor ni llevar a cabo nuestras responsabilidades familiares y sociales aislados, sino trabajando en equipo, en la medida que ello nos sea posible, tal como los pastores se turnaban durante la noche, para vigilar su rebaño.
Orar es temer el hecho de estar en la presencia del Señor sin ser dignos de que Él more en nuestras almas. El temor de Dios no es sentir miedo, sino pensar que somos muy inferiores a Nuestro Santo Padre, y que nos queda mucho que orar y hacer, para asemejarnos a Él.
Orar es acoger cada día la Palabra de Dios en nuestras celebraciones eucarísticas y en nuestros tiempos de meditación y oración, no como una rutina a la que estamos acostumbrados, sino como la novedad que necesitamos, para encontrar la plenitud de la felicidad.
Orar es ver la mano de dios en las circunstancias que vivimos para no perder la fe, tal como los pastores comprobaron que fue cierto el anuncio que recibieron, cuando vieron a Jesús envuelto en pañales.
Orar es regocijarnos al glorificar al Señor, y no recurrir a Él únicamente, cuando necesitamos que nos conceda sus dones, o a alguien con quien desahogarnos.
Orar es disponernos a toda prisa a cultivar nuestra fe, a orar y a servir al Señor en sus hijos los hombres, tal como los pastores fueron deprisa al establo en que nació Nuestro Redentor, para verificar la certeza del anuncio que les fue hecho.
Orar es dar testimonio de nuestra fe siempre que podamos hacerlo, tal como los pastores testimoniaron el anuncio que recibieron, y cómo comprobaron que fue cierta la revelación angélica que recibieron.
Orar es no acostumbrarnos al amor de Dios y a los dones que de Él recibimos, sino maravillarnos por tener un Padre celestial tan bueno, tal como se maravillaron quienes escucharon los relatos de los pastores, acerca de cómo vieron a Nuestro Salvador.
Orar es meditar la Palabra de Dios y nuestras circunstancias vitales desde la perspectiva del Dios Uno y Trino, tal como Nuestra Santa Madre meditaba en sus ratos de oración, todos los hechos relacionados con la vida de Jesús.
Orar es dedicar nuestra vida a tributarle culto a Dios y a servirlo en nuestros prójimos los hombres a imitación de Jesús, tal como Nuestro Señor fue circuncidado, para convertirse en siervo de Yahveh.
Oremos:
La vida es una paciente espera de todo lo que añoramos. Apenas logramos alcanzar una meta, nos proponemos varias más, pues ello nos estimula para que sigamos creciendo incansablemente.
Los niños cuya meta es estudiar mucho y sueñan con el hecho de crecer, conocen el amor, o son llamados por Dios a servirlo como religiosos, y llevan a cabo sus aspiraciones, adaptándose a la escucha y recepción, de la llamada que se les hace desde el cielo.
Los adultos tenemos que trabajar, criar y educar a nuestros hijos, cumplir nuestros sueños en la medida que ello nos sea posible... Son muchas las cosas que tenemos que hacer, las cuales nos recuerdan que somos peregrinos, que buscamos constantemente, mejorar en los campos espiritual y material, e intentamos contribuir a la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, en la medida que ello nos sea posible.
Para poder crecer sin estancarnos en el proceso de superarnos a nosotros mismos, y sin interrumpir el mismo para no volver a reanudarlo, necesitamos permanecer en estado de alerta. Dado que son muchas las actividades que desempeñamos, necesitamos realizarlas ordenadamente, llevando a cabo en primer lugar las más importantes, y, posteriormente, las secundarias. De esta manera, no nos agobiaremos al pensar, que tenemos más deberes pendientes, de los que podemos cumplir, satisfactoriamente.
Para que el cansancio no nos inste a creer que la espera de la vida es inútil, y la impaciencia no nos haga apresurar los acontecimientos que aguardamos, llena nuestra vida con tu luz, Espíritu Santo, para que lleguemos a ser, buenos seguidores de Jesús. Así lo esperamos.
2. Leemos atentamente LC. 2, 8-21, intentando abarcar el mensaje que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 2, 8-21.
3-1. Aguardemos la Parusía del Señor, tal como los pastores vigilaban sus rebaños durante la noche que nació Jesús (LC. 2, 8).
3-1-1. ¿Cómo consideraban los israelitas a los pastores?
Los pastores no eran bien vistos por los hermanos de raza de Jesús. Ellos tenían fama de ladrones, pero sus robos se debían a la grave pobreza que les afectaba, y a su obligatoriedad de compensar a aquellos para quienes trabajaban, por cada animal que les robaban. Los pastores también eran mal vistos porque no asistían a las sinagogas ni a las grandes celebraciones de Jerusalén, pero ello era imposible para los tales, porque estaban obligados a pastorear sus rebaños durante el día, y a vigilarlos durante las noches, estableciendo diferentes turnos para ello.
3-1-2. La noche, el día, y la luz del mundo.
El hecho de que los pastores vigilaban su rebaño en la noche en que nació Jesús, tiene un significado teológico, muy útil para nosotros, pues, en cierta ocasión, Jesús, dijo las siguientes palabras, contenidas en JN. 9, 4-5.
La noche significa el dominio del pecado sobre la humanidad, y el día significa el hecho de amoldarnos al cumplimiento de la voluntad de Dios, imitando la conducta del Hijo de María, cuyo conocimiento de Nuestro Santo Padre, ha llegado a ser la luz del mundo. Esta es la razón por la que San Pablo nos instruye, en los términos expuestos en ROM. 13, 12-14.
3-1-3. Los pastores vigilaban su rebaño durante la noche por turno.
Tal como los pastores vigilaban su rebaño por turno, imitaremos la conducta que observó Nuestro Salvador, viviendo y trabajando en comunidad.
¿Qué esperamos de la vida?
¿Qué esperamos de nuestros familiares y amigos?
¿Qué esperamos de la Iglesia?
El hecho de no conseguir lo que esperan de la vida, entristece a quienes se consideran fracasados. Invirtamos las palabras, pues, hacemos mal al esperar que la vida nos haga concesiones, porque somos nosotros los que tenemos que esforzarnos para conseguir lo que deseamos. No pensemos en lo que esperamos de la vida, sino en lo que la vida espera de nosotros. Si no le damos a nuestra familia, a nuestros amigos y compañeros de trabajo, al mundo y a la Iglesia más de lo que hemos recibido de los tales, obstaculizaremos la conversión de nuestra tierra, en el Reino de Dios.
3-2. el Ángel del Señor se les apareció a los pastores, quienes fueron envueltos por la gloria de Dios, y sintieron miedo (LC. 2, 9).
3-2-1. El Ángel del Señor.
Aunque cualquier ángel que no sea seguidor del Demonio se considera como ángel del Señor, hay pasajes bíblicos en que el mismo Yahveh se manifiesta como un ángel. La expresión "el Ángel del Señor" es una teofanía, -es decir-, una manifestación de la Suma Divinidad. Esto significa que, cuando Jesús nació, quizás fue el mismo Yahveh quien se manifestó a sus pobres anawim, para que fueran a ver a Nuestro Salvador. Si fue Nuestro Santo Padre -y no uno de sus ángeles- quien se les apareció a los pastores, es normal el hecho de que los tales fueran envueltos por la luz de la gloria divina.
3-2-2. Los pastores fueron envueltos por la luz de la gloria de Dios.
El Ángel del Señor envolvió a los pastores con la luz de su gloria. Dios se nos entrega plenamente, y espera que lo acojamos, para que lo dejemos envolvernos con la luz de su gloria.
¿Rechazaremos al Dios que se ha dignado hacerse uno de nosotros para hacernos semejantes a Él?
3-2-3. Los pastores se llenaron de temor.
Cualquiera sabe que, cuando se le insiste a un niño pequeño que es feo y malo, termina por creerse lo que se le dice. Hay muchos adultos que no han podido superar el daño que les causó el trato que recibieron por parte de sus familiares durante los años de su infancia. Probablemente, entre los pastores que recibieron la revelación del Ángel del Señor, había quienes creían verdaderas, las ideas que la sociedad tenía de ellos. Si los tales eran impulsados por la sociedad injusta en que vivían a considerarse malvados, ¿cómo no habían de tener miedo al ser envueltos por la gloria de Dios, si mantenían la antigua creencia de que la justicia de Elohim se ejecutaría irremisiblemente, si había pecadores en su presencia?
3-3. ¿Quién es Jesús para nosotros? (LC. 2, 10-12).
Jesús es el Profeta que nos insta a no pecar y a ser purificados y santificados, el sacerdote que se entregó a sus enemigos para demostrarnos que Nuestro Santo Padre nos ama, y el Rey de quien esperamos que nos conceda la vida plena de dicha eterna que añoramos.
Jesús es el Camino que nos conduce a la presencia de Nuestro Santo Padre, la Verdad que nos hace plenamente libres, y la vida que añoramos, más allá de los sufrimientos que, en la actualidad, afectan a la humanidad (JN. 14, 6).
Démosle gracias a quien nos demostró la grandeza del Dios Todopoderoso, pero no lo hizo realizando grandes prodigios, sino viviendo, teniendo carencias, amando y sufriendo, como cualquiera de entre nosotros, debe afrontar la vida.
¿Pensamos que seremos salvos cuando el Reino de Dios sea plenamente instaurado entre nosotros, o nos sentimos salvos cuando tenemos la esperanza de que nuestros problemas actuales pueden resolverse?
Intentemos que nuestro crecimiento en el campo material nos ayude a sentir que Dios nos está salvando.
3-4. Dios se siente feliz cuando somos dichosos (LC. 2, 13-14).
Dios es glorificado en las alturas, si, quienes lo alabamos en la tierra, vivimos con el corazón henchido de su paz. Dios ha ligado su felicidad a la nuestra, y, de alguna manera, necesita vernos felices, viviendo en su presencia.
3-5. ¿Creemos las verdades de Dios que se nos narran en la Biblia y nos enseña la Iglesia? (LC. 2, 15-16).
Los pastores fueron a Belén a comprobar la veracidad de la revelación que recibieron. Ello me sugiere el pensamiento de que nos es imposible creer en Dios cuando se nos habla de Él, si Nuestro Santo Padre no se nos manifiesta. Esta es la razón por la que quienes predicamos el Evangelio, no debemos forzar a nadie a creer en Dios, porque el hecho de que nuestros oyentes o lectores sean creyentes, más que de nuestro esfuerzo evangelizador, depende de si Dios se les manifiesta a los tales.
3-6. Los pastores dieron testimonio de lo que habían visto y oído (LC. 2, 17-18).
Los pastores no se guardaron para sí la revelación que recibieron y la comprobación que hicieron de la veracidad de la misma. Ellos, a pesar de que eran socialmente marginados, testimoniaron su experiencia de fe con tanta convicción, como para ser creídos, sin que fueran muchos los que dudaran de lo que les contaban, a pesar de que, socialmente, carecían de credibilidad.
¿Conseguimos que nuestro testimonio de fe y el ejemplo de nuestra vida cristiana hagan que quienes nos conocen deseen convertirse al Señor Nuestro Dios?
3-7. María meditaba todos los hechos relacionados con Nuestro Redentor (LC. 2, 19).
María meditaba todos los hechos relacionados con la vida de Nuestro Salvador. Ella no sabía exactamente cuál era la misión de Jesús, ni cómo la conocería, ni cómo la llevaría a cabo Nuestro Redentor.
María se llenó de satisfacción cuando supo que iba a ser la Madre del Mesías, pero tal hecho debió ganarle el desprecio de algunos de sus familiares. La dureza de la realidad del desprecio fue debilitada por el afecto con que Isabel acogió a Nuestra Corredentora.
María debió sufrir mucho cuando vio nacer a su Hijo en la más extrema pobreza, pero los pastores la confortaron, no ofreciéndole dones valiosos, sino su afecto, que era lo mejor que tenían, y era de gran valor si tenemos en cuenta que, muchos marginados, por causa del trato injusto que reciben, son agresivos.
3-8. Los pastores no solo dieron testimonio de lo que escucharon y vieron en Belén, pues también lo hicieron donde residían (LC. 2, 20).
Quizás nos ha sucedido que hemos vivido unos ejercicios espirituales muy intensos o nos hemos emocionado mucho durante una celebración religiosa, y hemos sentido el deseo de compartir nuestra fe con nuestros familiares y amigos, y de vivir imitando la conducta que observó Nuestro Salvador, pero, al volver a nuestra rutina, nos hemos desanimado, porque nuestros familiares y amigos nos han hecho perder la fe, o porque nos han surgido preguntas que no hemos sabido responder, y ello nos ha hecho desistir de nuestro propósito. Si consideramos la situación social de los pastores de que se nos habla en el Evangelio de hoy, podemos atribuirles un gran mérito, porque, a pesar de que tenían dificultades más difíciles de sobrellevar que las de muchos de nosotros, no solo no perdieron la fe, sino que volvieron a realizar su actividad laboral, dando testimonio de aquello que se les dijo y comprobaron.
3-9. Jesús fue circuncidado (LC. 2, 21).
Los judíos circuncidaban a sus hijos y les ponían nombre, el octavo día de su nacimiento (LV. 12, 3). La circuncisión simbolizaba la distinción entre judíos y gentiles y la relación especialísima que los primeros mantenían con Yahveh. Ello indica que los judíos, al ser circuncidados, se consideraban como propiedad personal de Dios.
Nuestro Señor fue llamado Jesús, -es decir, Dios salva-.
¿De qué nos está salvando Dios en este tiempo?
¿Qué salvación esperamos de Dios?
3-10. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.
3-11. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 2, 8-21 a nuestra vida.
Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
3-1-1.
¿Por qué eran mal vistos los pastores en Israel?
¿Recuerdas por qué se veían los pastores obligados a robar?
¿Hay en nuestra sociedad gente que se vea obligada a robar o a prostituirse porque carece de los medios necesarios para vivir, que, en lugar de ser ayudada a superar sus situaciones difíciles, es marginada por lo que, de alguna manera, se le obliga a hacer?
3-1-2.
¿Qué significados tienen la noche, el día, y el hecho de que Cristo es la luz del mundo?
¿Cómo quiere Jesús que nos amoldemos al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo Padre?
¿Nos prohíbe San Pablo en ROM. 13, 12-14 que hagamos celebraciones con nuestros familiares y amigos?
3-1-3.
¿Por qué nos conviene vivir en comunidad y trabajar en equipo?
¿Qué diferencia hay entre pensar en lo que esperamos de la vida, y considerar lo que la vida espera de nosotros?
3-2.
3-2-1.
¿Es San Gabriel un ángel de Dios? ¿Por qué?
¿A quién se refiere en ciertos relatos bíblicos la expresión "el Ángel del Señor" o "el Ángel de Yahveh", dependiendo de la traducción de la Biblia que leamos?
¿Sabes lo que es una teofanía?
3-2-2.
¿Qué significa para nosotros el hecho de que la luz de la gloria de Dios envolvió a los pastores?
¿Rechazaremos al Dios que se ha dignado hacerse uno de nosotros para hacernos semejantes a Él?
3-2-3.
¿Por qué sintieron miedo los pastores cuando fueron envueltos por la luz de la gloria de Yahveh?
3-3.
¿Qué significan el profetismo, el sacerdocio y la realeza de Jesús?
¿Están relacionados el profetismo, el sacerdocio y la realeza de Jesús, con nuestra vida de cristianos? ¿Por qué?
¿Qué significa el hecho de que Jesús es, -según JN. 14, 6-, Camino, Verdad y Vida?
¿Pensamos que seremos salvos cuando el Reino de Dios sea plenamente instaurado entre nosotros, o nos sentimos salvos cuando tenemos la esperanza de que nuestros problemas actuales pueden resolverse?
3-4.
¿Qué quiere Dios para nosotros?
¿Nos percatamos de que Dios ha vinculado su dicha a la nuestra?
3-5.
¿Por qué creemos en Dios?
¿Vivimos inspirados en la fe que profesamos?
¿Actuamos como hijos de dios fuera de los templos en que celebramos los Sacramentos?
3-6.
¿Por qué tiene un gran mérito el testimonio de fe de los pastores?
¿Seríamos capaces de dar testimonio de nuestra fe si ello nos expusiera a afrontar grandes riesgos?
¿Conseguimos que nuestro testimonio de fe y el ejemplo de nuestra vida cristiana hagan que quienes nos conocen deseen convertirse al Señor Nuestro Dios?
3-7.
¿Nos percatamos de que Dios se nos manifiesta por medio de sus fieles hijos para hacernos soportables las tribulaciones que afrontamos y confrontamos?
3-8.
¿Por qué es inestable nuestra fe?
¿Qué nos falta conseguir para ser buenos cristianos?
¿Se nos debilita la fe cuando no vivimos tiempos litúrgicos fuertes?
3-9.
¿Qué simbolizaba la circuncisión para los judíos?
¿Encuentras alguna similitud entre la circuncisión de los judíos y el bautismo de los cristianos?
¿Cómo traduces el nombre de Jesús al español?
¿De qué nos está salvando Dios en este tiempo?
¿Qué salvación esperamos de Dios?
5. Lectura relacionada.
Leemos y meditamos MT. 2, 1-12, agradeciéndole al Señor, el hecho de habérsenos manifestado.
6. Contemplación.
Contemplemos a Dios Nuestro Padre diciéndoles a los pastores que fueran a ver al Salvador de quienes lo aceptan sin reparos, y animándonos a no perder la fe que nos caracteriza.
Contemplemos a los pastores caminando muy rápidamente para comprobar la veracidad del mensaje que recibieron del Ángel del Señor, y regresando rápidamente a su lugar de trabajo, glorificando a Dios, y dando testimonio de su fe.
Contemplémonos pensando en las dificultades que nos impiden tener fe en Dios o que la misma se acreciente, y sin la intención de esforzarnos en buscar la manera o a la persona indicada, que nos ayude a resolver nuestras dudas de fe.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de dios, expuesta en LC. 2, 8-21.
Comprometámonos a rezar una oración por alguno de nuestros familiares o amigos que sufra por cualquier causa, y a buscar en la Biblia un mensaje esperanzador, que le haga soportable su dolor.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Padre bueno:
Ayúdame a comprender que la preparación de la Navidad es una invitación que me haces a imitar la conducta de Jesús.
Ayúdame a no ser arrastrado por el deseo de gastar grandes cantidades de dinero, hacer y recibir regalos, y celebrar grandes fiestas.
Impúlsame a ser imitador de Jesús, porque en ello radica la plenitud de la felicidad en este tiempo, en que esperamos que Jesús concluya la plena instauración de tu Reino de amor y paz entre nosotros.
9. Oración final.
Leemos pausadamente y meditamos el Salmo 30, agradeciéndole a Dios, el amor que nos ha manifestado.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com