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Permaneced alerta. (Meditación para el Domingo I de Adviento del Ciclo B).

   Meditación.

   Permaneced alerta.

   Estimados hermanos y amigos:
    Un año más hemos empezado a vivir el tiempo de Adviento, es decir, hemos iniciado nuevamente nuestra preparación, pues deseamos recibir a Nuestro señor Jesucristo en sus dos venidas. Al mismo tiempo que nos vamos a preparar para celebrar la Navidad (la primera manifestación del Mesías a la humanidad), vamos a estar muy pendientes del regreso de Jesús a nuestro encuentro, un hecho que acontecerá cuando llegue el fin del mundo, un acontecimiento sobre el cuál, además de existir información en la Biblia, ha sido divulgado por los científicos, lo cual nos ayuda a creer que la Palabra de Dios es veraz. A pesar de que todos los años dedicamos el primer Domingo del tiempo de Adviento a recordar la Parusía o segunda venida de Jesucristo al mundo, es conveniente que recordemos nuevamente este hecho trascendental para nosotros, examinándolo detenidamente, y preguntándonos si realmente creemos que Dios exterminará las miserias características de nuestra vida.
   Una de las preguntas inmediatas que se nos ocurre cuando pensamos en el tema que estamos meditando en esta ocasión, es la siguiente: ¿Cuándo acontecerá el final del mundo?
   También nos preguntamos: ¿En qué momento del fin del mundo vendrá Jesucristo a nuestro encuentro? San Marcos nos transmite en su Evangelio las siguientes palabras de nuestro Señor: (MC. 13, 32). La cuestión que nos ocupa no nos preocupa únicamente a nosotros, pues los Apóstoles del Hijo de María también tenían sumo interés en estar informados con respecto al tiempo del fin (MT. 24, 3).
   ¿Existen signos que nos indiquen en qué tiempo se acabará el mundo? Los signos bíblicos que nos podrían aclarar este hecho no son fiables, así pues, la humanidad siempre ha sido víctima de muchas calamidades, y no por ello ha sido testigo del fin del mundo jamás, pero, a pesar de esta realidad, Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: (MC. 13, 37). La advertencia de permanecer alerta no era únicamente para los Apóstoles, pues también fue válida para los discípulos de Nuestro Señor, y sigue siendo útil para los cristianos del siglo XXI. Cuál es la razón que justifica esta vigilancia? De la misma manera que los cristianos que desean casarse procuran conocer a las personas con quienes van a contraer matrimonio porque van a compartir sus vidas con ellas, quienes esperamos vivir en la presencia de Nuestro Padre común, queremos conocer al Dios Uno y Trino, porque nadie puede valorar aquello de lo que carece. Recordemos las palabras de Jesús que San Juan escribió en su Evangelio: (JN. 8, 31-32).
   El conocimiento de Dios nos librará de los prejuicios que victimizan a quienes no han aprendido a amar incondicionalmente a la humanidad.
   El conocimiento de Dios nos librará de la soledad que caracteriza a quienes no tienen fe cuando viven situaciones difíciles de soportar, pues carecen de nuestra esperanza cristiana.
   El conocimiento de Dios hace posible el hecho de que se cumplan en nosotros las siguientes palabras del Apóstol: (ROM. 5, 2).
   A pesar de que los signos identificativos del fin del mundo son terribles, no hemos de tener miedo al pensar en ellos, así pues, aunque se dé el dramático caso de que el mundo vea su fin sumido en calamidades capaces de perturbar a los más capacitados para sufrir toda suerte de situaciones adversas, hemos de recordar que, de la misma manera que Nuestro Padre común nos ayuda a vencer nuestras dificultades temporales, también ayudará a quienes vivan dichas situaciones difíciles características del fin del mundo a mantenerse fuertes, con el fin de que vivan en su presencia sin perder la fe en Él. Si tenemos suficiente fe como para carecer de miedo a la hora de pensar en el fin del mundo, hemos de esperar ese acontecimiento con una alegría inmensa, si tenemos en cuenta que podremos vivir sin ningún tipo de sufrimiento, y que tendremos la dicha de ver a Jesús y a sus más fieles siervos sin servirnos de la fe que tanto necesitamos en este tiempo.
   (I TES. 5, 19-20). Las palabras del Apóstol de las gentes que estamos meditando tienen un gran valor para nosotros, pues por las mismas Dios nos insta a que no impidamos que el poder del Paráclito fortalezca nuestra fe, con el fin de que podamos cumplir cabalmente La Ley de Nuestro Padre común, la cual se resume en las siguientes palabras mesiánicas: (MT. 22, 37-40).
   Antes de concluir esta meditación, deseo pediros que, ya sea a mí, o a vuestros sacerdotes, o a los laicos que os predican la Palabra de Dios, que, cuando lo deseéis, nos planteéis todas las dudas que tengáis con respecto a la interpretación de la Palabra de Dios, con el fin de que os ayudemos a resolver vuestras dudas, pues a veces me sucede que algunos católicos que han dejado de vivir nuestra fe y han empezado a formar parte de otras denominaciones cristianas, me dicen: "En la Iglesia no se habla del Reino de Dios, ni de la resurrección, e incluso ni se utiliza nunca la Biblia". Quizá muchos de esos cristianos no prestaron atención jamás a las celebraciones litúrgicas a las que asistieron. No deseo que se nos siga acusando injustamente a los católicos de que manipulamos la Palabra de Dios para adaptar la interpretación de la misma a nuestra conveniencia. Los predicadores católicos estaremos encantados de interpretarles la Biblia a la luz del Magisterio de la Iglesia a quienes nos pidan que lo hagamos, ateniéndonos a las palabras de San Pedro: (2 PE. 1, 19-21).
   Que Dios os bendiga.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com