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Lecturas del Miércoles VIII del Tiempo Ordinario de los años impares.

Miércoles VIII del Tiempo Ordinario de los años impares.

Primera lectura.
Que sepan las naciones que no hay Dios fuera de ti

Lectura del libro del Eclesiástico 36, 1 2a.5 6. 13 19

Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones;
para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos.
Reúne a todas las tribus de Jacob, y dales su heredad como antiguamente, para que sepan que no hay Dios fuera de ti.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria.
Da una prueba de tus obras antiguas, cumple las profecías por el honor de tu nombre,
recompensa a los que esperan en ti y deja bien a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos, según la bendición de Aarón sobre tu pueblo, y reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial.
Sal 78, 8. 9. 11. 13

R/. Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia.

V/. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. R/.

V/. Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre, líbranos y perdónanos nuestros pecados, a causa de tu nombre. R/.

V/. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte. R/.

V/. Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te damos gracias siempre, cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.

Evangelio.

Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 32-45

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban y los que seguían iban asustados.
El tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.
Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús replicó: No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Contestaron: Lo somos.
Jesús les dijo: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Palabra de Dios.

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