Meditación.
De la misma forma que Dios alimentó a los hebreos en el desierto enviándoles su maná celestial, nos alimenta con su Palabra y con el pan de la Eucaristía.
Los cristianos no podemos vivir en el mundo como quienes carecen de esperanza, así pues, con la intención de agradecerle a Nuestro Padre común nuestra creación, nuestra redención y nuestra posterior santificación, vamos a esforzarnos para vincularnos unos a otros, para que el Cuerpo Místico de Cristo no sufra ningún daño.
1. ¿Debemos adaptarnos a la forma de pensar de Nuestro Señor, o es Jesús quien tiene que adaptarse a nuestra manera de ser? (JN. 6, 27). Todos nos preocupamos por la supervivencia de nuestra familia y por mantener nuestro estado social. Este afán nuestro no es pecaminoso, pero Nuestro Señor nos pide que antepongamos la espiritualidad al materialismo. Jesús le dijo al joven rico mirándole afectuosamente: (MC. 10, 21).
Los oyentes del sermón del monte pronunciado por el Profeta nazareno comprendieron claramente esta enseñanza: (MT. 6, 33).
Bajo esta perspectiva, no ha de extrañarnos la regla de oro (MT. 7, 12A)" (Padre nuestro, Corpus Christi ,Ciclo A).
San Pablo les escribió a los Corintios: (1 COR. 1, 4-5. 2 COR. 8, 9).
(JN. 6, 29). Si Nuestro Padre común espera de nosotros que tengamos fe en Jesús, de la misma forma que los futuros Apóstoles del Mesías le permitieron al Hijo de María que les lavara los pies en la celebración pascual en que el Hijo de Dios les pidió que celebraran la Eucaristía e instauró el Orden sacerdotal, nosotros nos dejaremos alimentar por Cristo Resucitado (1 COR. 10, 17).
Jesús quería explicarles a sus seguidores que Moisés no fue quien en el pasado les proporcionó a los hebreos el maná que les sirvió de alimento en el desierto, pues en el Antiguo Testamento podemos leer: (ÉX. 16, 4).
La Iglesia nos pide que celebremos la Eucaristía al menos una vez al año, si nos es posible, en el tiempo de Pascua. Cuantas más veces celebremos este Sacramento, más fuertes serán los lazos que nos unirán al Dios Uno y Trino y a nuestros prójimos los hombres (SAL. 78, 24).
Oremos repitiendo las palabras con que la multitud se dirigió a Jesús: (JN. 6, 34).
2. El hambre y la sed espirituales.
(JN. 6, 35). ¿En qué sentido podemos decir que Nuestro Señor nos alimenta espiritualmente cuando celebramos la Eucaristía? (MT. 5, 6).
A pesar de que cuando habitemos en el cielo viviremos en un estado de felicidad permanente, durante los años que se prolonga nuestra existencia mortal, no podemos pretender vivir felizmente cada instante de nuestra vida, porque ello no nos es posible, en el sentido de que necesitamos compaginar la alegría con el dolor. Siempre que logramos conseguir algo que deseamos somos felices durante algún tiempo, pero, nuestra nueva consecución, nos impulsa a seguir deseando lograr nuevos éxitos. Por causa de nuestra imperfección, en este mundo no podemos concebir la felicidad como un estado emocional positivo permanente, sino como un camino que intentaremos recorrer, salvando obstáculos, mientras nos sea posible luchar por nosotros, por las personas que amamos y por las cosas que anhelamos. Si somos capaces de solucionar nuestros problemas y de ayudar a nuestros prójimos los hombres a vivir la adversidad que atañe a sus vidas, ello significará que Jesús nos alimenta espiritualmente cuando le recibimos en la celebración eucarística.
(IS. 55, 1). ¿Dónde encontraremos el agua viva que ha de calmar nuestra sed espiritual?
Cuando la samaritana de la que San Juan nos habla en el capítulo 4 de su Evangelio le preguntó a Jesús si el agua viva de la que le estaba hablando era más importante para los creyentes en Dios que el agua del pozo cercano a Sicar en que ellos se encontraban, el Maestro le dijo: (JN. 4, 13-14). Mientras que los bienes del mundo son caducos, los bienes espirituales que Nuestro Padre común nos concede permanecen en nuestro corazón para siempre, pues no hemos de olvidar que Dios nos hará vivir en su Reino de amor, cuando venzamos la muerte.
El más amado de los Apóstoles de Nuestro Señor escribió en su Apocalipsis: (AP. 21, 6).
Cuando el Reino de Dios sea instaurado plenamente entre nosotros, no necesitaremos dinero para cubrir nuestras necesidades, pues trabajaremos por placer, no por necesidad, pues, el amor de Nuestro Padre común, exterminará nuestras carencias, porque no será nuestro trabajo el medio por el cuál no tendremos problemas, pues la Providencia divina nos ayudará a ser plenamente felices. Quienes recibimos a Nuestro Señor en la Eucaristía, somos consolados en nuestras aflicciones, y nos sentimos fortalecidos a la hora de realizar nuestras actividades ordinarias, y no beneficiamos a nuestros prójimos ni oramos para pagarle a Dios por causa del amor que nos manifiesta al concedernos sus dones y virtudes sobrenaturales, pues le servimos en nuestros prójimos, porque, según reza el refrán español, es de bien nacidos el ser agradecidos.
(IS. 55, 2-3). Si la distracción es un excelente medio que nos ayuda a obviar nuestros problemas durante algún tiempo para que eliminemos nuestro estrés, hemos de tener cuidado de no entregarnos a la ociosidad de forma que obviemos el cumplimiento de nuestros deberes, entre los que destaca la asistencia a la celebración de la Eucaristía, pues, aunque puede sucedernos que creamos que nuestra fe no es relevante para nosotros al ser comparada con nuestras posesiones materiales, la recepción del Señor en nuestros corazones es imprescindible para nuestra vida espiritual, según las palabras del Hijo de María: (JN. 6, 54-57).
Con respecto a nuestra futura resurrección, leemos en la Biblia: (SAL. 16, 10). Si el citado versículo bíblico se refería a Jesús, nosotros, quienes deseamos ser criaturas nuevas en Cristo, hemos de ser conscientes de que el divino autor de la Biblia, inspiró al Salmista, para que sus palabras también se refirieran a nosotros (ROM. 8, 20-25).
Las palabras de ROM. 8, 19-20 me han llamado la atención, y me han hecho reflexionar mucho. Siempre se nos ha dicho que la adversidad que atañe a la humanidad no se instauró en el mundo porque Dios creó las miserias humanas, sino que se introdujo en nuestra existencia mortal como consecuencia del pecado de origen de Adán y Eva (GéN. 3), y también como castigo merecido por nuestras transgresiones voluntarias en el cumplimiento de la Ley de Dios, según indico todas las semanas en el boletín Padre nuestro, cuando les explico a mis lectores, brevemente, la causa por la que rezamos el Gloria en cada ocasión que celebramos la Eucaristía dominical. La creación está destinada al fracaso por voluntad de Dios en el sentido de que Nuestro Padre común extinguirá el pecado, las enfermedades y la muerte. Es difícil explicar estas cosas en el mundo en que muchos buscan la consecución de la felicidad en determinadas ocasiones a costa de llegar incluso a cometer crímenes nefandos.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Quiere Dios que sobrevivamos a enfermedades y fracasos? La respuesta a esta pregunta es afirmativa, así pues, nos preguntamos: Si Dios nos ama hasta el punto de haber llegado a sacrificar a Jesús en la cruz, ¿por qué permite Nuestro Padre común que conozcamos la miseria que atañe a nuestra existencia mortal? Dios ha de respondernos esta pregunta a todos individualmente, a quienes tenéis cáncer, a quienes padecéis el SIDA, a quienes somos ciegos, a quienes no pueden escuchar la voz de sus prójimos, y, en general, a quienes sufren por cualquier causa.
Quizá nos preguntamos: Si Dios es perfecto, ¿cómo puede contradecirse a Sí mismo haciendo el mayor sacrificio de amor que se haya podido llevar a cabo a través de la Historia y acosando a muchos de nuestros prójimos para hacerles morir lentamente, a lo largo de años de estériles padecimientos? Como Dios ha de respondernos estas preguntas individualmente, yo os recuerdo el siguiente texto del primero de los Profetas mayores: (IS. 55, 7-8).
A propósito de nuestra fe y la adversidad que nos caracteriza, San Pablo escribió en su Carta a los Romanos: (ROM. 8, 28).
Concluyamos esta meditación, leyendo ROM, 8, 31-39.
joseportilloperez@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tus peticiones, sugerencias y críticas constructivas