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Jesús es Nuestro Redentor. (Meditación de la segunda lectura de la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario del Ciclo B).

   2. Jesús es Nuestro Redentor.

   Meditación de AP. 1, 5-8.

   Quienes fueron resucitados en los tiempos bíblicos a fin de hacernos creer que algún día resucitaremos para no morir jamás, volvieron a morir después de recuperar la vida, así pues, solo Jesús y María Santísima -por no haber estado expuesta a pecar por haber sido templo de Dios-, resucitaron para no morir jamás.

   Jesús murió y resucitó para concedernos la dicha de vivir en su Reino. Muchos cristianos que no creen plenamente esta verdad, o piensan que ello no ha supuesto ningún cambio en su vida actual, no quieren anunciarle a nadie, lo que el Señor ha hecho en su favor. Dios es Todopoderoso, y nosotros somos limitados. Demos testimonio de lo que el Señor ha hecho en nuestra vida, y no de lo que hemos hecho por Él, porque, servirlo en nuestros prójimos los hombres, es un privilegio. Quizás el hecho de saber que Jesús concluirá nuestra redención a medida que nos dejemos purificar y santificar no transforma nuestra vida, pero no olvidemos que el Mesías nos ha prometido la vida eterna.

   Cristo aparece en el Apocalipsis victorioso en sus batallas contra las fuerzas del mal, y glorioso en su posesión y vivencia de la paz divina. Ello nos sugiere que, aunque tengamos dificultades en este tiempo, nuestra historia no terminará mal, porque empezó en la eternidad de Dios, y alcanzará su punto culmen, cuando volvamos a la presencia de Nuestro Creador.

   Jesús ha hecho de nosotros un pueblo profético, real y sacerdotal, que, además de hacer el bien como si de ello dependiera su salvación, tiene la posibilidad de sentirse corresponsable de la salvación de la humanidad.

   Todos verán a Jesús cuando aparezca entre las nubes, incluyendo a quienes le traspasaron, los cuales pueden ser los soldados que lo crucificaron, o aquellos de sus hermanos de raza que lo persiguieron con saña. Ello nos sugiere que, cuando no necesitemos de la fe para creer en Jesús porque lo veremos tal cual es, nos arrepentiremos plenamente de haber pecado, y ello nos hará sufrir, hasta que nos sintamos perdonados por Dios, después de que seamos juzgados.

   Jesús es el Alfa y la Omega, el principio del que procedemos, y la meta a la que seremos conducidos. Vivamos preparados a recibir al Señor en su Parusía -o segunda venida-, como si la misma aconteciera en este día.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com

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