Meditación.
5. La humildad de San Juan Bautista, y el Bautismo de Jesús.
Meditación del Evangelio optativo de los Ciclos A y B, y del Evangelio del Ciclo C.
Meditación de LC. 3, 15-16. 21-22.
¿Por qué llegaron a pensar muchos judíos que San Juan el Bautista era el Mesías -o Ungido- por Dios cuya venida esperaban fervientemente? Para responder esta pregunta, podemos recurrir a los primeros versículos del capítulo tres del tercer Evangelio, donde descubrimos que Dios no se les manifestó a las principales autoridades de Roma y Palestina, sino al hijo del sacerdote Zacarías, por causa de su humildad (LC. 3, 1-2).
La misión del Bautista está profetizada en la Profecía de Isaías, y consiste en la preparación del camino del Mesías, disponiendo a los hombres a acoger su Palabra, y a recibir el Bautismo que los hacía hijos de Dios, por medio de la recepción de un bautismo, que los comprometía a renunciar al pecado, y a vivir adaptándose, al cumplimiento de la voluntad de Yahveh (LC. 3, 3-6).
San Juan afirmaba que Dios premiaría a quienes se adaptaran al cumplimiento de sus deseos, y que condenaría a quienes le desobedecieran. Para el Bautista, no eran hijos de Abraham todos sus hermanos de raza, sino solo aquellos que cumplían la voluntad de Yahveh (LC. 3, 7-9).
¿Cómo podían los judíos cumplir la voluntad de Dios, expresada en la predicación del Bautista? San Lucas nos ofrece ejemplos de cómo el último de los Profetas instaba a sus oyentes a vivir en conformidad con el cumplimiento de la voluntad divina. Quienes quisieran ser fieles miembros del pueblo de Yahveh, debían ser solidarios con los pobres, -a quienes debían darles la mitad de su dinero, pertenencias y alimentos-, debían evitar la comisión de fraudes, y, bajo ningún concepto, debían aprovecharse de los más débiles y marginados de la sociedad, para beneficiarse a costa de los tales (LC. 3, 10-14).
Dado que los más marginados de Palestina encontraron consuelo en la predicación del Bautista, pensaron que el hijo de Isabel era el Mesías esperado. El Bautista, en lugar de aprovecharse de su popularidad para enriquecerse, no dudó en decir que no era el Mesías a quien sus oyentes aguardaban, dado que, mientras él solo los bautizaba con agua, debían esperar a quien estaba en medio de ellos aunque no lo conocían, porque tenía el poder de bautizarlos con Espíritu Santo y fuego, -es decir, podía revestirlos con el poder de Dios, y purificarlos plenamente de sus pecados-.
Sería interesante pensar si nos parecemos a San Juan Bautista, en que, la fuerza de nuestra predicación, y el ejemplo de la vivencia de la profesión de nuestra fe, hace que, quienes nos conocen, deseen creer en Jesús, y seguirlo.
Imaginemos a Jesús en la cola de los pecadores que eran bautizados por San Juan, aguardando su turno de recibir el bautismo de dicho Profeta. Jesús fue ungido por el Espíritu Santo mientras oraba, después de ser bautizado. De la misma manera que Nuestro Señor fue visitado por pastores muy pobres en el establo en que nació, no fue ungido entre los miembros de la realeza como muchos de sus hermanos de raza esperaban que sucediera, sino entre una multitud de pecadores, compuesta por pobres, enfermos, publicanos y soldados romanos, para quienes, la consecución de bienes materiales, no constituía la plena consecución de la felicidad.
El cielo se abrió antes de que el Espíritu Santo descendiera sobre Jesús. Este hecho es muy significativo. Recordemos que, cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso terrenal, les fue impedido por Dios, el acceso al mismo (GN. 3, 22-24). Una de las razones por las que el Bautista fue considerado por muchos judíos como si hubiera sido el Mesías, se basó en la creencia de que el cielo llevaba más de cuatro siglos cerrado, pues ese era el tiempo que hacía, desde que no aparecía en Israel, ningún gran profeta, que hablara en nombre de Yahveh, y denunciara las injusticias llevadas a cabo por los poderosos, en contra de los pobres de Yahveh.
El hecho de que el cielo se abrió cuando Jesús estaba en oración, es digno de tener en cuenta, porque muchas veces, -cuando sufrimos-, queremos que el cielo se nos abra, para que Dios nos dé a conocer, las respuestas que anhelamos. De la misma manera que Jesús vivió durante treinta años como cualquiera de sus hermanos de raza antes de ser ungido como Mesías, antes de conocer el designio de Dios sobre la humanidad y nosotros, tenemos que estudiar su Palabra, poner en práctica cuanto aprendemos ejercitando la caridad, y orar mucho.
El Espíritu Santo bajó sobre Jesús adoptando la forma corporal de una paloma, demostrándole al Mesías, que, Nuestro Santo Padre, estaba de acuerdo con el cumplimiento de la misión que le encomendó. Ojalá nosotros fuéramos fieles discípulos del Señor, y tuviéramos la sensación de que Dios se siente feliz al ver cómo hemos sido inmiscuidos en el cumplimiento de la misión de salvar a la humanidad.
¿Para qué sirve el Sacramento del Bautismo? (CIC. n. 1229). Meditemos brevemente sobre la importancia de los elementos citados en el CIC., a la luz de la Palabra de Dios contenida en la Biblia -o Sagrada Escritura-.
El anuncio de la Palabra.
San Pablo les escribió a los cristianos de Roma, el texto que leemos en ROM. 10, 13-15. Aunque según la fe que profesamos quienes no forman parte de la Iglesia Católica no tienen por qué estar privados del hecho de ser salvos, los católicos, al mantener la creencia de que el conocimiento de Dios es esencial para que podamos alcanzar la plenitud de la felicidad, tenemos el deber de predicarles la Palabra de Dios a quienes quieran conocer a Nuestro Padre común, con el fin de que sea aumentado el número de hijos de la Iglesia, nuestros nuevos hermanos con quienes hemos de compartir las creencias que mantenemos firmemente, pues las tales son la mayor riqueza que tenemos.
San Pablo nos ha hecho meditar sobre la siguiente pregunta: ¿Cómo va a proclamarse el Evangelio, si no existen los evangelizadores? Esta pregunta que puede parecernos triste al considerar que tal como está el mundo actualmente es muy difícil el hecho de que haya gente verdaderamente interesada en conocer la Palabra de Dios, debe ser respondida desde el interior de nuestros corazones, y, la respuesta a esta pregunta, podría actuar en nuestro interior como un rayo de luz en medio de la oscuridad de la noche. De la misma manera que quienes padecen depresión deben actuar para aliviar sus síntomas depresógenos en la medida que ello les sea posible en lugar de estar permanentemente pensando en sus problemas, nosotros, en lugar de decir que los religiosos son los únicos responsables de la predicación del Evangelio, y en vez de dejarles ese trabajo a otros cristianos, podríamos considerar la posibilidad de predicar el Evangelio, dado que seríamos los primeros beneficiados de ese trabajo, ya que tendríamos la obligación de conocer en profundidad la Palabra de Dios, ora para responder las preguntas de nuestros oyentes, ora para fortalecer nuestra fe, que no siempre está a la altura de la superación de las circunstancias que podemos vivir cuando menos las esperamos.
Recordemos cómo San Pablo exhortó al joven Obispo Timoteo para que predicara la Palabra de Dios, aun cuando la misma no fuera acogida debidamente entre sus oyentes (2 TIM. 4, 2).
San Pablo nos pregunta: ¿Cómo va a creer el mundo en Dios, si no ha oído el mensaje de salvación? Si la gente que os rodea no cree en Dios, ¿cómo va a ser invocado Nuestro Padre común? Es necesario que aprendamos a invocar a Dios, con el fin de que comprobemos cómo se cumple en nosotros el siguiente extracto de los Salmos, expuesto en el SAL. 4, 4.
La acogida del Evangelio que lleva a la conversión.
Si quienes hemos sido bautizados tenemos el deber de predicar el Evangelio, quienes desean recibir el citado Sacramento, tienen el deber de acoger la Palabra de Dios, en cuya existencia no sólo han de creer de palabra, pues han de aceptar la Buena Nueva de nuestra salvación, hasta tener el deseo de adaptarse al cumplimiento de la voluntad de Dios en sus vidas. El Catolicismo se diferencia de otras denominaciones cristianas en que no les exige a quienes desean bautizarse un gran conocimiento de la Palabra de Dios, pues entiende que, conforme meditamos las Sagradas Escrituras diariamente, el Espíritu Santo se encarga de acrecentarnos la necesidad de conocer más y mejor a la Santísima Trinidad (PR. 2, 1-9).
La profesión de fe.
Si quienes desean bautizarse aceptan el Evangelio hasta llegar a desear acatar el cumplimiento de la voluntad de Dios en sus vidas, los tales tienen que profesar su fe, no sólo recitando el Credo en las celebraciones eucarísticas, sino viviendo como verdaderos hijos de Dios en un mundo marcado por la carencia de fe en Nuestro Padre común. Es necesario que ningún catecúmeno tenga mucha prisa para ser bautizado, pues es importante que nuestros futuros hermanos conozcan la fe que profesamos suficientemente como para no renegar de la misma una vez que concluya su periodo formativo actual.
La preparación del Bautismo no debe consistir únicamente en la asistencia a una serie de charlas monótonas, sino en la puesta a prueba del conocimiento, los dones y virtudes de los catecúmenos, con el fin de que los mismos se bauticen teniendo bastante conocimiento de lo que es la vida cristiana, pues demasiados supuestos seguidores de Jesús hay en el mundo que adaptan la fe a sus intereses, no aman a sus prójimos los hombres, y sólo se acuerdan de Dios cuando les interesa ver milagros.
El Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, y el acceso a la comunión eucarística.
Una vez que los catecúmenos comprenden lo que comporta el hecho de abrazar nuestra fe universal, y aceptan el hecho de cumplir la voluntad de Dios en sus vidas, ya están dispuestos a ser bautizados, no sabiendo que han de olvidarse de Dios el día siguiente a la recepción de este Sacramento de iniciación cristiana, sino que el mismo es su acceso a la Iglesia, de la cual han de recibir toda la formación que necesiten para vivir como cristianos religiosos o laicos, pues todos los hijos de Dios tenemos una vocación relacionada con la salvación del mundo.
¿Para qué sirve el Bautismo?
-El Bautismo significa que nos hemos formado convenientemente para ser hijos de Dios y miembros activos de la Iglesia.
-El Bautismo significa que es posible creer en Dios a pesar de que el mundo está marcado por la desconfianza tanto en Dios como en los hombres.
-El Bautismo significa que existe la posibilidad de aplicar nuestros conocimientos recibidos de Dios y obtenidos por los científicos para solventar nuestras dificultades.
-El Bautismo significa que, independientemente del odio que pueda caracterizar determinados ambientes, es posible el hecho de que los hombres nos amemos, más allá de las diferencias que nos separan.
-El Bautismo significa que, en este mundo en que muchos no nos conocemos, tenemos la posibilidad de vivir como hermanos.
-El Bautismo significa que, en este día en que acabamos la Navidad y comenzamos a vivir la primera parte del Tiempo Ordinario, no vamos a olvidar los sentimientos que hemos experimentado ni todo lo bueno que hemos recordado y aprendido, y que vamos a intentar vivir inspirados por ese conocimiento de Dios y sus hijos los hombres, con el fin de crear una sociedad mundial más justa y equitativa. Amén.
José Portillo Pérez.
joseportilloperez@gmail.com